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jueves, 25 de agosto de 2016

Washington Benavides: EN LA CORRIENTE OSCURA…




Washington Benavides
























De qué río
De qué torrente interminable
De la conciencia
De que trasfondo de tacho o de tesoro
Del subconsciente
De qué novedad o reiteración de lo diario
De lo que pisan tus pisadas
De tus pies desnudos en la claridad
Del agua del Iporá sobre arenas
Dignas de escribir en ellas con algas
Y mojarras de plata escapadas
De un panel constructivista de Don Joaquín Torres García.
Escribir en ellas lo que no pudo Shelley
Lo que no dijo Gerard de Nerval
En la Rue de La Vielle Lanterne
Colgado como un pobre bufón
En las manos delicadas de niñas de 
tapices de Goya y sus peleles
Lo que no alcanzó, el desdichado Edgar Allan Poe
Después de escribir The Raven
 o la Caída de la Casa Usher
lo que escribieran Keats o Isidore Ducasse
antes que la Inevitable los cegara
a los 24 años
Lo que escribiría Byron
Debatiéndose contra la fiebre en Misolonghi
Lo que nos dejara testamentariamente
Julio Herrera
Viendo su corazón partido
Y su cabeza envejecida y su amor
Imperecedero por Julieta
Basta!
Déjenme jugar mi Rayuela
Ayúdenme por mi Pata Coja
Sosténganme
Junto a Nené y Pablo infatigables!
Quiero escribir y no es que me salga espuma Vallejo torvo y grande
Quiero escribir lo que te falte Amigo
Quiero extender mi manto a tus flaquezas
Quiero ofrecerte lo que no tengo a mano o a la pata coja
Pero te ofrezco mi corazón aunque esté sostenido
Por marcapasos y por cuidados
Ineludibles
Ayer corría por el baldío de mi barrio
Tras la embarrada pelota
Ayer miraba en el espejo mi bozo azul
Ayer descubría una muchacha
Para salvar con nota la escuela de la vida…
Hoy soy lo que soy. Un viejo trovador
Que no se rinde…

(Montevideo, Agosto 2016)


Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y músico. Ha publicado, entre otros títulos: Tata Vizcacha (1955); El poeta (1959); Poesía (1963); Las milongas (1965); Los sueños de la razón (1967); Poemas de la ciega (1968); Historias (1970); Hokusai (1975); Fontefrida (1979); Murciélagos (1981); Finisterre (1985); Fotos (1986); Tía Cloniche (1990); Lección de exorcista (1991); El molino y el agua (1993); La luna negra y el profesor (1994); Los restos del mamut (1995); Moscas de provincia (cuentos, 1995); Canciones de Doña Venus (1998); El mirlo y la misa y Los pies clavados (2000).
Entre  los autores que ha traducido se cuentan: Guimarães Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de Sant’Anna.

Sus poemas han sido versionados en canciones por artistas como Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Alfredo Zitarrosa, Héctor Numa Moraes, Larbanois-Carrero y Abel García entre otros. Como por ejemplo: Como un jazmín del país, Cuando cante el gallo azul, Milonga del Cordobés, Yo no soy de por aquí, etc. Una selección de sus canciones fue publicada en 2013 bajo el título Tanta vida en cuatro versos (un cancionero) por el sello Solazul ediciones, con prólogo y selección a cargo de Diego Techeira. El mismo autor y bajo el mismo sello editorial publicó en el año 2010 el único libro de crítica dedicado al poeta: La Voz el Conjuro: Washington Benavides y su obra.

Rogelio Ramos Signes: Poemas




Rogelio Ramos Signes























DONDE PASADO Y PRESENTE SIGUEN SIENDO UNA CUESTIÓN DE TIEMPO

Como si mirara hacia un punto inquietante
agobiada del presente que la oprime
bruñe por simple inercia las antiguas cucardas.

Habla del viejo colegio.
Habla del padre muerto en juventud.
Habla de unas amigas siempre prontas para el festejo.

Yo sé que a esta altura del poema ella siente frío
y es niña todavía para tanto ajetreo.


