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viernes, 30 de julio de 2010
Frac Torres Vergel, poemas.
EL INVENTOR
En aquel instante
alguien afirmó que era débil.
Al escuchar aquella epifanía de una voz casi enemiga
miró la nada
inventó el tiempo y el espacio
y creó seres de varios mundos.
Al final de todo, supo
que sólo se había recreado a sí mismo.
ATARAXIA
Durante el dolor
el espíritu encarnizado sabe
que otra esfera
es la que en verdad lo gobierna.
No aquélla de los círculos de Dante,
ni la de los cotos de la crucifixión;
sino una particular que une moléculas
y células,
una que sólo salva una vida a la vez,
que es distinta a las otras defensas
pues no es ella en sí defesa alguna.
Ella sabe que posee el mundo claro y mágico
y sabe que él es su espejo.
SOLEDAD
Nadie te dice que no entres.
La cama vacía te acoge entre brazos.
El suelo murmura la bienvenida.
Cada pared siente aquello que no tiene.
Los muebles erizan sus nidos y tu boca
los devora entre empalagos.
Falta el hombre o la mujer que se siente a tu mesa.
Tú no perdonas la ausencia de él o de ella pues
son ellos tu única tentación.
La forma humana te impone una condición o una línea
que te inspira igual que el hastío o la nada.
Un desconocido te regala de pronto un grito a la distancia.
Él no sabe que ya se ha perdido en ti.
No sabe que ahora la indiferencia del resto tramitará
su pasaporte al miedo.
Adentro, sin embargo, cada palabra se cae.
Sólo tus enemigos saben cómo guardarse tus pensamientos:
La cópula, por ejemplo, se hace un organismo que te traiciona
bajo la música de las pulseras y de las hojas que rozan la ventana.
Yo te observo
desde la grandeza de un instante inválido,
practico mi estrategia,
me peino con detalle
y gobierno el sombreado espacio que engendra
tu cobija de invierno.
Tal vez cuando crea que eres irreal
me cure de tu tiempo inviolable.
Entonces otro quizá me hable y me pregunte
por ti, a lo cual yo responderé que siempre habrá un ruido en la eternidad.
AGUACERO
Mi ciudad es gobernada por aguaceros.
Su ejército de cristales ha secado el sol.
Los habitantes hemos inventado
cúpulas con la tiesura del sufrimiento.
Dentro de este espacio
somos huéspedes de la tempestad
que desde distintas direcciones nos dispara manías infantiles.
Ustedes, los inhabitantes de este suelo,
han entendido mal nuestras razones de no huir.
Antes de volver a explicarles
permítanme proteger una vez más el agua clara
de la suciedad de la tierra.
No me tardo.
FOLIO 97 REDIVIVO
He extraviado el folio 97
de mi libro de poemas sin publicar
y he rehusado perderlo.
A rajatabla lo encontraré
igual que he hallado mi cordura
más de diez veces en el estanque
olvidado del amor.
Este poema no es más que un conjuro
que tercia el odio causado
por la estólida aseadora o tal vez
por el gamberrismo de mi hermano menor.
El cotilleo de ambos me demuestra dos cosas:
uno, si sus rostros no mienten,
que ninguno lo hizo adrede;
y dos, si sus caras son falsas
(porque la maldad presenta muchos semblantes),
que toda la impostura enfilada desde el balbucir
de cada uno al momento de replicarme
oculta la culpa que me haría por algún tiempo infeliz
pero más fuerte a la vez.
No obstante debo tener algo bastante claro:
que quien perdió el benditamente maldito folio 97 fui yo,
no ellos,
este mismo poema lo afirma en el verso inicial.
No lo tecleé,
no lo anillé,
no lo memoricé,
no reproduje copia alguna,
sólo lo marqué en la ristra con la cifra 97.
No sé de qué manera me dice este poema
que todo este tema es una futilidad propia de un petulante.
Será porque sólo la poesía describe, retrata y descorre
el velo de lo subliminal,
o será porque soy el único estúpido
que aún cree que la poesía
puede hacer milagros materiales.
