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lunes, 19 de septiembre de 2011

Daniel Salzano: Poesía en todas partes.

Daniel Salzano









                                                                                                                    
  



Boris

La diferencia entre un oso polar feliz y un oso polar infeliz radica en el color. Los osos polares felices son blancos y los otros amarillos.
En Córdoba tuvimos un oso polar amarillo, se llamaba Boris, vivía en el jardín zoológico y se pasaba la vida empujando la puerta de la jaula. A cabezazos. Quería derribarla porque creía que detrás comenzaba el polo Norte.
Boris tenía dos peculiaridades: caminaba como John Wayne y se volvía loco por la Pritty. Tanto le gustaba que acabaron construyendo  un kiosko a pocos metros de la jaula. La gente compraba las botellas y él las vaciaba a través de los barrotes igual que un biberón.
Una noche, tras un cabezazo espectacular, Boris recuperó la libertad.
A la mañana siguiente llamaron al diario, a la policía y a los bomberos. Boris andaba paseando por ahí, caminando como John Wayne detrás de las mariposas y las fuerzas vivas no sabían qué partido  tomar: si enlazarlo como a un búfalo de rodeo o dispararle entre las cejas una cápsula de gas paralizante.
Finalmente fue la señora del kiosko la que asumió  la iniciativa. Abrió la heladera, sacó  una botella color esmeralda y avanzó decididamente hasta ponérsela delante de la nariz, como si Boris fuese un burro y la Pritty una zanahoria.
Boris levantó sus enormes ojos de niño tonto y comenzó a caminar detrás de la botella, del brazo y de la señora.
Así fue como  regresó a su cautiverio y siempre en nombre de la libertad, a los cinco minutos ya estaba otra vez boum boum meta darle cabezazos.
29 de Abril, día del animal.


Emboscada

Cuatro de los chicos más chicos de Ciencias de la Información te rodean en un bar y te acribillan con preguntas. Quieren, en el fondo, saber de qué se trata. La vida, el oficio. Quieren la verdad, como si fuera una estampita. Vamos –te apuran- decinos la verdad. ¿Cuáles son las cosas que  interesan? Es difícil contestar a eso. Claro, para eso hemos venido. Te haces el vivo y les decís que las cosas importantes (Las Cosas Importantes) ya vienen señaladas en los mapas: los mares, los valles, los planetas, la Cordillera de Humahuaca y la Quebrada de los Andes. O al revés. Pero ellos no le encuentran la gracia. Hablá en serio, te piden. ¿En serio? ¿Quieren saber en serio cuáles son las Cosas Importantes? La lealtad es una cosa importante. Y el corazón. Y las palabras. Y las palabras. Y el cine. Y el amor. Pero te paran seco. Ésas no –aclaran- a ésas ya las conocemos. Decinos otras. ¿Otras? ¿Otras como la vida y la muerte, la guerra y la paz, la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza? No tampoco, ¿Otras como el bien y el mal, el cielo y el infierno, la amistad y la traición? Dale loco, te dicen en confianza, decinos la verdad. La Verdad. La Verdad más importante que  conozco es el estilo. ¿El qué? El estilo. ¿Qué es el estilo? El estilo es lo que perdura, vivo o muerto. Los pescaditos del Pasaje Muñoz tienen estilo. Y la Cañada. Inquietos quieren saber si la tele tiene estilo. O la informática. O la democracia. ¿Tiene estilo la democracia? Por supuesto. ¿ Y por qué las elecciones del 14 se parecen a un trámite, a una cola de supermercado? Por los políticos. Y los políticos tienen estilo? Mozo, la cuenta.


