jueves, 11 de diciembre de 2014

Mario Pera: Poesía peruana reciente, joséagustín hayadelatorre


joséagustín   hayadelatorre

















Obituario

He encontrado la muerte escrita en mi nombre
reposando sobre mis restos
asfixiándome en su trazo violáceo
que no deja ocultar mi rostro insípido
                                                          
Debo despojarme de mi existencia
                                                           quemar la vestimenta epidérmica
                                                           y horadar mi sangre

Ya ni la mano
que muy delicadamente
puede resquebrajar mis vértebras
con extremo placer y dolor
se desliza sobre mi cuello

Callo mutilado y gutural
dando vueltas sobre mí            desconociéndome
cuando penumbrosas alas de cristal me recubren
y vislumbro tu recuerdo
deseando decirte que te amo
siendo muerte quien invade mi corazón
                                   Deseo volver a soñar
                                   que estoy vivo
                                   para morir mirándote a los ojos y renacer



He encontrado la muerte escrita en mi voz
que agoniza y se muerde
cuando es sombra quien sólo se ve
y no se halla


Y mis ojos...

Y mis ojos
dónde están mis ojos

Sino mirando firmemente el rostro de la muerte
que me besaba
lamiendo la herida que todo humano porta aún sin cicatrizar
Yo acariciaba su delicado rostro
quemante como la piel de una serpiente

cortaba mis párpados con los mismos
vidrios que habían intentado enterrar
ese terco animal que a sí se traiciona

De este mundo
me han enseñado a mutilar
hasta mis excrementos

                                                                                              Con la sangre vertida
                                                                                              la piel rasgada
                                                                                  y como único alimento el pienso
                                                                       igual me defenderé
                        Haré un yelmo de espejismos y de sueños utópicos
                                               No seré maizal arrasado por langostas
que en sus palabras buscan refugio
y que a veces a mi rostro se asemejan
y contra ellos o yo
peleo

Claman algunos la opresión
menospreciando la nutricia de madre naturaleza
y la propia humanidad

            Pero mis ojos
            también miran firmemente al amor
            con los mismos ojos de la muerte
            los mismos recuerdos que en vida tuve
           


Y mis ojos                               dónde están mis ojos


(De Canto de la herrumbre)


Verte con los ojos…

Verte con los ojos sangrantes
y decirte Yo
                        Yo de óseas cavilaciones
                        y epidérmicas voces    
                        que en vértigo goce asumo vivir

Verme y pensar en la aniquilación del Todo
despojarme del Verbo
concebir la Nada en Mí
                                   y decirme Tú
                                              
Aprender de la Naturaleza la voz del Silencio
                                               sin saber rostro
                                               sin callar palabra
                                               sin temer al vacío

                                    y seguir mi rastro
                                   hasta devorarme


(De Nocturno del Alba)


rastro

las virtudes de un poeta son las de un asesino: a galope sobre un caballo ciego  intenta lacerar una selva pétrea hasta encontrar su arteria. escucha su sí mismo, el que no es él donde es todos, y embellece la destrucción y sueña lo que destruye dándole a los muros la forma de su rostro. vierte estío al doblar de las campanas y cría nervios. nombra toda geografía humana, nube, sal y margen, en su universo de una sola palabra al fraguar el reflejo del silencio. cincela murmuros. recrea cosmogonías como pájaros de niebla que recubre de escamas doradas. detiene sístoles y diástoles para transformarlas en geometría pura: materia donde los cuerpos oscuros brillan a la luz. su escisión renace cuando la flor vuelve a ser tallo y éste desaparece, desparece, desaparece, desaparece… y se levanta ante su atávica derrota: la palabra.


Desinencias

¿De qué metal es tu voz?
A esta hora llega el sastre del sol, volando en su bicicleta blanca, a tocar el acordeón. Yo lo acompaño, calibro la utopía del cuervo de ala blanca. Y en mi movimiento siembro médanos y corales, reparto el sueño de los peces, y disecciono del mendrugo la caries de oro del empoderado, del que se coloca la corona de rey y fabrica lisos botones con los huesos de sus hijos, aunque por el ojal de mis camisas y pantalones se oigan, puros, sus nombres.

¿De qué metal es tu voz?
Los pájaros llegan tras la lluvia, cuando despunta el alba con sordina, trompeta y saxofón. Yo los acompaño, labro la tierra donde cómodamente defecarán para luego cultivar algunos puñados de semillas. Y en mi movimiento arrastro troncos y otros maderos, que serán vigas, que serán traviesas, hacia las orillas del estuario, y disecciono del báculo las joyas, pues este será ahora bastón de ciegos o azadón: la oscuridad translúcida me guiará.

¿De qué metal es tu voz?
Bienvenido sea el pastor de las nubes, y su piano de luna y noche, a entregarnos resplandores y algunas tormentas. Yo lo acompaño, remanso las hélices de los torbellinos para dejar sujetas algunas raíces y luego dibujar un arco iris. Y en mi movimiento recolecto neblinas hasta su disolución, fortalezco los tallos nacientes en los barrancos, y disecciono de la capa bordados, broches y algunos rubíes, e hilvano un saco donde recoger el polvo de los días y un poco de brisa salina para limpiar mis heridas.