EL INCENDIO
No me digas que el infierno tiene llamas o candela.
Según la teoría del pecado, sólo a través de un espejo
puede verse claramente el fuego.
REDOLOR LIBRESCO
El lector descorrió la última página
del libro,
carraspeó,
dio la cuarta calada al puro
y pensó en Freud.
Dostoievski tenía razón
alcanzó a decir,
el pecho redolente
¡Chaladura! boqueó, ¡Qué cacumen, hijo de perra!
Esbozó una sonrisa culpable, desoladora.
Atisbó el cenizal
y volvió a carraspear pero exiguamente.
No cejes, no dimitas, se dijo.
Ahora el miedo es inevitable y desmesurado.
Es fácil desmentirse, imputó Fiódor
espetándole el lado izquierdo
del pecho redolente.
STUCK
No confundan mi quebranto
con las grávidas sombras de un amor despreciado.
Pasa que mis manos y mis palabras ya no producen suspiros, sino sonidos.
AMORECE
No necesitas que los cielos
extiendan fiebres y desmayos sobre el suelo
para poder amarte.
Sólo necesitas amarte
para que existan fiebres y desmayos
en los cielos.
EL AMOR NO ES ABSTRACTO
El amor no es abstracto.
La gramática se equivoca cuando nombra sin misericordia
aquello que no debe ser enmarcado.
El amor no es abstracto.
Las personas se equivocan cuando vuelven intangible
la categoría más pura y concreta de la realidad.
El amor no es abstracto.
El tiempo se equivoca cuando quiere acabar
aquello que se alimenta de la infinitud y la eternidad.
El amor no es abstracto.
La filosofía se equivoca cuando desea explicar el elemento
que define su única razón de ser, la sola esencia de su verdad.
El amor no es abstracto.
Me equivoco yo, como siempre, tratando de hallar un
camino diferente para alcanzarte a ti, Poesía.
FIGURA DE DUELO
El golpe gigante halló la flaqueza sin broquel,
le anudó las manos canijas, los ojos fatuos,
el tránsito entre paréntesis.
El gran golpe reveló el segundo indefectible
del cadáver insepulto admirado entre espantos.
Todos los otros marchitan en silencio
el sepulcro en el laberinto de la linfa.
¡Oh, Blandura de Túmulo, disfraz del fragmento,
quién pudiera tragarte bocarriba!
¡Quién pudiera abrirte los ojos de espanto
y dejar tu almohada grande hecha saco de luna!
Óyeme entonces impuesto viajero
enloquecido al final del puerto.
POETA INFINITO
“Siempre he entendido el agua que cae y se quita
las sombras de las frondas.
Su lenguaje empero sólo nombra rocas y hojas.
El viento le musita entonces suspiros,
seca las lágrimas de sus yerbecitas
y sucumbe en la soledad de sus ondas.
Así te conviertes, Poesía.”
Frak Torres Vergel
I
Bajo este astro sin verbo, Poesía,
nuestra voluntad es una circunstancia de fe domada.
Bajo este dominio tuyo, Poesía,
el bardo se imagina como un hombre a solas y solo.
De esas soledades están hechos los mundos y sus profundidades.
De esas soledades están conformadas las materias de las ficciones.
De esas soledades están habitadas las calles sin nadie.
Yo no soy poeta.
Intento codificar mi vida.
Hago eso con la palabra secreto.
Hoy puedo ser la larga nada.
Mañana te diré si he trillado la eternidad:
Mi lugar en este territorio se desdobla igual que una imagen moviéndose o una
ilusión cayéndose.
Que digan que soy delirioso es conocido por todos.
Dime tú dónde está la puerta de salida
y haré que la cierren desde afuera:
Soy un simple elemento tuyo.
Sucede a veces que puedo ver el horizonte
sin hacer pacto alguno contigo,
pero entonces el prisma se pierde en el sendero de tu luz.
Nunca podré traicionarte.
Mi estado consiste en descubrirte.
