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lunes, 29 de mayo de 2023

josé Emilio Pacheco: 3 poemas



José Emilio Pacheco





















 
Memoria

No tomes muy en serio
lo que te dice la memoria.

A lo mejor no hubo esa tarde.
Quizá todo fue autoengaño.
La gran pasión
sólo existió en tu deseo.

Quién te dice que no te está contando ficciones
para alargar la prórroga del fin
y sugerir que todo esto
tuvo al menos algún sentido.
 
Indeseable

No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.


Lluvia de sol

La muchacha desnuda toma el sol
apenas cubierta
por la presencia de las frondas.

Abre su cuerpo al sol
que en lluvia de fuego
la llena de luz.

Entre sus ojos cerrados
la eternidad se vuelve instante de oro.

La luz nació para que el resplandor de este cuerpo
le diera vida.

Un día más
sobrevive la tierra gracias a ella

que sin saberlo
es el sol
entre el rumor de las frondas.


José Emilio Pacheco Berny (Ciudad de México, 30 de junio de 1939- Ciudad de México, 26 de enero de 2014) Poeta, novelista, cronista, ensayista y traductor. En 2009 se publicó su poesía completa Tarde o temprano (Poemas 1958-2009). 

 


 

 

viernes, 26 de mayo de 2023

Samuel Vásquez: Conferencia de clausura de la muestra de Fabián Rendón, Medellín-Colombia

 





Esta es una exposición incorrecta políticamente. Y es incorrecta porque es una exposición no comercial. Incorrecta porque el grabado es una obra manual sin intervención de medios virtuales electrónicos ni de inteligencias artificiales. Incorrecta porque no le interesa a los medios de comunicación ni a la farándula cultural de esta ciudad. Incorrecta porque es de grabados al linóleo, una técnica que es menospreciada por la cultura de mercado. Y, como dicen los neoliberales, el mercado con sus tendencias dominantes diseña y regula la realidad. Incorrecta, sobre todo, porque aquí la belleza es asunto primordial, y en arte y poesía la belleza hace parte de la verdad. Entonces cada verdad debe ser bella para que consiga ser amada.
   
La estética es la carga ideológica que agregamos a la obra de arte. Aun si en la concepción original de la obra no se haya incluido, adrede, ningún aspecto ideológico. Pero casi siempre, sin distinguir el tipo de obra, han sido los teóricos quienes han introducido, a posteriori, aspectos ideológicos en la práctica artística.

Los procesos de la práctica artística muchas veces desencadenan resultados no forzosamente determinados por una circunstancia social determinada, como sucedió con el paso de la monodia a la polifonía, que fue más bien resultado de la vivencia, evolución e investigación de la propia práctica musical. Pero esto poco parece importarles a los teóricos.

Tampoco se trataba de crear un lenguaje autorreferencial, un meta-lenguaje que nadie recibía ni participaba. No se trataba de volver autista al arte. Pero con sus métodos y su falta de amor, son los teóricos quienes más han contribuido a convertir lo transgresor del arte en actividad institucional. Han forzado al hecho poético, libérrimo en esencia, a convertirse en objeto cultural, más manipulable y funcional. Han constreñido la poesía para encajonarla en estética, más social y política.

El teórico convierte los actos poéticos y artísticos en hechos estéticos, dándoles lugar en un contexto de realidad histórica, otorgándoles vigencia cultural duradera. Al crearle memoria al acto artístico, se asigna coherencia a unos hechos imprevisibles que tal vez fueron engendrados en un estado de efervescente caos, sin advertir que su grado de autonomía respecto al contexto histórico social es muy variable de un artista a otro. 

Y al volver histórico un acto artístico, el teórico salva del olvido esa obra.

A menudo se nos olvida que la crítica ya ha sido incluida por el artista en la obra misma. 

                           Pero quizás podríamos aventurarnos a decir que fue Pietro Aretino, nacido en Arezzo, 1492, el primer crítico de arte en Occidente. Era conocido que Aretino destrozaba con sus escritos a sus enjuiciados. Como también que sus elogios a Tiziano le brindaron prestigio y difusión al pintor véneto. En 1525 Aretino tuvo que huir de Roma porque un sicario lo apuñaló en una esquina, por orden de uno de los muchos enemigos que se había ganado con sus duros escritos. En este ataque perdió dos dedos de una mano. Miguel Ángel lo pintó en la Capilla Sixtina agarrando un cuchillo con la mano derecha, y la mano izquierda sosteniendo al propio Miguel Ángel, despellejado.  

