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martes, 30 de agosto de 2011

Raúl Henao: Presencia del Haiku en la poesía colombiana.


Raúl Henao









Para un poeta colombiano el haiku es amor a primera vista o no es nada. Lo mismo  que nos pasa con el  poema en prosa,  estamos predestinados   a escribirlo y cultivarlo,  si no como un amor único, si como se ama en el jardín la flor que tarda años en florecer y se marchita en solo un día,  pero que por eso mismo nos parece más invaluable o preciosa.
Mi afinidad con el haiku está  ligada inicialmente al gusto por los viajes,  a las caminatas solitarias y solariegas… Es decir, a mi primera juventud  y a mis primeras lecturas, cuando por un  puro azar,  que se confunde siempre con el destino personal,  cayera en mis manos aquel  inolvidable    volumen de la colección poética “El Arco y la Lira” con una selección de los  haikus  de Bashô  y sus discípulos, que no he vuelto a hallar  en parte alguna, al punto de llevarme a pensar que su hallazgo fue sólo un sueño.
Es cierto que a ese encuentro me habían llevado  en aquel tiempo  las numerosas lecturas que hice de los poetas y novelistas norteamericanos  de la generación beatnik, donde encontré  las primeras, inquietantes  referencias   al budismo zen  y su  concepción (o mejor,  su vivencia)  del  mundo,  muy ajustada a mi temperamento contemplativo y que  en mi parecer sigue constituyendo  una de las  terapias o medicinas  más eficaces  para corregir la manera distorsionada, enrevesada  que tenemos los occidentales de concebir la realidad total y en particular la del mundo que nos rodea.
 Esa lectura de los poetas beatniks me llevaría a viajar comenzando  el año 1967 a los EE.UU. Y una vez en ese país, de New York a San Francisco…A lo ancho del continente americano,  en el auto de un mexicano un poco loco que conocí en un parque del  Greenwich village,  el barrio bohemio newyorkino  de aquel  entonces…Un viaje que en mi memoria reviste proporciones míticas.
Claro que la escritura del haiku será muy posterior. .. que recuerde,  a mediados de la década del 80 o comienzos de los 90, pero en aquellos años aventuraba ya la escritura de una poesía breve,  de tendencia aforística o epigramática  que de algún modo se le parecía. Fue un acercamiento lento  y progresivo que se materializaría literalmente durante una corta estadía en Cali, mi ciudad natal,  cuando recibí  por el correo postal –regalo de una amiga bibliotecaria de Medellín-  la antología poética LA SENDA DE BASHO/EL HAIKU JAPONES, de Gustavo  Zuluaga  “El Hamaquero”, editada  por el Departamento de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia, compilación que incluía a la generalidad  de los poetas del haiku japonés y una significativa muestra de sus émulos en Norte y Suramérica,  incluyendo tres improvisados, novedosos  haijines  colombianos.
La lectura de esa antología me produjo una especie de satori o iluminación súbita que de una vez por todas me esclareció  la naturaleza (o el secreto, para un lector occidental)  de la escritura del haiku  que hasta ese momento me había resultado ajena  y  vedada,  porque con otros dos o tres poetas de mi generación  consideraba de manera equivocada  que dicho genero poético era privilegio solo  de los poetas japoneses y extremo-orientales.
A partir de ese momento empecé a frecuentar, de manera intermitente, es cierto,  el poemita de  tres líneas y cinco, siete y cinco  silabas (métrica inimitable  en idiomas distintos al japonés) que, me parecía en ese entonces sin antecedentes en el país…    A no ser, de lejos,  aquellas  famosas versiones de poetas chinos como Li Tai  Po,  Tu Fu  o Wang Wei,  que hiciera  en su tiempo Guillermo Valencia  y que  publicara bajo el título de CATAY.  O  la  SERIE CHINA, de trasfondo oriental y  taoísta  de Fernando Arbeláez, un poeta  que en la actualidad todavía se conoce poco en Colombia.
Ignoraba que por esos mismos años, Umberto  Senagal  (seudónimo de Humberto Jaramillo Restrepo)  poeta de Calarcá, Quindio  se me había adelantado al respecto ,  contribuyendo, quizás el primero a la difusión y escritura del haiku  en Colombia, género poético al que consagrara  las mejores páginas de la revista KANORA  y una docena de libros publicados, con títulos como  PUNDARIKA, VENTANAS AL NIRVANA  o  SUNYATA  . ..De variopinta calidad, porque aun los grandes poetas japoneses  suelen caer en el simplismo o lugar común.  A  este propósito  vale la pena recordar  lo que  Shiki  -renovador  del  haiku  japonés a  comienzos del siglo XX-  decía del mismísimo Bashô:  que “al  menos  cuatro  o  quintas  partes de la producción de Bashò  son  abiertamente  malas”  ,   lo que no deja de parecernos  un tanto sacrílego o blasfemo a los admiradores modernos del gran viajero  iluminado, maestro de este género poético.
Reproduzco a continuación dos  haikus  de  Umberto  Senegal:

Una teja rota en el techo
Y aparecen
Cien estrellas.

Refleja  esa  luna
Corazón
No la pienses.

En Colombia las regiones del Quindío  y Valle del Cauca han sido siempre proclives o propicias  a la escritura del haiku,  quiero mencionar  al respecto a Javier Tafur, un poeta de Cali,  autor de numerosos libros de poesía breve que en más de una ocasión rayan en el haiku. Para muestra un botón:

Sueño entre el sueño
La garza
En el algodonal.


En su huella
Un peso de más:  el fusil
¡Triste verlos partir así!


Tafur es por otra parte autor de  EL HAIKÚ O EL ARTE DE GUARDAR EL MOMENTO SUBLIME (Ediciones La Silaba, Cali. 1993)  ensayo breve pero medular:   ”singular e imprescindible aporte bibliográfico para cuantos conocen el haiku o se aproximan por primera vez al mismo” al decir de Senegal,  en el prólogo del libro.

Y a propósito de ensayos o estudios teóricos acerca del  haiku  o  en general sobre la poesía extremo-oriental,  publicados en Colombia no podemos pasar por alto el libro de Julián Malatesta  (Juan Julián Jiménez)  PRESENCIA DE LA POESÍA CHINA Y JAPONESA EN ALGUNOS POETASLATINOAMERICANOS  (Premios Jorge Isaacs. Ediciones Gerencia Cultural del Valle. Cali, 1997) que,  así  sea de manera epidérmica  toca temas esenciales como la escritura china y la métrica japonesa,  la filosofía y la religión y   -lo que nos importa más de cerca -  la presencia (e influencia) de los grandes poetas chinos y japoneses en la poesía latinoamericana, Colombia incluida.

Malatesta,  que  aparte  de  ensayista  también  es poeta,  incursiona en el haiku,  en la tónica brillante e ingeniosa  inaugurada en Latinoamérica por el mexicano José Juan Tablada:

Invento el camino
La costurera del campo
Con su hebra de hilo.

En diciembre de 2006, dentro de  la colección Cuadernos  de  Poesía  de Calarcá, Quindío,  dirigida por  Leidy  Bibiana  Bernal  y  Umberto  Senegal aparece VECINO DEL VIENTO Y LAS CHICHARRAS  de Fernando López  Rodríguez ,  un poeta de Cartago, Valle.  En la presentación del libro mencionado  nos dice Umberto Senegal:   “Fernando  escribe  haikus porque  los  percibe y  desgaja  del  paisaje para convertirlos en poesía. Sabe contemplar y celebrar la desnudez de un árbol y la desnudez de un cuerpo femenino, ocultándolas tras el verso pero revelándolas erótico en las evocaciones sutiles del haiku”.  Transcribo algunos de ellos  a continuación:

Estridencia o canto
Este dilema tiene sin cuidado
A las chicharras.

Después del amor
Las arrugas de tu falda
Merecen caricias.


