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lunes, 6 de marzo de 2023

Leandro Calle: Lawrence Ferlinghetti

 

Leandro Calle




Oye viejo Lawrence, pero ¿qué has hecho ¿Cómo se te ocurre morirte? Tórrido y húmedo verano por aquí en Córdoba. No todo el sur es frío como el de tu amigo Parra. Anoche, así, en pantalones cortos y ojotas, es decir, de entre casa, me entero que te fuiste y debo confesarlo, se me llenaron los ojos de lágrimas. ¿Te reís? Claro, y bueno a mí todavía me queda algo de esa estúpida solemnidad que ustedes combatieron. A propósito del plural, ¿ya te viste con el grupo? Qué no pagaría yo por sentarme en el puente, con los pies colgando viendo pasar los autos furiosos por la autopista, los ojos mareados por el LSD, el cigarrillo en la mano derecha y escuchar la voz aullante de Allen. 
¿A dónde van las luces viejo Lawrence? Todo sigue siendo psicodélico en el mundo solo que por estas latitudes somos demasiado tangotrágicos. 
Trato de escuchar tu voz y viene así como de la nada un primer verso: “I am signaling you through the flames”. Mi inglés es tarzánico. Mi, no entender casi nada, yo,  hablar aún peor. Pero quiero escucharte en tu propia lengua. ¿Sabés una cosa? odio tu país. Pero el odio no es bueno ya lo sé. ¿Lo decís vos o es Jack que te sopla al oído las consignas del budismo zen? Vamos viejo Lawrence, lo que quiero decirte es que si puedo amar algo, es esa irreverencia que tuvieron, ese cagarse en todo el poder y reírse a carcajadas de manera tan seria, tan honda. Por eso, espero que los editores del diario dejen los versos en inglés. Sabes algo, viejo y desconocido amigo, aunque no lo creas, a veces me dejan solamente la traducción. Hay que ahorrar líneas. Es preciso economizar, ¿economizar qué? Pero esta vez confío que vas a quedar así en la dulce aspereza de tu idioma. Igual voy a traducirte con ayuda de tu amigo Moore: “Te estoy enviando señales a través de las llamas”. En un principio pensé en los fuegos posibles de esta ciudad mediterránea, pero qué cuernos iba a encontrar en esta pequeña isla de cemento. Una tímida hornalla de cocina. Idiota yo. El fuego temblaba –que digo temblaba, tiembla- ahí, en la biblioteca. Cada librito tuyo, pura llama llamando. Moore y Gandolfo dando vueltas. Ya te dije, no manejo bien tu lengua. Alguna vez intercambiamos un mail en francés. Una formalidad, para qué voy a fingir. Pero siempre tan delicado, tan cercano a los desconocidos. Puedo imaginarte, ahí de pie apoyado en la puerta de la librería con un ejemplar de “Aullido” en la mano. Conjeturo que me habrías hablado en inglés, abanicándote con el libro, como diciendo entre dientes, hagamos que sirva  para algo, y te hubieses reído a mandíbula suelta. Te escucho: “Instead of trying to escape reality, plunge into de flesh of the world”. ¡Ayudame Moore!: …“En lugar de intentar huir de la realidad, zambullite en las carnes del mundo”. Ah, ah, ahora entiendo. Pero sabés una cosa Lawrence, tenemos una realidad dura, muy dura. Bueno pero ¿qué te voy a contar yo? Pienso en las carnes del mundo, pienso en cómo desacartonaron tanto la poesía de la época. La llenaron de falos y vaginas. Bueno, vamos viejo Lawrence, hay que decirlo, ni falos ni vaginas, pijas y conchas. A ver, no sé. Qué opinarán Gandolfo y Moore, ¿será esta una buena traducción? Será como decía tu amigo Ginsberg, “la revolución del cordero erótico”. Decime, decime cómo están las cosas por allá. Porque tiene que haber un allá ¿no es cierto? Yo todavía trato de aprender de ese verso que me sigue quemando en los talones: “If you have to teach poetry, strike your blackboard with the chalk of light” (Si tenés que enseñar poesía golpeá la pizarra con la tiza de la luz). No podés ser tan hijo de puta. Ando como loco buscando esa tiza. Pero volvamos a los amigos, ¿viste a Ginsberg? ¿Y Corso? Vos lo dijiste tan claro alguna vez. Mirá, ahora voy a utilizar la traducción de Gandolfo: “El mundo es un hermoso lugar…pero justo en la mitad de todo llega sonriente el funebrero”. Convengamos querido amigo que ciento un años es una edad bastante holgada para esperar al funebrero que se debe haber sentado en la puerta de la City Light Books preguntándose ¿y ahora cómo me llevo yo a este tipo? ¿Y la muerte? ¿Qué te dijo la muerte? ¿O es una señora muda? ¿O tal vez no es señora y es un señor de traje y corbata, completamente aburrido? Creo que ya sé lo que vas a decirme: “Why live in the shadows? Get yourself a seat in the Sun Boat”. (¿Por qué vivir en las sombras? Hacete un lugar en el barco del Sol). 
Pensé que eras eterno Lawrence. Una pléyade de poetas me dice que serás eterno en tus libros, en tus poemas, pero no, no. Me refiero a que teníamos una espalda, un lugar donde recostarnos. Ahora vamos a tener que dejar de ser niños. Vamos a tener que crecer, Lawrence. ¿A dónde vamos a dirigir nuestra mirada cuando estemos perdidos? Y ustedes, colegas, cállense, no me digan esa estupidez de volver a su poesía, eso ya lo sé, ya lo sé. Estoy hablando de otra cosa. Estoy diciendo que se nos ha muerto nuestro padre, y que tengo ganas de llorar y en la tanguitragedia típica argentina solo me veo agitando una mano en el viento para decir: adiós, adiós viejo Lawrence, yo pensé que eras eterno. 

Leandro Calle (Zárate, 1969) Poeta y traductor. Reside en Córdoba.  Docente universitario. Sus últimos libros de poesía son: entonces (Alción Editora, 2010). Blasfemo (Alción Editora, 2013), animalia urbana (Dínamo poético, 2014), elijo (Alción Editora, 2017) y país (Alción Editora, 2018); Algo que arde. Antología poética 1999-2020, Universidad nacional de Córdoba (UNC), Córdoba, 2020.
Cuatro de sus libros fueron traducidos al francés por Yves Roullière bajo el título: Une lumière venue du fleuve et autres poèmes (Ediciones Atopia, 2016 y Recours au poème, 2015)
Como traductor ha traducido a Guy de Maupassant, y a los poetas marroquíes Abdellatif Laâbi, Siham Bouhlal y Miloud Gharrafi. También a los poetas francófonos Anissa Mohammedi de Argelia, Véronique Tadjo de Costa de Marfil y Gabriel Okoundji del Congo (Brazaville).