sábado, 16 de mayo de 2015

Washington Benavides: Un poco más sólido que el aire y Seis variaciones para un armonio de cristal (electrónico), por Xoan Zorro



Washington Benavídes


















Un poco más sólido que el    aire


Casi desparramado,
bajo el quincho solidario
pasan “músicos” que hace tanto
no venían a estos árboles,
los músicos son unos pajaritos
de mediano tamaño, el dorso de color marrón oscuro,
 casi acanelado el pecho.
Siempre en bando. Rápidos y fugaces
sobre la avena estéril, sobre los pastos
recién cortados por un operario.
Cantan. Una música que huele a pasto,
a reflejo de las nubes en la acequia,
a urgencias de apareo.
A dulce clima.
Ya se fueron. Volaron hacia otros campos.
Las desafinadas langostas verdes tratan
de mejorar sus arreglos
(No sea que Nicolo –el gran violinista
iracundo- les quiebre sus arcos).
Sigo despatarrado. Increíblemente, una
perdiz chica pasa junto a mí, sin empacho
ni miedo. En otros tiempos…
Al fin veo a una viudita blanca.
(Desolado ante los desmanes de los
fundamentalismos, fustigan mi visión:
garrote vil, torres con horcas,
hachas fulmíneas, lapidaciones, Rocas Tarpeyas,
“la solución final” con cámaras de gas,
piras humanas de la Santa Fe, cruces romanas,
venenos socráticos, elixires borgianos,
inyecciones letales, sillas eléctricas,
fusilamientos, la “refalosa” de federales
y unitarios, los despenadores oficiales
de los ejércitos, la espada isabelina,
el puñal tribunicio, el sicario de trece
apuntando y acertando. Los degolladores
de Barranca Yaco, la cabeza del Chacho
Peñaloza, los niños del último ejército
guaraní ante el sádico Conde D’eu;
los N N de cualquier territorio…)
Salto, como mordido por crucera.
El tiempo está cambiante y de la Cuchilla
de Haedo  baja en carretón siniestro una tormenta.
También asoma en la dulzura de este
mundo, una Tercera Guerra nada fría.
¿A los señores de la guerra no enfrentarán
los hijos de la patria grande?



Seis variaciones para un armonio de cristal (electrónico),   porXoan Zorro.

                                                           La muerte no es el final
                                                           Es sólo zona de parking.”
                                                                       Jack Spicer.

                                   1

La máquina alterada.
La gran nuez de la cima
parece no soportar una avalancha
ni una modesta ardilla.
El cordaje del cuello desafina
como un arpa
tocada por secretas carcomas
y en su ropero
el viejo corazón como dijera
Jean Cocteau:
                                   “Hoy, no se lleva”.
Y para abajo mejor es no meneallo.
Sin embargo, mi amigo –viejo amigo-:
            La muerte no es el final
            Es sólo zona de parking.

                                   2

Corriendo por el césped
maravillosas piernas de muchacha
acompasadas por las fuertes piernas
del mozo que la cuida
como a la niña de sus ojos
que eso es para él

Esa muchacha de piernas admirables
corriendo por el césped
ascendiendo entre tilos
va la pareja por el Parque de Los Aliados
corriendo tras el arco
de la Alianza
Ella con piernas dignas de Artemisa
Él, con algún calambre,
sin perderle pisada. Desesperadamente,
            tras la niña de sus ojos.

                                   3

El hombre arrolló la bandera
que en ese instante comenzaba a ser
candidata a los trastos polvorientos
                        del altillo.
Iba a encender un cigarrillo. Lo pensó
mejor, y sus dedos volvieron
a depositarlo en la cajilla.
En ese acto (casi reflejo) saltó
de su bolsillo aquella vieja desteñida foto
            (quien la viera, de paso, arriesgaría
                        a decir: es una foto
            de un niño o de una niña).
El hombre la miró. Respiró hondo
                        Y volvió a desplegar
                                   la bandera.

                                                           A Juan Gelman.

                                   4

No era un templo era una sala
                        de cinematógrafo
por lo tanto era un templo además
            de una sala de cinematógrafo
y en esa sala/templo, el muchacho veía
                        por undécima vez
                        “La General” de Búster Keaton.
Sabía perfectamente cuándo saltaba
            como una liebre la imagen
            de los viejos rollos
esperaba con unción el instante
            de la deshonra del maquinista
                        ante su novia
seguro que iba a reconquistarla y liberarla
            del laberinto de rieles
            y  ejércitos enfrentados
del Norte contra el Sur.
Además, sonreía, con la seguridad secreta
                        que desde la próxima
                        exhibición él sería el maquinista
            él sería Búster Keaton
            y alcanzaría los créditos
            que la vida se empeñaba en negarle.

                                               5

El pobre Mozart
alcanzó su gramo de felicidad
ya acosado por la muerte cuando escuchó
            al mozo de la carnicería
            cantar un aria de Papageno.
Con esta anécdota se alentó el desconocido
                        autor de canciones.
¿Quién dice?  A lo mejor…

                                   6
                                               El mirlo canta y la bebé ríe,
                                               A medio camino en el siglo del
                                                           Horror.”
                                                           Kenneth Rexroth.

Dulce Camila
fuerte Natalie:
maravillosas hijas de mi hijo
nietas de la alegría
poseedoras de un coraje casi borrado
de los escritos de este mundo.
Al borde del Milenio, Camila:
cédeme un poco de tu ternura honda
que me sabrá a un trago de agua
            en el corazón del verano.
Préstame tu energía, dorada Natalie,
dibújame constante, como de niña
fundabas árboles, casas , padres, gatos
bigotudos.
Ustedes caminarán
por tiempos que han alarmado
            la imaginación o la conciencia
                        de los hombres
y sé  que vuestros pasos llevarán
            nuevas luces, dínamos
                        de pureza
para mañanas que no serán ojos
de ciego/ muletas
abandonadas entre las ruinas de la guerra.
Ustedes llevaran como un nuevo testamento
                        el deseo de todos nosotros
            (los conocidos, los desconocidos)
de que el siglo que adviene prohíba
                        toda prohibición
y el horror se desvanezca
como la niebla de un pantano.

                         

Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y músico.
Entre sus últimos títulos publicados se hallan:  "El mirlo y la misa" (2000); "Los pies clavados" (2000); Un viejo trovador" (antología) (2004); "Dracmas" (2005); "Diario del Iporà (2006); "Sonetos del Batoví dorado al gabinete del Dr Caligari" (2008); "El frasco azul" (2011); "Tata Vizcacha" (reedición, 2012); "Como un comanche" (seis libros inéditos, Edición homenaje del Ministerio de Relaciones Exteriores,2012); LIBROS de heterónimos: "Amarili y otros poemas" Pedro Agudo( 2007); "Doce canciones amorosas (bilingûe) Juglar Xoan Zorro( 2010); "Asuntos del falsificador" John Filiberto(2012).
Ha traducido a : Guimarães Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de Sant’Anna.
Sus poemas y canciones han sido musicalizados y grabadas por: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Héctor Numa Moraes, Carlos Benavídez, Los Olimareños y Los Zucará.