                            O, tal vez, podríamos señalar a Giorgio Vasari, también nacido en Arezzo en 1511, como el primer historiador de Arte y crítico, por sus biografías y leyendas recogidas en su libro “LAS VIDAS DE LOS MÁS EXCELENTES ARQUITECTOS, PINTORES Y ESCULTORES ITALIANOS”, cuya primera edición de 1550 es ampliada y reescrita en 1568. Al él se debe haber acuñado el nombre de Renacimiento a aquella época. Vasari inicia el libro con un capítulo técnico sobre arquitectura, escultura y pintura donde trata sobre las técnicas empleadas en las distintas artes. Vasari no acudía a archivos para investigar y comprobar las fechas exactas de los acontecimientos que refería, como harían los modernos historiadores del arte, y consecuentemente sus biografías son más exactas cuando trata a los artistas de su propia generación. 

La crítica no tiene por objeto señalar faltas, descubrir errores. Aunque su labor es juiciosa, tampoco es su función primordial emitir juicios. La crítica es un distanciamiento reflexivo de la práctica artística, para llegar a una práctica teórica. Sólo cuando se entra en crisis, la crítica se hace necesaria: sin crisis no hay crítica precisa e imperiosa, sin embargo, la crítica no llega para consolar a nadie.

La crítica se ejerce siempre sobre una realidad que no satisface, sobre una institucionalidad que no llena, sobre unas normas que no nos acogen: la crítica anhela correr los linderos de la norma, transformar esa realidad, cambiar esas instituciones. Pero el crítico no tiene por qué llegar al jardín del arte con flores en la mano. 

La verdadera crítica no dicta comportamientos, no impone una moral, no busca una dependencia del artista a sus conceptos.

El artista es, por excelencia, el hombre que quiere no ser gobernado. El arte es el resultado de la vivencia de una libertad ontológica, originaria, primordial. Por ello la libertad del artista es incoartable, pero el derecho a la crítica no prescribe.

Cuando la obra de arte se institucionaliza, cuando el artista se institucionaliza, la crítica nos llama a la desobediencia. Cuando la crítica se institucionaliza, el arte es el único espacio de libertad que nos queda.

El arte es una oposición a una realidad no satisfactoria, por ello se opone a una crítica institucionalizada. La crítica, a su vez, es oposición a un arte fosilizado e institucionalizado. La crítica es un necesario ejercicio de libertad cuando el arte la ha perdido, o ha renunciado a ella. 

Si es cierto, como lo es, que el artista es el ser ético por excelencia, la crítica se hace necesaria cuando éste entra en crisis. Lo que trata de hacer la crítica, entonces, es asumir el papel ético abandonado por el artista.

Entre nosotros el grabado carece de prestigio: su pianíssima voz sólo es escuchada por oídos finos. (“Por fortuna tengo fino el oído. ¿Cómo podría distinguir un astro de otro?” dice René Char). Para una comunidad como la nuestra, arriada por censores ideológicos y arribistas sociales, el grabado es excesivamente modesto y poco visible. No sospechan que el buril del grabador ara una trinchera contra el facilismo y el relumbrón.  La fuerza cognitiva y el valor sensible del arte han sido siempre una resistencia contra toda ilusión (de illusio, engañar), contra todo hecho visual incapaz de generar una presencia.

Aquí lo que vende es ese tratamiento homeopático que tantos dan a su obra: si el mundo está lleno de mal gusto, pues démosle más de lo mismo, lo más naive posible; si el mundo está lleno de prostitución, démosle más rameras, y además hiperrealistas para que la ilusión (masturbación) sea más fuerte.  El ansia ignorante de perseguir el parecido siempre está acompañada de la “horrible vacuidad de reproducir”: con su ojo parásito de lo real y su mano vegetativa, reemplazan imagen por remedo, imaginación por reproducción.

El arte no copia: el arte crea, imagina, descubre.
El parecido sólo es importante porque nos enseña a apreciar no únicamente la justicia del objeto hacia su función, su existencia real en la realidad dada, sino lo que lo hace existir por medio de lo que no lo conforma, de lo que no se le parece: manchas de color, gestualidad, técnica, relaciones plásticas. 

El objeto provoca la aventura del ojo y su cómplice la mano. El ojo es la puerta primigenia del deseo. 

El pintor transgrede lo real para provocar la mirada: la línea rompe el cerco de la forma, la mancha destruye las apariencias, el ojo multiplica los puntos de visión, la paleta cambia el color local para construir una armonía colorística, la herramienta borra las texturas del objeto y crea nuevos acabados exclusivamente plásticos, el espacio es demolido y reestructurado, los volúmenes son rotos para que aparezca el vacío, y al final lo que importa es poesía, atmósfera, ritmo.

La “verdad” del arte no es comparable. No depende de su fidelidad de copiar lo real dado, de su capacidad de representar lo visto, sino de su aptitud de revelación del ver, de la mirada. 
La mirada se impone a la vista, el ojo al objeto, el hombre a la cosa. Más que la verdad de lo visible, el arte es la verdad de la mirada.  

