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miércoles, 4 de agosto de 2010
Germán Arens: Poemas
Ganímedes
Una tarde
en el pueblo murió el Gordo…
desde temprano
trabajó con ahínco
reparando baterías.
(Oficio heredado de su padre).
Dicen,
en el pueblo…
que en un último y voluntarioso esfuerzo
el Gordo
doblegó a su corazón
y en medio de estertores
primó la premura.
Caminó tres pasos…
(testarudo como siempre)
se llegó a su mesa de trabajo,
y a salvo ubicó el generador
(propiedad de un cliente que después lo reclamara).
¡El Gordo se fue a Ganímedes!...
lo atestigua mi memoria.
Tres vacantes ocupamos
en uno de los viajes
por Romaniuk programados
hace ya catorce años,
el gordo
fue quien hizo las reservas…
(siempre miró las estrellas).
Fabían Benassi, rionegrino…
y el que recuerda:
Inexpresivamente reímos,
aceptamos la propuesta.
El Gordo se fue a Ganímedes…
y se olvidó de nosotros.
E.T.
El extraterrestre
se domiciliaba
en la primera casa
de la calle Alem
de un pueblo
sureño argentino
homólogo a su río,
se desempeñaba laboralmente
como instructor de pesas.
Lo caracterizaban:
La excelencia de sus músculos,
su adustez
y una incipiente miopía.
Una noche
observándome desde atrás de sus anteojos:
La cabeza rapada
en la que memoro
mi existencia,
junto al metro noventa
y tantos
que porto desde mozuelo
como dijera Manuel;
bastaron para mitigar
su sospechada sospecha.
“Mi origen estaba en el centro de la Tierra”
La escopeta
era de doble caño,
la cargué con breneke
que me diera Rancaño
(cazador de chanchos y chanchas).
disparar disiparía mis dudas,
el extraterrestre
aseguraba ser inmortal
por unos trescientos años
de los nuestros.
Lo insté a desvestirse.
Definitivamente…
en su pectoral izquierdo,
una fecha de vencimiento
violeta y disimulada
yacía inalterable.
Le apunté al corazón,
supuse que el corazón
de los extraterrestres
sería un órgano
vitalmente vital
así los nuestros.
Disparé
y en su pecho
quedó un agujerito
que me retrotrajo
a la mirilla
del baño
por la que espiaba
a las visitas
cuando era mozuelo
como dijera Manuel.
Desde entonces:
¡Quiero conocer a mis verdaderos progéneres!
…y como un sabueso obstinado…
no dejaré de cavar,
hasta llegar al centro del planeta.
Me apoyo en mis patas traseras
usando de pala las delanteras.
Administrativo
Debido
a mi trabajo administrativo,
desde hace veintidós años
concurro al banco de la nación argentina
de lunes a viernes.
Consecuente a mi rutina
he seguido con detenimiento
el proceso de los días en hombres y mujeres
subordinados a la suya en el banco de la nación.
Siempre me mostré reticente
al comentario fatuo de compañeros en espera
de ser atendidos en las largas colas
del banco de la nación.
Sin embargo
conozco hasta el detalle más ínfimo
entre los detalles que impregna el tiempo
en los empleados del banco de la nación…
así como ellos
conocerán los de este hombre
que de manera intachable
concurre
todos los días
al banco de la nación.
El baño
Desperté…
atravesé un largo pasillo.
Detrás de sus cuatro puertas duermen:
mis abuelos,
mis hermanos,
mi tío y mi padre.
El baño es grande…
casi tanto como un espacio vacío.
Desamparado entre azulejos blancos
dejo el espejo detrás de mis espaldas…
no quiero mirarlo,
tengo miedo de verme otro.
El tanque
Cuando esos dos hombres
venidos del pueblo,
instalaron el tanque australiano entregado
por la firma fabricante que lo fabricara…
que hicieran al tanque
el envío incluía
accesorios diversos:
las chapas
de un metro
de un metro
de ancho
tres metros
de largo…
y entre ellas
las juntas
las juntas
de unión,
etc. , etc. .
Dijera el abuelo:
-¡Cepillar con cepillo
de año en año debemos las paredes internas…
evitará permanezcan adherencias en tiempo!-
Nunca hubiéramos imaginado;
tan niños nosotros…
que estábamos a días
de contemplar agradecidos a Diana en bikini
mientras las vacas abrevaban cerquita.
Germán Arens. Nació en Bahía Blanca, el 8 de abril de 1967. Publicó dos libros de poesía: “Pueblada (2008) y “Versos de Gabino” (2009). Tiene en proceso de edición un nuevo libro
“Los ojos del cordero”.