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jueves, 12 de agosto de 2010

Antonio Cisneros, poemas.





Antonio Cisneros, Premio Pablo Neruda, Chile,2010.





















Para hacer el amor

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca
de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no vera el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.


Un perro negro

Un perro. Un prado.
Un perro negro sobre un gran prado verde.

¿Es posible que en un país como éste aún exista un perro
negro sobre un gran prado verde?

Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado
ni manso ni feroz.

Un perro negro común y corriente sobre un prado ordinario.
Un perro. Un prado.

En este país un perro negro sobre un gran prado verde
Es cosa de maravilla y de rencor.


Crónica de lima

                                                 Para calmar la duda/que tormentosa crece/
                                                                      acuérdate; Hermelinda, /acuérdate de mí.
                                                                              Hermelinda, vals criollo




Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y el día de la muerte
del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy.
Aquí, escrito el nacimiento del mejor de mis hijos, varón y hermoso.
Todos los techos y monumentos recuerdan mis batallas contra el Rey de
los Enanos y los perros
celebran con sus usos la memoria de mis remordimientos.
                                                                       (Yo también
harto fui con los vinos innobles sin asomo de vergüenza o de pudor,
maestro fui
en el Ceremonial de las Frituras.)
                                                                   Oh ciudad
guardada por los cráneos y maneras de los reyes que fueron
los más torpes -y feos- de su tiempo.
Qué se perdió o ganó entre esta agua.
Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los Grandes Traidores.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.

Las mañanas son un poco más frías,
pero nunca tendrás la certeza de una nueva estación
-hace casi tres siglos se talaron los bosques y los pastos
fueron muertos por fuego.
                                                    El mar está muy cerca, Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas, su presencia
habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles,
en el aire color rojo-ladrillo.
                                                                  Y el mar está muy cerca.
El horizonte es blando y estirado.
                                                                        Piensa en el mundo
como una media esfera -media naranja, por ejemplo- sobre
cuatro elefantes,
sobre las cuatro columnas de Vulcano.
                                                             Y lo demás es niebla.
Una corona blanca y peluda te protege del espacio exterior.
Has de ver
                     cuatro casas del siglo XIX.
                     Nueve templos de los siglos XVI, XVII, XVIII.
                     Por 2 soles 50, también, una caverna
donde los nobles obispos y señores -sus esposas, sus hijos-
dejaron el pellejo.
                              Los franciscanos -según te dirá el guía-
inspirados en algún oratorio de Roma convirtieron
las robustas costillas en dalias, margaritas, no-me-olvides
-acuérdate, Hermelinda- y en arcos florentinos las tibias y los cráneos.
(Y el bosque de automóviles como un reptil sin sexo y sin especie conocida
bajo el semáforo rojo.)
                                                                              Hay, además un río.
Pregunta por el Río, te dirán que ese año se ha secado. Alaba sus aguas
           venideras, guárdales fe.
Sobre las colinas de arena
los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido
un campamento más grande que toda la ciudad, y tienen otros dioses.
(Concierta alguna alianza conveniente.)
Este aire -te dirán-
tiene la propiedad de tornar rojo y ruinoso cualquier objeto al
       más breve contacto.
Así,
tus deseos, tus empresas
                                       serán una aguja oxidada
antes de que terminen de asomar los pelos, la cabeza.
Y esa mutación -acuérdate, Hermelinda- no depende de
        ninguna voluntad.
El mar se revuelve en los canales del aire,
el mar se revuelve,
es el aire.
                 No lo podrás ver.

Mas yo estuve en los muelles de Barranco
escogiendo piedras chatas y redondas para tirar al agua.
Y tuve una muchacha de piernas muy delgadas. Y un oficio.
Y esta memoria -flexible como un puente de barcas- que me amarra
a las cosas que hice
y a las infinitas cosas que no hice,
a mi buena o mala leche, a mis olvidos.
                                                   Qué se ganó o perdió entre estas aguas.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.


En el 62 las aves marinas hambrientas llegaron hasta el centro de lima


Toda la noche han viajado los pájaros desde la costa —he aquí
    la migración de primavera:
las tribus y sus carros de combate sobre el pasto, los templos,
    los techos de los autos.
Nadie los vio llegar a las murallas, nadie a las puertas
—ciudadanos de sueño más pesado que jóvenes esposos—
y ninguno asomó a la ventana, y aquellos que asomaron
sólo vieron un cielo azul-marino sin grieta o hendidura entre su
    lomo
—antes fue que el lechero o el borracho final— y sin embargo
el aire era una torre de picos y pellejos enredados,
como cuando dormí cerca del mar en la Semana Santa
y el aire entre mi lecho y esas aguas fue un viejo gallinazo de
las rocas holgándose en algún patillo muerto
—y las gaviotas-hembra mordisqueando a las gaviotas-macho y
un cormorán peludo rompiéndose en los muros de la casa.

Toda la noche viajaron desde el Sur.
Puedo ver a mi esposa con el rostro muy limpio y ordenado
   mientras sueña
con manadas de morsas picoteadas y abiertas en sus flancos por
los pájaros.


Antonio Cisneros, E.M.; Puntadel Este, 2009.



Antonio Cisneros (Lima, 1942). Poeta, periodista, cronista, guionista, docente universitario y traductor. Ha publicado : Destierro" (1961); David (1962); Comentarios reales de Antonio Cisneros (Premio Nacional de Poesía, 1964); Canto ceremonial contra un oso hormiguero (Premio Casa de las Américas,1968); Agua que no has de beber (1971); Como higuera en una campo de golf (1972); El libro de Dios y de los húngaros (1978); Crónicas del Niño Jesús de Chilca (Premio Rubén Darío, 1981); Agua que no has de beber y otros cantos (1984); Monólogo de la casta Susana y otros poemas (1986); Por la noche los gatos (1988); Poesía, una historia de locos (1989); Material de lectura (1989); Propios como ajenos" (1989,1991,2007); Drácula de Bram Stoker y otros poemas (1991); Las inmensas preguntas celestes (1992); Poesía reunida (1996); Postales Para Lima"(1991) Comentarios reales (2003); Como un carbón prendido entre la niebla(2007); Un Crucero a las Islas Galápagos" (2005, 2007); A cada quien su animal (2008); El caballo sin libertador (2009).