Mi movimiento reside en buscarte.
Todo pertenece a tu suma,
incluso tu ausencia es la resta del infinito,
eso también es poesía desde el principio hasta el fin.
Hay posibilidades que nunca se prefieren;
tú no eres una posibilidad.
II
Alguien se tumba, gime, pide entregarse al sueño,
reconstruir un sitio, unas manos,
perderse aceptando la continuación,
imaginando siquiera escaleras,
mitades de amor
y cuartos de existencia.
Pero este otro alguien renuncia,
recuerda las ciencias del bachillerato,
el modo y sus consecuencias,
sintiéndose una causa, no el misterio,
pues la causa es humana
y el misterio es mágico.
Frente a frente se olvidan del tú y del yo,
y del cristal que habla con voz temblorosa,
uno espera que el otro pronuncie la primera palabra,
la oscuridad le da a ambos miedo,
detenidos por un ángel que ignora la sombra
y no sabe que lo único que hace daño es la incesante confusión.
Ninguno remedia la situación.
El mutismo adquiere entonces un cuerpo, una mente, un escenario mentiroso:
¡Nada!
III
La poesía se parece a los ojos blancos de la arena marina:
Transmite el calor de las piedrecillas a las plantas desnudas.
La poesía se parece a la parda piel de la arena en la orilla:
Hunde el reflejo en espejos de agua.
Pie desandado en el hueco del fango,
canto vano cantado,
escueto espejuelo en desvelo.
Te pareces Poesía acaso al ocaso, acaso a la luz, acaso al tacto.
Te pareces, Poesía mía, pérfida amiga,
en duda absoluta, al dado tornado de seis sentidos.
IV
Intento recordar todo lo que
has querido escribirme:
Las 25 formas más fáciles de suicidio
y las 52 más brutales;
todo tu pasado en sólo un verso;
la sucesión de cada caída del sol;
la vida verdadera;
la desazón al perder aquella chica de la eterna primavera,
quizá me acuerdo, mejor que tú, de su flor elegida:
el crisantemo amarillo.
Has intentado escribirme también otras culpas menos graves
y otros sueños más reales:
el juego inofensivo de morirse temprano o tarde;
la despedida y la traición a dios;
el miedo arraigado;
el miserable olvido;
los ojos sórdidos del Tiempo
que con sólo un atisbo oprimen
el dolor y la felicidad.
¿Qué más me puedo escribir, poeta?
que no soy tu enemigo;
que antaño eras más feliz que ahora;
que has dejado de creer en ti mismo;
que a veces no te entiendes;
que a veces no me entiendes
e ignoras que soy el otro, la otra, los demás.
¿Qué te puedo decir?
sólo que, como ves,
he terminado escribiéndome a mí mismo,
y ya que tampoco has podido hacerlo
he terminado escribiéndote a ti también,
al fin y al cabo
qué más somos, amigo poeta,
sino un poema contemplando su propia creación.
V
No ha sido el umbral el inicio del comienzo
como dice pleonásticamente el amanecer.
Ha sido él el despertar al oír
la voz del ruido que se hace silencio
un segundo después de morir el sueño.
No han sido los ojos
lecciones de los sesos
ni esferas inspiradas de destino.
Han sido ellos el oficio del mal cuidado,
largas escenas de hechos
y mentiras degeneradas.
Algunos dirían, tal vez, que
sólo soy un eterno solitario que
no ha sabido traspasar el pórtico simétrico que
conduce hacia la luz lechosa de rápidos ensueños;
mientras otros cavilarían con
rostro exigente sobre el vívido punto hecho con
letras de molde y traje de dormir.
A todos les diré
que no soy la sucesión;
que no estoy obligado a creerme
individualista ni colectivo;
que me disuelvo así
borrasca
en
mar
irisada.
A ellos les diré
que todo lo mínimo es máximo;
que la velocidad no depende de la fuerza sino del ingenio;
que prefiero escaparme verso por verso para
morirme de bruces al sol que
me encandila con su rostro imaginado.