Piojito

Enfundado en una camiseta que originalmente debió pertenecer al Club Atlético Huracán pero que la vida ha transformado en un banderín del Deportivo La Miseria, el pibe se detiene frente a un tacho de basura instalado por disposición municipal en la esquina de Deán Funes y Vélez Sársfield. Como Indiana Jones frente al Arca Perdida, antes de abrirlo lo rodea, lo estudia y lo analiza. Por fin se decide y lo abre. ¿Qué va a hacer? Hurgar, claro, izado sobre la punta de sus pies descalzos mete la mano y lo primero  que saca es una botella de cerveza del color de los anteojos de la Garbo. La pone a contraluz. ¿Queda? Si queda. Glup, empina el codo y la descola. Se limpia la boca y los mocos con el codo y en un gesto de inesperada violencia la estrella contra el piso. A la hora de la siesta el estallido altera la paz de los sepulcros de la iglesia de Santo Domingo. La gente lo mira y no lo mira. La gente es gente y nada más. Él sigue investigando. Una media de lana. Se la pone. Una bolsa de plástico. Se la mete en el bolsillo. Una etiqueta vacía de Marlboro. La huele. Sonríe. Tiene dos dientes. ¿Dónde están los demás? Tira la etiqueta. Tira todo. Un cacho de diario con la foto de Diego Maradona. Gira la cabeza para verlo al derecho. No tiene idea. Una pila. Un peine sin dientes. Un alambrito. Una lata de Coca. La sacude, le pasa la lengua por la tapa y después, como un relojero, mira a través del agujerito. Plink. Más cosas. No quedan más cosas. Momento. Si, queda. Hace un esfuerzo memorable y emerge del fondo con un desodorante en aerosol. Apreta el botón. Pffft. El olor lo embriaga. Pffft. Cree que es un insecticida y cuando pasa una mosca le apunta y le dispara. La mosca se vuelve. Quiere guerra. Mientras él gira sobre sí mismo disparando su pistola perfumada, ella vuela sobre su cabeza dibujando en el aire la aureola de un santo.



Ando bien

De amigos ando bien / Supongamos que estoy en un bar / rodeado de sillas/ ¿Qué hora tiene mozo? / Son las once y diez / ¿Qué hora tiene mozo?/ Son las once y veintitrés / De amigos ando bien / pero son las doce menos cinco / y las sillas siguen vacías.
De libros ando bien / en eso las cosas no han cambiado/ sigo calentándome / con libros / debajo de las sábanas / Estoy esperando / ir al psicoanalista / para darle mi opinión: / duermo con libros / doctor / porque soy un niño / de sesenta años / que le teme a la ignorancia.
De penas ando bien / las penas se meten en la vida / a una cierta edad / y van aumentando de peso / Cuando digo que de penas ando bien / quiero decir que me usan el champú / el teléfono / y me ocupan el sillón / como Clint Eastwood / con las botas encima de la mesa.
De penas ando bien / y de lluvias / también / Podría describir / con lujo de detalles / cómo quedan las botas de la pena / después de pisar el agua de la lluvia / Ando bien / en serio / ando muy bien.
De sueños ando bien / cuando no sueño que reparto besos al voleo / es que viene el chico de La isla del tesoro y me pregunta no se qué cosa / quiero decir que de pibes ando bien / De penas ando bien / Y de ausencias : / en el diario busco la página de los muertos / y paso la yema del pulgar / sobre las palabras / y las fotos.
De fotos ando bien / Tengo una de Orson Welles / otra del Pato Donald / y una del año 1983 / en la que salgo / después de las elecciones / levantando los brazos / oé oé oé / Del corazón en cambio / no ando bien / me parezco al cieguito / que vende lotería / en la puerta de Barujel / tengo el 77 / los puñales / tengo el 18 / la sangre.

 
Eso me mata

De todos los mozos / del Sorocabana / el que mejor hacía los licuados / era el primero de la izquierda / un tipo con uñas de guitarrista / que pelaba las bananas / como si estuviera trasplantando un corazón.
Únicamente observando / muy atentamente / podías advertir que ponía la misma cantidad de hielo picado / y azúcar / que todos los demás / pero que tenía una técnica distinta / para pulsar el arranque: / en lugar de llevar el botón / del 0 al 1 / y del 1 al 2 / lo colocaba de un saque / en un punto que directamente no existía / una especie de 1,781226/ que mantenía con la mandíbula tensa / y el brazo flexionado / como si llevara un revólver en la axila.
Todo esto lo veía / con la punta de los pies / apoyados en el estribo de la barra / asomado a la altura del metal / del mostrador.
Con el mismo hielo / y la misma leche / con que los demás sacaban un vaso / él sacaba un vaso y medio / lo acomodaba sobre una servilleta de papel / y te decía / servido caballero / Eso me mataba.
Hay una etapa en la vida de los hombres / en la que uno no sabe / ni qué hacer/  ni qué decir/ Bueno /en esa etapa / es muy importante / que te digan caballero.
Hay tipos que comprenden todo / aunque su único trabajo / sea licuar bananas / con leche / Hay tipos / en cambio / que nunca comprenden nada.
Muchas veces / al comenzar a escribir una crónica / pienso que puede haber un chico / observándome / con la punta de los pies / apoyados en el estribo del estaño / Siempre y cuando consiga llegar / y mantenerme / en el 1,781226 / no hay ninguna diferencia / entre escribir una buena crónica / y preparar un buen licuado.
Ese momento de la profesión / es el que verdaderamente me mata / caballeros.

