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jueves, 27 de mayo de 2021

Carlos Mastronardi: LUZ DE PROVINCIA

 

Carlos Mastronardi (1901-1976)










                           





                                                                                                   a Eduarda Beracochea


Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre,
sus costas están solas y engendran el verano.
Quien mira es influido por un destino suave
cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.

La conozco agraciada, tendida en sueño lúcido.
Da gusto ir contemplando sus abiertas distancias,
sus ofrecidas lomas que alegran este verso,
su ocaso, imperio triste, sus remolonas aguas.

Y las gentes de ahora, que trabajan su dicha,
los vistosos linares prometiendo un buen año,
las mañanas de hielo, los vivos resplandores,
y el campo en su abandono feliz, hondura y pájaro.

Las voces tienen leguas. Apartadas estancias
miden las grandes tierras y los últimos cielos,
y rumores de hacienda confirman lo apacible,
y un aire encariñado, de lejos, vuelve al trébol.

Gracia ordenada en lomas y en parecidos riachos.
En su anchura, porfían los hombres con la suerte,
y esperan suave fronda y unas tardes eternas
y los dones que piden a los cielos rebeldes.

Preparando cada uno los colores del campo,
capaz el brazo, justa la boca, el pecho en orden.
Para el ganado buenos pastajes y agua libre,
creciendo en paz la bestia, la tierra dando al hombre.

Lindo es mirar las islas. Una callada gente
en cuyos ojos nunca se enturbia el claro día,
atardece en sus costas o cruza con haciendas,
dichosa en la costumbre y en la amargura, digna.

La vida, campo afuera, se contempla en jazmines,
o va en alegres carros cuando perfuma el trigo
cortado, cuando vuelve la brisa a trenzas jóvenes
y el ocio, en la guitarra, menciona algún cariño.

Se puede, es un agrado, saludar la esperanza.
que suele quedar sola, y los medidos actos
del hombre que se afirma con la reja en la escarcha
o rige noche y día la marcha del ganado.

Cruzan como dormidos los troperos, al paso,
tras largas polvaredas; vuelven de las tormentas,
de los bañados cuando la provincia es del viento,
de unos campos ardidos por la luz veraniega.

Leguas, y en ese brillo la torcaz y el aromo,
pausado el movimiento del otoño flotante,
y luego auroras de agua, temporadas de sombra
y el tedio hacia las tardes que los vientos deshacen.

El inconstante cielo, las plagas vencedoras,
los nacientes sembrados que empiezan la alegría,
los anhelos atados a un destello del campo,
el riesgo, siempre hermoso, y el valor que no brilla.

Las revueltas de las manadas que arrecian libremente,
y después la incansable dulzura, la honda calma,
y el esplendor desierto donde se abisma el pájaro,
donde se pierde el claro vivir de las estancias.

Es bueno ver los hombres, allí, alegres de campo,
rigiendo altos motores, sudando entre las parvas.
Estas gentes descifran su futuro en el cielo,
y sus mansas acciones confirman bestias y albas.

Conocen duras penas y alguna vez la dicha,
entienden las tormentas, las promesas del campo,
los soles y los tímidos modales de esa tierra
de ocioso color suave.  (La he mirado despacio.)

Cariñosas distancias, favores del silencio,
poblados que hacia fuera relucen en jardines,
unas casas extremas y solas frente al llano,
cercos de fronda, huraña dulzura de unos lindes.

La siesta es un arrullo cansado en esa fronda
donde otra vez aquieto mis tardes de luz viva.
Rosas proporcionadas al poder del verano,
convocando muchachas aclaran más el día.

Por los pueblos, abiertos en yuyales que apuran
la campaña y la noche, lentas almas rehacen
unos sabidos rumbos que igualan toda suerte.
Sólo cambian los cielos y unos crespos tapiales.

Calles de intimidad sin nadie, olvido y sol,
y siempre unas bandadas atristando el oeste,
y ese vals en retreta, pobre encanto en la noche:
nos busca su florido pesar, su voz nos quiere.

Cuando el aire se duerme, llega un rumor de juegos
del arrabal, o acaso de unos queridos años;
y claras van entre árboles despaciosas mujeres,
festejando colores, arreglando algún gajo.

Busca cielo y riberas el ocio del domingo.
Conozco esas mañanas populares y agrestes.
La soledad se aviva de remos, de agua en fiesta,
y, esperanzando mozas, se lucen los jinetes.

La flor de la glicina sobre quietas morochas
miré en las hondas quintas.  Allí una luz incierta
reposa, y por sonoros maizales llega el viento
con el rumor quebrado de lejanas haciendas.

El ocaso desgana las voces, y algún hombre
queda en la brisa pura, bajo el cansado cielo.
La vida se apacigua contemplando la hora
distraída sobre aguas, sembrados y altos ceibos.

La tarde, ausencia y fuego, se pierde en los arroyos:
y allá están, los he visto, unos lacios juncales
que agravan de sombría delicia y de secreto
el verdor extendido, la dulzura incansable.

Estos serenos campos fueron selva y ternura
de cantos extrañados en los días sin hombres.
Después, las almas libres; me acuerdo que pasaban
con haciendas cerriles o ganaban los montes.

He vivido en las costas y anduve un año entre islas.
Las crecientes traían animales extraños
y la grata zozobra de escuchar agua brava
entre el clamor extremo de los campos ahogados.

Mecido cielo de árboles, luz de mi tiempo: vieron
la suerte de mi gente.  Yo estaba y lo querido.
Nuestro culto y nuestro ánimo era un hombre de afuera.
Las frondas  encerraban el vecindario antiguo.

Perdido pueblo, noches de ladridos y viento;
por los ranchos lejanos, miserables canciones,
el alba entre campanas y los mojados carros,
calles de luz más sola, la plaza como un bosque.

Con buen tiempo llegaban las noticias del campo
que animaron tertulias de señores felices
y un pájaro bastaba para alegrar el pueblo.
Luz agreste y cantada, la vida entre jazmines.

Recordando mi casa y unos queridos años
digo: era el agua próxima rumor en la roldana,
llegaba algún dichoso, las fiestas nos juntaban,
nuestro padre salía temprano a la campaña.

Tuvimos un gran árbol, para un barrio su efluvio.
Adentro iba una voz disponiendo esplendores
y en los patios duraba la sombra de los nuestros…
Entonces, los regalos venían de los montes.

La dicha entretuvimos mirando unas amigas.
Lentas, bajo sombrillas de colores, llegaban
a pasar con nosotros un cariñoso día
de manos ocurrentes y flores visitadas.

Son recuerdos.  Ese árbol queriendo todo el patio,
aquellos que no vuelven a su sombra, otras voces,
las tardes que venían oliendo a campo.  Lejos
quedaron, en la vida reservada de entonces.

Me alegré de jinetes que entraban siempre al alba.
Vi esquinas resignadas a un caballo y a un poste,
luz de rosales, calles con lunas más cercanas.
También vi guitarreros borrachos en la noche.

De lejos, en las fechas respetadas, venían
paisanos que orillaban las alegres reuniones.
Llegaban de los montes a embravecer las fiestas,
la mirada filosa y el destino en las voces.

Una vez se miraron y se entendieron dos hombres.
Los vi salir borrosos del camino, y callados,
para explicarse a fierro: se midieron de muerte.
Uno quedó; era dulce la tarde, el tiempo claro.

