martes, 23 de junio de 2020

Santiago Espel: Poemas



Santiago Espel















El vendedor ambulante de biblias

Lleva la palabra de Dios de casa en casa.
Sabe unos versículos de memoria que recita
proféticamente cuando le abren la puerta.
Ego sum qui sum  y alza los globos oculares.
Por su eficacia infalible en las ventas
para el dueño de la empresa es el mesías.
De casa en casa lleva la palabra de Dios.
Frente a los compradores ensaya
una exégesis deliberadamente críptica.
Si no fuera por la circunstancia de criar
ovejas negras en la terraza de un piso 20
sería un hombre perfectamente normal
además de un imbatible vendedor de biblias.


Etiología de una pasión

Amontonados y timoratos al fondo del camión,
rechinan la esperanza por la patria y por el bife.
Ilusos los otros, los que juntan monedas en el peaje
y se asimilan a los agregados culturales,
antes siniestros que diestros, simios eximios,
dan de los otros con bonhomía todo, hasta las heces,
sin pestañear ni chistar a la hora del puchero y del sueño.


En alabanza de los pecadores

Con la pérdida del Reino
la iconografía reemplazó
al racionalismo

y los Tribunos se hicieron
fuertes, al punto del
onanismo.

La culpa la tiene el Bosco
por su descarado realismo
en la pintura.


El fin de las ideologías

Luego de tropezar
con maniobras de probada eficacia
y al borde indubitable del ridículo

el gesto más irreverente
seguirá siendo el mismo:
sacar la lengua.


Arte de fotografiar

El inconfundible sonido
del diafragma al cerrarse
y absorber la luz.

Rebanada de tiempo e imagen
del instante a la eternidad.

Eco mudo y parálisis
luz de la aurora y guillotina
de una mirada absorta

en ese mecanismo de captura
más letal que la misma luz.

La fiebre en el espejo

Solo en la noche
mordido de aparecidos
borde de negrura azul
solo y sin estrellas:

toro, hombre emasculado.


Un golpe de dados jamás abolirá el azar

El órgano en el pan
El orégano en la cama
El orgasmo en la iglesia

¿Y a esto llaman caos
los criteriosos programadores
de sentido?


Los oficios serviles

De tales esgrimas tales heridas:
el ronroneo pomposo del aplauso
el gramo de más
la lengua del caniche.

De tales premisas tales mentiras:
Los bífidos, los mudos, los bienaventurados.


Babieca

Tratando de entender las propiedades
abstrusas de los carbones y los aldehídos
en plena clase, en la noche cerrada,
tu cuerpo abierto de ciervo rojo bajo la luna.

Nada de lirismo, me dijiste, haciéndome
                                             lugar en la cama.


Genealogía del arrepentido

Besar el cielo
o besar el suelo.

El acto impúdico
del genuflexo.

Esperma de ballena

Ahab lideró una épica
con la escritura de sus arpones.

Lejos de igualar esa mitología
la industria de la cosmética
se ocupa de la belleza
de atildadas señoras
que jamás leerán Moby Dick.


El hacha de silex

Rebajada a vitualla arqueológica
el mango rústico abraza los cantos de la piedra
y se pierde en vaguedades de estilo, la forma
en que caía sobre el lomo del animal
                        o sobre la espalda del adversario.

Una tipificación celosamente estudiada
hace de la bravura de antaño un visaje,
una elegía para el asombro del museo.

Ríos de sangre intactos aún corren
por su filo irregular, y van a secarse
                                    en el liquen de los muros.

De esa doctrina abrevan los hombres,
sin enjuagarse las manos, ni mirarse a la cara.


La esponja con vinagre

Forzó al límite la vanguardia
y se perdió de noche en el contraste de la salina.

Se impuso la penitencia del soneto
y la extravagancia del verso yámbico.

Lo encontraron disecado y con los ojos en el cielo.


Obituario en un pueblo de provincia

Ahí fueron a dar huesos y palabras
del poeta enamorado, su lentitud proverbial,
sus botas para caminar el monte, su sombrero.

Donde hubo savia hay una flor.
Donde hubo espinas hay un cántaro de vino.

El epitafio sobre la piedra
recuerda el galope de un centauro cimarrón.