 
Me gusta llorar

No me gustan los gritos / Ni los tipos que hablan por teléfono en el bar y se echan para atrás diciendo ¿me escuchás? / Me gustan las palabras / Me gustan los nombres:/ Ambrosio Olmos / Fino Pizarro / Osmar Maderna / Argentino Peñarol.
Otra cosa que me gusta es el corazón / El corazón de los elefantes mide cincuenta por cincuenta / el de los gorilas está rodeado por unos surcos que lo envuelven / como un matambre / son los famosos llamados de la selva / Me gusta mi corazón tal como lo radiografiaron / en el Hospital Italiano / en 1978 / parece el puño de un niño / enojado.
En una película / BODAS REALES / Fred Astaire / se levantaba se bañaba se secaba con la toalla / ponía un disco / empezaba a bailar / y cuando terminaba / ya sabía qué camisa / debía ponerse/ Fred Astaire es otro nombre / que me gusta mucho.
No he visto nada más hermoso que un niño dormido / No he visto nada más hermoso que KING KONG / la versión de 1933 / me gustaría encontrarlo alguna vez / y preguntarle si valió la pena amar hasta morir / Acabo de advertir que las películas que más me gustan son en blanco y negro : / El BUSCAVIDAS / EL HOMBRE QUE MATO A LIBERTY BALANCE / y una que vi en el salón de actos de Unione e Fratellanza: un padre y un hijo / robaban una bicicleta.
Me gusta llorar/ y las mujeres que lloran / Me enamoré de una lágrima propiamente dicha / asomada a los ojos de mi mujer.
¿Han escuchado alguna vez a Bix Beiderbecke? / Cuando Bix tocaba / las chicas comenzaban a bailar / y desaparecían en el aire / A veces me peino como él / y salgo a caminar con el diario enrollado debajo del brazo/ Así llevaba él la trompeta Me gusta / Beiderbecke.
Cada vez que veo una revista vieja le paso la mano por la tapa / En la del Rayo Rojo salía Colt Miller / en la del El Gráfico salía Pedro Salas / y en la de Radiolandia salía Amelia Bence / De grande me hubiera gustado ser como Armando Bó / y tener una novia como Gene Tierney / ¿Es verdad lo que andan diciendo por ahí Gene Tierney que te has muerto?
Odio subir escaleras / estar solo / y perder al ping pong.
Y ahora / hablemos de sexo / Hacer el amor contra la tapia del colegio de las hermanas / con la luna ahí nomás / eso me gustaba.
Me gustaría robar la foto de César Vallejo fumando en París que tiene la Biblioteca Nacional / Me gusta fumar / Me gusta París.
Hay veces que pienso en el pasado y no sé si me gusta o no me gusta / ¿A quién no le gusta tomarse un cafecito en la vereda del Sorocabana ? / El Sorocabana es un bar que me gusta mucho / Una vez estaba solo / en la vereda del bar / y empecé a llorar / Pero eso ya lo dije / me gusta llorar / y odio estar solo. 





 
 Daniel Salzano  (Córdoba, 1941) Poeta, narrador, letrista, autor teatral, crítico cinematográfico  y  periodista. Ha publicado: Oh, beibi!  (1969), Versos que escribí para que tocara Jelly (1975), El libro del amador (1982), Flor de pasión (1983), No puedo dejar de quererte (1989), El alma que canta (1993), Los días contados (1996), El espadachín de la ciudad  (1999), El muchacho que no sabía llegar al fondo de las cosas (2003). Obtuvo el  "Premio Jerónimo Luis de Cabrera" (1998) y la  Cruz de la Corte de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, otorgada por el Rey Juan Carlos I de España (2001). Desde 1999 es Ciudadano Ilustre de su ciudad.  Ha colaborado con Jairo con quien ha compuesto varias canciones.