Yo saludé varones sufridos que agrandaron
los confines riesgosos de una hirsuta provincia.
Tras la hacienda bravía o en los montes quedando,
vivieron sin asombros sus penas y delicias.

El campo se ofrecía misterioso, y sus hombres
ganaron soledades, removieron la gracia
descuidada y ociosa de unas tierras tupidas,
la luz extraordinaria y ociosa de otras albas.

He cruzado sus leguas de alta fronda, y recuerdo
un sosiego de estancias perdidas en la dicha
y tormentas de pájaros obedientes al alba.
Era un agrado estarse contemplando esa vida.

En ceibales y costas quedan rumores de antes
y viene hasta mis noches como una queja antigua.
Persiste un rudo encanto que me despeja el alma,
entre arroyos ocultos y en las calladas islas.

Los ocasos devuelven al ayer.  Reconozco
luz de una tarde mía en las tardes de ahora.
Otra vez me convidan los silencios del campo
y un confín oscilante de linos me recobra.

Alabo estas distancias, que imperan con dulzura
y dicen que el olvido, bajo su fronda, es suave.
Suelo buscar, gustoso, su paz consecutiva,
sus aguas remolonas, su octubre, sus maizales.

Aquí un desamparado valor mueve a los hombres
desde la luz primera, que impone la hermosura.
Hay brazos que renuevan los colores del campo,
y destinos que en soles y nublados se buscan.

Hablo de mi provincia.  Vuelvo a querer sus noches,
sus recias claridades y sus albas de hielo.
Miro el cauce anchuroso de sus almas iguales,
su resplandor de espigas y su varón sereno.

De nuevo me convida la mansa luz agreste,
y el rocío en los huertos que guardan la frescura.
Me ofrezco a unos lugares de follaje y silencio,
al escondido tiempo de las quintas profundas.

Otra vez nos conducen las tardes pueblo afuera.
Por las costas cercanas –uno ausente- nos vemos
en los pastos tirados, sin apuro remando…
Suelo volver del monte, perdido, un grito espléndido.

Yo soy una alabanza de esa fronda que ampara
un vivir agraciado de secreto y sin mundo.
En su hondura, mi paso libre de horas, absuelto,
y en calles que se pierden junto a los campos mudos.

Vuelvo a mirar confines de abandonada gracia,
pueblos fieles al gesto de antiguas gentes muertas,
y piadosos lugares que halagan el recuerdo,
por donde se alejaba mi pena paseandera.

Vuelvo a ser de las noches, que hondamente me han visto.
Me acompaña una brisa de campo en esas horas,
cuando busco la extrema quietud, ruinosas tapias
y calles semejantes a mi destino, y solas.

Conozco unos lugares que enternecen mi andanza
y donde la provincia ya es encanto sin tiempo.
Frondas, callados pueblos, suaves noches camperas.
Soledad, hermosura: frecuencias de mi pecho.

Vuelvo a cruzar las islas donde el verano canta,
y un aire enamorado de esa extensa delicia
en cuya luz diversa y en cuya paz se anuncia
la querida, la tierna, la querida provincia.

Larga dulzura creada para entender la dicha,
durable rosa, quieto fervor, gajo de patria.
¡Qué mansa la presencia de la brisa en sus tierras!
¡Qué sonora en mi pecho la efusión de sus aguas!

Dulzura, sí, llaneza cordial, grato sosiego,
amplitud primorosa  y honor de la mirada.
En su anchura, el olvido reconoce a los suyos,
y en su tierno abandono mi persona se aclara.

¡Qué vistosas se ponen sus leguas cuando el aire
perfuma, y la tarde alza como dormidos velos!
Yo pondero esos campos, los nombra el afectuoso.
Mi corazón es dádiva de su amable silencio.

Siento una luz absorta y unos muertos rumores;
reconozco este ocaso perdido en los trigales,
y fuera de los años miro su gracia inmóvil,
su delicado fuego sobre los campos graves.

Luz absorta que viene del pasado, y me acerca
unos rostros, un pueblo y esa fecha rezada
en que anduve más solo por los patios silvestres...
(Un Septiembre elogiado con glicinas, estaba).

Este ocaso confunde mis tiempos. Vuelve un canto
siempre dulce. La dicha se parece a esta ausencia.
Quedo en la brisa, tierno de campo, libre, oscuro.
Una vez yo pasaba silbando entre arboledas.

Thomas Stearn Eliot: La tierra baldía

 

Thomas Stearns Eliot (1888-1965)




 













 
                   
  

“Nam Sibyllam quidem Cumis ego ipse oculis meis vidiin ampulla pendere, et cum illi pueri dicerent: Σίβνλλα τί ϴέλεις; respondebat illa: άπο ϴανεΐν ϴέλω.”

Para Ezra Pound
il miglior fabro

 

I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS

Abril es el mes más cruel, hace brotar
Lilas en la tierra muerta, mezcla
Memoria y deseo, conmoviendo
Sordas raíces con lluvia primaveral.
El invierno nos mantiene el calor, cubriendo
La tierra con nieve que se olvida, alimentando
Una pequeña vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió, llegando sobre el lago de 
                                                                      Starnberger
Con una ducha de lluvia; nos detuvimos en la 
                                                             columnata.
Y seguimos a la luz del sol, entrando al Hofgarten,
Y tomamos café, y hablamos una hora.
Bin gar keine Russin, stamm’ aus Litauen, echt deutsch.
Y cuando éramos niños, viviendo en lo del archiduque.
Mi primo me llevó a andar en trineo.
Y era aterrador. Dijo, María,
María, agárrate fuerte. Y hacia abajo fuimos.
En las montañas, donde te sientes libre.
Leía gran parte de la noche, e iba al sur en el invierno.

   ¿Cuáles son las raíces que se abrazan, qué ramas crecen
De esta basura pedregosa? Hijo del hombre,
No puedes decir, ni adivinar, porque sólo conoces
Un montón de imágenes rotas, donde el sol golpea,
Y el árbol muerto no da cobijo, el grillo no da alivio,
Y la piedra seca no da sonido de agua. Sólo
Hay sombra bajo su peñón rojo.
(Ven bajo la sombra de este peñón rojo).
Y te mostraré algo ni diferente de 
Tu sombra en la mañana andando tras de ti
O de tu sombra por la tarde subiendo hacia tu 
   encuentro:
Te mostraré tu miedo en un puñado de polvo.
                                                     Frisch weht der Wind
                                                     Der Heimat zu
                                                      Mein Irisch Kind
                                                       Wo weilest du?
`Me diste jacintos hace apenas un año:
`Me llamaban la niña de los jacintos’.
-Cuando ya volvíamos, tarde, del jardín de jacintos.
Tus brazos llenos, y tu cabello mojado, yo no podía
Hablar, y mis ojos fallaron, no estaba ni
Vivo ni muerto, no sabía nada.
Mirando al corazón de la luz, el silencio.
Oed’ und leer das Meer.

