Mateo Díaz Choza |
Funeral
II
Respiro soledad asolada
entre el sol y la tierra revuelta,
los huesos y el horrísono estruendo;
entre el puente suspendido sobre
la nocturna chilla de las aves;
entre la muerte que se aposenta,
la oración y los mudos espasmos;
entre la vida y una bocina
que en vilo levantan mis entrañas;
entre la vida que me abraza,
fantasmas y ciegas prostitutas;
entre la vida resplandeciente
sobre mi cadáver exquisito;
entre dos silencios que conversan
la muerte la
vida la vida la muerte.
Respiro soledad asolada
solamente
en mi mente sola.
Microcosmos
IV
Distancia que se aguza adentro
aguja que repuja
instancia que me muerde lento
aspiro o esperpento
distancia que se va testando
mientras solo respiro
solo transpiro
y secreto
secreto
secreto
(Todos
vuelven – Vals)
Todos vuelven
al lugar donde nacieron
y la tierra revuelta
espera henchida
como grutas que se abren,
mientras que nosotros
antes del retorno
entonamos cánticos inaudibles,
ya sea en tus sacras paredes
y en el espesor de tus altares
o durante la ceremonia solitaria
de dos personas
que se aman;
aunque ya intuíamos
(porque
nunca
se supo nada)
que el recorrido era
un enorme cuerpo
en el que extremidades
se engullen y defecan,
un único cuerpo
torpe
inmenso irremediable
que se devora a sí mismo
cual un tambor que suena
una y otra vez;
porque a ciertas horas
tus calles se asemejan
al terrible monstruo mitológico
de las cabezas y gusanos,
a ciertas horas aparece
la grotesca sonrisa de los
geniecillos encorcetados,
a ciertas horas son tus cavidades
un camino hosco
e insondable,
porque en la hora incierta
no importa la ceguera de la tierra,
ni el agudo grito del ave
que sobrevuela,
ni siquiera los incestuosos
espasmos que ocasionalmente
nos asedian,
en la hora incierta
todos
vuelven,
pero el lecho nunca se cierra
y el susurro nos acompaña
como un río que
ya no existe.
(De Av. Palomo)
APENAS DESPIERTO, el simio se ha acercado al arroyo y
lo contempla: vacías relucen las cuencas de sus ojos.
El viento bruñe el espejo desde el día del ardor, pero
hasta ahora nada refleja.
La palabra se ha marchitado antes de ser pronunciada.
Cantos
goliardos
(canciones
a María Magdalena y otros réprobos o condenados)
I
El más simple de los oficios
es también el más antiguo
que practicaron los primeros
moradores de estos bosques.
Ser extensa playa
donde los cormoranes
tienden
sus velámenes
después de la travesía
o cercano monte
que recibe en su seno
al
ciervo herido.
Tal como el vino
en
boca del llagado,
la miel sobre las plantas del descalzo:
María, deja tu tristeza
y
acoge en tu templo
a
los que claman por entrar.
No temas las piedras
que
lancen los herejes,
en el fuego de tu cuerpo
agonizan las hogueras,
ni
a la muerte si admira
el negro espejo de tus cabellos.
Antigua es la piedad que nos ofrendas:
si nuestro padre te expulsó de sus dominios
para castigarte;
el hijo, al cambiar los palos por las palmas,
nos enseñó a adorarte.
(De Libro de la enfermedad, inédito)
Mateo
Díaz Choza (Lima, 1989) Estudió literatura en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Ha publicado Av.
Palomo (2013) y ha sido coeditor de Recitales
Ese puerto existe. Muestra poética (2010-2011) (2013). Está próximo a
publicar Libro de la enfermedad,
poemario que ganó el Concurso de Poesía - Juegos Florales de Barranco (2013),
organizado por el Centro Cultural Juan Parra del Riego, la revista Caretas, la Embajada del Uruguay y la Municipalidad de
Barranco.
Sobre la poesía de Mateo Díaz Choza:
Es otra de las voces más jóvenes de la poesía peruana.