A partir de la realización del Primer Festival de Cultura  Japonesa  “HANA MATSURI”   (Festival de las Flores)  realizado en el Parque Biblioteca de Belén, en el mes de julio de 2009…     El fervor o culto que suele inspirar la escritura del haiku en los poetas vallecaucanos,  parece trasladarse  a la ciudad Medellín. Es  de anotar que en la región antioqueña este género poético oriental considerado por varios  poetas locales  como un “exotismo”  ajeno a la idiosincrasia del pueblo antioqueño,   no despertaba el menor  interés  y que,  aparte de LA SENDA DE BASHO /EL HAIKU JAPONÉS, la antología de Gustavo Zuluaga atrás mencionada,  o de la presencia en la ciudad de  dos poetas  japonesas  invitadas al  FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA EN MEDELLÍN  - me refiero  a  Satoko Tamura y  a  Kokô  katô,  cultoras del haiku-   la opinión generalizada era que el ejercicio  de dicha escritura poética en Colombia resultaba pueril e irrelevante.
En el contexto del primer Hana Matsuri  -organizado por el zenista  Juan Felipe Jaramillo y la embajada japonesa en Bogotá-  aparece en Medellín el libro bilingüe  -español/inglés-  SELECTED HAIKU / HAIKÚS SELECTOS(Ediciones Fundación Zen,  Montaña de Silencio. Medellín, 2009)  de mi autoría y la del poeta neo zelandés  Ron Riddell, radicado por esa fecha en la ciudad,  que, modestia aparte, creo  constituye  un acontecimiento  relevante en relación con tema del  haiku  escrito durante esta última década  en el país. 

A renglón seguido transcribo dos de los haikus que figuran en el libro:

Small-talk with a star
The clouds obscure
Only a moment

Ron Riddell


Agua cantarina
 del surtidor.
Es confidente la fuente.

Raúl Henao.



Con posterioridad a esa fecha  aparecen  en Medellín varios poetas que constituyen ya  una promesa  futura respecto  al  género  poético aquí considerado (*) Traigo a colación los haikus de dos poetisas que revisten especial  interés:

 Marga López (Nacida en el oriente antioqueño.  Libros publicados: Murusamas.  Ediciones Apidama, Bogotà, 2005. Morada de Sibilas.Ediciones Apidama, Bogotà, 2009.)

 Entre el revuelo de las golondrinas
El petirrojo
Es el corazón de la tarde.

Mariposa monarca
Errante en la tormenta del océano
Cuán lejos la flor.


Y  Claudia Trujillo  (Medellín 1963, Libros publicados: Los días sagrados(2003)  Extranjera (2004):

Un árbol derribado.
Herido bosque
Silencio de pájaros.


En mi cuaderno 
gota a gota la tarde 
Azul naufragio.



Pero el evento culminante que acaba de alguna manera por concederle carta de ciudadanía colombiana al haiku, lo constituye la presencia, carismática a la par que discreta  -en el marco del XXI FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN  y en el III FESTIVAL DE CULTURA JAPONESA HANA MATSURI, 2011-  del poeta  Ban´ya Natsuishi, director de la World Haiku Associations, con sede en Saitama, Japón, cuya propia obra poética y la de los poetas agrupados en torno a la revista International  Haiku Magazine  refrenda de manera inequívoca la vigencia universal del haiku como medio poético idóneo por su versatilidad y poder de síntesis,  para reconciliar, iluminándolos desde luego,  los más disímiles aspectos del mundo oriental y occidental moderno, independientemente de que su contexto religioso continúe siendo shintoísta, taoísta  o  budista Zen… lo que por el contrario,  tiene la virtud de preservar el halo de misterio y espiritualidad faltante en la realidad contemporánea. No se puede reducir el haiku a un simple “arte verbal”  porque su esencia misma busca vivenciar y acceder a realidad pre-simbólica que subyace más allá las palabras y el lenguaje como bien lo ha sabido interpretar Francisco Villalba en el prólogo esclarecido que escribiera para la traducción española del  HAIKU DE LAS CUATRO ESTACIONES de Bashô.  Por otra parte no podemos olvidar que el ámbito religioso, por llamarlo de ese modo,  extremo-oriental se sitúa siempre  más allá de las antinomias y la lógica aristotélica…es decir más allá de las dualidades que caracterizan, limitándolo,  el pensamiento metafísico occidental… y que esta coincidencia de opuestos trasciende incluso la última de las dualidades, la de lo sagrado y  lo  profano. Como diría, resumiendo lo atrás expuesto, el maestro Zen Hakuin:


                                     “Escuchad el aplauso de una sola mano”



(*) Por razones de espacio he dejado de mencionar en este comentario que sólo pretende ser una mirada a vuelo de pájaro del  haiku escrito en Colombia a otros poetas cultores de este género poético como Eduardo Peláez y Margarita Cardona,  que figuran ya en el libro de El Hamaquero Gustavo Zuluaga. Deberían estar también presentes los poetas Oscar González y su libro Pincel de Hierba y Wilson Frank, autor de Escrito con Nubes. A todos ellos reservo un comentario futuro. 



Medellín, Colombia, 25 de agosto de 2011.

Raúl Henao ( Cali 1944) Poeta y ensayista.  Ha vivido en Venezuela, México y los EE.UU y representado a Colombia en numerosos Congresos y Festivales Internacionales. Ha publicado: Combate del Carnaval y la Cuaresma ( Medellín, Colombia, 1973); La Parte del León  (Venezuela, 1978);  El Bebedor Nocturno  ( Cúcuta, Colombia, 1978);  El Dado Virgen  (Venezuela, 1980); Sol Negro  (Medellín, Colombia, 1985);  El Partido del Diablo / Poesía y Crítica  (Medellín, Colombia, 1989);  El Virrey de los Espejos ( Medellín, Colombia, 1996); La Vida a la Carta / Life a la Carte  ( Medellín, Colombia,  1998). La Belleza del Diablo (Madrid, España, 1999) Sol Negro (Bogotá, Colombia, 2006.) La Doble estrella: El Surrealismo en Iberoamérica / Notas y Entrevistas Poéticas (Medellín, Colombia, 2008).

domingo, 21 de agosto de 2011

Raúl Gómez Jattin: Príncipe del Valle del Sinú y otros textos.



Raúl Gómez Jattin (fotografía Milcíades Arévalo)
























 

 El Dios que adora

Soy un Dios en mi pueblo y mi valle
no porque me adoren sino porque yo lo hago
porque me inclino ante quien me regala
unas granadillas o una sonrisa de su heredad.
O porque voy donde sus habitantes recios
a mendigar una moneda o una camisa y me la dan.
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
y lo nombro en mis versos.
Porque soy solo.
Porque dormí siete meses en una mecedora
y cinco en las aceras de una ciudad.
Porque a la riqueza miro de perfil
mas no con odio.
Porque tengo un compadre
A quien le bauticé todos los hijos y el matrimonio.
Porque nací en mayo.
Porque mi madre me abandonó
Cuando precisamente más la necesitaba.
Porque cuando estoy enfermo
Voy al hospital de caridad.

 Me defiendo

Antes de devorarle su entraña pensativa
Antes de ofenderlo de gesto y palabra
Antes de derribarlo
Valorad al loco
Su indiscutible propensión a la poesía
Su árbol que le crece por la boca
con raíces enredadas en el cielo.
El nos representa ante el mundo
con su sensibilidad dolorosa como un parto.

Pájaro 2

En la clínica mental vivo
un pedazo de mi vida.
Allí me levanto con el sol
y entre tanto escribo
mi dolor y mi angustia.
Sin angustias ni dolores
ataraxia del espíritu
en que mi corazón
como una mariposa
brilla con la luz
y se opaca como un pájaro
al darse cuenta
de los barrotes que lo encierran.