   Madame Sosostris, famosa clairvoyante,
Tuvo un mal resfrío, sin embargo
Es considerada por ser la mujer más sabia de Europa,
Con un mal mazo de naipes. Aquí, dijo ella,
Está tu carta, el Marino Fenicio ahogado.
(Esas son perlas que fueron sus ojos. ¡Mira!)
Aquí está Belladonna, la Señora de las Rocas,
Señora de las situaciones.
Aquí está el hombre con tres bastos, y aquí la Rueda,
Y aquí está el comerciante tuerto, y su carta,
Que está en blanco, es algo que ella carga a la espalda, 
Lo que me está prohibido ver. No encuentro
Al Colgado. Tema la muerte por agua.
Veo multitudes de gente, caminando alrededor en círculos.
Gracias. Si ve a la estimada señora Equitone,
Dígale que yo misma llevo el horóscopo:
Una debe andar con cuidado en estos días.

   Ciudad irreal,
Bajo la niebla marrón de un amanecer de invierno,
Una multitud fluía sobre el Puente de Londres, eran tantos,
Que no tenía idea de que la muerte destruyera a tantos.
Exhalaban suspiros, breves e infrecuentes,
Y cada uno fijaba la vista ante sus pies.
Fluían subiendo la colina y bajando King William Street,
Donde Saint Mary Woolnoth da las horas
Con un sonido muerto en el último golpe de las nueve.
Allí vi a uno que conocía, y lo detuve gritando “!Stetson!
¡Tú que estabas conmigo en los barcos en Mylae!
El cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
¿Ha comenzado a germinar? ¿Florecerá este año?
¿O la súbita helada perturbó su lecho?
 ¡Ah, mantén lejos al Perro, ese amigo del hombre,
o con sus uñas lo desenterrará!
¡Tú! hypocrite lectreur! -mon semblable-, mon frère!”


II.              UNA PARTIDA DE AJEDREZ

La Silla en que ella se sentaba, como trono bruñido,
Resplandecía en el mármol, donde el espejo
Alzado por soportes labrados de racimos de uva
Entre los que asomaba un dorado Cupido
(Otro escondía sus ojos tras el ala)
Duplicaba las llamas de un candelabro de siete brazos
Reflejando luz sobre la mesa, así como
El fulgor de sus joyas subía a su encuentro
En rica profusión vertidas desde estuches de raso.
De frascos de marfil y cristal colorido,
Imparables fluían sus extraños perfumes sintéticos,
Ungüentos, en polvo o líquidos; turbaban, confundían
Y ahogaban los sentidos con aromas que subían
Agitados por el aire fresco que refrescaba desde la 
                                                                     ventana,
Aumentando las prolongadas llamas de las velas
Cuyo humo se elevaba hasta el artesonado,
Conmoviendo el diseño de los techos labrados.
Ardían troncos marinos verde y naranja, enmarcados 
                                                                 por la piedra                
Coloreada, en cuya triste luz nadaba un labrado delfín.
Como una ventana que diera a la escena silvestre,
Sobre la repisa antigua se contemplaba
La mutación de Filomela, brutalmente violada
Por el rey bárbaro; pero allí el ruiseñor
Llenaba el desierto con inviolable voz
Y aún gritaba ella y aún el mundo busca,
“Yag, yag” a oídos obscenos.
Y otros podridos muñones de tiempo
Se mencionaban en las paredes; formas que miran fijo,
Sobresalían, se inclinaban, silenciando la estancia tapiada.
Rumor de pasos en la escalera.
A la luz del hogar, bajo el cepillo, su cabello
Extendido en puntos ardientes
Resplandecía en palabras, luego quedaba salvajemente quieto.

     “Estoy mal de los nervios esta noche. Sí, mal. No te vayas.
 Di algo. ¿Por qué no hablas nunca? Habla..
      ¿En qué estás pensando? ¿Pensando? ¿Qué?
  Nunca sé qué piensas. Piensa”.

      Pienso que estamos en el callejón de las ratas
donde los muertos perdieron los huesos.

      “¿Qué es ese ruido?”
                              El viento bajo la puerta.
“¿Y este otro ruido? ¿Qué hace el viento?”
                              Nada otra vez nada.
                                                      “¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas
nada?”

                Recuerdo
Esas son perlas lo que antes eran sus ojos.
“¿Estás vivo o no? ¿No tienes nada en tu cabeza?”.
                                                       Pero
Oh oh oh oh ese Rag shakespeariano-
Es tan elegante
tan inteligente
“¿Qué haré ahora? ¿Qué voy a hacer?
Saldré como estoy y caminaré por la calle
Con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?
¿Qué haremos?”
                                                       El agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando los ojos sin párpados y esperando que llamen 
   a la puerta.

   Cuando desmovilizaron al marido de Lil. Le dije-
no me mordí la lengua,se lo dije yo misma,
ALPURATE POR FAVOR ES LA HORA
Ahora que Albert va a volver, arréglate un poco.
Querrá saber qué has hecho con el dinero que te dio
Para que te pusieras dientes. Sí lo hizo, yo lo vi.
Te los quitas todos, Lil, y te pones una bonita dentadura.
Lo dijo, lo juro, no soporto mirarte.
Y no puedo decir más, dije, y piensa en el pobre Albert,
ha estado en el ejército cuatro años, querrá pasarla bien,
Y si tú no se lo das, habrá otras, le dije.
¿Otras?, dijo. Probablemente, le dije.
Pues ya sabré a quién darle las gracias, me dijo, y se quedó 
   mirándome.
APURATE POR FAVOR ES LA HORA
Si no te gusta te aguantas, le dije.
Otras pueden escoger si tú no puedes.
Pero si Albert se larga, no será porque yo no te haya avisado.
Debería darte vergüenza, le dije, verte tan anticuada.
(Y sólo tiene treinta y un años).
No puedo evitarlo, dijo, poniendo cara larga,
Son las pastillas que tomé para expulsarlo, me dijo.
(Ya ha tenido cinco y casi murió del pequeño George).
El farmacéutico dijo que no pasaba nada, pero no he vuelto 
   a ser la misma.
Eres tonta de remate, le dije.
Bueno, si Albert no te deja tranquila, ahí está la cosa, le dije,
¿Para qué te casaste si no quieres niños?
APURATE POR FAVOR ES LA HORA
Bueno, ese domingo Albert ya estaba en casa, hicieron jamón cocido,
Y me invitaron a cenar para que probara lo rico que estaba.
APURATE POR FAVOR ES LA HORA
APURATE POR FAVOR ES LA HORA
Buenas noches Bill. Buenas noches Lou. Buenas noches May. Buenas noches Ta Ta.
Buenas noches. Buenas noches.
Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces damas, buenas noches,       Buenas noches.


           III.            EL SERMÓN DE FUEGO

EL LECHO DEL río se ha roto; los últimos dedos de follaje
tratan de agarrarse y se hunden en la orilla húmeda. El 
   viento
atraviesa desoído la tierra marrón. Las ninfas han partido.
Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe.
El río ya no lleva botellas vacías, papel de sánguches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, puchos
ni otros testigos de noches de verano. Las ninfas han partido.
Y sus amigos, vagos herederos de ejecutivos de la City
—han partido y no han dejado dirección.
Junto a las aguas del Leman me senté y lloré…
Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe,
Fluye suave, dulce Támesis, pues no hablo alto ni extenso.
Pero a mi espalda en un soplo frío oigo
El repicar de huesos, y las risitas de oreja a oreja.

