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martes, 6 de octubre de 2015

Gabriel Jiménez Emán: NIHILISMO Y CRÍTICA SOCIAL EN ALLEN GINSBERG


Allen Ginsberg




 

I

Hay dos figuras referenciales en el mundo de Allen Ginsberg: Walt Whitman y Vachel Lindsay. Ambas sembraron en él nutrientes para construir una poética alimentada con las mejores fuentes de rebeldía en los Estados Unidos. A Whitman lo encuentra cien años después en los pasillos de Un supermercado en California hurgando entre frutas, duraznos, el neón, las penumbras y los corredores con maridos o bebés, donde de paso se topa a García Lorca junto a las sandías. Ginsberg puede pintarnos a Whitman, viejo solitario y crápula, hurgando entre las carnes en el refrigerador y mirando de reojo a los muchachos del almacén. En este poema en prosa – donde Ginsberg se identifica con la homosexualidad de su maestro--  recorre con él el supermercado probando golosinas, y después fuera del local van ambos por las calles solitarias soñando con una América perdida. En este poema hay una prefiguración de otro que no por casualidad tiene el título de América: nación inmersa en la “guerra humana” que usa la bomba atómica y sobre la que el poeta se pregunta: “América, ¿por qué tus bibliotecas están llenas de lágrimas? / Me disgustan tus locas exigencias (…) Tu maquinaria es demasiado para mí / tú me hiciste querer ser un santo”.
            En Vachel Lindsay se inspiró Ginsberg para recorrer Estados Unidos leyendo sus poemas ante grandes auditorios, e intentando recuperar la condición de bardo de multitudes, de trovador acompañado de música y gestos teatrales, como lo hacía Lindsay yendo de casa en casa y diciendo sus poemas a cambio de comida o alojamiento. A Vachel le dedicó un poema “A Lindsay”, donde al final le ve sentado con sus tirantes en una cama: “la sombra de tu mano levanta una pistola sobre tu cabeza / tu sombra cae sobre el piso”, dice de modo conmovedor.
            Ginsberg y sus amigos del grupo Beatnik, (Ferlinghetti, Kerouac, Burroughs, Kesey y Corso, entre otros, no todos necesariamente escritores) emularon esta actitud de bardos públicos que combinaban su nihilismo con la crítica social en un momento tan decisivo para la cultura del siglo XX como la década de los años 60 en el siglo XX, en que la política bélica de las potencias y las megacorporaciones de Estados Unidos estaban causando estragos en el mundo (lo cual no cesa hoy, y es por ello, entre otras cosas, que están tan vigentes), los beatniks coparon entonces la escena con sus actitudes contestatarias, rebeldes y bohemias que motivaron y movilizaron no sólo a numerosos jóvenes de su país, sino de varios países americanos y europeos donde su radio de influencia se dejó sentir, especialmente en Francia y en América Latina. Venían los beatniks de admirar a los músicos de jazz (negros que habían logrado una expresión a contracorriente de la cultura blanca) y luego pasarían a formar parte de una serie de movimientos donde se destacan los hippies, el underground, los happenings, el camp, el action painting, la experimentación con drogas (que dio origen al arte psicodélico y al pop, y no a una mera drogadicción), el rock ácido y el cine francés de la nouvelle vague irían todos ellos a constituir un movimiento contracultural donde participaban movimientos filosóficos o psicológicos como el marxismo, el existencialismo, el budismo oriental y el psicoanálisis en autores como Jean Paul Sartre, Albert Camus, Theodore Rozack, Herbert Marcuse, Norman Brown, Alan Watts o Susan  Sontag. Tales experiencias atentaban contra la cultura institucional (rígida, heredada, diseñada y difundida por los mass media para que nada cambiara) y a la postre vendría a definir el mercantilismo aupado por el capitalismo, la dominación ideológica llevada cabo por el cine de Hollywood (al cual los beats llamaban disneynisación) y el uso de una tecnología desenfrenada, propiciadora del consumismo.