ZANJAS AL RIEGO

Sucedió en este pueblo
que historias que venían de lejos
un día se tocaron / y sus autores
(ella y yo para ser más exactos)
fuimos felices en la lejanía
mientras nos hacíamos promesas,
pero nos poníamos tristes al encontrarnos
y luego de los menesteres de la cercanía
con caricias, o no / horizontales, o no.
Y culpamos por esas privaciones
a los designios de un oráculo gitano
que estaba en nuestra contra,
y tejimos una historia de enredos
donde dos más dos nunca daba cuatro,
y las coordenadas se juntaban
en medio del desierto o en el fondo del mar,
que es más o menos lo mismo.
Tal vez la historia fue complicándose
o fuimos nosotros quienes no supimos
abrirle zanjas a tanta agua de riego.
Por eso, al correr de los días
sólo quedó el desconcierto
en esta jungla de únicamente lluvia.
Así fue desapareciendo la alegría
(por supuesto)
y ya se sabe que en este juego de las lágrimas
quien llora primero llora dos veces.


COMO UNA SILLA DE MÁRMOL

Y me dio un reloj que no andaba
y el reloj marcaba un tiempo
de otros tiempos, cuando las mujeres
saludaban entornando los ojos
y yo dije (en tono solemne,
estúpido como siempre)
“Un reloj detenido puede ser
un buen pisapapeles.”
En esta parte de la historia me despierto
mientras la lluvia le impone silencio a los tejados.
¡Perdón, mujer desconocida,
sé que nunca más aparecerás en mis sueños!
Pero vuelvo a dormirme,
solo y triste, como una silla de mármol
en un baile de egresados,
sin saber si el tiempo de las colaciones
sucede en una cama.
Mujer del detenido reloj
que no volviste a aparecer en sueño alguno,
perdóname.
Como van las cosas
lágrima serás, gota de esperma ocasional.
Serás, no sé, no sé,
algún océano.


QUITÁNDONOS LA MÁSCARA

Yo soy el que atiende el bar en tus sueños,
el que te abre la puerta del baño de damas
y te espera en la puerta del baño de caballeros.
Yo soy la célula vegetal que te convierte en carnívora,
el ciclamato de sodio que endulza tu café y amarga el mío,
el que saluda desde la pista cuando parte tu avión y te vas con otro.
Yo soy el que sube las escaleras cuando bajan las aguas,
el que dispone sobre la mesa los cubiertos de tu cena,
el que a fuerza de no ser invitado duerme solo cada noche.
Yo soy el aprendiz de brujo que decide y escribe tus horóscopos.


DUE CORPI
                                                         a Juan Bautista Gatti, in memoriam


Dicen que en el Museo Nacional de Nápoles
hay gallos que riñen eternamente
desde pequeños mosaicos esmaltados
que recuerdan otras glorias.
Es una vieja disputa de las aves
que anidaban en Pompeya;
un fracaso de la cancillería que sesiona en los corrales.
En Lastenia (Tucumán)
entre la ceniza despiadada de la malhoja que vuela
otros gallos deciden por sí mismos
algún retazo de poder,
ciertos honores.
Picos que horadan.
Bisturíes.
Espolones que rajan. Tus gallos
(como aquellos sobrevivientes alados del Vesubio),
cuando el dinero de la apuesta de los hombres
ya no cuenta,
libran otra batalla que también es eterna.


MINIATURA DE IMPULSO VITAL

Escapándole al centinela que descubre tu camino
antes de que lo intentes,
porfiada en tu mar de necesidades
que es sólo una que se repite como un paisaje infinito,
vas y vienes de mí y hacia mí, renovando la carga.
En tu cuaderno de visitas multiplicas la biblioteca ideal,
aquella que sucede en la mente
sin olvidar el paraguas por si llueve, pero no llueve.
Es hora de marcar tus debilidades.
Es decir:
es hora de hablar de mí en este texto.
Desoladamente solo, extrañándote a chorros,
me pregunto por qué la vida ha llegado a ser como es,
por qué avanzo al tacto, desnudándote con torpeza,
como un cieguito en la bruma de un bolero.
Los dioses de la desolación, indolentes, aburridos,
cansados de inventarle escollos al amor (que es una grieta),
están tranquilos esta tarde.
Saben que podremos beber el agua de cualquier espejismo
sin descanso, hasta morir de sed.