Una rata se deslizó suavemente en la vegetación
Deslizando el vientre baboso por la orilla
Mientras yo pescaba en el canal sombrío
Una tarde de invierno tras la fábrica de gas
Pensando en el naufragio de mi hermano el rey
Y en la muerte de mi padre el rey antes de él.
Blancos cuerpos desnudos en el suelo bajo y húmedo
Y huesos echados en un desván seco y exiguo
Cada año revueltos sólo por pasos de rata.
Pero a mi espalda de tiempo en tiempo oigo
El fragor de bocinas y motores, que 
Llevarán a Sweeney a la señora Porter en primavera.
Oh brillaba la luna luminosa sobre la señora Porter
   Y sobre su hija
Se lavaban los pies en agua embotellada
Et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole!

Tuit tuit tuit
Yag yag yag yag yag yag
Tan brutalmente forzada.
Tereo

   Ciudad irreal
Bajo la niebla marrón de un mediodía de invierno
El señor Eugenides, el comerciante de Esmirna
Sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas
Código de Identificación Fiscal Londres: documentos a 
                                                                            la vista,
Me propuso en un francés demótico
Comer en el Cannon Street Hotel
Y pasar luego un fin de semana en el Metropole.


A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
Se levantan de la mesa, cuando el motor humano aguarda
Como un taxi resollando en espera,
Yo, Tiresias, aunque ciego, resollando entre dos vidas,
Viejo con arrugados pechos de mujer, puedo ver,
A la hora violeta, la hora del atardecer que se afana
Hacia su casa, y devuelve del mar al marinero,
La mecanógrafa en casa a la hora del té, prepara el 
                                                    desayuno, enciende
Su fogón y saca comida enlatada.
En la ventana, peligrosamente dispersas
Sus combinaciones de ropa interior, tocadas por los 
                                                  últimos rayos del sol,
Se apilan en el diván (de noche cama)
Medias, zapatillas, blusas y sostenes.
Yo, Tiresias, viejo de arrugadas tetas,
Percibí la escena y predije el resto:
También esperaba al huésped anunciado.
Él, joven forunculoso, llega,
Oficinista de una pequeña agencia, de mirada altiva,
Uno de esos subalternos tan arrogantes
Como sombrero de copa en millonario de Bradford.
El momento es ya propicio, imagina,
La cena terminó, ella aburrida y cansada,
Intenta atraerla con caricias
Que si bien no desea, ella no rechaza.
Sofocado y decidido, se abalanza de golpe;
Manos exploradoras no encuentran resistencia,
Su vanidad no requiere respuesta
Y da la bienvenida a la indiferencia.
(Y yo, Tiresias. todo lo he sufrido de antemano,
Escenificado en esta cama o diván,
Yo que me senté a los pies del muro de Tebas
Y caminé entre los muertos más hondos).
Concede un último, indulgente beso,
Y buscando su camino al encontrar las escaleras a 
                                                                  oscuras…

   Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
Apenas consciente de la partida del amante;
Su mente deja pasar un pensamiento a medio 
                                                            formular:
«Bueno, ya está: me alegro de que haya terminado».
Cuando la encantadora mujer se inclina a la locura
Y camina otra vez por su cuarto a solas,
Se alisa el pelo automáticamente
Y pone un disco en el gramófono.

   “Me seguía esa música sobre las aguas”
Y a lo largo del Strand, Queen Victoria Street arriba.
Oh, ciudad, ciudad, a veces puedo oír
Junto a un pub en Lower Thames Street
El dulce lamento de una mandolina
Y el ruido y la cháchara de adentro
donde los pescadores beben a mediodía: donde los 
                                                                         muros
de Magnus Martyr albergan
inexplicable lujo de jónicos blanco y oro.

                        El río suda
                        Aceite y brea
                        Las barcas derivan
                        Con el cambio de marea
                        Velas rojas
                        Anchas
                        A sotavento, se mecen en el pesado mástil.
                        Las barcas barren
                        Troncos flotantes
                        Greenwich Reach abajo
                        Pasando la Isle of Dogs.
                                     Weialala leia
                                     Wallala leialala

                        Elizabeth y Leicester
                        Batiendo remos
                        La popa forma
                        Concha dorada
                        Rojo y oro
                        El agua picada
                        En ambas costas 
                        Viento del sudoeste
                        Lleva corriente abajo
                        Repicar de campanas
                        Torres blancas
                                               Weialala leia
                                               Wallala leialala

“Tranvías y árboles polvorientos.
Highbury me aburrió. Richmond y Kew
Me destrozaron. En Richmond levanté las rodillas,
Supino en el fondo de una estrecha canoa».

“Mis pies están en Moorgate y mi corazón
Bajo mis pies. Tras el suceso
Él lloró. Prometió “un nuevo comienzo”.
No hice comentarios. ¿Qué podría reprochar?”

“En Margate Sands.
No puedo conectar
Nada con nada.
Las uñas rotas de sucias manos.
Mi gente sencilla gente que no espera
Nada.
         la la

Vine entonces a Cartago
 
Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo
Oh Señor Tú me arrancas
 Oh Señor Tú arrancas

Ardiendo


IV.           MUERTE POR AGUA

FLEBAS EL FENICIO, a quince días de muerto,
Olvidó el grito de las gaviotas y la mar profunda y gruesa
Y las ganancias y las pérdidas.
                                              Una corriente submarina
Arrastró sus huesos en susurros. Al levantarse y caerse
Pasó todos los estadios de su edad y juventud
Entrando al remolino.
                                             Gentil o judío
Oh tú que giras la rueda y miras a barlovento,
Considera a Flebas, que fue tan alto y buen mozo como tú.



                V.          LO QUE DIJO EL TRUENO

DESPUÉS DE LA luz de antorcha, roja en caras 
                                                         sudorosas
Después del silencio escarchado en los jardines
Después de la agonía en los pedregales
Los gritos y los llantos
Prisión y palacio y reverberación
De trueno primaveral en montañas distantes
Quien estaba vivo está ahora muerto
Nosotros vivíamos y ahora estamos muriendo
con un poco de paciencia

   Aquí no hay agua sino sólo roca
Roca y no agua y el camino arenoso
Camino que serpea arriba entre montañas
Que son montañas de roca sin agua
Si allí hubiera agua nos sentaríamos a beber
En medio de la roca no puede uno parar o pensar
Seco sudor y los pies en la arena
Si al menos hubiera agua entre la roca
Muerta montaña boca llena de caries que no puede 
                                                                       escupir
Uno no puede aquí estar ni yacer ni sentarse
No hay siquiera silencio en las montañas
Sino seco trueno estéril sin lluvia
No hay siquiera soledad en las montañas
Sino muecas en hoscas caras que gruñen
en puertas de casas de barro con grietas
                                                                 Si hubiera agua
    Y no roca
    Si hubiera roca
    Y también agua
    Y agua
    Un manantial
    Una poza entre las rocas
    Si por lo menos se oyera sólo el sonido del agua
    No la cigarra
    Y hierbas secas cantando
    Sino sonido de agua sobre una roca
    Donde canta el zorzal ermitaño en los pinares
    Drip drop drip drop drop drop drop
    pero no hay agua
   ¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?
Cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos
Pero cuando levanto la vista del camino blanco
Siempre hay otro caminando a tu lado
Escabulléndose envuelto en un manto marrón,
Lleva capucha y no sé si es hombre o mujer
—Pero ¿quién es ése a tu otro lado?

