domingo, 11 de septiembre de 2011

Patricia Jabbeh Wesley: África.


Patricia Jabbeh Wesley


























África


La vasija
ahora hecha añicos

su contenido
derramado
como vino de palma

a través de las regiones
del mundo


--FIN—



Han cesado todos los cantos fúnebres


Todos los cantos fúnebres habrán de cesar
cuando las campanas del reloj den las siete,
momento en que sigilosa,  la noche
se arrastrará cargada de muertes.
Ya no habrá cantos fúnebres para aquellos
que fueron arrancados de sus hogares
o sacrificados o apiñados en campos de detención
alrededor del mundo –ésta es nuestra guerra.
Hasta tanto nos desvanezcamos 
como los calcinados restos de la vegetación,
después de que el incendio se consuma  a sí mismo.
Y todas las criaturas vivientes, a las que alguna vez
les perteneció el bosque, yazcan allí en la seca ceniza. 

La caparazón de un caracol, a medio quemar,
una víbora de cascabel, enroscada, sus carnes
devoradas por las llamas.
Un escorpión y toda su prole resecos como
si hubieran sido aplastados con fuerza  contra el suelo.
Y los animales que una vez corrieron libres
en la jungla, en la  selva,  están todos muertos.
Sí,  ¿ quién se atreverá a llorar la muerte de los animales
cuando los humanos  todavía están pereciendo, quemados,
enterrados vivos, puestos frente al paredón para el verdugo,
que es nuestro señor de la guerra ?

¿ Dónde están  todos  mientras la kwashiorkor* se lleva
uno por uno  a nuestros niños de la guerra ?
Nuestro señor de la guerra nos dice que no  podemos
lamentarnos  o llorar  o elevar un canto fúnebre
o vestir nuestras lappas* negras o enterrar a los muertos
o enviar una carta al extranjero para contarles
a aquellos que no saben nada acerca de nuestros muertos.

Hoy cuando el sol entre en la cocina
a través de la puerta o la ventana, debemos
atrapar su sombra,  sus rayos, debemos encerrar al  sol,
en una caja, una caja de acero y ponerle candado.
Así mañana ya no habrá luz de sol para el mundo. Mañana.
Ya no habrá luz de sol. Mañana.

--FIN—

Kawashiorkor: enfermedad producida por la falta de proteínas en la dieta.
Síntomas: estómagos inflados, hinchados.
Lappas: Vestidos  del folklore tradicional.



En el comienzo de todo


En el comienzo de todo, había mujeres, y todas las cosas
reptantes y no reptantes, eran buenas.

Eso fue antes de que el tiempo pudiera reconocer la luz del día de la noche.
cuando los hombres podían hablar las lenguas de las mujeres; antes

de que el cielo se hiciera azul y decidiera rolar, espumando, como
un gran vaso de fresco vino de palma. Antes de que los océanos aprendieran

a elevarse y caer, antes de que los ríos fueran llamados ríos.
Antes de que nombraran  al río Cavalla,  por  la caballa,

por los peces o a los peces por el pueblo, o el pueblo fuera bautizado
en honor del  río. Antes de que Cabo Palmas, de donde vengo,

se transformara en Cabo Palmas, antes incluso de que existiera un cabo
o palmeras. Antes de que el Cabo Palmas comenzara a procrear

palmeras que brotaron con ancas gruesas  y comenzaron
a elevarse,  y el cocotero hembra aprendió a ser la hermana de la

palmera que da nueces y ésta del bambú y la palmera
bambú  fue hermana de  la palmera de grandes hojas; o cuando su abuelo

les creó parentescos de sangre, o parentescos de paja o parentescos
de bambú, o parentescos de repollo, o parentescos de largas

hojas delgadas, o lo que sea que hace que las confundan con un par
de hermanas gemelas. Pero, la caña de bambú sabe cómo pincharme

el dedo cuando la toco con un furioso corazón; la palmera
pinchará suavemente, mientras el cocotero permanece en su altura.

Pechos de coco colgando de su torso, o cabeza, o de lo que fuera,
Sí y el  modo en que el bosquecillo de bambú nos pinchaba

los dedos de los pies cuando Mudi y yo vagábamos en su pantanoso
territorio. Eso ocurrió antes del tiempo en que las mujeres decidieran

nacer niños, a pesar de que los hombres sabían cómo, o antes
de que los hombres comenzaran a presumir sobre la cantidad de hijos

que tenían y de la cantidad de varones, contándolos con los dedos.
Iyeeh  dice que los hombres en ese tiempo realmente procreaban niños

y las mujeres presumían  de ser  los padres de los bebés
y los niños corrían a refugiarse junto  a sus padres como

en la actualidad lo hacen con sus madres cuando un padre los llama
para castigarlos con un látigo. Eso fue mucho antes de que el camino

de los automóviles destruyera el nogal gigante, el roble, partiendo
los  pueblos y los bosques, transformándolos en rutas, y los árboles

de caucho surgieron allí donde estaban los bosques, y el café
se transformó en un árbol, convirtiéndose en primo hermano del cacao,

y las nueces de palma viajaron a la ciudad para ser convertidas en monedas.
Sorpresivamente, a nosotras las niñas nos crecieron alas como al pájaro de la pimienta,

No, no, como al águila, o como a los aviones jet, y podíamos volar o saltar
a la caja de un camión que se dirigía hacia la ciudad donde el alumbrado público

no puede distinguir al aldeano del habitante de la ciudad, donde un hombre
no puede distinguir a su esposa de su amante; los hijos de su hogar de sus

hijos fuera del hogar; donde todos han entregado su corazón a los bares
y las luces bamboleantes, y las personas pelean en las esquinas;

y luego de todo eso, yo y las niñas del mundo aprendimos
a correr salvajes, igual que flores silvestres, no, no, salvajes como hombres.

Todas las mujeres del mundo transformándose simplemente en hombres.

--FIN—

Versiones Esteban Moore


 Patricia Jabbeh Wesley, nació en Tugbakeh, condado de Maryland, Liberia y creció en la capital, Monrovia.  Obtuvo una beca del Banco Mundial  que le permitió realizar sus estudios en Ciencias de la Educación en la  Universidad de Indiana (Indiana, EEUU). Luego de graduarse regreso a su país y ejerció la docencia en la  Universidad de Liberia en Monrovia.
En 1990, con el estallido de la guerra civil, debió  abandonar, junto a su esposo e hijos,  su hogar, y trasladarse  a territorio controlado por el comandante del Frente Nacional Patriótico de Liberia, Charles Taylor. En esos meses pudo testimoniar la muerte y la destrucción producida por la guerra.
Habiendo perdido en la contienda a muchos integrantes de su familia y gran parte de  sus posesiones decidió emigrar a los Estados Unidos de Norteamérica. Allí  se dedicó, a través de lecturas de poesías, charlas y conferencias, a difundir ante el  público norteamericano lo que sucedía en su país y a trabajar por la paz.
Es la autora de  Before the Palm Could Bloom: Poems of Africa  - Antes de que la palma pudiera florecer: poemas del África - (New Issues Press, 1998) en el que relata sus experiencias durante la guerra civil. Su segundo  libro de poemas  Becoming Ebony, - Transformándome en ébano-(segundo premio Crab Orchard Award Series, 2002) fue publicado por la editorial de la Universidad  de Illinois.