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miércoles, 17 de octubre de 2012

Ricardo Daniel Piña: Ortega no se va (fragmento).







Ricardo D. Piña






















Todos sabemos que Ortega no está
específicamente viejo
como para el depósito de las precoces estrellitas futboleras que han sufrido algún
tipo de “contratiempo”.
Es verdad que con treinta y cinco años la mayoría de los futbolistas se dedican
a otra cosa y abandonan la práctica activa del fútbol.
                       
Pero el burro no se termina.
Pareciera que nadie ni nada
lo puede acabar.
Encima. ¿Será verdad que Maradona lo quiere llevar a la selección?
El destino nos burla. Juega con nosotros y las paradojas.
Mirá! el burro fue suplente de Diego, cuando Maradona quedó afuera de la selección
en el mundial de EEUU por el caso de la efedrina...
(Te acordás que Ortega, en ese mundial, lo cabeceó a Van Der Saar, el gigantón
arquero holandés que se le paró al lado cuando Ortega simulaba una falta en el área holandesa? Se paró y de tan chiquito le pegó con la cabeza en la trompa. Y lo rajaron.
Te acordás? Fue medio cómico!)

En la tercera fecha del torneo local,
el burro le hizo un gol a Chacarita,
leyendo los movimientos
de las cosas y los seres  y ejecutando en consecuencia la belleza de una acción.
                       
Lo asistió al gol a Rivarola, debutaba en primera con solo diecisiete años,
que entró en el segundo tiempo.
Era el tercero. Era el empate.
Luego de ir perdiendo y de soportar cánticos de la hinchada de River en recuerdo
a las madres de los jugadores; River ganó 4 a 3 con el broche de oro del burro.
Todo el partido hubo un clima especialmente sórdido apestoso infernal
para una tarde de verano en Nuñez a 1300 metros del Río de la Plata,
en finales de agosto, con 32 grados.

El “burro” estuvo en el programa de fútbol de Alejandro Fantino, en américa televisora.
Le preguntaron por “pipo” Gorosito, que si estaba en riesgo su permanencia como técnico si River no ganaba...
Y él no decía nada.
Sonreía y contestaba cositas para salir del paso. Dejaba entrever que el respeto por los códigos en el fútbol es algo sagrado.
Fantino es un tipo piola que conoce esos códigos del fútbol
pero tenía que preguntar porque era su trabajo
y porque vive de eso en un multimedios.
Yo no lo disculpo porque
así empieza la obediencia debida...
...Todos se lavan las manos “me lo piden de arriba” -punto-...
Nadie manda en cana a nadie, nunca.  Y él tiene que saberlo.
No se puede dar una opinión basada en si un compañero dijo algo, o no lo dijo.
Y menos interpretar el porqué de alguna acción moral de algún compañero.
Eso queda para los psicólogos.
Y las viejas de la feria.
Y todos sabemos quién es quién
El “pelado” Almeyda estuvo
en canal trece.
Ya tiene 35 años. Había  abandonado el fútbol.
Macaya Márquez le preguntaba por su vuelta al banco de suplentes
y su entrada en el segundo tiempo.
El “pelado” apenas jugo unos minutos, entró en el segundo tiempo.
Y él respondía sobre los compañeros nuevos.
Que son muy jovencitos.
Que hay que formarse como un equipo “corto”. 
Nunca dijo que no la vieron ni en figuritas.
Nunca dijo que les falta para jugar en la primera de River. Que son de madera...
Solamente respondió que la defensa debería estar un poco más atenta
y “achicar” la cancha hacia adelante.
Que, como River jugaba sin delanteros, el esfuerzo era de los volantes, o sea, del “muñeco” y el “burro”. Que tenían que bajar a buscarla y trasladarla mucho hasta el arco rival.

Terminaron ahogados.
El muñeco tuvo que salir.
Almeyda decía que había sido muy mágico volver sentir el estadio de River
desde el pasto de la tarde.
Ortega, Almeyda
y el “muñeco” Gallardo jugaron juntos en el equipo ganador
de todo
de Ramón Diaz en los 90´s. Un equipo triunfador con los uruguayos Francescoli,
y Cedrés (que después fue a Boca, el traidor). Y Crespito que era un niño.
(Y que después se fue al Parma, a la Sampdoria y de ahí al Inter.) Y Pablito Aimar, otro niño (que luego lo compró el Valencia de España).