La naturaleza (realidad) es un diccionario, el arte es una sintaxis.
“Si yo tuviese que pintar batallas, tendría que mirar flores constantemente: para que una batalla sea buena tiene que parecerse a un cuadro de flores”, decía Delacroix. Cézanne llevaba su naturaleza muerta dibujada en el taller para encontrarle los colores en el campo. Corot terminaba en el taller sus pinturas empezadas en el campo.
         

   Estilo refiere a modo, a manera.
Modo de hacer una cosa, manera de manifestar algo.
Y manera viene de mano. Es la mano quien genera la manera.
Pero estilo es algo más que esto.  Estilo refiere, además, a constantes, a costumbres. En la repetición se origina la costumbre. Sin embargo, es la calidad de la repetición la que hace factible la gestación del estilo. No es una forma que se repite como un tic, sino la repetición como constante de relaciones estructurales y expresivas, repetición sistemática de rasgos que revelan un carácter. Es preciso recordar aquí que carácter viene del griego kharassein  que significa  grabar.
 
              En el grabado al linóleo el gesto no existe. Cada talla del buril en la plancha, más que la huella de un gesto, es el registro de un acto. Aquí hay implícito un esfuerzo físico que conlleva, ineludiblemente, una voluntad de forma.La relación del buril con la plancha es seca y dura: es el momento en que la herramienta despierta la forma en la materia. La impresión sobre el papel es un éxtasis blando y húmedo: más allá de la «histeria técnica» la poética del color alcanza su posibilidad.

             Realizando un trabajo esencialmente escultórico (de sculpiere, quitar) se logra una obra eminentemente plástica (de plasticus, dar forma agregando). Al tallar la plancha con el buril se “esculpe”, al estampar el color sobre el papel se “pinta”. De un proceso háptico se obtiene una obra óptica. Aquí la técnica rechaza su atavismo utilitario y se vuelve existencial. Un grabador sabe realmente lo que quiso hacer, después de haberlo hecho.

  La técnica de impresión al linóleo fue utilizada por primera vez por los artistas de Die Brücke (El Puente), grupo de pintores expresionistas alemanes reunidos entre 1905 y 1913, en Dresde, Alemania, que constituyó la primera vanguardia artística del siglo XX. Este material se distingue porque al ser tallado no tiene dirección determinada, porque no tiene fibra que pudiese tender a astillarse; es más fácil obtener determinados efectos artísticos con linóleo que con la mayoría de las maderas, aunque las impresiones resultantes carecen de la textura que da la madera. El linóleo es mucho más fácil de tallar, pero la presión del proceso de impresión degrada la placa más pronto, lo que dificulta grandes tirajes de cada plancha.

                   El linóleo en color se puede hacer mediante el uso de una plancha distinta para cada color como en un grabado en madera. Picasso demostró que tales impresiones también se pueden lograr con la misma plancha de linóleo, en lo que se denomina el método "reduccionista" de impresión, o “a la plancha perdida”, como lo hace Fabián Rendón: En esencia, después de imprimir el primer color en varios papeles, el artista limpia la placa, y talla lo que no se estampará con el color aplicado posteriormente. Así cada color se imprime en forma sucesiva sobre el papel con una sola plancha.
 
                 Fabián Rendón encuentra en el grabado al linóleo su técnica, su estilo, a sí mismo. Es que el verdadero estilo es encontrarse a sí mismo. Aquí, por una feliz cita, una técnica específica posibilita la aparición de un estilo personal, da aliento vital a una expresión.


                Son legión entre nosotros los barítonos que cantan como tenores. En cambio Rendón encuentra en el grabado su registro natural, su tesitura, su extensión, su forma. Decía un poeta que “un hombre sin estilo es sólo un peatón”.

              El estilo no es una habilidad, es una voluntad de ser. Porque el auténtico estilo es la ética del artista.

              De la relación forma-composición, color-atmósfera, materia-tratamiento, tema-sintaxis, Rendón cosecha el sentido y la expresión de su estilo. Hay aquí una refinada y rica y sintética tipología. Y es esta capacidad sintética de la forma uno de sus mayores aciertos: hacer que cinco rayas sean un tigre no es una actividad economicista, es un logro de concreción maravilloso porque el tigre está aquí en su totalidad y en su unidad.

 
             El estilo informa la materia de contenidos que distinguen un carácter; carga la forma de rasgos peculiares que develan una identidad. El verdadero estilo encierra una unidad profunda. Cada parte contiene una relación cerrada con la totalidad, revelando un principio indisoluble de unidad composicional. Aún en el trozo está claro el espíritu de la totalidad: un pedazo es completo en sí mismo. (Esto nos ha permitido admirar en los fragmentos de un arte antiguo la totalidad de su estética).  Los expertos tratan de determinar si una obra procede efectivamente de la mano de un artista. El estilo permite descubrir del artista, su mano.

