Jorge Castro Vega |
Mientras escribo
Mi sobrina entra al escritorio
con un cenicero limpio.
Lo pongo sobre la mesa.
Me agacho a darle un beso
y desordenar su pelo.
En Bizancio, hay una mujer
increíblemente bella
que me espera después
de una batalla de final incierto.
La niña entorna la puerta
y se queda allí unos segundos
mirándome escribir. Finjo
no verla. Su mirada
me hace hermoso.
Far West
Me acercaba a ella
forastero derrotado por el polvo
arribando a un pueblo fantasma en el desierto.
Decía su nombre en voz baja
y acometía tareas salvajes:
falsificar un mapa de sitios invisibles
proyectando una ciudad con estandartes
caballos blancos y árboles ingleses.
Pronuncié su rostro más de lo prudente.
Razón tienen los dioses
para olvidarme a la hora del poema.
Falso testimonio
Los espacios en blanco me sirven
………………..Para indicar
Toda palabra prohibida
……………………En esta página
Por ejemplo
Separo las cinco letras de la palabra “ABRIL”
Subrayo alguna cosa relativa…los parques en otoño
Y juro haberte olvidado
………………….Para no confundirme
Únicamente leo
……………………..Los silencios
Odisea, canto XXV
Te mando noticias de la noche
La noche salió de mi cuaderno
Y sin que pudiera evitarlo
Se perdió en el mar
He luchado con el mar
Toda la noche
En el mismo río
El fuego es pobre
cuando se trata de complicidades
con la noche.
No hay ceniza entre las cosas
que nombro. Hebras raídas,
telar incoloro de lo que no
empecé a decir
y aquello que de escribir nunca termino.
Es tan redonda la infancia
que no cabe en ninguna palabra.
Apenas la caricia
de una vela
reflejada en el estanque: un verbo
desterrado de su idioma, caligrafía
nuestra
de gatitos ciegos.
Miserere
Era tal y tan precoz
mi conciencia sobre el punto
que podría decirse que aprendí a leer
a los solos efectos de escribir
mi biografía.
Lo supe desde siempre, desde
antes incluso de saberlo. Una vida llena
de palabras perennes y redondas, una vida entera
me esperaba con sus 33 velitas, para ser
contada con crueldad barroca.
Y poner un punto
o dos
o esos
suspensivos.
Iba a ser
extraordinariamente interesante.
Como la de todos.
Pues bien
ahora que todo ha sido consumado
permíteme olvidar, Señor. Déjame ser
ese amputado
que siente el dolor del pie que ya no tiene.
Fogata
Mientras arde
………………el leño recuerda
todas las cruces que fue
cuando era niño.
El fuego lo escucha.
Lo escucha y baila
………………lamiéndose a sí mismo
como un madero más.
Jorge Castro Vega (Montevideo, 1963). Poeta, crítico literario y teatral. Ha publicado Primera línea (1982), Poesía de sitio (1985), Poesía involuntaria (1987), Poesía certificada (1989), Poesía arbitraria, antología personal (1989), Con motivo de Ana (1991), Un poco de sol (1993) y Cosas que pasan (1997). Sus textos han sido incluidos en diversas muestras y antologías, entre ellas Antología plural de la poesía uruguaya del siglo XX (W. Benavides, R. Courtoisie y S. Lago; Seix Barral, 1995), Poésie uruguayenne du XXe siècle, (M. Renard, Éditions Patiño, 1998), Poesía uruguaya, antología esencial (R. Courtoisie, Visor, 2010).