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martes, 30 de agosto de 2011

Raúl Henao: Presencia del Haiku en la poesía colombiana.


Raúl Henao









Para un poeta colombiano el haiku es amor a primera vista o no es nada. Lo mismo  que nos pasa con el  poema en prosa,  estamos predestinados   a escribirlo y cultivarlo,  si no como un amor único, si como se ama en el jardín la flor que tarda años en florecer y se marchita en solo un día,  pero que por eso mismo nos parece más invaluable o preciosa.
Mi afinidad con el haiku está  ligada inicialmente al gusto por los viajes,  a las caminatas solitarias y solariegas… Es decir, a mi primera juventud  y a mis primeras lecturas, cuando por un  puro azar,  que se confunde siempre con el destino personal,  cayera en mis manos aquel  inolvidable    volumen de la colección poética “El Arco y la Lira” con una selección de los  haikus  de Bashô  y sus discípulos, que no he vuelto a hallar  en parte alguna, al punto de llevarme a pensar que su hallazgo fue sólo un sueño.
Es cierto que a ese encuentro me habían llevado  en aquel tiempo  las numerosas lecturas que hice de los poetas y novelistas norteamericanos  de la generación beatnik, donde encontré  las primeras, inquietantes  referencias   al budismo zen  y su  concepción (o mejor,  su vivencia)  del  mundo,  muy ajustada a mi temperamento contemplativo y que  en mi parecer sigue constituyendo  una de las  terapias o medicinas  más eficaces  para corregir la manera distorsionada, enrevesada  que tenemos los occidentales de concebir la realidad total y en particular la del mundo que nos rodea.
 Esa lectura de los poetas beatniks me llevaría a viajar comenzando  el año 1967 a los EE.UU. Y una vez en ese país, de New York a San Francisco…A lo ancho del continente americano,  en el auto de un mexicano un poco loco que conocí en un parque del  Greenwich village,  el barrio bohemio newyorkino  de aquel  entonces…Un viaje que en mi memoria reviste proporciones míticas.
Claro que la escritura del haiku será muy posterior. .. que recuerde,  a mediados de la década del 80 o comienzos de los 90, pero en aquellos años aventuraba ya la escritura de una poesía breve,  de tendencia aforística o epigramática  que de algún modo se le parecía. Fue un acercamiento lento  y progresivo que se materializaría literalmente durante una corta estadía en Cali, mi ciudad natal,  cuando recibí  por el correo postal –regalo de una amiga bibliotecaria de Medellín-  la antología poética LA SENDA DE BASHO/EL HAIKU JAPONES, de Gustavo  Zuluaga  “El Hamaquero”, editada  por el Departamento de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia, compilación que incluía a la generalidad  de los poetas del haiku japonés y una significativa muestra de sus émulos en Norte y Suramérica,  incluyendo tres improvisados, novedosos  haijines  colombianos.
La lectura de esa antología me produjo una especie de satori o iluminación súbita que de una vez por todas me esclareció  la naturaleza (o el secreto, para un lector occidental)  de la escritura del haiku  que hasta ese momento me había resultado ajena  y  vedada,  porque con otros dos o tres poetas de mi generación  consideraba de manera equivocada  que dicho genero poético era privilegio solo  de los poetas japoneses y extremo-orientales.
A partir de ese momento empecé a frecuentar, de manera intermitente, es cierto,  el poemita de  tres líneas y cinco, siete y cinco  silabas (métrica inimitable  en idiomas distintos al japonés) que, me parecía en ese entonces sin antecedentes en el país…    A no ser, de lejos,  aquellas  famosas versiones de poetas chinos como Li Tai  Po,  Tu Fu  o Wang Wei,  que hiciera  en su tiempo Guillermo Valencia  y que  publicara bajo el título de CATAY.  O  la  SERIE CHINA, de trasfondo oriental y  taoísta  de Fernando Arbeláez, un poeta  que en la actualidad todavía se conoce poco en Colombia.
Ignoraba que por esos mismos años, Umberto  Senagal  (seudónimo de Humberto Jaramillo Restrepo)  poeta de Calarcá, Quindio  se me había adelantado al respecto ,  contribuyendo, quizás el primero a la difusión y escritura del haiku  en Colombia, género poético al que consagrara  las mejores páginas de la revista KANORA  y una docena de libros publicados, con títulos como  PUNDARIKA, VENTANAS AL NIRVANA  o  SUNYATA  . ..De variopinta calidad, porque aun los grandes poetas japoneses  suelen caer en el simplismo o lugar común.  A  este propósito  vale la pena recordar  lo que  Shiki  -renovador  del  haiku  japonés a  comienzos del siglo XX-  decía del mismísimo Bashô:  que “al  menos  cuatro  o  quintas  partes de la producción de Bashò  son  abiertamente  malas”  ,   lo que no deja de parecernos  un tanto sacrílego o blasfemo a los admiradores modernos del gran viajero  iluminado, maestro de este género poético.
Reproduzco a continuación dos  haikus  de  Umberto  Senegal:

Una teja rota en el techo
Y aparecen
Cien estrellas.