 
           Las manualidades han sido menospreciadas por la inteligencia. «¡Qué siglo de manos!».  Sólo al arrancarse los ojos, Edipo descubre sus manos:

«Déjame que las toque con mis manos
y que con ellas mis desgracias llore…
Que al poderlas tocar las imagine
mías aún, como si mis ojos vieran». 

             La mano es una prolongación del ojo, así como el ojo es una prolongación de la mano. Porque la forma es la única cosa accesible a dos sentidos diferentes: al tacto y a la vista. Y la forma es la carne de la imagen. El ojo crea el deseo, pero la mano está más dispuesta a realizarlo. Por eso hablamos del abrazo de la mirada.

Con el libro nace la era industrial-mecánica: él es, sin duda, el primer artículo repetido, uniforme, y producido en masa. La máquina inventada por Gutenberg buscaba una producción más barata y más numerosa que la que permitía el libro manuscrito, para alcanzar una más amplia difusión. Se hacía preciso, claro está, el cambio de la vitela por el papel.

La imprenta, que tomó su nombre y su tecnología de las prensas de lagar que estrujan la uva para sacar el mosto, obtiene su vino más espirituoso en el libro: El libro que es silencio que canta, milagro de la memoria.  El mundo se asila en la palabra, y la palabra se asila en el libro. Los griegos dicen asulon (asilo), “sitio inviolable”.  

La deuda que tiene la pintura con el libro no es sólo histórica.  El grabado nace en el libro, allí crece, y cuando alcanza vida independiente sigue alimentándose allí, en ese espacio sagrado.  Más que la palabra en la intimidad el libro es recogimiento callado de la palabra, blanca herida de la memoria que se niega a cicatrizar.

Ese insistente interés de Fabián Rendón por devolver el grabado al libro, es pues, más que el regreso de un hijo prodigo, una querencia natural del retorno río arriba, hacia las fuentes más puras, a los orígenes.

En un momento en que las artes plásticas padecen, como nunca, del equívoco del soporte, del despiste de la puesta en escena, de la conceptualización sobreactuada, de la sobrevaloración del espacio público como el auténtico marco democrático de la obra, sus exégetas hacen aparecer como si lo más importante de la obra plástica sucediera fuera de la obra misma.

En cambio, elegir como hogar de la obra plástica al libro es decidirse a otorgarle un espacio sagrado. De esta manera se le somete al misterio interior del sagrario, y se evita la errancia de la obra plástica, siempre exhibida en un afuera cotidiano o museístico. Es en el libro donde el poeta sacrifica su voz, donde el grabador inmola su color.
 
Para Fabián Rendón “simplificar la belleza no le resultaba una economía atroz”. Porque no se trataba de una operación precisamente economicista, sino de un acto de concreción sintética de las formas en favor de la imagen, de la esencia de la imagen. Pero para ello había que poner de acuerdo la mano con el ojo. (Los ojos son poetas). Y así alcanzó el mejor de sus encuentros.  Pero encontrar no bastaba, había que hacer propio el encuentro. Y lo hizo suyo.

               
Fabián Rendón

                                                                            
Samuel Vásquez



miércoles, 24 de mayo de 2023

Alfredo Lemon: Poemas

 

Editorial Barnacle


 


































                      “…porque todo el todo es aura” 
                            Jorge Aulicino

El yo que escribo no soy exactamente 
sino alguien que adopta mi expresión,
mi estar diciendo.

Se va todo/ todo se nos va.
La vanidad y la mañana feliz.
La lógica y el absurdo de un galimatías.

¿Y si la existencia es parte de una broma?

Lo silenciado/ lo ansiado/ lo que no.
Lo poco o demasiado
se vuelven rayo o estiércol.

¿En qué cuadrante está la luna?

El tiempo es más que el espacio.
Un big bang retumba en cada orgasmo.

Lo siniestro es el desliz de un zafiro.
Lo sublime es el desliz de una ceniza.

Lo cotidiano es lo heroico.
La conciencia puesta en jaque. 
El thriller nuestro de cada ahora.

Hacer de la idea un imprevisto.
Escribir la miel del amor y su nepente.
Huir el ya hacia adelante.  
Sembrar zinnias en el jardín de Epicuro.


A orillas del Ganges, Benarés

He llegado hasta aquí río sagrado
a purgar mis deudas y errores

He venido a perdonarme
y poder perdonar

Abandono mis miedos y miserias,
vergüenzas y venganzas

Quita la sombra de mis ojos,
ilumíname con la verdad que me asusta

He llegado hasta aquí ciudad de Buda
a bañarme en tus aguas sanadoras

Lávame y cúrame

Límpiame y libérame 

Purifícame y seré salvo


A la mujer de la India

Brilla la luna en su cuna de plata
y la luz asciende la espalda de la noche.

