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miércoles, 30 de noviembre de 2016

José Javier Sánchez: Juan Calzadilla, Poeta sin Panfleto


Juan Calzadilla














Un día te encontraré en la escritura
y ya no será un camino torcido
sino sencillamente el que conduce a ti.
Juan Calzadilla



Existe en la literatura un Sujeto que representa para la poesía contemporánea una de las voces más irreverentes, reflexivas y joviales, que da la cara por Venezuela en la literatura universal. Hay en sus poemas una savia reflexiva sobre el acto de crear, de escribir, pero sobre todas las cosas de vivir, que lo colocan al frente de los grandes poetas de los últimos cincuenta años

Este Sujeto es un "ciudadano sin fin" que armado de "tácticas de vigía" y "malos modales", con un impulso "dictado por la jauría" se ha hecho de un "manual para inconformistas" para desde allí gestar "principios de urbanidad" que séan "corpolario" para un "libro de las poéticas".

Tienes razón lector se trata de Juan Calzadilla, nacido en Altagracia de Orituco en 1931, lugar donde pasó los primeros años de su vida y donde gestó la poética de sus “primeros poemas”.

Después llega a Caracas y esta ciudad se convertirá para el poeta en, espacio de grandes batallas, de lucha constante, donde vivirá la furia y atropello político, social, cultural, y en territorio donde libró su primera confrontación contra el poder establecido desde la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que le costaría pasar un corto e intenso periodo de tiempo en la cárcel.

Eso lo lleva en un primer momento a regresar a su Altagracia, para nuevamente volver a Caracas mucho más vigorizado, con una propuesta poética y artística cargada de un lenguaje más universal y renovador.

Desde ese momento comenzará el poeta una profunda indagación del mundo urbano, no para exaltarlo sino, al contrario de ello, para denunciarlo, confrontarlo, radiografiarlo, no desde la admiración sino desde la denuncia.

Juan Calzadilla le paga a la ciudad con la misma moneda. Es el hombre silvestre de Marc de Civierre en las avenidas, en las esquinas, en los basureros, en los jardines públicos, en las oficinas de gobierno; frente al tráfico y las bocinas. en el encierro del apartamento, apresado en el centro de una metrópoli, que bien podría ser Caracas, New York, París, Berlín, Buenos Aires, Sao Paolo, Medellín, Roma o Atenas.

A todos esos universos, el poeta se limita o se universaliza a llamarlos Ciudad y con esa pa la bra las nombra a todas y con la pa la bra Ciudadano nos nombra a todos, nos incluye a todos para ser parte del poema, de su paisaje, de su acción, de su reflexión.

Esa misma confrontación con la ciudad la tiene contra el poder establecido, contra la tiranía, contra el abuso de la democracia representativa y el terror de los primeros años del pacto de Punto Fijo. Como protagonista activo del movimiento artístico y revolucionario El Techo de la Ballena, confrontó desde las artes plásticas y la literatura el régimen de Betancourt y la represión que estos gobiernos aplicaron a la izquierda y a los movimientos socioculturales. Allí su poética se carga de una estética que denuncia a un sistema político representado en gran parte de su poesía por la metáfora: Ciudad.

Su poesía para nada es estática ni contemplativa. Una constante jungiana modela el poema en un tono de experiencias, móviles y explosivas, que lo hacen un aforismo certero. Su rol de creador no somete al poema a un corsé métrico, rítmico o rímico. Su poesía tiene alas, patas, pies, ancas; se desplaza en transporte público, en motocicleta, en descapotado; se echa a caminar por bulevares; usa lentes oscuros; corteja a mujeres hermosas, pero sobre todas las cosas, es una poesía que muy bien sabe acompañar, empujar, dar impulso revolucionario a los movimientos poéticos del mundo.

Él es varios ejemplos de un solo ejemplar. El oficio es una de sus grandes virtudes. Escribe siempre, es una reflexión constante que hace del acto de creación un registro reflexivo de la realidad. El humor en su escritura es de altísima seriedad. Es un gran pensador, que no solo observa la realidad, el medioambiente, la arquitectura, la escultura, la dinámica y estéticas de la ciudad. También los interroga, los cuestiona, los enfrenta. Observa a los ciudadanos, a las gentes, buenas, malas, onerosas, rectas, esquematizadas, liberales y en ese ejercicio se observa a sí mismo.