Justamente, Allen Ginsberg se convierte en uno de los adalides de esta nueva actitud, expresada  a través de sus desenfadados versos torrenciales, enumeraciones delirantes y un brillante coloquialismo, imperfecciones deliberadas que llevan implícitas una crítica al arte “hecho” o “equilibrado” que ostentan los perfeccionismos formales europeos como el clasicismo, el simbolismo y luego el modernismo hispanoamericano. En 1955, Ginsberg publicó su Aullido en Inglaterra y al año siguiente en San Francisco, donde se deja llevar por una marea de asociaciones libres de la mente, por un caudal que puede ser violento o estridente (aunque diferenciado del surrealismo) pero también musical y encantatorio, poblado de prosaísmos vigorosos que implican todos ellos una tensión. “Estoy contigo en Rockland / donde las facultades del cráneo ya no admiten los gusanos de los sentidos (…) Estoy contigo en Rockland / donde golpeas en el piano catatónico que el alma es inocente e inmortal y no debería morir impíamente en un manicomio armado.”
Asimismo, Ginsberg deja ver lo más desnudo de su condición judía en Kaddish y otros poemas (1960),  libro donde a partir del lamento por la muerte de su madre, hace una descarnada autocrítica donde predomina una visión caleidoscópica de la realidad que incluye descripción de calles, establecimientos, estaciones, oficinas, carreteras, bahías y paisajes de todo tipo; recurso que le permite la identificación plena de lugares determinados, y con ello la precisión de un topos muy suyo (Ginsberg nació en New Jersey en 1926) pero también una condición mental interior: “Polvosos sacos de correo llenándose / 1948 N.Y. octava avenida fue / o cuando Peter conducía el camión / de corres 1955 / desde el anexo rincón / resplandor de luces brillantes en el parabrisas / temblor de adrenalina en los hombros (…) No será ocioso anotar que Ginsberg, antes de estudiar en Columbia, fue portero, cafetero, marino y reseñador de libros en la revista Newsweek. También un activo fotógrafo y memorialista de su generación, con varios libros de fotografías editados. Muchas de éstas fueron expuestas en el Museo Whitney de Nueva York en 1995, dentro de una gran exposición que se dedicaría al revolucionario grupo. Otros libros suyos que debemos mencionar son Espejo vacío (1960), Sándwiches de realidad (1963) y Noticias del planeta (1969). El poeta dejaría de existir en 1997.
Creo que le debemos a este poeta el haber realizado una crónica alucinante de la realidad, una lectura transfiguradora que es a su vez una mirada lúcida y crítica de su país, con todo lo que ésta logra cuando desnuda desde conflagraciones bélicas hasta la vida en tugurios, burdeles y aventuras amorosas y existenciales, experiencias con drogas en textos que pueden parecer letanías, evocaciones o constituir en si mismos imágenes abigarradas de ciudades que revientan en su paradoja de lujo y miseria, de placer y muerte, de amor y de horror.