   Qué es ese sonido alto en el aire
Murmullo de maternal lamentación
Quiénes son esas hordas encapuchadas que pululan
En infinitas llanuras, tropezando en la tierra agrietada
Circundada por el horizonte plano
Cuál ciudad en las montañas
Cruje y se reconstruye y estalla en el aire violeta
Torres que se derrumban
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
Irreal
   Una mujer estiraba su larga cabellera negra
Y arrancaba susurrante música de esas cuerdas
Y murciélagos con cara de bebés a la luz violeta 
Silbaban y batían las alas
Reptaban cabeza abajo por un muro ennegrecido
Y arriba en el aire había torres
Tocando campanas reminiscentes que daban las horas
Y voces que cantan en cisternas vacías y pozos exhaustos.

   En este hoyo agotado entre las montañas
A la tenue luz de la luna, la hierba está cantando
Sobre lápidas rotas, cerca de la capilla
Está la capilla vacía,hogar sólo del viento.
No tiene ventanas y la puerta baila,
Huesos secos no hacen daño a nadie.
Sólo un gallo había en lo alto del tejado
Co corocó co corocó
A una luz de relámpago. Luego una ráfaga húmeda
Trayendo lluvia

   Abajo corría el Ganges y las hojas mustias
Esperaban lluvia, mientras negras nubes
Se reunían a lo lejos, sobre Himavant.
La jungla se encogió, agachada, en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, la sangre sacudiendo mi corazón
La terrible osadía de un instante de rendición
Que ni una edad de prudencia podría reparar
Por esto y sólo por esto hemos existido
Lo que no se hallará en nuestros obituarios
Ni en recuerdos cubiertos por la araña benéfica
O en sellos rotos por el flaco abogado
En nuestros vacíos cuartos
DA
Dayadhvam: he oído cómo la llave
Gira en la puerta una vez y una tan sólo
Pensamos en la llave, cada uno en su prisión
Pensando en la llave, confirma cada uno una prisión
Sólo al caer la noche, rumores etéreos
Reviven un instante a un roto Coriolano
DA
Damyata: La barca respondió
Alegremente a la mano experta con vela y remo
El mar estaba en calma, tu corazón hubiera respondido
Alegremente, como invitado, latiendo obediente
A manos que controlan

                                                 Me senté en la orilla
A pescar, con la árida llanura tras de mí
¿Pondré al menos orden en mis tierras?
El Puente de Londres se está cayendo cayendo cayendo
Poi s’ascose nel foco che gli affina
Quando fiam uti chelidon —oh golondrina golondrina
Le Prince d’Aquitaine à la tour abolie
Con estos fragmentos que he puesto contra mis ruinas
Por qué, entonces, la Isla te va bien. Hieronymo enloqueció 
                                                                                  otra vez,
 Datta. Dayadhvam. Damyata.
                       Shantih shantih shantih



NOTAS SOBRE "LA TIERRA BALDÍA”

No sólo el título, sino el plan y una buena parte del simbolismo incidental del poema fueron sugeridos por el libro de la señorita Jessie L. Weston sobre la leyenda del Grial: De Ritual a Romance (Macmillan). De hecho, tan profundamente estoy en deuda, el libro de la señorita Weston aclarará las dificultades del poema mucho mejor de lo que mis notas pueden hacer; y lo recomiendo (aparte del gran interés del libro en sí) a cualquiera que piense que tal elucidación del poema vale la pena el problema. A otra obra de antropología estoy en deuda en general, una que ha influido profundamente en nuestra generación; Me refiero a la rama de oro; He utilizado especialmente los dos volúmenes Adonis, Attis, Osiris. Cualquiera que esté familiarizado con estas obras reconocerá inmediatamente en el poema ciertas referencias a las ceremonias de vegetación.
 
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS

Línea 20. Cf. Ezequiel II, i.
23. Cf. Eclesiastés XII, v.
31. V. Tristán und Isolda, I, versículos 5-8.
42. Id, III, versículo 24.
46. No estoy familiarizado con la constitución exacta del paquete de cartas del Tarot, del que obviamente me he apartado para adaptarme a mi propia conveniencia. El hombre ahorcado, miembro de la manada tradicional, encaja en mi propósito de dos maneras: porque está asociado en mi mente con el Dios Colgado de Frazer, y porque lo asocio con la figura encapuchada en el pasaje de los discípulos a Emaús en la Parte V. El marinero fenicio y el mercader aparecen más tarde; también las "multitudes de personas", y Death by Water se ejecuta en la Parte IV. El hombre con tres pentagramas (un miembro auténtico de la manada del Tarot) me asocio, de manera bastante arbitraria, con el propio Rey Pescador
     60. Cf. Baudelaire:
"Fourmillante cité, cité pleine de réves,
"O' le spectre en plein jour raccroche le passant."
63. Cf. Inferno III, 55-57:
                                             "si Iunga tratta
          di gente, ch'io non avrei mai creduto
          che morte tanta n'avesse disfatta.
 64. Cf. Inferno IV, 25-27:
          "Quivi, segundo che per ascoltare,
          "non avea pianto, ma' che di sospiri,
          "che l'aura eterna facevan tremare."
68. Un fenómeno que he notado a menudo.
74. Cf. el Dirge en el Diablo Blancode Webster .
76. V. Baudelaire, prefacio de Fleurs du mal.

II      UNA PARTIDA DE AJEDREZ

77. Cf. Antonio y Cleopatra, II, ii, I. 190.
92. Laquearia. V. Eneide, I, 726:
dependiente Iychni laquearibus aureis incensi, et noctem flammis funalia vincunt.
98. Escena de Sylvan, V. Milton, Paraíso perdido, IV, 140.
99. V. Ovidio, Metamorfosis, VI, Philomela.
100.C o Parte III, I. 204.
115. Cf, Parte III, I. 195.
118. Cf. Webster: "¿Está todavía el viento en esa puerta?"
126. Cf, Parte I, I. 37,48.
138. Cf. el juego de ajedrez en Middleton's Women ten cuidado con las mujeres.