VIAJE A IRSE
a mi amigo Jorge Leonidas Escudero


Va.
Como quien viene, va
a gestionar salud para sus huesos
en los pechos siempre turgentes
de una mujer difunta.
Va.
Como quien viene, viene
al café puntual con el amigo
que ya no estará presente
salvo en el trayecto de los recuerdos.
Insiste en un poema de palabra escondida
como quien porfía en el metal de las piedras.
Alucina oro, cabalgadura, tamiz,
apuesta a un número de posibilidades harto esquivas.
Son los ríos de Manrique (una vez más)
“que van a dar en la mar
que es el morir.”


UN LIBRO DE POESÍA

Abriste el libro, no para leerlo
sino para acercarlo a tu nariz.
En una de esas páginas
las palabras decían que mi madre cocinaba,
que dosificaba el azafrán
en el arroz de los domingos.
Nunca pude saber
si mi poesía te decía algo,
hasta ese día en que acercaste el libro a tu nariz
y dijiste “azafrán”.


LA SEÑORA DE LAMAGLIA


Mientras se aburre en un asado, la señora de Lamaglia
piensa que en las playas de Punta del Este
va a recuperar el antiguo brillo de la familia.
La señora de Lamaglia se pinta los ojos
como sólo puede pintárselos una señora
casada con un aspirante a macho argentino en el año 68.
Fuma en una exposición (cuando todavía se puede fumar
en espacios cerrados y delante de otra gente),
nada en un lago salpicado de camalotes,
ora en el nombre del Padre y del Hijo,
lee la revista “Nocturno”.
Cuando sale a la calle, el día llueve.
Llueve y hay sol pero no hay arco iris,
sólo plantas tropicales en un mundo que no es el trópico.
Una anciana zurce un mantel
junto a un cenicero de vidrio ganado en una quermés
y repite una historia de perdido abolengo.
La casa está igual que siempre, los muebles, los cuadros,
el espejo que repite el jardín en sentido contrario,
la jaula sin pájaros, la estación de trenes sin trenes.
A una hora que no alcanzo a interpretar en los relojes
la señora de Lamaglia prepara su valija para escaparse
con alguien que no es Lamaglia, y tampoco yo.
La señora de Lamaglia es Julia von Grolman
y yo me iría con ella, sin pensarlo dos veces,
antes de que termine la película.




ROGELIO RAMOS SIGNES: Nació en La Rioja en 1949, pasó su infancia en San Juan, su adolescencia en Rosario, y reside en Tucumán desde 1972.
Publicó un libro de cuentos: “Las escamas del señor Crisolaras” (1983); tres libros de ensayos: “Polvo de ladrillos” (1995), “El ombligo de piedra” (2000) y “Un erizo en el andamio” (2006); tres libros de poesía: “Soledad del mono en compañía” (1994), “La casa de té” (2009) y “El décimo verso” (2011); un libro de microrrelatos: “Todo dicho que camina” (2009); y cinco novelas: “Diario del tiempo en la nieve” (1985), “En los límites del aire, de Heraldo Cuevas” (1986) Premio “Más Allá” a la mejor novela argentina de ciencia ficción publicada en el bienio 85-86, “En busca de los vestuarios” (2005) Premio ALIJA a la mejor novela ilustrada para jóvenes, “Por amor a Bulgaria” (2009) Primer Premio de Novela Luis de Tejeda 2008, y “La sobrina de Úrsula” (2015).




Héctor Urruspuru: Poemas




Héctor Urruspuru




























Un Beso con sabor a cocaína

Un beso con sabor a cocaína
te pedí,
y me lo diste...

un beso largo
como la cerveza negra,
lúpulo amargo de la noche
te pedí
y con tus garras pintadas
como al óleo
me lo diste,
en rojo de cadmio y falso
(pero me lo diste)

y te ibas,
bajo una luna de hueso
desde hace meses
y en realidad
me importaba
una soberana mierda...

