Washington Benavídes |
Un poco más sólido que el aire
Casi desparramado,
bajo el quincho solidario
pasan “músicos” que hace tanto
no venían a estos árboles,
los músicos son unos pajaritos
de mediano tamaño, el dorso de color marrón oscuro,
casi acanelado el pecho.
Siempre en bando. Rápidos y fugaces
sobre la avena estéril, sobre los pastos
recién cortados por un operario.
Cantan. Una música que huele a pasto,
a reflejo de las nubes en la acequia,
a urgencias de apareo.
A dulce clima.
Ya se fueron. Volaron hacia otros campos.
Las desafinadas langostas verdes tratan
de mejorar sus arreglos
(No sea que Nicolo –el gran violinista
iracundo- les quiebre sus arcos).
Sigo despatarrado. Increíblemente, una
perdiz chica pasa junto a mí, sin empacho
ni miedo. En otros tiempos…
Al fin veo a una viudita blanca.
(Desolado ante los desmanes de los
fundamentalismos, fustigan mi visión:
garrote vil, torres con horcas,
hachas fulmíneas, lapidaciones, Rocas Tarpeyas,
“la solución final” con cámaras de gas,
piras humanas de la Santa
Fe, cruces romanas,
venenos socráticos, elixires borgianos,
inyecciones letales, sillas eléctricas,
fusilamientos, la “refalosa” de federales
y unitarios, los despenadores oficiales
de los ejércitos, la espada isabelina,
el puñal tribunicio, el sicario de trece
apuntando y acertando. Los degolladores
de Barranca Yaco, la cabeza del Chacho
Peñaloza, los niños del último ejército
guaraní ante el sádico Conde D’eu;
los N N de cualquier territorio…)
Salto, como mordido por crucera.
El tiempo está cambiante y de la Cuchilla
de Haedo baja en carretón siniestro
una tormenta.
También asoma en la dulzura de este
mundo, una Tercera Guerra nada fría.
¿A los señores de la guerra no enfrentarán
los hijos de la patria grande?
Seis variaciones para un armonio de cristal
(electrónico), porXoan Zorro.
“La muerte no es el final
Es
sólo zona de parking.”
Jack
Spicer.
1
La máquina alterada.
La gran nuez de la cima
parece no soportar una avalancha
ni una modesta ardilla.
El cordaje del cuello desafina
como un arpa
tocada por secretas carcomas
y en su ropero
el viejo corazón como dijera
Jean Cocteau:
“Hoy,
no se lleva”.
Y para abajo mejor es no meneallo.
Sin embargo, mi amigo –viejo amigo-:
La muerte no es el final
Es
sólo zona de parking.
2
Corriendo por el césped
maravillosas piernas de muchacha
acompasadas por las fuertes piernas
del mozo que la cuida
como a la niña de sus ojos
que eso es para él
Esa muchacha de piernas admirables
corriendo por el césped
ascendiendo entre tilos
va la pareja por el Parque de Los Aliados
corriendo tras el arco
de la
Alianza
Ella con piernas dignas de Artemisa
Él, con algún calambre,
sin perderle pisada. Desesperadamente,
tras
la niña de sus ojos.
3
El hombre arrolló la bandera
que en ese instante comenzaba a ser
candidata a los trastos polvorientos
del
altillo.
Iba a encender un cigarrillo. Lo pensó
mejor, y sus dedos volvieron
a depositarlo en la cajilla.
En ese acto (casi reflejo) saltó
de su bolsillo aquella vieja desteñida foto
(quien
la viera, de paso, arriesgaría
a
decir: es una foto
de un
niño o de una niña).
El hombre la miró. Respiró hondo
Y
volvió a desplegar
la
bandera.
A
Juan Gelman.
4
No era un templo era una sala
de
cinematógrafo
por lo tanto era un templo además
de
una sala de cinematógrafo
y en esa sala/templo, el muchacho veía
por
undécima vez
“La General” de Búster Keaton.
Sabía perfectamente cuándo saltaba
como
una liebre la imagen
de
los viejos rollos
esperaba con unción el instante
de la
deshonra del maquinista
ante
su novia
seguro que iba a reconquistarla y liberarla
del
laberinto de rieles
y ejércitos enfrentados
del Norte contra el Sur.
Además, sonreía, con la seguridad secreta
que
desde la próxima
exhibición
él sería el maquinista
él
sería Búster Keaton
y
alcanzaría los créditos
que
la vida se empeñaba en negarle.
5
El pobre Mozart
alcanzó su gramo de felicidad
ya acosado por la muerte cuando escuchó
al
mozo de la carnicería
cantar
un aria de Papageno.
Con esta anécdota se alentó el desconocido
autor
de canciones.
¿Quién dice? A
lo mejor…
6
“El mirlo canta y la bebé ríe,
A
medio camino en el siglo del
Horror.”
Kenneth
Rexroth.
Dulce Camila
fuerte Natalie:
maravillosas hijas de mi hijo
nietas de la alegría
poseedoras de un coraje casi borrado
de los escritos de este mundo.
Al borde del Milenio, Camila:
cédeme un poco de tu ternura honda
que me sabrá a un trago de agua
en el
corazón del verano.
Préstame tu energía, dorada Natalie,
dibújame constante, como de niña
fundabas árboles, casas , padres, gatos
bigotudos.
Ustedes caminarán
por tiempos que han alarmado
la
imaginación o la conciencia
de
los hombres
y sé que
vuestros pasos llevarán
nuevas
luces, dínamos
de
pureza
para mañanas que no serán ojos
de ciego/ muletas
abandonadas entre las ruinas de la guerra.
Ustedes llevaran como un nuevo testamento
el
deseo de todos nosotros
(los
conocidos, los desconocidos)
de que el siglo que adviene prohíba
toda
prohibición
y el horror se desvanezca
como la niebla de un pantano.
Washington
Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930)
Poeta, traductor y músico.
Entre sus
últimos títulos publicados se hallan: "El
mirlo y la misa" (2000); "Los pies clavados" (2000); Un viejo
trovador" (antología) (2004); "Dracmas" (2005); "Diario del
Iporà (2006); "Sonetos del Batoví dorado al gabinete del Dr Caligari"
(2008); "El frasco azul" (2011); "Tata Vizcacha" (reedición,
2012); "Como un comanche" (seis libros inéditos, Edición homenaje del
Ministerio de Relaciones Exteriores,2012); LIBROS de heterónimos: "Amarili
y otros poemas" Pedro Agudo( 2007); "Doce canciones amorosas
(bilingûe) Juglar Xoan Zorro( 2010); "Asuntos del falsificador" John
Filiberto(2012).
Ha traducido a : Guimarães Rosa, Oswald de Andrade,
Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de Sant’Anna.
Sus poemas y canciones han sido musicalizados y
grabadas por: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Héctor
Numa Moraes, Carlos Benavídez, Los Olimareños y Los Zucará.