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lunes, 6 de diciembre de 2010

Affonso Romano de Sant’Anna: Poemas.


Affonso Romano de Sant'Anna



















Una generación se va, otra generación viene


Cuando yo era niño
y mis padres y tíos contaban sobre la dictadura
que duró 15 años, dividió sus vidas en dos
entre censuras, policías y torturas
yo los miraba como un niñito mira el desamparo de un adulto.

Hoy, mis hijas me preguntan
sobre esos 15 años de otra dictadura
que me sobrevino en plena juventud
y yo las miro como un adulto mira el desamparo de un niñito.

Tengo 40 años. escapé
de ahogos y desastres antes y después de las fiestas
y atravieso ahora la zona negra del infarto.
En breve
             estaré sin cabellos y con más arrugas en la faz.
Cuando venga de nuevo una nueva dictadura
                                                          estaré viejo
y con tedio frente al espejo
contemplando el desamparo en que dejaré a mis nietos.

(traducción, Washington Benavídez)



Los hombres aman la guerra


Los hombres aman la guerra. Por eso
se arman alegres en coro y colores
para el dudoso deporte de la muerte.

Aman y no lo disfrazan.
Alardean de ese amor en las plazas,
crean manuales y escuelas
alzando banderas y recogiendo cajones
entonando slogans y sepultando canciones.

Los hombres aman la guerra. Pero no la aman
sólo con el coraje del atleta
y el orgullo militar, sino con la piados
voz del sacerdote, que antes del combate
-sirve la Hostia de la Muerte.

Fue así en Crimea y Troya
             en Eritrea y Angola
             en Mongolia y Argelia
             en Siberia y Ahora.

Los hombres aman la guerra
y mal soportan la paz.

Los hombres aman la guerra, profana
o santa, lo mismo da.

Los hombres tienen la guerra como amante
aunque se desposen con la paz.

Y qué arrobos ¡Dios mío! En ese encuentro voraz,
¡Qué placeres, qué gemidos, qué ayes!
Qué sublimes perversiones urdidas
en la mortaja de las sábanas, agostando
la cama o  el campo de batalla.

Durante siglos pensé
que la guerra sería el desvío
y la paz la ruta. Me equivoqué, son paralelas,
márgenes de un mismo río, la mano y el guante,
el pie y la bota. Más que gemelas,
son siamesas, par e impar, suerte y pesar
son el uróboro-serpiente circular
devorándonos eternamente.

La guerra no es un intervalo
es parte del espectáculo, y no sólo es tragedia,
es comedia, real o popular.
La guerra no es cruel imprevisto.
Es reincidente vicio. Es un rito
lleno de riesgos. Por eso
es mejor que el circo:

        -es donde el alegre trapecista
         vestido de kamikaze
         salta sin red ni soporte,

          se quiebran todos los platos
          y el contorsionista se parte
          en el Kamasutra de la Muerte.

Pero la guerra no es el revés de la paz,
es su cuna, y seno complementario.
Y el horror no es el revés de lo bello. El horror
no es oscuro, es la contrapartida de la luz,
Lucifer es Luzbel, brilla como Gabriel
y el terror seduce. Nada más seductor
-que Cristo muerto en la cruz.
Por lo tanto, la guerra no es sólo misa
que oficia el sacerdote, ciencia
que alucina al sabio, deporte
que fascina al fuerte. La guerra es arte.
Por eso con ardor de vanguardistas
frecuentamos la Bienal del Horror
e inauguramos la Bauhaus de la Muerte.

Pero sobre la carnicería no hay cuervos,
chacales, buitres, hienas.
Hay lindas garzas de aluminio, serenas
en un electrónico ballet.

Tal vez fuese la danza de la muerte, patética.
Pero no lo es. Apenas es otra lección de estética.
Por eso los soldados modernos
son como los médicos o los ingenieros
y ningún ministro de guerra
usa ropa de carnicero.

Guerra es guerra
           -decía el invasor violento
            violando a la monja en el convento.
Guerra es guerra
             -decía la estatua del almirante
               con su boca de cemento.
Guerra es guerra
               -decimos en el radar
                degustando al enemigo
                 al norte del paladar.

Por lo tanto no es preciso disfrazar
el amor a la guerra, con historias de amor a la Patria
y defensa del hogar. amamos la guerra
y la paz, en bigamia ejemplar.
Yo, poeta moderno y el eterno Baudelaire,
yo y hasta vos hipocrite lecteur
mon semblable, mon frère.

Queremos la batalla, aviones en llamas
navíos hundiéndose, el espectacular enfrentamiento.
De mañana abrimos  vísceras de peces
con la punta de las bayonetas,
y al son del culinario clarín
hundimos nuestras dagas en los chanchos
y adornamos con medallas
 -a los muertos sobre la mesa.

Si es posible, la carne limpia, sin sangre
que el misil, lanzado a la distancia
en silencio, no salpique nuestra ropa.
Pero si fuera preciso un “baño de sangre”,
como decía Terencio: “ Soy humano
y nada de lo que es humano me es extraño.”

La muerte y la guerra, por lo tanto
ya no me agarran de sorpresa.
Inscribo su efigie en la piedra
como si el dado de mi suerte
ya no rodase al azar.
Como si pasase del blanco
al negro y al blanco retornase
sin ensombrecerme jamás.

Que venga la guerra. Cruel. Total.
El atómico clarín y la génesis del fin.
Cauto como conviene a los sabios,
primero gritaré contra ese hecho
pero voraz, como conviene a la especie,
al ver que invaden mis huertas
de las hojas del banano inventaré
la ideológica bandera
y haré estallar el cuerpo de mi enemigo
antes de que ataque.

Y si él no tira, ni viene, aprovecho
su descuido de hombre débil, invado su casa
realizando mi hambre de caníbal
rugiendo bajo mío máscara de hombre.

-¡Terrible es tu discurso, poeta!
Escucho a alguien decir.
      Terrible fue elaborarlo,
      ahora me siento libre.
      La muerte y la guerra
      ya no me pueden alarmar.
      Como Edipo perplejo
       las descifré en mis vísceras
       antes de que la dudosa esfinge
       me pudiese devorar.


Ni cínico ni triste. Animal
Humano, voy en marcha, danzas, rezos
para el gran carnaval.
Soldado, penitente, poeta
-la paz y la guerra, la vida y la muerte
me aguardan
                       -en un atómico funeral.

-¿Se acabará la especie humana sobre la tierra?
No. Han de sobrar un nuevo Adán y Eva
para rehacer el amor, y dos hermanos:
-Caín y Abel –para reinventar la guerra.
   


(traducción Nahuel Santana)



E.M. y Affonso Romano de Sant'Anna, Punta del Este, 2010.




Affonso Romano de Sant'Anna (Belo Horizonte,Brasil, 1937). Poeta, docente, periodista, cronista y crítico. Ha publicado más de cuarenta libros y dictado clases en universidades de Brasil,  Alemania, Francia y los Estados Unidos de América.
Desde mediados de la década de los 60 participó activamente en “pensamiento, palabra y obra” en los movimientos de renovación de la poesía brasileña, lo que lo ha llevado a ser reconocido como una de las voces más importantes de su país y del continente. Le han sido concedidos innumerables distinciones a su obra y las becas de las fundaciones Ford, Guggenheim, Gulbelkian y DDAD.
En 2007 la editorial L&PM de Porto Alegre lanzó los primeros dos volúmenes de su Poesía reunida.