viernes, 6 de noviembre de 2015

Víctor Toledo: Continuación del Sueño de John Donne



Víctor Toledo


























Iosiv Brodsky se ha dormido, se ha dormido su John Donne
y su Pushkin, su Platonov, se han dormido y su Shestov.
Duermen sus amigos, las campanas cristalinas del invierno
en el enojo de su maestra Axmátova y el corzo en el soto nervioso de su mano.
Duermen sus largos versos de halcón y el divertimento mexicano para Octavio Paz.
Los “versitos de Pasternak”, su amigo Derek y el Reino del Caimito
y al descordado corazón de Mandelshtam
no despierta el tambor de Mayakovsky.
El todo sueña con la nada, el agua sueña con el fuego
el sueño sueña (sólo Ulises dobla el arco del tiempo)
su tonta asíntota triunfar: sí hay regreso
y la flecha emprende eterno vuelo, detenida.
Duerme el latido de la púrpura en su lecho cardiovascular
el rítmico látigo del padecimiento: su puño azul cansado fuma
y sueña el humo de su cigarro-pluma, sueña la realidad
y el mundo despierta en este sueño.
Duerme el mínimo polvo de las alas de las mariposas
el oro de la punta de las estrellas y el polvoriento polvo de las olas
el polvo del universo duerme
en su color azul.
Iosiv Brodsky sueña que el orbe duerme al fin
la esfera se ha dormido y sueña que el bardo arrulla el fin
Iosiv por fin despierta y ve:
vigila el sueño de sus padres con los que ya se reencontró                                                                             
(se posaron convertidos en cornejas
en el hilo destensado del teléfono (su cordón de plata umbilical).
Y el cajón de cuarto y medio de Leningrado también sueña
en la caja infinita de los versos.
Sólo la selva espesa del blanco de la nieve
mantiene su vigilia escandalosa y grita su insomnio: todo duerme.
La nieve sueña el sueño del  poeta, el afilado brillo del diamante del norte.
Los traductores y reseñistas sueñan volando sus versiones
hacia los suplementos del domingo
y talan epitafios para estar con él, talan bosques, talan tumbas
tallan las durísimas caras del tiempo
pues todo sueña pero la nieve de la oscuridad no había caído tan seca
y tan espesa.
Toda la época descansa con su último poeta.
El sueño comunista y el camino americano duermen juntos.
Y la odiada profusa pro-rusa prosa rusa
es la almohada pedestre del ligero inglés
“y cada verso hermana a otro, aunque en sueños se musiten:
“haste a un lado” sueñan
suenan las cadenas de mentiras: Don, don
y los tirajes, los señuelos de las señas
                                                                 duermen
eslavos eslabones y esclavas del color
las levas en las naves que se elevan.
Y más allá del Neva o del Mississippi
donde silban sus sueños sinuosos las serpientes
más allá del Volga o del Colorado
                                                    ladran los ladrillos
de largometrajes y acetatos
de la industria del sueño —las paredes de agua— se revientan
Nadie los perturba, el cielo —no la nada— enturbia y los masturba.
Un diluvio de estrellas una cauda de cometa
una herida de luz abierta en el oscuro velo
una mandarina derramando estrellas
una roja boca estandarte y la negrazul bandera sangrienta y estrellada
vagina blanca, se abren para recibir tu sueño.
Sueña la larga venida de la lluvia de Tarkovsky en la pared
y el grito cristalino de la mar
azur azoro del azor
que “cae” como el poeta: cuando asciende.
Cae para elevarse en un sueño de plumas
cobijando al mundo:
“nieva, Neva”.



Víctor Toledo (Córdoba, Veracruz, México, 1957) Poeta, traductor, crítico y  docente universitario. Realizó un doctorado en filología rusa en la Universidad Lomonósov de Moscú. Ha publicado una veintena de títulos de poesía. En 2013 dio a conocer sus traducciones de Osip Mandelshtam.