Conjuro

Los habitantes de mi aldea
dicen que soy un hombre
despreciable y peligroso
Y no andan muy equivocados
Despreciable y Peligroso
Eso ha hecho de mí la poesía y el amor
Señores habitantes
Tranquilos
que sólo a mí
suelo hacer daño

 
La soledad de Gómez Jattin

No sé donde arderás ahora corazón mío
Necesito entregarte siempre como esclavo Pobre de ti
Es urgente que enfermes otra vez y otra vez
Qué voy a hacer contigo ahí desocupado
como estúpida biología Vamos deshazte
de tu pesadumbre y emprende vuelo
¿Qué te sugiere el momento? ¿Te gusta esa mirada
envejecida pero atenta de tu buena sobrina?
Ve y háblale de cuando lloró sin motivo
O cuando de la risa se orinó en los calzones
O mejor recorre el campo y siembra un árbol
suntuario O llévate cordel y navaja
y construye un barrilete y eleva con él
tu soledad hasta las nubes
No No queremos los dos amigo mío hacer nada de eso
Queremos acostarnos otra vez sobre tu vientre
Pero esos tiempos han pasado Su cuerpo y su deseo
deambulan entre cines y bares de la urbe
enfebrecidos detrás de otros cuerpos y otros deseos
Y eso está bien Es su vida sin nosotros
Tiene derecho también a un placer libre
Allí está sola la luna y no se muere Solo está el viento
Tú me tienes a mí
Y a Nuestra Señora La Soledad de Gómez Jattin


Príncipe del valle del Sinú

Sus sentimientos más leves que las alas de las garzas
pero fuertes como su vuelo Su virilidad la propia
de un príncipe masculino soñador y altivo Su talante
el del que no quería amar pero ama Su heredad
la tierra Los míticos cebúes blancos y rojizos
Un carruaje de madera y metal violeta oscuro
Como sus ojos Tiene la noche de Damasco en ellos
Su voz la del trueno diluida en el susurro de la brisa
Su elegancia la del caballero del desierto Sus maneras
la presencia de los antepasados orientales fumando
el hachís Batiendo el aire con las pestañas negrísimas
con un fondo morado de ojeras de adicto ancestral
Tendido sobre un cojín de seda verde pistacho
Sus alimentos las almendras Las aceitunas El arroz
La carne cruda con cebolla y trigo El pan ácimo
Las uvas pasas El ajonjolí El coco El yogur ácido
Sus colores el negro El azul y el magenta
Sus elementos el aire y la tierra Su presencia
la de un joven dios agrario alejando el mal invierno
Regalando su fuerza al débil del campo Su esencia
íntima la del adolescente eterno que habita
la ilusión del poeta y su locura de alcanzarlo
en su pleno tránsito fugaz hacia la madurez
familiar a los hábitos poco felices
Su sentido unánime el de la saeta y el corazón palpitante
de la agonía del éxtasis erótico Su placer el desbordamiento íntegro
del ser sobre mis sueños abandonados entre sus manos
Su eternidad en mí la del amor largamente deseado
en lo esencial de cada instante De cada poema

 



Raúl Gómez Jattin (Cartagena, Colombia, 1945-1997) Ha publicado los libros de poemas: Poemas (1980), Retratos (1986), Amanecer en el valle del Sinú (1983-1986), Del Amor (1982-1987), Hijos del tiempo (1989), Esplendor de la mariposa (1993) y el volumen póstumo El libro de la locura (2000).

Casimiro de Brito: Poemas.

Casimiro de Brito





  




*

Un hombre
va en su cuerpo
y de repente
cae. Oigo
desmoronarse
la sílice del corazón.
Y oigo también
la tierra y el aire
que acogen los huesos
del hijo pródigo.
En sí, este acontecimiento
no es original
pero duele. El viento
de Otoño
muerde mis huesos
y duele.

*

Hubo un tiempo en que recitaba
versos esculpidos en buena piedra.
La muerte no existe. Existía.
A la sombra del polvo se acumulaba
el reflejo de los espejos
tantas veces quebrados, astillados
en el suelo de los días. Leo
el pálido fuego
en la piel de las cosas que me tocan
leves — partículas
de plomo que se van instalando
en la flor de los huesos. Hubo un tiempo
en que yo decía
lírica filosofía
que la muerte va con las aves
y llega con los ríos.
Ignoraba
que también mis ojos
parten tristes.