Él es su propio juez, su propio Dios y su verdugo. No necesita mayor crítico o abogado. Para Juan Calzadilla la creación es un ejercicio de libertad. Las palabras están en todos los espacios. El lenguaje no solo dice, el lenguaje habla, dibuja, pinta, escribe, el lenguaje reflexiona en sí mismo. El lenguaje y él están más allá del lenguaje. Ambos contemplan, construyen, edifican y golpean el mundo.

Juan Calzadilla es un maestro que le fascina el libre ejercicio de invitar a escribir, él no se centra y concentra en formar poetas. Su poética como maestro radica en tender puentes, lanzar redes, abrir puertas, montar escenarios, que lleven al individuo sencilla o profundamente a escribir.

El producto final no necesariamente será un poema. Él es un militante del movimiento surrealista, de André Bretón, de Tristan Tzara. La expresividad, la escritura automática, es una constante y por ello no te asigna un corsé, para que escribas, ni para que leas. Por lo que tu experiencia en sus talleres te puede llevar a escribir, poemas, minificciones, aforismos, ensayos.

Él te ofrece un par de alas, un volante, una Harley Davidson, un monopatín, una escalera, un campo, un lienzo, un trozo de cartón. Te dará como herramienta un tizón, un escalpelo, una brocha, un pincel, un torno, un buril, un trozo de barro, un carboncillo, un lápiz de grafito, un vidrio.

Como visor te pondrá unos largavistas, unos Ray Ban , una cámara oscura, un view master, una lupa, un microscopio, para que puedas ver más allá o más acá la realidad, la psicología, la sociología, la antropología, la lingüística. Son múltiples universos a los que nos podemos aproximar desde su poesía.

El arte poética es uno de sus fuertes, porque la reflexión del cómo escribir, es una constante en él, sin que ello tenga aspiraciones de llegar a una conclusión. Al contrario es una reflexión permanente que cada día se redimensiona, se diversifica, se retroalimenta. Escribir es el resultado del pensar constante.

La filosofía, el drama, la narrativa, la crónica, la plástica, el cine, la crítica están presentes en su obra pero no compiten. Su intención no es situarse junto a Platón o Dionisio; Stanislasky o Artaud; Borges, o Cortazar; Da Vinci o Picasso; Lumiere o Kurosawa; Reverón o Bárbaro Rivas. Sencillamente es Juan Calzadilla. El Poeta. El más grande de los jóvenes. El eternamente joven.

Poeta de eternos pretextos, no tiene ningún problema con reescribir, con replantear para él sencillamente el poema evoluciona con el poeta, esa evolución es para bien. Es un escritor para el que algunos de sus poemas publicados son de igual forma bocetos  que con el tiempo serán obras de arte y leer su obra en perspectiva brinda la posibilidad de vivir junto a él, la evolución de un poema. No es un hombre de purismos ni de dogmas, es un escritor verdaderamente revolucionario. Hijo del surrealismo, nos ha permitido leer el automatismo como una reflexión permanente de ese estado inconsciente que también dice mucho de nuestro verdadero ser.

Es por ello que Juan Calzadilla siempre resulta ser un poeta novedoso. Pero la novedad de su poesía, es muestra de una actualización permanente de la conciencia, de la madurez, de la percepción, de la lectura de la realidad. Su producción no tiene que ver con el consumismo. Juan Calzadilla no escribe reggaetón.

Su irreverencia no radica en un lenguaje rebuscado, ni excesivamente experimentalista, radica en la capacidad de reflexión, en el ingenio, en la picardía, en toda la conciencia que puede concentrarse en un poema o en un verso. No hay referencias vacías, ni construcciones poéticas tomadas por los pelos. Hay alquimia y a la vez arquitectura escritural en cada poema, producto de profundas reflexiones. Con una carga semántica capaz de transmitir las más profundas intensidades, tensiones, humor, dolor, pasión, deseo.

Nuestro Jovén Poeta bebe una cerveza con Juan Manuel Roca, dialoga con Jorge Enrique Adoum, denuncia con Juan Gelman, combate con Roque Dalton, revoluciona con Nicanor Parra y en esa misma dimensión se pasea por todo el territorio venezolano y lee y escribe poesía con Franklin Fernández, Luis Ernesto Gómez, Roger Herrera, Andrés Urdaneta, Vanessa González, Lennis Pérez, Víctor Manuel Pinto, Beira Lisboa, Ximena Benítez, Xoralys Alva, con este humilde poeta.
  