Que me empujaras!
al centro del volcán
del magma de tu sexo
en cenizas oscuras!
te pedí,
y sí, lo hiciste.

Y aquí estás,
para mí,
sin aire en los pulmones
y sin luna llena
en la boca inmoral.

y sin tiempo
estás, estás,
en el retrato,
despidiéndote.
Despidiéndome...

Cuerpos recién amados  

Si hay algo que quisiera decir, antes de que la naturaleza me vuelva síntesis
(trazos de carbonilla),

es que amo, profundamente, el olor de los cuerpos recién amados;

y la falta de orden en tu pelo y en tus gestos,

que quién sabe de qué alturas vienen bajando.


Si hay algo que quisiera escribir
(dulce patrimonio de lo que es gemido confesar)

Es que soy un pintor y un músico fracasado. (Sí).

Sin embargo, la levedad azul de tu espalda en el cuarto,

es, canción en cuerdas de acero y un aguafuerte desmesurado;

y generan, el camino... demoradamente largo

de tus piernas desnudas que van,

de la cama perfumada al espejo del baño.


Naturaleza y síntesis, entonces. Carbonilla y trazos.

Quebrado amanecer de miel. Ruta solitaria.

Que seguramente no seré de ti, ni memoria de a ratos.

Pero hay,

hay algo que quisiera decir

(deliberada criatura de azúcar y cabellos despeinados);

y es, que amo... profundamente...

el olor de los cuerpos recién amados.

Iridio

... en la comba que traza la palabra "iridio", secreta, está tu voz contando tu llegada desde el espacio, iris único entre planetas, ojo viajero que no pestañea jamás que por todo mensaje de paz, porta un arco iris en su desnudez.
Yo me quiero enamorar de estas nomenclaturas extrañas en esta guerra.
Endurecer mi beso. Sea medida universal, ante lo inaudito de tus deseos.
Iridio para resistirte e iridio para habitarte.
Límites de un laberinto, estilografías para huir. Quedarse.
Iridio, para amarte.


Permafrost  

Amor, el problema es el permafrost, Siberia, el oso blanco y el hombre como envuelto en una capa roja, enemigo de sí mismo un atardecer sobre el mundo, más… el medio-ambiente, eso! pisar un tembladeral verde, la aurora boreal de tus palabras desnudas, enamoradas... Pero entonces digo "taiga", digo "líquen", "lobo" y digo "tundra"... un río helado se deshiela en nuestro beso. ¿Quién no quiere soñar que esto es para siempre?
Me estoy enamorando sobre los límites circulares nunca escritos de Parque Chas. Y águilas de costas lejanas y de lluvias, pigargos gigantes nos elevan y tocamos con los dedos congelados el techo del cuarto en un sueño de marchas rusas y de abrazos.
No sé... ¡Un laberinto es la vida! En donde apostar a doble o nada es permafrost. Perderse en la estepa.
Hemos, tirado los dados y están en blanco, blanco, blanco! números transparentes la suerte echada del destino y mentime que es nieve! Decime que es nieve que suspira expira todo un verso en voz de agua dulce, corazón de fuego escrito en humo de incendios de cuatro pinos sobre el aire, y eso somos.
¿Tomaremos el té sobre tumbas, leeremos a León Felipe, leerás a Girondo?
No sé… Círculos concéntricos lunas sucesivas y sí, cualquiera pisa sobre seguro, cualquiera dice “permafrost”, palabra que por solo un segundo enmascara, la palabra ”amor”.