¿Te acordás cuando hicimos el amor en el río 
y recitábamos a Keats ?

"A thing of beauty is a joy forever".
Sí; rozar la belleza es un goce para siempre.

Déjame volver, recostarme en tu vientre
y esperar un nuevo día.

¿Estaremos juntos otra vez?
Maybe, perhaps, peut être.

Hartémonos de higos, duraznos y jazmines.

Me siento fluir como si soñara.

Lo eterno sucede y se adormece.


60 años

Ahora, cuando el paladar todavía puede gozar de las frutas,
en un momento en que las dudas parecen aquietarse,
oportuno resulta intentar un balance.

Pero: 
¿cómo decir la fugacidad 
mientras el acontecer sucede siendo ?   

La vida dibuja nuestros rasgos
con rastros de memoria y arenisca.

Somos un soplo, una tiza en el viento del tiempo.

La máscara dice la verdad 
y el rostro miente.

La muchacha que baila a orillas del mar
será mañana la anciana que no podrá sostenerse.

Retorciéndose, el pensamiento sufre en secreto.

Las palabras también anochecen
y el color del olvido las cubre de negro.

Dios es un poema que no terminaré de escribir.


La noche oscura del ser contemporáneo
                                                                               
                           “Puede llegar un día en que la peste, 
                            para desgracia y enseñanza de los hombres, 
                            despierte a sus ratas y las mande a morir a una ciudad dichosa”
                                                            Albert Camus
                                                                 

Qué jóvenes morimos aquí, en las grandes urbes,
ciudades sitiadas de tinieblas y agonías,
zoológicos de gente / hogares jaulas / shoppings catedrales

Largos countries donde brilla un bienestar aparente,
fiestas sin feeling,
                            mímicas sin glamour. 

Muy jóvenes morimos aquí,
defraudados pujando por la ganancia injusta

en ambientes saturados de cemento y smog
sin música y sin familia

con la espalda curva y las manos llagadas 
asfixiados de angustias y toxinas

Demasiado jóvenes morimos aquí,
apresurados en speedways que no van a ningún lado
saturados de orgías con cocaína y fast food

Muy jóvenes morimos aquí,
en blancos hospitales y anónimas camillas

asistidos con morfina o un revólver
cortinas tristes de una última butaca
 

Tan desamparado no podrás enfrentar la noche más agria 
                              la noche más gris
la noche más noche
                             cuando todo tiembla. 


Alfredo Lemon. Córdoba, Argentina, 1960. Obra poética: "Eclipses, arritmias y paranoias" (1983). "Cuerpo amanecido" (1988). "Humanidad hecha de palabras" (1991). "Sobre el cristal del papel" (2004). Ensayo Filosófico: "El mono metafísico" (1991)


martes, 23 de mayo de 2023

Novedad editorial: Antología Beat, Yaugurú, Montevideo

 

Yaugurú, Montevideo, 2023.
Diseño y edición Gustavo ‘Maca’ Wojciechowski,


En el panorama poético estadounidense la publicación de Nueva Crítica (1941) ensayo de John Crowe Ramson destaca la configuración de una corriente de pensamiento, compartida por varios críticos, entre ellos,  Allen Tate, Robert Penn Warrren, Yvor Winters y Cleanth Brooks que invade con energía conquistadora las universidades y los medios académicos, consolidando una actitud conservadora, que bajo distintas máscaras y atuendos echa raíces en la academia norteamericana. Estos desde un cierto formalismo centraban su análisis, su evaluación estética, a partir de una  exclusiva lectura del texto poético y del funcionamiento de las relaciones internas de las expresiones figurativas. Ellos preferían a Yeats sobre Williams, lo mítico a lo personal, lo racional a lo irracional, lo histórico a lo contemporáneo, la erudición a la espontaneidad y lo elitista a lo popular. Su predilección por la tradición se fundaba en un exagerado respeto por las letras inglesas, su tono frente al  propio, coloquial, del hablante norteamericano; ‘nuestra lengua vernácula’, como la definió Allen Ginsberg. Confiados en sus conceptos y juicios excluyentes, defendidos desde la cátedra universitaria, no supieron leer las transformaciones que se estaban gestando en los usos de la lengua. Nacidas estas en el trabajo de una nueva generación de poetas que releyeron su incipiente tradición poética —Whitman, Pound, Williams— que con desesperación buscaban su propia voz y la de su tierra.

lunes, 15 de mayo de 2023

Lucía Estrada: Poemas

Lucía Estrada

 


 







Estoy conmigo misma, y mis dedos buscan aferrarse a las páginas de un libro, al deseo de quedarme todavía un poco más entre mis cosas, entre los seres que amo.