En Coro y en Mérida tuve la suerte de verlo leer junto a nuestro Ramón Palomares, en Caracas junto a Gustavo Pereira, en Zulia junto al grandioso Blás Perozo Naveda. Juan te brindado el privilegio de acompañarnos en  el taller que dictaramos en Monte Ávila Editores Latinoamericana y en Biblioteca Ayacucho, para luego invitarnos a compartir clases en su taller de poesía experimental en el Celarg. Su propuesta común en todas las sesiones fue, es y será “hay que escribir”.

Juan Calzadilla es un poeta de infinita humildad y de un inmenso, y en esto no exagero, de un inmenso brillo, dispuesto a dar todo lo que posee como artista, porque está convencido que siempre habrá retroalimentación y crecimiento en el acto creativo lo que automáticamente lo lleva a ser un poeta sin panfleto.

Leer a Juan Calzadilla es quizá la forma más directa de aproximarnos a las vanguardias literarias de la segunda mitad del siglo XX y de lo que se está gestando, creando y produciendo en este naciente siglo XXI, pero más importante que esto, es la posibilidad de estar frente a una de las voces profundamente revolucionarias, en la estética, en la forma y el sentido de las artes venezolanas y universales.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         
Selección Poética

CONSEJO A LOS JÓVENES POETAS

No digas todo de un golpe,
Dilo poco a poco.
Manda al diablo la versificación y la métrica.
La impostación y la retórica.
Promedia tus necesidades de verbalización
de modo que tu discurso no resulte largo ni torpe.
El poema como el aliento debe ser corto,
y las palabras no demasiado enfáticas
para que, cuando te sientes a escribir
digas con exactitud todo lo que nunca
Llegarás a saber de las cosas.

PRÓLOGO DE LOS BASUREROS

Avanzaré sin sentir asco
ni pena ni repugnancia
largo a largo a tenderme en las gradas
de este reino donde el papel higiénico
flamea en los palcos de botellas.
Me iré a engordar los límites
en donde el cují y la rosa
se abrazan sin contrariarse
y la ciudad está en paz con sus víctimas
y no duerme desvelada
por el pico de los pájaros ebrios
que a mis sueños escarban sin prisa
y a mis expensas
aún no terminan de darse su cena.
Barranco abajo coronando los cerros de lata
con el sol retorciéndose en mi espina
encontraré hecho jirones
el hule de los sillones baratos
y veré a la carcoma
con sus huevos al hombro
entrar a los túneles del cedro.

Aquí donde al salitre por fin
los automóviles dan su brazo a torcer
y el jugo de frutas
no anda más por las ramas
y chorrea por los escalones
de la depredación.
Avanzaré entre la goma espuma y el anime
entre el poliéster y la fibra de vidrio
entre el vynil y la silicona,
marcharé avaro forrado de ropas
bamboleándome como un astronauta,
calzado con zapatos de a kilo
descenderé por las dunas de vidrios rotos
y el corcho de los desiertos.
Avanzaré a buscar lo que de ningún
modo encuentro, buscaré
lo que no se me ha perdido
entre resortes cuyos espirales
a mi paso hacen befa de mis pantalones
inflados como globos por el viento.
Subiré a los altares donde
el cobre y la porcelana
al paisaje montan guardia
y en la rosa del orín
dan a beber la gota de agua
que ya no sale por los caños.
Aquí donde el fuego no anda con rodeos
y va rápidamente al grano
como la luz en la punta del rayo.

Me iré de bruces entre los primeros
a descubrir cuanto antes
la manera de sellar con mi cuerpo
la boca de los tarros de basura.
Me iré a ver cómo en la pira del sol
por orden del instante
arden ya, de mayor a menor,
ay, todas nuestras tribulaciones


CONSEJO A LOS JÓVENES POETAS

Utiliza todo: la tapa de la alcantarilla,
la luna en el agua del retrete mirándose a solas,
la flor marchita en el pico de la manguera
del extinguidor de incendio.
No dejes nada afuera. Ni el hecho frotado con
las yemas de los dedos sobre el mostrador de vidrio.
Ni las moscas en los cubiletes de hielo
            dos noches después de la borrachera.
Ni la voz que sólo se extingue cuando apagas la radio.
Ni el portazo a medianoche frente a la calle
como boca de lobo sobre cuyo muro ciego imprimes
dando manotazos tus desafueros, tus penas
y las coces de este graffiti que blasfema.
Utiliza todo: no dejes nada afuera.