II

En el año 1985 estuve en Roma, Italia, asistiendo a un Festival Mundial de Poesía en Villa Borghese, junto a los poetas venezolanos Carlos Contramaestre, Ramón Palomares y Enrique Hernández D’ Jesús. Había escritores de diferentes nacionalidades. Entre los muy conocidos que recuerdo estaban Juan Gelman, Alberto Moravia, Allen Ginsberg, Gregory Corso (a quien Ginsberg salvó de la locura por medio de la catarsis poética) y Leroy Jones (Amiri Baraka) a quienes me acerqué un rato para charlar con ellos. Saludé a Ginsberg y a Corso; recuerdo que Corso libaba frenético de una botella de whisky y me ofreció un trago, que inmediatamente acepté. En cambio Ginsberg aspiraba extasiado un cigarrillo de marihuana; al rato subió al escenario pero no a leer sus poemas, sino a tocar el banjo. Acompañó con el instrumento a un grupo de jazzistas y cantantes country, y lo hizo muy bien.
En el fondo, los beatniks fueron unos trovadores que decían a la gente sus poemas o canciones, como lo habían hecho Whitman o Lindsay, y como luego lo harían Bob Dylan, John Lennon o Tom Waits; en América Latina serían Víctor Jara, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Alí Primera, Ismael Rivera, Juan Luis Guerra o Rubén Blades; en España Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina; en Francia Georges Moustaki y en Canadá Leonard Cohen. En fin, cantautores, trovadores y jazzistas influirían en un buen número de escritores y músicos en varios países; en Venezuela los ecos de Ginsberg y los poetas beat se hacen notar en la poesía de Víctor Valera Mora, Caupolicán Ovalles, William Osuna, Jorge Nunes, Julio Valderrey, Gabriel Jiménez Emán, Benito Mieses y Antonio Robles, entre otros. En el fondo, a quienes hacemos caso omiso de los convencionalismos cívicos y de las poses de poetas “exitosos” laureados o premiados por academias (incluyendo al aburrido Premio Nobel, al que Jean Paul Sartre rechazó con toda razón) le debemos algo a Ginsberg, principalmente por haber tuteado a nuestro abuelo Whitman e invocado al entrañable García Lorca, pero también por incluir en su lista nada menos que a Mahoma y a Cristo: los acercó a todos ellos a nosotros y con ello nos aproximó también a una actitud más fresca y sincera de apreciar la literatura; a ser más humanos y auténticos en el momento de asumir nuestras responsabilidades personales,  sino con el objeto asumir un compromiso social como agentes históricos que somos,  renunciando a los clisés e imposiciones del poder, y poder despojarnos de prejuicios para vislumbrar, con mayor ecuanimidad, caminos más libres de transitar la condición humana.


G.J.E, E.M., Caracas 2015
Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950), escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética.Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009) y Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La parada literaria, Barquisimeto, 2011), Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Ediciones Rótulo, San Felipe, Estado Yaracuy, 212), Cuentos y microrrelatos (Monte Ávila Editores Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, Caracas, 2013), Gabriel Jiménez Emán. Literatura y Existencia. Valoración Múltiple de su obra Varios autores (Imaginaria, San Felipe, estado Yaracuy, 2013).
En el campo novelístico es autor de La isla del otro (Monte Ávila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, 1991), Mercurial (Planeta, 1994), Sueños y guerras del Mariscal (Tres ediciones: Sueños y guerras del Mariscal, Ediciones B, Bruguera, Caracas, 2007; Sueños y guerras, Fondo Editorial Eugenio Espejo, Quito, Ecuador, 2010; Sueños y guerras, Alba Bicentenario, Narrativa, Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba, 2012)), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, 2004) y Averno (El Perro y la Rana, 2007).
Sus libros de ensayos literarios son Diálogos con la página (Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1984), Provincias de la palabra (Planeta, Caracas, 1995), Espectros del cine (Cinemateca Nacional, Caracas, 1998), El espejo de tinta (Fondo Editorial Ambrosía, Caracas, 2007), Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (Biblioteca Básica Temática, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Caracas, 2004), El contraescritor (Editorial El perro y la rana, Caracas, 2008) e Impreso en la retina. Crónicas de un adicto fílmico (Universidad Experimental de Yaracuy, San Felipe, Estado Yaracuy, Venezuela, 2010).
Es autor de los libros de poesía Materias de sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, Caracas, 1978), Baladas profanas (La oruga luminosa, San Felipe, Estado Yaracuy, 1993) y Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial del Caribe, 2007), Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006 (Monte Ávila Editores, Caracas, 2010).
Ha realizado una amplia labor como investigador y antologista, entre cuyas obras se encuentran: Relatos venezolanos del siglo XX (Biblioteca Ayacucho, 1989), El ensayo literario en Venezuela (La Casa de Bello, Caracas, 1988), Mares. El mar como tema en la poesía venezolana (Banco Unión- Ateneo de Caracas, Premio ANDA, 1990), Ficción Mínima. Muestra del cuento breve en América, (Fundarte, Caracas, 1996), Noticias del futuro. Clásicos literarios de la ciencia ficción (Fundación Editorial El perro y La rana, 2010), En Micro. Antología del microrrelato venezolano (Alfaguara, Caracas, 2010). Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico. Dirige Imagen. Revista latinoamericana de Cultura, publicación del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (Caracas, Venezuela, 2013).
Vivió cinco años en Barcelona y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Oporto, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito. En el terreno cuentístico es autor de