Urgencia de acercar la vida y llamarla por su nombre. Invocarla, verla girar y mezclarse con mi sombra. Entonces pregunto, y la poesía viene a mi encuentro. Busco en ella desesperadamente.

Sé que nada me he propuesto tan difícil. También sé que no habría podido elegir mejor el lugar de mi derrota.

Pero creo, y eso todavía me da fuerzas. ¿Y qué es lo que creo? Creo en el silencio, en la tarea de recomenzarlo todo, de echarlo todo abajo y volver a poner pacientemente las piedras hasta que la muerte haga lo suyo.

Muchas veces, todas las veces.

Ella,“que va borrando por encima de nuestro hombro lo que escribimos”[1], eso que parece tan inasible y a la vez tan real. Lo único real…

Vuelvo a mirarme las manos que han hecho poco. Vuelvo a mirarlas en su intento de trazar en líneas vivas lo incomunicable, de hacer visible lo invisible. Y encuentro verdad en ese gesto. Si no lo hiciera, me reventaría el dolor de no sentirme vivir

Instantes, de quién signos,

no duerme ninguna claridad.

No- sido, de todas partes,

recógete,

y en pie permanece.[2]


Siempre, cuando regreso a casa, me alivia cerrar la puerta y comprobar que en esa región de luces y de sombras, de aire quieto, de atmósferas blancas y vacías como al principio, cada objeto es el mundo, y cada palabra una manera de habitarlo. Pequeñas cosas que no me atrevo a tirar, delirios que mi mano dibujó en el aire y que seguramente mañana habré olvidado.

Ahora,

con miradas sacadas a golpes de dados

te despiertas, la que está junto a ti

pesa más, cada vez más,

 también tú, con todo

lo enajenado en ti,

te enajenas hacia dentro,

más hondo,

la cuerda

una

entre vosotros tensa su dolor,

la desaparecida meta

irradia, arco.[3]


Pienso en el misterio. Sus hojas goteando el temblor de la primera mañana. Esa mirada limpia y desafiante sobre el mundo. Este mundo y el de afuera. Qué grande es el esfuerzo de construir en el vacío. Un esfuerzo que no se nota en el rostro ni en las manos. Un esfuerzo como el de la materia misma, reacomodándose a cada segundo.


Cuando escribo, todo parece tener una voz propia. No son mis manos las que trazan el mapa de la noche. Hay extrañeza en los ojos y en la punta de los dedos, extrañeza en las palabras que se pierden como barcos en la lejanía antes de que haya podido nombrar alguna cosa. Sí, la extrañeza de quien recorre un lugar por primera vez, de quien —al entrar en la muerte— descubre en su rostro las facciones que le había negado el estar vivo.

Cada palabra me obliga a desconfiar de ella misma, de su peso, de su forma, de su lugar en la página en blanco que es la extensión de mi deseo. Y me dejo llevar por esas voces, voces escindidas de un cuerpo indeterminado, voces que van y vienen, diminutas, vegetales, voces tan fuertes como nunca lo podrá ser mi propia voz. La poesía me permite verlas danzar dentro y fuera de lo que nombran, aquello que siempre ha estado a nuestro alcance y nos brinda la posibilidad de escucharlas de otra manera, mirarlas desde otro ángulo de lo real.

Escribir es un reaprendizaje del silencio, de las palabras y de las formas, sin importar si éstas son superiores o inferiores, luminosas o sombrías, bellas o terribles, inocentes o perversas.

La poesía es mi diálogo con la sombra, nada hay en ella por azar.

Tampoco hay un centro…

 La isla de visibilidad desmigajada

en la escritura del corazón, a medianoche,

en el breve destello de la llave de arranque.

Hay demasiadas fuerzas

rabiosas de su meta

también en este

alto aire que, en apariencia, surcan

las estrellas.

Contra nosotros choca

la milla libre que añoramos.[4]

Mi aspiración más alta es hacerme libre, verdaderamente libre. Cómo quisiera que esa libertad me llegara en los siguientes minutos… Sentir que puedo hablar claramente, que todo cuanto soy encuentra su correspondencia en cada uno de sus alfabetos y no sentir temor.

Cada vez que llega el impulso inaplazable de escribir, se alza en mi sangre un deseo de afirmar la vida, de romper eso que siento tan seguro, de quedarme a la intemperie, de asumir esa intemperie como lo hicieron otros. La poesía es un riesgo, y nos enfrentamos a ella desnudos, sólo con las manos y la herencia del aire.