Que quede claro
que sólo invento un escrito
que
mire
y
no
que
hable,
que sólo invento un escrito
que
viéndose
al
espejo
se reconoce invisible
y extraordinariamente atroz;
que viéndose al espejo
ve lo que no es cierto
igual que una bromita de loco o payaso.
Que quede claro que
no es demasiado esencial escribirme a trazos
como una pintura de palabras;
que me vuelvo mentiroso y acrecido
sólo si escribo a lo Balzac o a lo Joyce;
que nunca he usado sombreros indiferentes de cerebro;
que cuando observo el cristal
la mirada triunfa en las pupilas del vidrio.
Que quede claro que
no he buscado la verdad
sino el silencio más de mil veces;
que me he convertido
en la página de un libro,
en la calle más larga de esta ciudad,
en la quinta guerra mundial,
en la teoría del árbol,
en aquella existencia bajo el puente.
Que quede claro, enemigos míos, que
me he convertido en muro y viento,
en lluvia y melancolía,
en el monólogo y su secreto
para que al final
quede claro también
que me he convertido en nada,
en nada, en nada.
VI
Una tarde
la conciencia del ocaso letárgico de agosto
se inquietó con los ojos indómitos del anochecer
y empezó a ser
ímpetu,
vuelo,
río,
éter,
caminante,
zafir.
Y pudo sentir en sí el límite
a través de la piel recién nacida de la noche curiosa.
Y la vio asombrarse de su traje nebuloso
colmado de nebulosas,
golondrinas,
ritos y
oráculos.
Y quiso tocar sus cabellos oriónicos
acabados de nacer
como una aparente lucidez.
Pero media hora después
supo que estaba rodeada
por siniestras honduras y vagos espantajos.
Supo que todo el orbe era un vasto ojo
en el cual la luna negra no era luna
sino pupila del silencio
y el día era un sol esclerótico
isótopo del iris
de donde venían todos los colores.
Y ahogado a intervalos desolados
por la vecindad del aire durmiente
de la noche escalofriante,
el ocaso al borde de la penumbra
dijo para sí
la más claroscura de todas sus secuencias:
Me condeno al letargo residente que corrompe mi delirio
y al paso imprevisto en mis cielos de locura.
Me condeno al frío condensado de mis huesos en vergüenza
y a la morada imaginada maniatada en la inconsciencia.
Me condeno conocido, regalado y contemplado,
me condeno crepitante, decorrido y alocado.
Me condeno alucinante, puntilloso y cerebrado,
me condeno mutante abatido derrumbado.
Me condeno a ti, Sombra diáfana de mi aire,
hecha de cuitas y turbaciones,
de sueños y abrazos antiguos,
de sumas y lunas goteantes.
Me condeno presunto del día postrero,
demasiado tembloroso y desconocido
ante el incierto de tu alma suprema y eterna,
de tus ojos de niebla consumada.
Me condeno lleno de Tiempo y Universo,
avenido de impulsos y lamentos,
desvanecido, sombrío y denso.
Me condeno amándote desde el suelo,
apagado en el agua,
respirando cada celosía compartida contigo
a través de misterios e inquietudes.
Te condeno ahíta de amores y ardores,
de miradas empañadas
y lágrimas despobladas.
Te condeno lanzando locuras,
tragedias y comedias(no hay dramas en el amor),
burlas y alburas,
ruidos y silencios.
Al escucharlo en secreto la noche agujereada
cubrió todas las casas y los árboles,
la tierra y el jardín,
los océanos y los desiertos.
Cayó entonces la tarde
en el pecho del mundo
desplomada
apagando la tenue lámpara desolada,
haciéndose más oscura,
llena de misterios y multitudes,
de voces y tinieblas,
reducida al espacio inextinguible
de sus recuerdos en tránsito,
de sus latidos grises, invisibles
y penetrantes – gritos de tambores –,
como una verdad conjurada,
como un horror imperdible,
como una ventura anhelada.
Frak Torres Vergel. Santa Marta, Colombia 1976.