Ahora decidieron volver.
El “muñeco” Gallardo volvió medio roto.
En Francia le dieron ´pa que tenga y ´pa que guarde.
Dos por tres tiene que descanzar de alguna molestia.
Pero las pausas, los cambios de ritmo y cambios de dirección.
Las “pisadas” de pelota del muñeco son únicas en el mundo.
Francia fue testigo de eso durante varias temporadas.

Segundo tiempo. River empataba 3 a 3. Y en un pase de treinta metros, desde
la mitad de cancha, cruzando el lado izquierdo del mediocampo, al ataque del lado derecho.
La pelota volaba como un dirigible y apuntaba a caer detrás de la línea de la defensa.
(Una de las mejores armas ofensivas en un contrataque, es tirarle la pelota atrás de los defensores, a las espaldas.
Porqué, te preguntás?
Porque a los tipos los agarrás volviendo y entre que se dan vuelta y pueden controlar la situación, los pasas como poste caído.)
El arquero empezó a salir de debajo de los tres palos cuando la pelota venía por el aire porque se dio cuenta que los defensores se habían dormido.
El burro los tenía hipnotizados y les cantaba
“...arrorró mi niño, arrorró mi sol, duérmase pedazo de mi corazón...”
Después el arquero se dio cuenta que no llegaba hasta la pelota y sobre la marcha,
decidió volverse (todo esto lo hizo corriendo desesperadamente).               
Pero la fatalidad fue que, como al burro la bocha le había caído adelante,
frotó la lámpara maravillosa de Aladino,
salió el genio escondido,
y primero, la miró picar delante suyo.
Segundo: vio por dónde andaba el arquero.
Y lo ejecutó, rápidamente, para que no sufra.
Lo anestesió
de esta forma:

La pelota caminó por el cielo
como por un tubo invisible
que la llevaba,
en una parábola,
que iba desde su pie derecho 
hasta caer,
precisamente,
exactamente,
milimétricamente,
como una papa caliente
de dos kilos y medio,
adentro del arco del Club Atlético Chacarita Wonderland Beatiful People.
En esta secuencia,
el arquero volvía al arco corriendo
y la miraba volar colgada de los astros
era una estrellita fugaz
en pleno día. Corría.
La miraba subir en el cielo azul infinito
y mientras calculaba... 
El muchacho con el número uno en la espalda
se repetía en su cabeza y dudaba:
Bueno, me tiro.
¿Pero para dónde me tiro?
Y no... Mejor no me tiro.
Pero sí... Mejor me tiro.
No, no me tiro.
Me tiro. Pero adónde me tiro, carajo!
Mejor no. No me tiro.
Sí. Sí. Sí, me tiro.

Y siguió corriendo.
El segundero transcurría en fugacidad total,
pero él iba calculando la parábola,
mientras regresaba a su arco.
Y la pelota marcó
el punto más alto de la curva
(el punto de Cournot en un gráfico de utilidad )
empezó a caer.
Ya se había hecho fatalmente tarde.
El arquero se tiró...
Pero la bola cayó tan rápido
y tan pesada, que el tipo,
aunque voló hacia adelante
y tiró el manotazo
para sacarla
por un costado,
terminó clavado
adentro del arco
como un murciélago
enredado en la red.



El sufrimiento y la impotencia le han dado al mundo el poema universal de la resistencia
al abandono del último ídolo riverplatense.
Fue editado una mañana bien fría
del jueves 4 de septiembre de 2008
en Estudio La Serpiente De Gas.
Y esta segunda edición fue hecha el martes 25 de noviembre de 2008 e impreso posteriormente en “No Hay Cuchillos Sin Rosas” al cuidado de María Gómez para Eloísa Cartonera.
Dejo constancia que hace veinticinco días
                               Basile se fue de la selección.         
      ¡Grondona prefirió a Maradona en ese lugar!





“...esto es dialéctica pura...” cantaba
el polaco Goyeneche, desde la radio...


...es el fin?



Ricardo Piña (Buenos Aires, 1962). Poeta y gestor cultural. Ha publicado: Sentimiento Bielsa (2004) Ortega No Se Va (2009) y La Bicicleta (2010). Ha sido incluido en diversas antologías y colabora en el proyecto editorial Eloísa
Cartonera.