Esto lo he dicho otras veces pero no basta. También lo he callado y no basta. Ese riesgo es lo que me conmueve. Tratar de merecer un mundo palabra por palabra. Nombrar la hierba y sentir cómo se abre paso alrededor de tus pies; decir agua y podernos mirar en ella: que su brillo reviente en la página; decir amor, niebla o abismo y sentirlos arder en los ojos, como un puñado de arena que nos lanza el desierto para probar que su dolorosa extensión existe, que todo ahí es real…

Yo quisiera escribir con palabras que tiemblen bajo su propio peso, palabras que resistan. Escribir como quien abraza las formas de lo desconocido, como quien se niega a permanecer en un solo lugar. Escribir con palabras que me recuerden las manos de un ciego. Palabras táctiles, memoriosas.

Hay tanta luz en este diálogo con las sombras… Agua siempre, y fuego herido de oscuridad.

Lo sé bien, no hay otra forma de afirmar mi vida sino a través de la escritura. Es como encender una lámpara y vigilar el movimiento de unas manos. Movimiento en el que hay puertas y murmullos detrás de las puertas,cerraduras, oídos atentos que vigilan nuestros pasos…y ojos, infinidad de ojos que se multiplican para ver el ascenso de la noche…La noche que se apodera de los cuerpos y canta.

Lucía Estrada

Marzo 2013

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[1] José Manuel Arango.

[2] Paul Celan.

[3] Paul Celan.

[4] Paul Celan.

Lucía Estrada (Medellín – Colombia, 1980) Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos Maiastra, Las Hijas del Espino, El Ojo de Circe (Antología), La Noche en el Espejo, Cuaderno del Ángel, Continuidad del jardín (Selección personal) y Katábasis. Con su libro Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005), y la Beca de Creación en Poesía, otorgada por el Municipio de Medellín en 2008 con Cuaderno del ángel. En 2009 y 2017 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con sus libros La noche en el espejo (2010) y Katábasis (2018) respectivamente. Con este último libro fue finalista del Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura de Colombia en 2019. Textos suyos han aparecido también en varias antologías y publicaciones del país y del exterior. Así mismo sus poemas han sido traducidos a varios idiomas. Invitada a diversos encuentros literarios en el país y en el exterior. En 2020 la Editorial Eulalia Books (Estados Unidos) publicó una edición bilingüe de Katábasis en traducción de Olivia Lott (Finalista en el PEN America Literary Awards, 2021 . Próximamente la editoal Harmattan de París (Francia), publicará una edición bilingüe de Katábasis en traducción de Dominique Delpirou.



martes, 9 de mayo de 2023

Raymond Carver: Simple

 
Raymond Carver



























Simple

Un claro en las nubes.
El macizo perfil de las montañas azules
que se  recorta en el horizonte.
El amarillo apagado de los rastrojos.
El río oscuro.
¿Qué estoy haciendo en este lugar,
 solo y cargado de culpas?
 
Sigo comiendo las frambuesas de la fuente.
Si estuviera muerto,
me recuerdo, no podría saborearlas.
Nada es tan simple.
Sí, todo es así de simple.


La casa detrás de esta

La tarde ya está oscura y desnaturalizada.  
Cuando esta mujer vieja apareció en la pradera, 
 bajo la lluvia, llevando un bozal en la mano.
Siguiendo el sendero llegó hasta la casa.
La casa detrás de esta. De alguna manera
ella sabía que Antonio Ríos estaba viviendo
la hora de su combate final.
Ella lo sabía, no me preguntés cómo lo supo, ella sabía.
El médico y algunas personas estaban con él.
Ya nada se podía hacer. Y entonces la vieja
 entró en la habitación con el bozal,
y lo colocó al pie de la cama.
 La cama en la que Antonio Ríos agonizante
espera la muerte.
Luego se retiró sin decir una palabra.  
Esta mujer que una vez fue joven y hermosa:
cuando Antonio era joven, fuerte y  hermoso.


El auto

El auto con el parabrisas astillado.
El auto que partió una biela.
El auto sin frenos. 
El auto con la junta quemada.
El auto con un agujero en el radiador.
El auto por el que me deslomé en la zafra.
El auto con el block rajado.
El auto que no tiene marcha atrás.
El auto que cambié por una bicicleta.
El auto con problemas en la dirección.
El auto con un alternador que no carga.
El auto que perdió el asiento trasero.
El auto con el tapizado destruido.
El auto que quemaba aceite.
El auto con mangueras podridas.
El auto que abandonó ese restorán sin pagar.
El auto con cubiertas peladas.
El auto sin calefacción.
El auto con la trompa fuera de línea.
El auto en el que vomitó un niño.
El auto en el que yo vomité.
El auto con la bomba de  agua rota.
El auto con la cadena de transmisión reventada.
El auto que torció el árbol de levas.
El auto que me dejó a un costado del camino.
El auto que humea intensamente.
El auto con el carburador que se traba. 
El auto que atropelló un perro y no se detuvo.
El auto con el silenciador perforado.
El auto que no tiene caño de escape.
El auto que mi hija destrozó..
El auto cuyo motor fue rectificado dos veces.
El auto con los cables de la batería sulfatados. 
El auto que compré con un cheque sin fondos.
El auto de mis noches de insomnio.
El auto con el termostato que no abre.
El auto cuyo motor estalló en llamas.
El auto sin luces.
El auto con la correa de ventilador cortada.
El auto con los limpiaparabrisas que no funcionan.
El auto que regalé.
El auto con problemas en el diferencial.
El auto del que me lavé las manos.
El auto que golpeé con una maza.
El auto cuyas cuotas no podía pagar.
El auto que fue embargado.
El auto con el embrague que patina.
El auto que espera en la agencia de usados. 
El auto de mis sueños.
Mi auto. 

