Alejo Carbonell |
Lo notable es cómo
llega la savia hasta las ramas más altas
Buscando
un espiral subí a un banquito
para
mirar arriba de la heladera
y
encontré un porro bastante entero
entre
las hebras de pelusa engordadas por la grasa de la cocina.
Ni
mis padres ni mis hijos
saben
que en esta casa se fuma marihuana
son
muchas las cosas que dejamos sin decir
las
cosas que no sabemos.
Papá
tiene ochenta y un años
sesenta
de servicio al partido
sale
a caminar de esquina a esquina con un
bastón
la
gente grita y él levanta el brazo
con
el reflejo de un caudillo,
ni
escucha las palabras ventosas que llegan
desde
una motito cincuenta, una bicicleta
saluda
sin voltear la cabeza
para
no perder el equilibrio
y
los días que anda bien me cuenta puteríos
de
los escritores que admiro y con los que compartió
una
reunión clandestina o una pensión.
Papá
y yo somos una célula.
Ahora
adhiere al gobierno nacional,
tenemos
una hipótesis de conflicto en el seno familiar.
Claramente
su posición está alineada
con
el partido, alineado
pero
hay un manto de piedad sobre la cuestión.
No
es un tema de fondo
estamos
de acuerdo en que este gobierno
apuesta
por desclasar los sujetos y los objetos.
Sus
amigos del pueblo quieren declararlo ciudadano ilustre
y
un poco prendió la idea.
El
otro día me pidió una opinión:
le
dije que sus amigos querían inaugurar
una
larga lista de ciudadanos ilustres que los incluya.
Mamá
salió de la pieza como un rayo
para
agregar que él no luchó tanto
para
que le entreguen un certificado.
Ella
es el brazo obrero del asunto
la
que impide que esteticemos la pobreza
la
que exige que hagamos literatura
sin
apología del entorno.
Soy
un adulto en su meseta expansiva
y
la espalda de papá es una curva libre y veloz.
Ya
hace años que me delegó
las
tareas de un secretario político
así
que fue al bar
que
no es un bar sino la cantina de un club
y
en pleno aperitivo del sábado
dijo
en la mesa numerosa
que
se pierdan la ciudadanía ilustre por el culo.
Así
están las cosas
le
dije que no acepte un premio
de
las instituciones burguesas
y
me guardé que no podré llorar su ausencia
ni
remotamente como la de Spinetta.
A cada Gramsci su
Vaticano
Discutamos
esto:
ante
los conatos revolucionarios
el
vaticano doméstico fue el progresismo.
Cuando
la derecha avanza
el
que otorga créditos a la orgánica manzanera
es
el progresismo.
Hace
rato que los peronistas
no
tienen un gesto que los nombre
–meter
las patas en la fuente hoy
sería
una intervención artística–
dos
bombas de estruendo y todos a militar por internet.
El
auxiliar contable de la historia
el
que le pone nombres pretenciosos a sus herramientas
el
que baja las persianas del boliche cuando se corta la luz
es
el progresismo.
Ya
lo dijo el gaucho con hemorroides:
quien
tiene culo, tiene miedo.
Alejo Carbonell
(Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1972) Poeta, narrador, guionista de
historietas y editor. En poesía ha
publicado: No nada nunca (1995); Pescados (2007); Rocamora
(2008); Sendero luminoso (2013). Participa en la editorial Caballo
negro y es miembro del staff organizador del Festival Internacional de Poesía y
del Festival Internacional de Literatura de la ciudad de Córdoba.