Refleja  esa  luna
Corazón
No la pienses.

En Colombia las regiones del Quindío  y Valle del Cauca han sido siempre proclives o propicias  a la escritura del haiku,  quiero mencionar  al respecto a Javier Tafur, un poeta de Cali,  autor de numerosos libros de poesía breve que en más de una ocasión rayan en el haiku. Para muestra un botón:

Sueño entre el sueño
La garza
En el algodonal.


En su huella
Un peso de más:  el fusil
¡Triste verlos partir así!


Tafur es por otra parte autor de  EL HAIKÚ O EL ARTE DE GUARDAR EL MOMENTO SUBLIME (Ediciones La Silaba, Cali. 1993)  ensayo breve pero medular:   ”singular e imprescindible aporte bibliográfico para cuantos conocen el haiku o se aproximan por primera vez al mismo” al decir de Senegal,  en el prólogo del libro.

Y a propósito de ensayos o estudios teóricos acerca del  haiku  o  en general sobre la poesía extremo-oriental,  publicados en Colombia no podemos pasar por alto el libro de Julián Malatesta  (Juan Julián Jiménez)  PRESENCIA DE LA POESÍA CHINA Y JAPONESA EN ALGUNOS POETASLATINOAMERICANOS  (Premios Jorge Isaacs. Ediciones Gerencia Cultural del Valle. Cali, 1997) que,  así  sea de manera epidérmica  toca temas esenciales como la escritura china y la métrica japonesa,  la filosofía y la religión y   -lo que nos importa más de cerca -  la presencia (e influencia) de los grandes poetas chinos y japoneses en la poesía latinoamericana, Colombia incluida.

Malatesta,  que  aparte  de  ensayista  también  es poeta,  incursiona en el haiku,  en la tónica brillante e ingeniosa  inaugurada en Latinoamérica por el mexicano José Juan Tablada:

Invento el camino
La costurera del campo
Con su hebra de hilo.

En diciembre de 2006, dentro de  la colección Cuadernos  de  Poesía  de Calarcá, Quindío,  dirigida por  Leidy  Bibiana  Bernal  y  Umberto  Senegal aparece VECINO DEL VIENTO Y LAS CHICHARRAS  de Fernando López  Rodríguez ,  un poeta de Cartago, Valle.  En la presentación del libro mencionado  nos dice Umberto Senegal:   “Fernando  escribe  haikus porque  los  percibe y  desgaja  del  paisaje para convertirlos en poesía. Sabe contemplar y celebrar la desnudez de un árbol y la desnudez de un cuerpo femenino, ocultándolas tras el verso pero revelándolas erótico en las evocaciones sutiles del haiku”.  Transcribo algunos de ellos  a continuación:

Estridencia o canto
Este dilema tiene sin cuidado
A las chicharras.

Después del amor
Las arrugas de tu falda
Merecen caricias.


A partir de la realización del Primer Festival de Cultura  Japonesa  “HANA MATSURI”   (Festival de las Flores)  realizado en el Parque Biblioteca de Belén, en el mes de julio de 2009…     El fervor o culto que suele inspirar la escritura del haiku en los poetas vallecaucanos,  parece trasladarse  a la ciudad Medellín. Es  de anotar que en la región antioqueña este género poético oriental considerado por varios  poetas locales  como un “exotismo”  ajeno a la idiosincrasia del pueblo antioqueño,   no despertaba el menor  interés  y que,  aparte de LA SENDA DE BASHO /EL HAIKU JAPONÉS, la antología de Gustavo Zuluaga atrás mencionada,  o de la presencia en la ciudad de  dos poetas  japonesas  invitadas al  FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA EN MEDELLÍN  - me refiero  a  Satoko Tamura y  a  Kokô  katô,  cultoras del haiku-   la opinión generalizada era que el ejercicio  de dicha escritura poética en Colombia resultaba pueril e irrelevante.
En el contexto del primer Hana Matsuri  -organizado por el zenista  Juan Felipe Jaramillo y la embajada japonesa en Bogotá-  aparece en Medellín el libro bilingüe  -español/inglés-  SELECTED HAIKU / HAIKÚS SELECTOS(Ediciones Fundación Zen,  Montaña de Silencio. Medellín, 2009)  de mi autoría y la del poeta neo zelandés  Ron Riddell, radicado por esa fecha en la ciudad,  que, modestia aparte, creo  constituye  un acontecimiento  relevante en relación con tema del  haiku  escrito durante esta última década  en el país. 