***

érase un Papa tan viejo, que cabía todo él en una arruga

y él (todo él) blanco en un rincón de oro que son todos
pidió por mi oreja izquierda:
“... el tema de los santos, hijo...
puras patrañas...
eran todos alienígenas!”.

una tristeza un nudo en el tallo de un cáliz entonces
y en la sombra de su rostro veo aves que vuelan
bajo lluvias de Boticelli sobre el Vaticano del nuevo enero 

pienso en su Santidad (santa demencia senil Batman)
como la única víctima posible del Y2K
en su sitio en la web su voz canta gregoriana
la informática de la culpa y el perdón

y dibujo al fantasma de un lobo negro que pide permiso
en el año del Jubileo
para trasponer las puertas de Roma ciudad abierta
que entra lobo luna, con las fauces abiertas y poetas y putas detrás

y este Papa que ahora danza, se ríe (por fin) danza
parkinsoniano, Polaco y loco
al compás de tambores de cuero y madera
música céltica y el grito de la Banshee en la Capilla Sixtina
y aves de papel bajo la lluvia runa, no, no habemus Papa

mi lobo le olfatea las sandalias
y la niebla de incienso y el olor a pez de Pedro,
los logra poco visibles...
“ya quedan todos los cuadros en blanco, hijo”, me dice...

el Papa que baila desarticulado amarillo
Quasimodo de oro que el espejo ni refleja
el Papa espalda de gárgola que ríe
octavo pasajero entre mirra y crucifijos, olor a pez
                                    
y que de tan viejo cabe todo él en una arruga
y que entra en el nuevo Milenio de las cosas
que jamás tuvieron tiempo moral.


Héctor Urruspuru (Buenos Aires, 1956). Desde hace años coordina el ciclo poético Maldita Ginebra en el barrio del Abasto.   Ha editado "Breviario. Ha sido publicado en diversas antologías como la de Poesía Argentina año 2000 de la UBA, con selección y prólogo de Marcela Crocce y en una antología de la SADE Filial Noroeste Bonaerense, también en revistas literarias como Diario de Poesía y La Guacha. Buenos Aires.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Esteban Moore: Declan Kiberd, Inventando a Irlanda, La literatura de la nación moderna.[1]