Crónica de la muerte del autor

Podría ser un primerísimo y magistral plano de Chabrol,
porque llueve en París, y el viento golpea con fuerza
en los toldos de los cafés, mientras un hombre con
sobretodo cruza la calle con un diario bajo el sobaco
y un cigarrillo en los labios, pegado a la comisura.
Sigue otro plano en perspectiva plana y casi velada:
Una camioneta de lavandería dobla una esquina
y embiste al hombre que no ha terminado de cruzar
ni de llegar a la Sorbona, donde al parecer, se dirige.
El cuerpo acusa el impacto y queda laxo en la calle.
Estamos en la Rue des Écoles, es 25 de febrero de 1980.
Un travelling recorre de pies a cabeza al viejo canoso
que ha perdido sus zapatos y el diario del día.
De alguna extraña manera, el cigarrillo sigue pegado
a su boca, y el fino papel se empieza a teñir de rojo.
Después de amagar algo que parece una disculpa
o un gesto impávido de asombro e indignación,
el hombre que maneja la camioneta con ropa limpia,
planchada y perfumada, se aleja del círculo de curiosos
y dobla con vehemencia la esquina, dejando el rastro
de los neumáticos borrándose en la película de agua.
El hombre que maneja la camioneta es una silueta
que no sabe que acaba de atropellar a un viejo canoso
nacido Roland Barthes que habló de la muerte del autor.
El viejo canoso morirá un mes más tarde en un hospital.
Predijo la desaparición y la muerte metafórica del autor.
Encontró una mañana de frío y de manera involuntaria
el signo más concreto de su semántica y su fatalidad.
Los dos inciden en el pensamiento contemporáneo:
Uno por haberlo gestado. Otro por haberlo interrumpido.


Dos escualos bailando en un balde con música de Astor

Ligeros y circulares, rozándose los lomos
y cortando el agua con el filo de las aletas
se compadrean y estiran el ojo hacia atrás,
hacia las colas, en cada ronda corta y veloz.

Chatos y al compás percusivo, salpicando
el agua afuera de la boca ancha del balde,
se miran ahora de frente y renuevan
el arabesco y el ocho infinito.
Se frotan la viruta escamada y abren
las branquias en signo de galantería.

Dos escualos en un balde y el fuelle de Astor.
Pequeñas miniaturas de un acuario y estreno.


Pesca

La carne presiente, sabe del tarascón
plateado que tira el anzuelo en su voleo;
conoce los mínimos detalles
del aguijón hundiéndose en su hambre.
Por eso en la sangre remueve hasta
las vísceras, sin soltar ni aflojar la tanza.
Vemos venir el chicotazo, la avanzada.
El aire bajo el filo se quiebra como
un telar atravesado por el mango de hielo.
Sin reacción, abrimos la boca, escupimos,
y respiramos entre rezos, con el puño
en alto, en furibundo alarde de exorcismo.


Mi Padre nuestro

Cielo sea tu reino en el cielo
y a nosotros venga tu voluntad.
Hágase nuestro Padre
y santificado estés en tu reino
en el nombre de la tierra.

Cada día perdona nuestro pan
y danos nuestras ofensas:
también nosotros perdonamos
cada pan de cada día.
Danos la tentación
y no nos dejes caer.

Amén del mal líbranos más hoy.


Santiago Espel (Buenos Aires, 1960) Publicó en poesía rapé, 1988 (Faja de Honor de la S.A.D.E); Pavesas & Muelles, 1990, Misas en Harlem, 1993 (1er. Premio de Poesía Nacional Ramón Plaza); CantosBizarros, 1998; La claridad meridiana, 2001; La víspera sí, 2002; Isoca, 2004; Vulgata, 2006; 100 haikus, 2008; Cuaderno acústico, 2010; La penitencia, 2012; Notas sobrePoesía, 2013 (Ensayo, con versión completa al inglés por Carlos Altschul); Mesa de entradas, 2015; Breviario exótico de accidentes poéticos, 2016; Photo Carné, 2018 (Premiado en el Concurso Internacional de Poesía Raúl González Tuñón y traducción al inglés por Carlos Altschul); y El Pan de la rabia & El Vals, 2019. También recibió una Mención Especial en el Primer Concurso Provincial de Poesía “Francisco López Merino”, por su breve poemario El Margen. En 1995 publicó la novela La Santa Mugre o El País de Cucaña, en Grupo Editor Latinoamericano.
Su poesía fue traducida al inglés, alemán y portugués. Tradujo a Philip Larkin, Paul Blackburn, Kenneth Patchen, Alice Oswald, Vachel Lindsay, Patrick Kavanagh, Patti Smith, John Ashbery, Don Paterson, Gary Snyder, Peter Hammill, Denise Levertov, AdrienneRich, Sylvia Plath, Sam Savage, Dylan Thomas, Irving Layton, Mario Quintana, Mario de Sá Carneiro, Jorge de Sena, Carlos de Oliveira, Joao Cabral de Melo Neto y Wilson Bueno, entre otros.Participó en antologías nacionales e internacionales.
Integró junto a Jorge Rivelli, Javier Adúriz y Griselda García la revista de poesía Omero. Y con Fernando Kofman codirigió la revista de pensamiento y poesía FranKBaires. Es miembro de la Sociedad de los poetas vivos. Es egresado de la Escuela de Periodistas del Círculo de la Prensa, Casa Matriz de Latinoamérica. Coordina talleres de escritura en Vicente López, lugar donde reside. Su poesía fue musicalizada, documentalizada, y puesta en escena teatral y artística en más de un caso.Es editor del sello de poesía, narrativa y ensayo, La Carta de Oliver, desde 1990, en el que lleva editados de manera independiente alrededor de 100 títulos.