III       EL SERMÓN DE FUEGO 

176. V. Spencer, Prothalamion.
192. Cf. La Tempestad, I, ii,
196. Cf. Marvell, a su acogedora señora.
197. Cf. Día, Parlamento de las Abejas:
            "Cuando de repente, escuchando, oirás,
            "Un ruido de cuernos y la caza, que traerá
           "Actaeon a Diana en la primavera,
           "Donde todos la verán desnuda... "
199. No conozco el origen de la balada de la que se toman estas líneas: me fue comunicada desde Sídney, Australia.
202. V. Verlaine, Parsifal.
210. Las grosellas se cotizaban a un precio "transporte y seguro gratuito a Londres"; y el conocimiento de embarque, etc., debían ser entregados al comprador tras el pago del borrador de la vista.
218. Tiresias, aunque un mero espectador y no un "carácter", es todavía el personaje más importante del poema, que une todo lo demás. Así como el comerciante tuerto, se1ler de grosellas, se funde en el marinero fenicio, y este último no es totalmente distinto de Fernando Príncipe de Nápoles, así que a1l las mujeres son una mujer, y los dos sexos se encuentran en Tiresias, Lo que Tiresias ve,de hecho, es la sustancia del poema. Todo el pasaje de Ovidio es de gran interés antropológico:
. . . Cum Iunone iocos et maior vestra profecto est
Quam, quae contingit maribus,' dixisse, 'voluptas.'
Illa negat; placuit quae sit sententia docti
Quaerere Tiresiae: venus huic erat utraque nota,
Nam duo magnorum viridi coeuntia silva
Corpora serpentum baculi violaverat ictu
Deque viro factus, mirabile, femina septem
Egerat autumnos; octavo rursus eosdem
Vidit et 'est yestrae si tanta potentia plagae:
Dixit 'ut auctoris sortem in contraria mutet,
Nunc quoque vos feriam!' percusión anguibus isdem
Forma previa rediit genetivaque venit imago.
Arbitro hic igitur sumptus de lite iocosa
Dicta Iovis firmat; gravius Saturnia iusto
Nec pro materia fertur doluisse suique
Iudicis aeterna damnavit lumina nocte,
En pater omnipotens (neque enim Iicetinrita cuiquam
Facta dei fecisse deo) pro Iumine adempto
Scire futura dedit poenamque levavit honore.
221. Esto puede no parecer tan exacto como las líneas de Safófo, pero tenía en mente al pescador "longshore" o "dory", que regresa al anochecer.
253. V. Goldsmith, la canción en El vicario de Wakefield.
257. V. La Tempestad, como se ha indicado anteriormente.
264. El interior de St. Magnus Martyr es en mi opinión uno de los mejores entre los interiores de Wren.. Véase el demolillon propuesto de las iglesias de diecinueve ciudades: (P. S. King & Son, Ltd.).
266. La Canción de las (tres) hijas del Támesis comienza aquí. De la línea 292 a 306 inclusive hablan en tum. V. Guttetterd-mmerung, III, i: las hijas del Rin.
279. V. Froude, Elizabeth, Vol. I, ch. iv, carta de De Quadra a Felipe de España:
"En el aflemoon estábamos en una barcaza, viendo los juegos en el río. (La reina) estaba alonne con Lord Robert y yo en la caca, cuando comenzaron a decir tonterías, y llegaron tan lejos que Lord Robert por fin dijo, como yo estaba en el lugar no había ninguna razón por la que no se casaran si la reina lo deseaba."
293. Cf. Purgatorio, V, 133:
          "Ricorditi di me, che hijo la Pia;
          "Siena mi fe', disfecemi Maremma."
307. Confesionesde San Agustín: "A Cartago, entonces vine, donde un caldero de amores profanos cantaba todo sobre mis oídos."
308. El texto completo del Sermón de Fuego del Buda (que corresponde en importancia al Sermón del Monte) del que se toman estas palabras, se encontrará traducido en el budismo en traducción del difunto Henry Clarke Warren (Harvard Oriental Series). El Sr. Warren fue uno de los grandes pioneros de los estudios budistas en el Occidente.
309. De las Confesiones de San Agustín de nuevo. La colocación de estos dos representantes del ascetismo oriental y occidental, como culminación de esta parte del poema, no es un accidente.

          V       LO QUE DIJO EL TRUENO

En la primera parte de la Parte V se emplean tres temas: el viaje a Emaús, el acercamiento a la Capilla Peligrosa (véase el libro de la señorita Weston) y la actual decadencia de Europa oriental.
357. Este es Turdus aonalaschkae pallasii, el ermitaño-thrush que he oído en el condado de Quebec. Chapman dice (Manual de aves del este de América del Norte) "es más en casa en bosques aislados y retiros matorrales. . . . Sus notas no son notables por la variedad o el volumen, pero en pureza y dulzura de tono y exquisita modulación son inigualables." Su "canción de goteo de agua" es justamente celebrada.
360. Las siguientes líneas fueron estimuladas por el relato de una de las expediciones antárticas (me olvido de cuál, pero creo que una de Shackleton): se relató que el grupo de exploradores, en el extremo de su fuerza, tenía la ilusión constante de que había un miembro más del que realmente se podía contar.
367-77, Cf. Hermann Hesse, Blick ins Caos:"Schon ist halb Europa, schon ist zumindest der halbe Osten Europas auf dem Wege zum Chaos, f-hrt betrunken im heiligem Wahnam Abgrund entlang und singt dazu, singt betrunkend un himno no ejecutado. Ueber diese Lieder lacht der Burger beleidigt, der Heilige und Seher hárt sie mit Tr'nen."
401. "Datta, dayadhvam, damyata" (Dar, simpatizar, controlar). La fábula del significado del Trueno se encuentra en el Brihadaranyaka – Upanishad, 5, 1. Una traducción se encuentra en Sechzig Upanishads des Veda de Deussen,p, 489.
407. Cf. Webster, The White Devil, V, vi:
". . . se volverán a casar
Antes de que el gusano perforar su hoja de bobinado, antes de la araña
Haz una cortina delgada para tus epitafios."
411. Cf. Inferno, XXXIII, 46:
          "ed io sentii chiavar l'uscio di sotto
          all'orribile torre2.
Also F H. Bradley, Apariencia y Realidad, pág. 346.
"Mis sensaciones externas no son menos privadas para mí que mis pensamientos o mis sentimientos. En cualquier caso mis experiencias caen dentro de mis propias, cada esfera es opaca para las otras que la rodean... En para cada uno es peculiar y privado para esa alma."
424. V. Weston: Del ritual al romance; capítulo sobre el Rey Pescador.
428. V. Purgatorio, XXXVI, 148.
           ‘ Ara vos prec per cada vez valor
          'que vos guida al som de l'escalina,
          'sovegna vos a temps de ma dolor.'
          Poi s'ascose nel foco che gli affina.’ 
429. V. Pervigilium Veneris. Cf. Philomela en las Partes II y III.
430. V. Gerard de Nerval, Soneto El Desdichado.
431. Tragedia española de Kyd .
433. Shantih. Repetido como aquí, un final formal para un Upanishad. "La Paz que pasa el entendimiento" es una traducción débil del contenido de esta palabra.

          (Versión al castellano de América de Roberto Mascaró)


© SOLAZUL Ediciones, 2021
© de la traducción: Roberto Mascaró
 
N.del T.:Mi agradecimiento a Virginia Patrone por sus valiosas sugerencias sobre esta traducción
  

martes, 18 de mayo de 2021

Maria Lúcia dal Farra: poemas y una “aclaración”