En un breve ensayo, 'Nueva York: sonidos y voces',[2] dedicado al escritor norteamericano Louis Wolfson, Paul Auster nos recuerda que en el prólogo a su novela Le bleu du ciel, Georges Bataille realiza una importante distinción entre los libros escritos por el placer de la experimentación y, aquellos, cuya génesis está determinada por una profunda  necesidad. Si la comparación de Bataille respecto de la creación fuera trasladada al campo de la lectura, se podría establecer dos categorías de textos, aquellos cuya función no excede el entretenimiento (o las pulsiones de la industria editorial) y los que nos son verdaderamente imprescindibles.
En el caso de Inventando a Irlanda: la literatura de la nación moderna de Declan Kiberd, muchos comparten la opinión de Edward Said: “este estudio crítico de la cultura irlandesa durante el siglo XX resulta indispensable para comprender el creciente desarrollo social y económico alcanzado por la joven República en las últimas décadas del siglo XX”.  
 Es este un libro que puede ser considerado de necesaria lectura para nosotros y, en particular, para aquellos que han olvidado la ley de la causa y el efecto. Aristóteles, algo más sabio que el viejo Vizcacha,  afirma "que todo lo que sucede tiene lugar a partir de algo". En los últimos tiempos, políticos, empresarios,  intelectuales y periodistas sorprendidos por el crecimiento económico de Irlanda, se han referido a ella como un ejemplo a seguir o, al menos, un modelo para tener en cuenta. Su entusiasmo por las estadísticas parece apartarlos de cuestiones fundamentales: la construcción cultural que realizó Irlanda en los siglos XVIII y XIX, cuyos resultados están a la vista.
Este trabajo de Kiberd, documentado hasta la obsesión,  propone una serie de nuevas lecturas, y nos será de suma utilidad para corregir lo distorsivo de ciertos puntos de vista sostenidos por algunos sectores de nuestra sociedad que se sienten atraídos por diversos aspectos y arquetipos de la cultura irlandesa. En ocasiones guiados por un espíritu folklórico-turístico y mitos de factura casera,  en otras, por razones equivocadas.
La moda celta  que hizo pie en la Argentina en década de los 80 del siglo pasado, produjo una conducta imitativa entre los más jóvenes, quienes  los  17 de marzo, como viene sucediendo hace años, fecha en que se celebra el día de San Patricio, santo patrono de la isla esmeralda, se congregan masivamente en el barrio de Retiro. Allí, en las inmediaciones de  varias tabernas  -pubs- de dudosa procedencia irlandesa, beben cerveza y escuchan música celta hasta altas horas de la madrugada. Una mayoría luce distintivos y prendedores con el trébol -la flor nacional de Irlanda-, otros, cubren sus cabezas con grandes  sombreros verdes, similares a los que la leyenda les adjudica a los duendes. Este fenómeno de índole festiva no es relevante. Lo que sí debería llamarnos a la reflexión son algunos preconceptos acerca de la cultura irlandesa que se originan en una interpretación autoritaria de la vida.   
Debemos recordar que durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, las facciones del nacionalismo argentino que deseaban y creían en la victoria de Hitler, la conquista de Europa y el establecimiento de un nuevo orden en Occidente, vieron en la República de Irlanda, enfrentada históricamente con Inglaterra, una posible aliada. Rápidamente la pusieron en la lista de sus simpatías. Los nazis criollos infirieron que la neutralidad asumida en el conflicto significaba que Irlanda tomaba partido por Alemania. No se puede negar en aquella época la existencia de nazis en Irlanda, como tampoco en Inglaterra, sin embargo, Éamonn de Valera, cuyo espíritu democrático no puede ser obviado, tomó esta decisión debido a una compleja situación política y económica interna. No obstante los irlandeses colaboraron efectivamente con los aliados, proveyeron a Inglaterra de alimentos,  esenciales para el esfuerzo bélico, y muchos  de sus jóvenes se alistaron voluntariamente en el ejército británico. Asimismo, los incendios provocados por los bombardeos de la fuerza aérea alemana en Belfast, ciudad ubicada en el norte y, bajo control británico, eran combatidos por los bomberos neutrales del sur. En esos días los irlandeses hicieron popular la frase: ¿Neutrales? ¿Contra quién?
