jueves, 16 de septiembre de 2010

Lucas Rivelli, Textos.

Lucas Rivelli


Ángel

No existe relación entre el deseo infinito por pertenecer nuevamente a una ilusión mortal y la constreñida subsistencia en la eternidad, que demanda bajar la cabeza y servir cortésmente a una fuerza de la cual debo estar orgulloso. Lo cierto es que extraño la vida como humano, nada específico más bien todo lo habitual, desde diferenciar gustos y aromas hasta sucumbir en el amor o la ira ante las cosas que llegan a ser imponderables.

La existencia de este lado es banal e instantánea, despojados de la concepción del tiempo, hace que uno olvide épocas y periodos, y lo que aun es más terrible, uno comienza a olvidar los recuerdos como humano. Este lugar irradia felicidad, demasiada como para vivir adecuadamente, ya que la noción que se conoce como “vida” enreda una tragedia de por medio, y saber simpatizar de la mejor manera posible con esta, los problemas no son ajenos sino que son parte de la situación, y eso oculta una música especial, asombrosa, no todo debe ser bienestar, nada mas lejano a esto encuentro en la definición de vivir, por lo tanto, lo que hacemos de este lado, nuestra condición, no es sino lo contrario: nos hallamos en un lugar vacante de vida.

Próximamente tendré una misión en la ciudad, nuevamente el trato invisible con la sociedad, una sensación horrible, por lo menos, si fuera un fantasma podría demostrar emociones, lograría escuchar voces, sonidos, ver las matices, saborear con mis sentidos, pero no, no será así, ser un ángel implica aturdirse con los pensamientos de las personas, como si fuera un artefacto, solo percibo sus transmisiones internas. Nadie me verá, solo pocos percibirán la helada huella de mis alas, ¿a que iré? ¿Por qué me enviarán nuevamente hacia allá?, será terrible, porque por mas que este delante de mi antiguo lugar, al no sentir será terrible no poder recordar. Talvez pecando conseguiré el castigo divino, pero ¿Quién soy yo para juzgar? ¿Quién es él para indicar a quien conviene traer o a quien debo resignar?, Marcharé para no volver, algún cruzamiento encontraré.


Hombre

Siempre es la ultima, siempre, es la excusa perfecta, en realidad es la disculpa tradicional. Siempre es la última y no deja de ser la primera, otro empujón más de fruición, otro impulso lateral que me mantiene marginal, estático, totalmente estancado, la progresión solo será hacia allá.

Mientras estoy tendido, abrazado a mi festejo en una completa ceguera, y el mundo sigue con su fabuloso oscurantismo hacia mi, a mi me da igual, me sonrío de frente y me pincho de espalda, de espaldas al mar... un modo de ser consecuente con la sociedad.

No es que este harto, no tengo fuerzas para estarlo, subsisto en el placer de no vivir, mientras ese ardor ilumina mis venas yo me dispongo a viajar, comienzo por algún sueño, buscando otra ciudad, ya no son tan lejanos los residentes que se fueron sin saludar, pronto serán vecinos en el elíseo... pero buaah, otra vez me hundo en la realidad, no mido el suelo y me vuelvo a dar contra el infierno de la cordura.

Tal vez si, tal vez me empiece a cansar, cruce los años con la lentitud de la bondad, demasiada tolerancia, demasiada apacibilidad... no es momento de retroceder para lamentar, siempre transité desnudo por la fría estación del tiempo, la conciencia quedo huérfana en mi, como también el amor me ha dejado expósito, confiado a un establecimiento con solo una mejilla para el idilio del sentimiento.

La lividez en mi rostro le da color al rencor que despega en cuanto la dosis comienza a bajar, ya grité desde mi puente el desprecio a la humanidad, me vuelvo a encerrar en el baño de un bar, permaneceré volando sin poder levantar, solo seré juzgado por el ángel que quitará mi cuerpo de esta ciénaga. Pretendo que sea la última, aunque temo que no deje de ser la primera, anterior al final.


Crucifixión

El cruce es un tajo en el camino, mientras tanto, el destino ya es cosa del pasado, solo queda saciar el deseo, que representa una salida.
El anhelo de ambos se concreta en un encuentro. Las fugas confluyen pero no sé anudarán. Y la paciencia, alquimista del tiempo, les revelará los ojos necesarios, para ver el cruce, que difícilmente vuelvan a tropezar.




Lucas Rivelli. (Olivos, provincia de Buenos Aires, 1981) Inédito. Reside en España.