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domingo, 9 de febrero de 2020

Mariano Rolando Andrade: Poemas





Mariano Rolando Andrade





























El último

Cuando todos huyeron o murieron,
cuando la casa del pastizal y el ciruelo inclinado
volvieron a quedar en su maldita soledad,
quedó un último habitante,
un superviviente final,
vagando por las calles horas y horas
regresando a la noche
rasgando la chapa de la puerta
aullando susurrando hablando
en el desconocido idioma de los sobrevivientes.

Su presencia desafiaba a la casa,
a sus maldiciones, a su dolor,
la omnipresente negrura
que brota de las entrañas de lo maldito
y devora lo que se aventura en ella.
Su presencia ya no era bienvenida,
aunque él, maldito mil veces también,
no sabía huir, no sabía morir,
como tampoco sabía
que todo aquello era ineluctable.

¿Cuánto tiempo vivió así,
ignorado y desafiante?
¿Cuántos días, cuántos años,
la enfermedad y la desgracia
durmieron en algún cuarto
sin prestarle atención?

Hasta que una de las dos despertó,
alguna recordó el olvido y fueron por él,
y lo encontraron
tumbado en el fondo de la casa.
Se metieron en sus tripas,
lo llenaron de podredumbre y pestes.
Le enrostraron su desfachatez,
el sacrilegio de traer a la memoria
a los muertos y los prófugos.
Solo quedó decretar su final.


Las telas

Tan nítidos, los cuartos soleados
de los años de piel tersa
se llenaron de telas,
capas de presuntos recuerdos
a los ojos sin brillo de Lola.

Vagar por los espacios vacuos
en la longitud de las horas
para detenerse en el vano
a vivir un doble crepúsculo
del que apenas sabía.

Y los nombres huyeron lejos.
Y las épocas y los días confluyeron.
Como las telas multiplicadas
hasta convertir a la casa entera
en un borroso cristal de lluvia.


Pedernera

Se tambaleaba al final de sus días
que ignoraban casi todos
salvo el último amigo el único
que intentaba devolverlo
a los tiempos en que partían
al amanecer —¿o era al ocaso?—
desde Temperley a los bosques
en la pampa de Brandsen.

Hijo del ferrocarril, Pedernera.
Se tambaleaba y nadie lo veía
de su boca no salía queja
solo el silencio del cuerpo roto
que él conocía y también
su último, su único amigo,
y algunos otros vislumbraron
sin coraje para acompañar.

En la casa del pastizal sin ciruelo ya,
hijo del ferrocarril, Pedernera
saludó una tarde de verano
a esos que lo dejaron ir
antes de que realmente partiese,
y al ocaso —¿o era al amanecer?—
huyó de Temperley a la pampa
como si no hubiese muerte.


Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973). Escritor, poeta, traductor y periodista. Actualmente reside en París.
Ha publicado la novela Los viajes de Rimbaud (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires,1996), la antología bilingüe Poesía Beat (Editorial Buenos Aires Poetry, 2017) y el poemario Canciones de los Mares del Sur (Editorial Buenos Aires Poetry, 2018). Acaba de editar y prologar Luisa Futoransky: Los años argentinos (Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2019).
Fue seleccionado en la antología de poesía Buenos Aires no duerme (Eudeba, Buenos Aires, 1998) y ganó el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (RFI) a mejor cuento en lengua francesa (2001). Su obra ha sido incluida en la antología Atlas de la Poesía Argentina (Editorial de la Universidad de La Plata, Argentina, 2018) y Poetas en el Cosmovitral (Ayuntamiento de Toluca, México, 2018).
Ha sido invitado a festivales de poesía y lecturas en Argentina, México, Perú y Marruecos. Colabora en revistas literarias de América Latina y sus poemas han sido publicados en Argentina, México, Colombia, Chile, Venezuela, España, Francia y Marruecos, y traducidos al francés, el italiano y el árabe.