En el campo institucional, la iglesia católica argentina, que entre sus seguidores cuenta con un importante núcleo de descendientes de irlandeses, tiene grandes responsabilidades en la difusión de una imagen distorsionada del caso irlandés. No pocos sacerdotes y fieles se empeñan en considerar los problemas de aquel país y el proceso de descolonización como una cuestión religiosa: el enfrentamiento entre católicos y protestantes, entre los seguidores de Roma y aquellos que niegan la autoridad papal. Esta visión nunca se ha ajustado a la realidad. Irlanda fue una colonia y el parlamento británico ejerció, a partir de 1719, el derecho de legislar en todo su territorio.  No conformes con esta situación una minoría de irlandeses y anglo-irlandeses, católicos y no católicos, comenzaron una larga lucha por sus derechos y libertad. En 1938, amparado en la constitución de 1937, que reconoció a las iglesias anglicana, presbiteriana, metodista y a la comunidad judía, Éamonn de Valera, hizo uso de sus influencias para que Douglas Hyde, un ardiente nacionalista de confesión protestante, fuera elegido el primer presidente de la nueva República.
En Inventando a Irlanda: la literatura de la nación moderna, el autor nos introducirá en la complejidad cultural de este pueblo, proporcionándonos nuevos elementos que nos permitirán, si así lo decidimos, admirar a ese país por las razones adecuadas y a su vez poner en contexto su éxito económico, más allá de las crisis  circunstanciales,  que está estrechamente ligado al proceso cultural.
La lenta conquista de Irlanda, a partir del desembarco de Enrique II de Inglaterra en 1171, extendió los significados de 'cruel' y 'ruin'.  La ocupación militar del territorio fue  acompañada por la destrucción del orden gaélico y culmina en 1607 con el exilio de los nobles de origen celta en el continente. A partir  de entonces fueron despojados a sangre y fuego de su lengua.
Los invasores no previeron la resistencia cultural de este pueblo abnegado y decidido. En el siglo XVIII,  las ondas expansivas del iluminismo y la Revolución Francesa llegarían a estas tierras, entonces un grupo de presbiterianos y protestantes crearon un movimiento dedicado a unir a todos los ciudadanos de diferentes credos religiosos en la causa de la libertad. El movimiento por la independencia nacional que se generaría más tarde, influenciado por el ideal republicano,  imaginaba al pueblo irlandés  como una comunidad histórica, cuya imagen se constituyó mucho antes  de la era del nacionalismo moderno y de la concepción del estado-nación. Esto fue posible, pues  el pueblo irlandés ha demostrado a través del tiempo, una capacidad fuera de lo común para asimilar nuevos elementos, étnicos y culturales. Asimismo, sienten cierto placer en  pensar la identidad como una cualidad que rara vez es inmutable. Ésta, según Kiberd, no se recibe o  hereda, es una cuestión de negociación e intercambio constante que admite la  integración del otro, rechazando las doctrinas de pureza racial. 
Hacia mediados del siglo XIX se perdieron varias cosechas de papa, el alimento principal de la isla, debido a la  Phytophthora Infestans: tizón tardío. Se produjo entonces la denominada Gran Hambruna que afectó a una de cada cuatro familias, casi el 30% por ciento de la población se vió obligada a emigrar. En ese período la mente irlandesa estaba confundida, habían perdido su lengua nacional y aún no podían expresarse cómodamente en la lengua inglesa.
Hacia fines del siglo algunos protestantes, entre ellos, Standish James O' Grady y Douglas Hyde, inician lo que posteriormente se denominó el Renacimiento Gaélico, que se caracterizó  por el intento de recuperar la vieja lengua y en traducir el conjunto de los mitos y  leyendas de origen gaélico a la lengua inglesa. La primera de estas proposiciones fracasó, en la actualidad, la mayoría de los irlandeses habla la lengua inglesa. Pero, se lograron salvar la memoria y las tradiciones de la  antigua cultura celta, las que trasladadas a la nueva lengua alcanzaron una difusión nunca imaginada.
Walter Benjamin pensaba que la falla de la mayoría de las traducciones del siglo XIX, se debía al excesivo respeto del traductor por las convenciones de la lengua de destino y, el temor,  de que la lengua de origen perturbara su sintaxis. En el caso de los traductores irlandeses no existió ni respeto, mucho menos temor en el proceso de traslación. De esta manera no solo renovaron el inglés sino que ejercieron sobre él, al convertirlo en un mediador con su propia cultura,  un claro ejercicio de apropiación. No obstante, durante mucho tiempo persistieron ciertas dudas acerca de la efectividad de la lengua adquirida para expresar a la mente irlandesa.
Stephen Dedallus en A Portrait of the Artist as a Young Man (Retrato del artista adolescente) de James Joyce, luego de entrevistarse con el director del colegio jesuita en Dublín, un inglés converso, dice: “El lenguaje que hablamos le pertenece antes a él que a nosotros. Qué diferentes suenan las palabras, hogar, Cristo, cerveza, amo, en sus labios y en los míos. Su lengua, tan familiar y tan extranjera, es siempre para mí una lengua adquirida. Yo no he fabricado ni aceptado sus palabras. Mi voz las mantiene a distancia. Mi alma  se inquieta en la sombra de su lenguaje.”  
