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martes, 6 de agosto de 2019

Jorge Enrique Ramponi: Piedra Infinita (fragmentos)




Jorge Enrique Ramponi





























Porque compacta sombra,
o soledad,
perpetua soledad a plomo,
témpano de silencio,
rígido limbo y piedra,
tienen la misma réplica, oh cóncavo nefasto, igual ecuación fría,
responden con un eco de amargo símbolo en la sangre.

Tembloroso, sonámbulo, tornasol, taciturno,
aguzo el corazón, palpo la piedra:
frío gesto unitario,
fruto cumplido en ámbito ya duro,
tiempo cerrado, autónomo, infinito.
Secreto mar prende en su acantilado —laurel de
herrumbre — un alga cárdena.
La luz del mundo vela de tacto y ojos, ciñe de aureolas su proeza,
oh, graduada de quilate inmóvil
y cetro lívido de esfinge.

Déjame que afronte su oráculo,
que escuche su vertiginoso silencio,
que libe su fatídico polen, su planetario acíbar,
negra abeja de lápidas en redes de tinieblas.

En el viento frontal que inunda lampos de páramo y olvido,
la carne siente su bisel de hueso,
esta premura misma de la sangre
es sólo fuga que se alcanza pronto.

Ampárame a verbero, corazón, que arrostro el témpano infinito.
Los siglos le zumban en el núcleo a modo de enjambre eterno.
No hay laberinto de más vértigo que el de su isla fría.


……………


Piedra es piedra:
aleación de soledad, espacio y tiempo,
ya magnitud, inmemorial olvido.

El hombre quiere amar la piedra, su estruendo de piel áspera:
                                                   lo rebate su sangre.
Pero algo suyo adora la perfección inerte.

Hay durezas, caparazones, formas tristes, con agua
                                                      o grumo vivo adentro
Ella, sin brizna de entraña, mármol lleno de mármol.

Acaso algo terrible habitó su caracol profundo;
de esperar, siglo a siglo, la valva cerró por intemperie.
Caída al fondo de ese abismo palpable en sus márgenes de espanto,
árida espalda yerta, féretro de lo estéril,
ecuador de lo triste,
no es mi desdén: ignora redonda en su materia sorda,
íntegra nada nunca.

Geometría en rigor, sola en su límite,
ceñida cantidad, estricto espacio,
asignatura ciega, pieza hermética,
contrita y sin piedad, armada en temple,
cuadrada en su sostén, compacto término,
duro numen del número,
sin pórtico a la sueño ni a la lágrima.
Si absorbe no incorpora, ajena al bello de los líquenes.
El fuego no es su dádiva, ardiente
secreto que el hombre le inventó buscándose.
Sentid: ni ruda música primaria,
cajón sordo, yunque seco, ataúd del sonido.


……………


Piedra por piedra,
desierto sólido, áspero alcázar,
nudo macizo hasta lo negro.
Piedra o enigma de lo abstracto
o realidad de mito puro,
olvido de Dios ya dios de olvido.

La piedra tiene un ídolo de edad perpetua.
El hombre siente cancelar su orgullo,
prosternar su sangre.
Un gran embudo frío sorbe desde el témpano.
Todo a su alrededor en el rito inmóvil.

Oh nombre de cábala que el corazón canta y escucha,
aldaba del oráculo,
incógnito en sus ecos por espectros de símbolos,
su ráfaga de enigma bate la sangre
repercute diagonal en la frente:
tras el tumulto queda su versión del silencio.

Parapetada en su baluarte,
invicta en su reducto,
ancha y honda en su esfinge,
alrededor de sí sobre su piedra inerte,
apretada y henchida:
piedra en piedra de piedra.

Quien mira sus resquicios,
quien busca su consigna por l os sueños,
promueve lo terrible, comete el holocausto de sus ángeles,
invalida lo puro, asimila lo acerbo de su numen,
tras la dura pasión el infortunio brota en negras lianas,
porque el dolor bebe la forma de un dios amargo entre las sienes,
luego se llena de ébanos de corazón, la voz se llena de ébanos.


...............


Piedra o vanidad del tiempo que a sí se erige dólmenes.
Máscara turbia de una fábula lenta que perdura en su mímica.
Ignora las primaveras, las danzas del árbol y la sangre,
sus destellos y ruinas,
temprano sin temperatura.
Accede en su color o declina en su orgullo
sólo por la gran constancia unitaria.

La tierra cargada de su plomo triste
gira para un azar de siglos y girándulas.
Quisiera sacudir su estorbo duro,
como un tumor o lacra,
áspera cuña que interrumpe la dulzura terrestre.


……………


Ved la piedra en código:
materia que solo sabe dormir, dormir, párpado a plomo,
esclava en su postura,
deriva en soledad de limbo a limbo.
Acuñada en su edad, ajena al tiempo, antepasado suyo, que ella niega,
ya nadie sabe de su vástago lejano.

Rompí su cuerpo por ver su corazón: témpano sólo.
Vacié su vaso, arena muerta contenida.
Ella, lo eterno; yo, lo efímero ardiente, la atropello a sangre y canto.
Lo sé: me mira hasta los huesos con mi lápida,
pero lloro sobre ella, porque algo suyo llora en mí su destino.



Jorge Enrique Ramponi (Mendoza, Argentina, 1907-1977) Poeta y docente. Ha
publicado en poesía: Preludios líricos (1927); Colores del júbilo (1930); Pulso de clima (1932); Piedra infinita (1942); Los límites y el caos (1972).