(Versiones Esteban Moore)



Raymond Carver (Clatskanie, Oregon, EEUU, 1938- Port Angeles, Washington, EEUU, 1988). En 1996 se publicó su poesía reunida  All of Us (Todos nosotros).


sábado, 6 de mayo de 2023

José Inácio Vieira de Melo: poemas de ‘Garabatos salvajes’

 
 José Inácio Vieira de Melo


























OFICIO

Acuñar sacudidas sísmicas,
es mi oficio.

Buceo mi sueño
y voy a lo más profundo
en busca de lo increado.

Y como es extraño
el luminoso mineral
que surge así precipitado.

Para no cegarme
con la ensimismada joya,

que atraviesa diamantes
en una ola de amalgamas
espejadas,

lo friego en el cuerpo,
cauterización que toca en el alma
desparramando brasas.

Y brotan los versos vivos,
sonrientes sudados
lágrimas talladas.


GARABATO RUPESTRE

Cuando nací
el roquerío asomaba.
Dos riachos
desenvolvían el azul.

Me sacudió, en la tarde,
una penetrante tonada
golpeando el cambray
de mi sueño.

El balanceo de la red
embalaba el plan:

en el medio del sueño
en la cueva de la infancia,
una forma primera:

el garabato rupestre
de la poesía.


GARABATOS SALVAJES

Hay un tigre dentro del reloj,
corriendo entre los sueños
y atravesando la sabana del tiempo.
Cuando viene entona su rugido
y sus garras arañan las piedras del desierto,
quedan esculpidas en mi centro
las letras que componen mis versos.


VÍA DE LAS PALABRAS

Cada palabra tiene su vía.
Es todo imprevisto en cada línea.

Sea lo dicho y hecho,
cuando es juntado en palabras,
puede aparecer de otro modo.

En cuanto más enmarañado el camino,
el viaje de las palabras más se profundiza:

querer diseñar las formas ignaras
y sentir el incienso de lo inmenso oscuro.

La palabra es lo repentino,
es el desprevenido instante,
y todo se alinea en su explosión.


SOLUCIÓN

La solución para tantas palabras
es apagar de ellas el sentido.

Y partir de la intacta inocencia
cuando todavía todo era nada.

Y sentir la poesía
despertar al silencio
hasta llegar al otro,
inventando nexos.

Lo humano es demasiado
y necesita inscribir
en el cuerpo del texto
la textura del drama.


LA CANCIÓN DE LOS LIBROS

Leer un libro
es deletrear la caligrafia del sueño
y descifrar la partitura del origen.

Los libros cantan el camino a casa.



* Las piezas fueron tomadas de Garatujas selvagens, con ilustraciones de Ramiro Bernabó (Cajazeriras, ed. Arribaçã, 2021)

** Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2023.

José Inácio Vieira de Melo (Alagoas, 1968), radicado en Bahia, es poeta, periodista y productor

cultural. Es autor de los libros: Códigos do silêncio (2000), Decifração de abismos (2002), A terceira romaria (2005), A infância do Centauro (2007), Roseiral (2010), Pedra Só (2012), Sete (2015), Entre a estrada e a estrela (2017), y de las antologías 50 poemas escolhidos pelo autor (2011) y O galope de Ulisses (2014), varios de estos, premiados. 
Organizó colecciones poéticas, publicó CD’s con poemas e integra media docena de antologías de poesía. Fue traducido y publicado en México, Francia, Italia y Estados Unidos, y piezas poéticas suyas fueron traducidas también al alemán, árabe y finlandés. 
Fue coordinador y curador de diversos eventos literarios, y desde 2020 ejerce como curador y presentador de una serie de saráus virtuales, por intermedio de Instagram, donde recibe cada semana a una poeta y a un poeta, siempre de Estados brasileños diferentes, para conversar con el anfitrión y entre estos, y para presentar sus poemas ya publicados o inéditos, así como también la lectura de la obra de otros autores.