 
María Lúcia dal Farra 




Aclaración

Que el talento más íntimo de la literatura consista en el apareamiento de una escritura con otra, en el alborozo de diferentes impresiones en el comercio de amor entre sí – ninguna duda. De ahí que se hable (para figurar tal facultad, así, tan intrínseca a las artes) en camadas sobrepuestas y abiertas en régimen de imantación y de vasos comunicantes, que dejan transparentar (estilizados y entrecortados) los fulgores y brillos extraños en un resultado único y particular que cada obra siempre es. La palabra de orden mora en el reconocimiento de la comunidad y es así que la poesía deja entrever, en su propio tejido, lo otro, el otro y aún muchos más: las variedades de linajes y lenguajes de que se compone – consistiendo ella misma en ese pequeño milagro: un personal prodigio colectivo. Es por eso que ningún artista se encuentra solo – su soledad es siempre poblada. Ciudadano de una nación tan populosa como aquella que sólo en su lectura es capaz de abrazar, el poeta (quiero creer) abre una rendija inquieta por donde se puede leer, in absentia, todo el arte.
Refiero esto a propósito de la naturaleza de los versos y de la dificultad personal de nominar el volumen que ahora presento. Como este señala directamente (en el título de los capítulos) la prevalencia de uno o de otro de sus pares (sustrayendo a los muchos que allí no están siquiera sugeridos, pero que en los poemas se infiltran subyacentes o en un estado de limbo), mi libro podría mencionarse como simples palimpsestos – en la exacta formulación alquímica en que los conocí en los reservados de la Biblioteca Nacional de París. Densidad de caligrafías anárquicas y en franca algarabía, llenando los más diminutos blancos de la página y cada ínfimo espacio del manuscrito (y a creer en el sentido histórico de las escrituras), disputando enseguida los más microscópicos segmentos libres entre una y otra línea – tales pergaminos acaban por resultar en una cerrada mezcla de incontables mensajes particulares, en un enmarañado espeso de todos los insondables residuos y demás que los forman engendrando y abarrotando a lo largo de los tiempos.
Pues es esta la naturaleza genuina de lo que aquí se expone: interpuestas personas y voces, parpadeos y ecos de lecturas, arrendamiento de tierras lejanas, simulacros de bienquerencia, embarullados hologramas y (con Rimbaud y Artaud) usurpaciones y perversos calcos – letras que (como se ve) sólo sobreviven empreñadas. Lo que convierte a esta obra en una morada dilatada, en un libro de simultáneos, en un compendio de partes (repárese en la insistencia de las dedicatorias), en pasto de colaboradores de muchas edades (a veces, hasta retros): en un –para hablar con y sin Drummond– mercado usado de almas.
Me socorro, por lo tanto, de una tripulación impropia, de segundas y terceras personas, cambiando y transfigurando (heterofágicamente) aquello que en ellas me seduce: para quedar encerrada, como diría la Sexton, en casa equivocada. De ese modo, puedo practicar una caligrafía que se inscriba en lo que permea, pero que busque (para recordar a Clarice) el eco del aire.
¿Novedad? Ninguna. Toda la literatura (todo arte) es como estos poemas: consustancial. Y el título de este libro podría ser cualquier otro o cualquier de estos muchos de los que me anduve valiendo para hablar al respecto. Me quedo con el que se sabe: alumbramientos; porque quiero para mí el regazo de Bandeira, y también porque, con ese vocablo, me es facultado sugerir deslumbramientos (el imán que me atraía a esas obras) y ofuscamiento: aquello que haya de deslumbrante en mi propia cantera. O sea: el lustroso título tiene la ventaja de designar (para embarullar al lector) tanto el peculio de luces latentes en las obras ajenas escogidas por mí cuanto la ilusión de vida propia de mis versos.
Y, como se trata de esclarecimiento, pido tan sólo que observen que, en cuanto a mí, me contento en ser apenas una mera pasajera de lumbres.
Maria Lúcia dal Farra


“Anne Sexton”
AL LECTOR, MI CANÍBAL INQUIETO

Cada palabra
(aquí)
se obstina en silencio.

Contigo devoro los frutos de la noche:
luna callada en agonía
alguna lluvia dispersa del lado boreal
polvo de estrellas profanando
lo negro.

Sólo nuestros dientes
brillan
hechos astros.


MIDIENDO FUERZAS

Con tu nervio apurado
(e insolente)
sube la enredadera
la viñeta de mi poema.

Sacudo con la mano
lo arbitrario del recorrido
y con la lapicera
altero el vocablo –
soberana.

Que un rayo deshaga
esa certeza
y siembre luz varia
donde la bifurcación florezca.


CANCIÓN PARA UNA CAMISA BLANCA
A Ipê Dourada

La camisa sacada del tendal
abre un hoyo
en la ropa blanca estirada.
Allí quién sabe
(a la noche)
la luz descubre
(con su foco)
los dolorosos telones de la ausencia.

En tanto eso
mis cabellos crecen como campos de maíz
sólo para acoger tu espantajo.
En tanto eso
exploro con las manos el grueso tronco del árbol
para abrazar en él

tu torso desnudo.


“Max Ernst”
ERNST

Visión de cima sobre terrenos baldíos
(geométricos y estériles)
meticulosos laberintos apenas allanados y limpios

desierto limitado por muros de coloración amena
ante la inmensidad azul –

propiedad privada para ningún habitante.

Es Max Ernst poblando su verso.


LAS PLÉYADES

Desnuda
(en el centro del dilacerado azul)
suspendida estoy apenas
por la espingarda de mi brazo
que da eje al mundo sideral
– dislocada cabeza

Aplacados de las lluvias
los horizontes se distribuyen
en persianas volátiles

en cuanto aguardo el restante relámpago
lo bastante para rellenar
la sombra acogedora de mi pubis.


“Rilke”
MUSA
A Ângela de Oliveira

Trabajo con los dedos
a tu antigua cara
porque es de ella que proviene
la permanente belleza.
Es como si se desviase el curso de la naciente
para de allí agotarse el caudal de miel –
la benéfica dulzura del incesante bautismo
que discierne en la piedra, en el agua, en el ramaje

la cerrada traba muda.


POÉTICA
A Lucas Dantas Lopes

De botánica todo lo ignoro
pero amo las plantas
y los árboles y las flores
y las abejas que las inventan
y el insecto a quien prestan color
y a la araña que les filtra (geométricamente) la luz,
la langosta, el escarabajo
la mariposa.

Ellos del mismo vegetal
estos contienen a aquellos –
son de ellos la arraigada memoria
la mala:
la muda
en el salto para otra esfera.

Es así como el pétalo gana alas.
Es así como vuela.


PUÑADOS PARA UN POEMA
Para Solange Rivas y la troupe de “Auras”

Todo lo que un poema debe tener:

furias aladas, laúdes,
profecías, cuerpo, inmoderaciones,
balaústres contra el tiempo,
gorjeos de lo imposible,
demonios –
vida, la más dolida.

Cacto cerrado en su espina
él te da meramente la flor roja
de su vientre de solitaria ardor.

¿Qué esperas? Haz de ella
tu dilema

– el tan esperado amor.


Poemas tomados de Maria Lúcia dal Farra, Alumbramentos, São Paulo, Iluminuras, 2011, pp. 15-16, 19, 20, 21, 91, 94, 101, 102 y 106.
Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2021.

* Maria Lúcia dal Farra (1944) nació en Botocatu, São Paulo. Profesora e investigadora universitaria, debutó en poesía con Livro de auras (1994), al que le siguieron Livro de possuídos (2002), Alumbramentos (2011) y Terceto para o fim dos tempos (2017). Un volumen de ficciones, Inquilina do intervalo, se publicó en 2005. Es autora de más de un centenar de artículos y ensayos, y de dos volúmenes de crítica. Su obra poética integra diccionarios y antologías literarias en Brasil y el extranjero, y ha sido objeto de trabajos de posgrado, maestría y doctorado.