Esto quizás se debe en buena medida al temor que produce la actitud, tan extendida en la metrópoli, de considerar simplemente a la nación emergente y su cultura como un efecto de sus propios deseos. Los países centrales se constituyen en  guardianes celosos de su tradición y vigilan los usos que se les da. Ante cualquier atisbo de insurrección lingüística,  están preparados a lanzarle a la mente del rebelde  la biblioteca de sus clásicos, junto con las instrucciones acerca de cómo éstos deben ser interpretados. Durante siglos Londres se burló del modo de hablar de los irlandeses. Su dicción, su vocabulario extravagante y una sintaxis no apropiada, decían, les causaba gracia. A pesar de ello, los irlandeses continuaban ensimismados en su propia vida cotidiana, dados a la tarea de recuperar sus propias raíces, haciendo de la lengua inglesa algo propio. Este esfuerzo titánico, el de darse una nueva lengua y, al mismo tiempo, transferir a ella su herencia cultural, renovó el espíritu nacional. La reescritura  de las hazañas de los héroes épicos del lejano universo gaélico encendió la imaginación dormida y produjo una poderosa tradición literaria que ha sido reconocida con cuatro premios Nobel de literatura: W.B. Yeats, George B. Shaw, Samuel Beckett y Seamus Heaney.  
Uno de los aspectos relevantes del trabajo de Kiberd es que analiza, un hecho poco frecuente, el modo en que los líderes políticos de la independencia, entre ellos, Pearse, Connolly, de Valera y Collins, se inspiraron en las ideas de poetas y dramaturgos. El renacimiento cultural irlandés es fascinante en este aspecto, pues a  partir de él, se produce la revolución política posterior que culmina en la república democrática independiente del presente. Éste podría caracterizarse como la búsqueda  y reinstalación de las tradiciones ancestrales que los conquistadores pretendieron borrar de su memoria.  La reapropiación de una visión de la vida y las cosas, de un conjunto de bienes simbólicos que a partir de ese momento  serían compartidos por todos, sin distinción de clases.
Este es un punto de inflexión en sus vidas, no sólo habían recuperado su orgullo nacional, sino que a  partir de esta instancia, la recreación de "lo irlandés", los validaría internacionalmente, ya estaban en condiciones de exportar su cultura.  
La década de los 60 trajo profundos cambios en la sociedad irlandesa. En 1962, la televisión nacional inició sus transmisiones, las imágenes del mundo exterior, llegaban por primera vez a los hogares de una población  influenciada en gran medida por una cultura rural. Los sectores más conservadores vieron en esta apertura una amenaza, la que sería neutralizada con la creación de agencias gubernamentales, cuyo fin era promocionar la cultura irlandesa en el extranjero. Simultáneamente, las nuevas reformas fiscales establecían exenciones de impuestos a todos los artistas extranjeros (escritores, pensadores,  artistas plásticos, actores, directores de cine y teatro) que se domiciliaran en la isla y pasaran, al menos, sus vacaciones en ella.  Esta decisión pretendía abrir la mente irlandesa a las ideas que circulaban en el mundo. La apertura iniciada en los 60 fue el paso inicial del desarrollo científico e industrial de este país de escasos 70.273 km2, con  alrededor de cuatro millones y medio de habitantes,  cuyas exportaciones superan ampliamente a las de nuestro país.
Los escritores irlandeses que dieron comienzo a este proceso, estaban motivados por el deseo de que sus conciudadanos pudieran verse a sí mismos. Ellos comparten el mismo sentimiento que atormentó a Sarmiento respecto de nuestro continente, expuesto con claridad en  su introducción al Facundo: “En la Enciclopedia Nueva, he leído un brillante trabajo sobre el general Bolívar, en que se hace a aquel caudillo americano toda la justicia que merece por sus talentos, por su genio; pero en esta biografía, como en todas las otras que de él se han escrito, he visto al general europeo, los mariscales del Imperio, un Napoleón menos colosal; pero no he visto al caudillo americano, al jefe de un levantamiento de las masas; veo el remedo de la Europa y nada que me revele  la América.”
Es la inversión de la mirada a la que nos insta H.A. Murena,  observar la periferia desde la periferia misma, anular el centro imaginado.  Mirarnos en nuestro propio espejo y no a través de uno ajeno, en apariencia más elaborado, que invariablemente nos devolverá una imagen doblemente deformada de nuestra  realidad. Pero, nos hace la advertencia de que esta no puede ser protagonizada por una mente dividida. Una cuyos hemisferios se enfrentan constantemente en una danza macabra,  autodestructiva, augurando la cíclica  reinstalación del fracaso.  









[1] Declan Kiberd, Inventing Ireland: the Literature of the Modern Nation, Vintage ,719 pgs. Londres, 1996.     

[2] Paul Auster, Ground Work, Faber and Faber, London, 1990.