Publicó su primer poemario el año pasado, 2013, logrando en aquel mismo año
ganar el Premio de los Juegos Florales de Barranco. En esencia, se trata de una
poesía en la que se vislumbra una preocupación por lograr el uso de las
expresiones precisas, por intentar dejar atrás las grandilocuencias y ocuparse
en la elaboración de imágenes potentes que revisten temas diversos como la
muerte, la religión, o la recurrente reflexión sobre personajes históricos
bíblicos o paganos, usando generalmente un tono que, por momentos, se alza como
un réquiem o un lied.
Mario Pera: Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente
Pesa. Pesa bastante y suele abrumar a no pocos el
saber que, de algún modo, eres heredero de las palabras de algunas de las más
grandes figuras de la poesía en lengua hispana. Tener entre esos “ascendientes
poéticos” a escritores de la talla de Eguren, Westphalen, Adán, Moro, Churata,
Eielson, Varela, Hinostroza, Cisneros o Watanabe, quienes conforman un
concierto bien afinado de voces, es una piedra muy pesada en el bagaje de
cualquier poeta. Y no hablo aquí de Vallejo por un olvido involuntario, sino
porque, por el altísimo nivel de su poesía, considero que este ha pasado a
formar parte de la tradición poética mundial, y no sólo de la peruana. Todos
estos poetas mencionados, y varios más, han elevado una valla tan inexpugnable
como espléndida para quienes apuestan en estos días por escribir poesía en el
Perú y publicarla. Siempre con la intención de estar a la altura de una de las
tradiciones líricas más sólidas e importantes en el siglo XX, como lo es la
peruana.
Sin embargo, llegados al nuevo siglo
y luego de un par de décadas en las que hubo un ensimismamiento de la poesía
peruana contemporánea (creo producto del conflicto social interno y de la
política represiva que gobernó el país en esos años), han saltado a la arena
nuevos autores quienes se encuentran en la ardua tarea de redefinir y
configurar un norte para la poesía escrita en un país que, valgan verdades,
poco o nada valora y aprecia la trascendental función que para su cultura,
identidad y desarrollo ostenta la poesía. Estos noveles poetas, quienes
iniciaron su obra en los primeros años de la década del 2000, y otros a partir
de la década del 2010, continúan en un caso condensando su propuesta y, en
otro, en plena indagación y estructuración de un proyecto poético personal.
Es en este panorama, quizá no tan
alentador, que han surgido las voces de poetas los que no tienen nada en común
pero que, de tenerlo, ese único punto es, a mi juicio, la responsabilidad y
voluntad férrea con la que abordan su labor creativa para acercarse (o
alejarse) del hecho poético y transitar por el centro y los límites, nunca bien
definidos, de la poesía.
En Mirando sobre el heno. Muestra
de poesía peruana reciente, mi intención es el
ofrecer una mirada a la poesía de autores peruanos nuevos, cuyo trabajo me
parece atendible y serio. Poetas a los que de manera arbitraria califico como
“jóvenes”, pese a que para muchos, sea por edad o por los méritos logrados por
su obra, ya no lo son. Como bien sabemos el criterio de juventud siempre tendrá
sus reparos, más aún en la poesía que es un terreno en el que aquel es un
concepto aleatorio, siendo que esta vez me decidí por fijar el límite de
selección para poetas que a la fecha (diciembre de 2014) han cumplido, máximo,
los 35 años de edad.
Se trata de poetas que han iniciado
su camino con la venida del nuevo siglo y quienes han nacido en distintas zonas
geográficas del país, por lo que proceden de entornos sociales y culturales
disímiles entre sí. Doce poetas peruanos, ocho de la capital y cuatro de
provincia, repitiendo estos mismos números en cuanto a género. Lo que espero
proporcione una visión general, jamás total, de lo que los poetas recientes
vienen creando por este lado del mundo.
Por supuesto, la presente muestra en
ningún momento pretende ser restrictiva o excluyente, y menos aún del tipo
canónico, pues ello sería un completo absurdo y, más, una necedad. Mi propósito
se centra aquí en dar a conocer parte de la obra lírica de jóvenes poetas
nacidos en Perú que, en mi criterio, merecen ser leídos con atención.