 

jueves, 13 de mayo de 2021

Noé Jitrik: poemas de “Cálculo equivocado”*

 
Noé Jitrik







[...] Noé no sólo publica [su primer libro en 1956, el poemario] Feriados, poco después El año que se nos viene y más tarde Addio alla mamma, Fiesta en casa y otros poemas, sino que participará más que activamente en el grupo de poetas reunido posteriormente en la revista Zona.
Pero muchas aguas, y no siempre traslúcidas, iban a pasar bajo los puentes. Entre asonadas y golpes militares, entre fragores y exilios, con el más alto rigor académico y una novedosa perspectiva, Noé Jitrik iba a convertirse, no sólo en la Argentina sino en todo el ámbito latinoamericano y aún más allá, en una figura consular de la crítica literaria, que lo llevó a prodigarse en la docencia y en una impresionante cantidad de libros fundamentales, incluso dirigiendo y llevando a cabo proyectos muy ambiciosos. Pero, lo que es absolutamente inusual, semejante culminación de una parte muy importante de su personalidad, como dije legítimamente reconocida, nunca detuvo la fluencia de su concomitante realidad de creador literario. Lo que sí sorprende es que lo ha hecho con una fecundidad y amplitud casi no menor a la académica, ya que ha incursionado por (y con) fortuna en novela, cuento y, como se comprobará en este libro, también en poesía.
No es habitual que algo así se produzca, y no lo es tan sólo entre nosotros. Deben resultar muy pocos los casos en el mundo de una capacidad tan intensa y tan variada de creación y reflexión, de inventiva y de análisis, de rigor y de lirismo.
Lo que no dejaba (¿cuándo no, en estas lides?) de acarrear también sus riesgos. No sólo en el sentido de que la enorme resonancia alcanzada válidamente en un ámbito atenuara la significación de sus obras realizadas en otros, sino también en el más personal de que, incluso en lo íntimo, en el meollo más profundo de la identidad, fueran esos ámbitos los que no lograran convivir buena, sanamente.
Me animaría a afirmar que deben ser contados los casos que hayan podido ratificar, por un lado, y, por el otro, también (y al mismo tiempo) desmentir lo que tan bien expresara nada menos que Charles Baudelaire: “Sería prodigioso que un crítico se convirtiera en poeta y es imposible que un poeta no contenga un crítico”. En Jitrik no sólo es el crítico quien contiene al poeta, sino que también ocurre lo aparentemente opuesto.
[...]
Y ahora me descubro percibiendo con imprevista alegría, en este volumen que hoy reúne felizmente no pocos años de poesía que mana serena pero no mansamente, tanto la concentración (y ahondamiento) de ese discurrir original como la aparición de nuevos timbres, el logrado escandido, por ejemplo, que encabalga y desencabalga las líneas no sólo para emitir sentido sino también para expresar, en sus mejores momentos al unísono, sonido; algo que en esta época sorda, y muda, devuelve sus laureles al longevo y jamás desdeñable valor del oído.
[...]

*Fragmento del prólogo de Rodolfo Alonso [1934-2021]



¿HECHOS DE SOMBRA?

Puede muy bien ser
que la luz del día sea
brillante y propicia
sobre las hojas
múltiples 

puede que la luz

saque de los ojos de la gente

la luz que está escondida

puede que
magnífica la gente
arroje miradas ducales
sobre las cosas
de abajo y las fulmine

puede que
en la luz sabia y dulce
de colinas viejas como el tiempo
labradas
como las piedras que labraron
artistas de otra especie
los cuerpos pueden ser
que resplandezcan
y olviden que provienen del sueño
que fueron amasados
en la noche

puede que
en el rumor de la mañana
el recuerdo de la sombra
quede atrás
como si el sueño debiera existir
pero no existe todavía
puede ser que todo eso
ocurra y sin embargo
quién asegura
quién garantiza
que no estamos hechos de sombra
y de sueño
y que en la sombra se amarran
las raíces
la honda pertenencia
la sima
el acto primario y celular.


FLECHAS
                             a Leopoldo Marechal

Los días no son
me parece
flechas
como decía un poeta
querido
y perdido
cuando todo hacía creer
que compartiríamos
una mesa de café
un poco de charla
declarativa
y amistosa
los días son
un guiño de los ojos
asombrados
un ya está
entre dos esperas
amanecer y noche
noche y amanecer.


EL PELO

El pelo
puede estar o no estar
pero es mejor
que esté
donde debe estar
y decimos estar
y no ser
porque su existencia
es transitoria
va y viene
no se sabe por qué
cubre y descubre
al mismo tiempo
es púdico en ciertos lugares
del cuerpo
y en otros
quiere decir otra cosa
de lo que dice
según donde esté
salvajismo
o cortesía
o erotismo
quién sabe
lo que quiere decir.


CANES

Afligidos
por las enormes
discrepancias
contradicciones
disputas
acerca del tono musical
del ritmo
y la voluntad
de ciertos discursos
políticos
o políticoliterarios
o literarios
u hospitalarios
no nos queda otra
que plañir
que llorar
que meternos en la cucha
y ladrar.


ADIOSES

En aquella estación
canta el poeta
Veloso
con tierna voz
¿cuál será esa estación?
¿por qué esa, allí
y qué pasó allí
de importante para el poeta
en portugués
naquela estação
suena mejor
más denso más
premonitorio
¿y misterioso?
¿cuál será y dónde queda?
parece
en portugués
más lugar más
dramático o patético
ese lugar desconocido
en el que el tiempo sólo él
dice adiós
entre un tren
y otro
entre llegadas y partidas
perdidas
quién se va
y es llevado
quién se queda
y pesaroso sale
de la estación
uno y otro se dijeron
adiós
y en esa palabra
queda todo
nada más que el objeto
de una canción.


LA SANGRE

La sangre
es un conjunto
de ríos
todos en armonía
grandes y chicos
que no llevan
al mar
ni navegan por ellos
peces
ni botes
ríos sin orillas
ni arenas
a veces tormentosos
imprevisibles a veces
tan susceptibles
que a veces se niegan
a fluir
como se debe
como debe
lo que no es lo mismo
que correr
más propio
el correr
de lo que es
perderse.


EL CEREBRO

El cerebro
es realmente
imprescindible
que haríamos sin él
no puede faltar
a ninguna fiesta
es el eje y centro
de la diversión
puede ser contradictorio
y retobarse
puede dar indicaciones
incomprensibles
es como si no quisiera
entender
a pesar de que entender
es su misión
pero también es dócil
sirve
para otras cosas
para la memoria del perdido
para el olvido
de lo perdido
a veces sirve
para pensar.


Noé Jitrik, Cálculo equivocado. Poemas 1983-2008, Bs. As., FCE, 2009, pp. 34-35, 36-37, 313-314, 316-318, 359, 368-370.

Noé Jitrik (1928), autor de un centenar* de libros publicados en Argentina y en varios países de América Latina, principalmente, es crítico, poeta, narrador y ensayista. (Entre sus últimos títulos publicados, incluyendo reediciones, están: Limbo, La nopalera, Terminal, Siete miradas. Conversaciones sobre literatura, Tercera fuente, Sarmiento: el regreso, Horacio Quiroga. Una obra de experiencia y riesgo, Luces intermitentes, Ensayos y estudios de literatura argentina, Lógica en riesgo, Ensayos sencillos, Fantasmas del saber.) También ejerció la actividad periodística. Dirigió y participó de revistas –entre ellas, Centro, Contorno, Zona de la poesía americana y SyC– y otros proyectos culturales. Fue director general de la Historia crítica de la literatura argentina (proyecto colectivo de 12 volúmenes, publicados a lo largo de veinte años), es director del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la UBA –que publica la revista Zama–, y acaba de recibir un Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

* Véase la lista de libros publicados en el “Currículum” preparado por Roberto Ferro para el sitio dedicado a Noé Jitrik en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes”: http://www.cervantesvirtual.com/portales/noe_jitrik/curriculum/
(Selección, nota biográfica y edición de Demian Paredes)