¿De qué metal es tu voz?
Pasen, pasen escrituras, ha llegado su tiempo y el rasgueo de violín y charango, en un territorio donde el idioma cambia todos los días. Yo las acompaño, pronuncio el mismo vocablo, la diferencia entre pirata y corsario, para esparcir viruta en las calles empapadas y recibir al que escribe sus cartas en el aire. Y en mi movimiento fundo mi nombre en la misma hoja de acero que lo ha inscrito, ahí, donde señala la luz, en la sombra, y disecciono de las bulas las palabras que dicen de un yo, de un me dije, de un les dije, de un nos dijeron.

Afinidad del escalpelo.


(De poemario inédito)




joséagustín hayadelatorre (Lima, 1981) Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue miembro del grupo de creación y publicación literaria Sociedad Elefante, del comité editorial de Distancia Crítica: aportes hacia una nueva conciencia social y redactor de la revista electrónica de humanidades Periplo. Ha publicado los poemarios Canto de la Herrumbre (2006) y Nocturno del Alba (2008). Asimismo, ha participado en festivales nacionales e internacionales de poesía, así como en congresos de Literatura. Actualmente, es candidato a doctor en Literatura por la Universidad de Salamanca, España.


Sobre la poesía de joséagustín hayadelatorre:

Una poesía sui generis respecto a la de sus contemporáneos en tanto su estilo. La vocación del poeta no solo va por el cuidado extremo de la palabra, sino por alcanzar la elaboración de imágenes precisas para cada verso y poema no dejando cabo suelto. Hayadelatorre intenta con su poesía, además del lirismo inherente, una exploración personal en la lengua española para recrearla y conseguir así un estilo y lenguaje propios que, con cada nuevo poemario, se hacen cada vez más reconocibles. La muerte, la soledad y la alusión a la entidad corporal suelen ser frecuentes en su obra, temas que explora con un tono íntimo de cuestionamiento. Para ello, no duda en hacer uso de toda la extensión de la hoja, y así disponer de los espacios según los requerimientos de cadencia de cada poema, aunque sin llegar a elaborar caligramas.


Mario Pera: Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente

Pesa. Pesa bastante y suele abrumar a no pocos el saber que, de algún modo, eres heredero de las palabras de algunas de las más grandes figuras de la poesía en lengua hispana. Tener entre esos “ascendientes poéticos” a escritores de la talla de Eguren, Westphalen, Adán, Moro, Churata, Eielson, Varela, Hinostroza, Cisneros o Watanabe, quienes conforman un concierto bien afinado de voces, es una piedra muy pesada en el bagaje de cualquier poeta. Y no hablo aquí de Vallejo por un olvido involuntario, sino porque, por el altísimo nivel de su poesía, considero que este ha pasado a formar parte de la tradición poética mundial, y no sólo de la peruana. Todos estos poetas mencionados, y varios más, han elevado una valla tan inexpugnable como espléndida para quienes apuestan en estos días por escribir poesía en el Perú y publicarla. Siempre con la intención de estar a la altura de una de las tradiciones líricas más sólidas e importantes en el siglo XX, como lo es la peruana.
Sin embargo, llegados al nuevo siglo y luego de un par de décadas en las que hubo un ensimismamiento de la poesía peruana contemporánea (creo producto del conflicto social interno y de la política represiva que gobernó el país en esos años), han saltado a la arena nuevos autores quienes se encuentran en la ardua tarea de redefinir y configurar un norte para la poesía escrita en un país que, valgan verdades, poco o nada valora y aprecia la trascendental función que para su cultura, identidad y desarrollo ostenta la poesía. Estos noveles poetas, quienes iniciaron su obra en los primeros años de la década del 2000, y otros a partir de la década del 2010, continúan en un caso condensando su propuesta y, en otro, en plena indagación y estructuración de un proyecto poético personal.
Es en este panorama, quizá no tan alentador, que han surgido las voces de poetas los que no tienen nada en común pero que, de tenerlo, ese único punto es, a mi juicio, la responsabilidad y voluntad férrea con la que abordan su labor creativa para acercarse (o alejarse) del hecho poético y transitar por el centro y los límites, nunca bien definidos, de la poesía.
En Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente, mi intención es el ofrecer una mirada a la poesía de autores peruanos nuevos, cuyo trabajo me parece atendible y serio. Poetas a los que de manera arbitraria califico como “jóvenes”, pese a que para muchos, sea por edad o por los méritos logrados por su obra, ya no lo son. Como bien sabemos el criterio de juventud siempre tendrá sus reparos, más aún en la poesía que es un terreno en el que aquel es un concepto aleatorio, siendo que esta vez me decidí por fijar el límite de selección para poetas que a la fecha (diciembre de 2014) han cumplido, máximo, los 35 años de edad.
Se trata de poetas que han iniciado su camino con la venida del nuevo siglo y quienes han nacido en distintas zonas geográficas del país, por lo que proceden de entornos sociales y culturales disímiles entre sí. Doce poetas peruanos, ocho de la capital y cuatro de provincia, repitiendo estos mismos números en cuanto a género. Lo que espero proporcione una visión general, jamás total, de lo que los poetas recientes vienen creando por este lado del mundo.
Por supuesto, la presente muestra en ningún momento pretende ser restrictiva o excluyente, y menos aún del tipo canónico, pues ello sería un completo absurdo y, más, una necedad. Mi propósito se centra aquí en dar a conocer parte de la obra lírica de jóvenes poetas nacidos en Perú que, en mi criterio, merecen ser leídos con atención.