A renglón seguido transcribo dos de los haikus que figuran en el libro:

Small-talk with a star
The clouds obscure
Only a moment

Ron Riddell


Agua cantarina
 del surtidor.
Es confidente la fuente.

Raúl Henao.



Con posterioridad a esa fecha  aparecen  en Medellín varios poetas que constituyen ya  una promesa  futura respecto  al  género  poético aquí considerado (*) Traigo a colación los haikus de dos poetisas que revisten especial  interés:

 Marga López (Nacida en el oriente antioqueño.  Libros publicados: Murusamas.  Ediciones Apidama, Bogotà, 2005. Morada de Sibilas.Ediciones Apidama, Bogotà, 2009.)

 Entre el revuelo de las golondrinas
El petirrojo
Es el corazón de la tarde.

Mariposa monarca
Errante en la tormenta del océano
Cuán lejos la flor.


Y  Claudia Trujillo  (Medellín 1963, Libros publicados: Los días sagrados(2003)  Extranjera (2004):

Un árbol derribado.
Herido bosque
Silencio de pájaros.


En mi cuaderno 
gota a gota la tarde 
Azul naufragio.



Pero el evento culminante que acaba de alguna manera por concederle carta de ciudadanía colombiana al haiku, lo constituye la presencia, carismática a la par que discreta  -en el marco del XXI FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN  y en el III FESTIVAL DE CULTURA JAPONESA HANA MATSURI, 2011-  del poeta  Ban´ya Natsuishi, director de la World Haiku Associations, con sede en Saitama, Japón, cuya propia obra poética y la de los poetas agrupados en torno a la revista International  Haiku Magazine  refrenda de manera inequívoca la vigencia universal del haiku como medio poético idóneo por su versatilidad y poder de síntesis,  para reconciliar, iluminándolos desde luego,  los más disímiles aspectos del mundo oriental y occidental moderno, independientemente de que su contexto religioso continúe siendo shintoísta, taoísta  o  budista Zen… lo que por el contrario,  tiene la virtud de preservar el halo de misterio y espiritualidad faltante en la realidad contemporánea. No se puede reducir el haiku a un simple “arte verbal”  porque su esencia misma busca vivenciar y acceder a realidad pre-simbólica que subyace más allá las palabras y el lenguaje como bien lo ha sabido interpretar Francisco Villalba en el prólogo esclarecido que escribiera para la traducción española del  HAIKU DE LAS CUATRO ESTACIONES de Bashô.  Por otra parte no podemos olvidar que el ámbito religioso, por llamarlo de ese modo,  extremo-oriental se sitúa siempre  más allá de las antinomias y la lógica aristotélica…es decir más allá de las dualidades que caracterizan, limitándolo,  el pensamiento metafísico occidental… y que esta coincidencia de opuestos trasciende incluso la última de las dualidades, la de lo sagrado y  lo  profano. Como diría, resumiendo lo atrás expuesto, el maestro Zen Hakuin:


                                     “Escuchad el aplauso de una sola mano”



(*) Por razones de espacio he dejado de mencionar en este comentario que sólo pretende ser una mirada a vuelo de pájaro del  haiku escrito en Colombia a otros poetas cultores de este género poético como Eduardo Peláez y Margarita Cardona,  que figuran ya en el libro de El Hamaquero Gustavo Zuluaga. Deberían estar también presentes los poetas Oscar González y su libro Pincel de Hierba y Wilson Frank, autor de Escrito con Nubes. A todos ellos reservo un comentario futuro. 



Medellín, Colombia, 25 de agosto de 2011.

Raúl Henao ( Cali 1944) Poeta y ensayista.  Ha vivido en Venezuela, México y los EE.UU y representado a Colombia en numerosos Congresos y Festivales Internacionales. Ha publicado: Combate del Carnaval y la Cuaresma ( Medellín, Colombia, 1973); La Parte del León  (Venezuela, 1978);  El Bebedor Nocturno  ( Cúcuta, Colombia, 1978);  El Dado Virgen  (Venezuela, 1980); Sol Negro  (Medellín, Colombia, 1985);  El Partido del Diablo / Poesía y Crítica  (Medellín, Colombia, 1989);  El Virrey de los Espejos ( Medellín, Colombia, 1996); La Vida a la Carta / Life a la Carte  ( Medellín, Colombia,  1998). La Belleza del Diablo (Madrid, España, 1999) Sol Negro (Bogotá, Colombia, 2006.) La Doble estrella: El Surrealismo en Iberoamérica / Notas y Entrevistas Poéticas (Medellín, Colombia, 2008).