*

Empiezo a creer que hay dioses
pues me protegen. Tengo 66 años
Y bebo y como y amo como si tuviera
30. Empiezo a creer en esos cabrones
en los que nunca creí – o que sólo habían sido
acné adolescente. Ahora
miro las estrellas, tan pacatas
y pienso: me iluminan sin
quemarme. Miro a las mujeres
y pienso: las amo porque no hay hierba mejor
que la mierda luminosa que ellas son.
Sus nidos me acogen y no
me asfixian. Sus bocas se abren tristes
y salgo de ellas como un pájaro
en el cielo azul. Y ellas, rastro de los dioses,
sonríen.

(Traducciones de Montserrat Gibert )
  
Casimiro de Brito (Algarve, Portugal, 1938) Autor de 42 libros entre poesía, prosa, ensayos y aforismos. Incluido en más de 120 antologías y traducido a 21 lenguas. Ha editado las revistas literarias, Cadernos do Meio-Dia y Loreto 13 (Órgano de la Asociación de Escritores Portugueses). En el 2002 recibió el Premio Internacional de Poesía Leopold Sedar Senghor, por su obra poética. Algunas obras suyas: Poemas da Solidão Imperfeita, 1957; Ode & Ceia, 1984; Versilia/Itália, 1985; Labyrinthus, 1980; Duas Águas, Um Rio, 1989 (con António Ramos Rosa); Subitamente o Silêncio, 1991; Intensidades, 1995; Opus Affettuoso, 1997; Na Via do Mestre, 2000; Arte Pobre, 2000; Animal Volátil, 2001, y la antología O Amor, a Morte e Outros Vícios, 2004. Director de los festivales internacionales de poesia de Lisboa, Porto Santo (Madeira) y Faro. Presidente de la Asociación Europea para la Promoción de la Poesía y Presidente del PEN Club Portugués.
   

miércoles, 17 de agosto de 2011

Elpidio Isla: Otra estafa en nombre de la poesía.

Elpidio Isla












El filósofo Daniel Dennett ya advierte de lo peculiar que es la poesía (como lo son los microcuentos, los haikus o cualquier otra construcción escueta y rápida de crear y por tanto susceptible de reproducirse en grandes cantidades y con pocas exigencias: el hecho de que una novela tenga 200 páginas ya constituye una exigencia, porque muchos no tienen la paciencia de juntar tantas letras. Dennett cita a uno de los fundadores de la inteligencia artificial, John McCarthy, que en cierta ocasión sugirió que la red de correo electrónico revolucionaría la poesía. Ya que sólo unos cuantos poetas pueden ganarse la vida vendiendo sus poemas debido a que los libros de poesía son volúmenes de pocas páginas y caros, comprados por un número escaso de lectores, si los poetas difundieran sus poesías por Internet, por ejemplo a un precio de diez centavos el poema, entonces muchos poetas podrían ganarse la vida.
Lo que no predijo McCarthy es que ningún amante de la poesía querría leer miles de archivos electrónicos repletos de poemas. Los amantes de la poesía, acaso, exigirían filtros que cribasen la avalancha de obras: se fijarían si una editorial lo avala, si tiene críticas positivas, etcétera, y finalmente el lector acabaría adquiriendo pequeñas cápsulas de poesía, tan pequeñas como los delgados volúmenes tradicionales que antes consumía. Nada habría cambiado. Porque los filtros nacen espontáneamente. Por otra parte, este agregado es mío, “sucede que dada la cantidad excesiva y asfixiante de poetas podría calcularse que con que sólo los poetas pagaran diez centavos por poema, todos podrían vivir de esta especie de impuesto poético, aunque este cálculo falla en cuanto sabemos que ningún poeta soporta leer a otro y menos pagar, aunque sea diez centavos, por un poema que no fuera suyo”.
Así pues, la poesía se debe vender muy cara y muy selectivamente o no tiene sentido como tal, como el caviar. Con una diferencia: el caviar realmente escasea y es costoso de conseguir. La poesía, no. La poesía abunda pero la comercializan como escasa y elitista. Y ésta es la primera prueba que refrenda mi opinión de que la poesía, máxime la poesía con rima y métrica, es un artefacto especulativo fuera de las fronteras de la verdadera literatura. Un juego de feria con mucha pirotecnia que cuenta, contradictoriamente, con el aval de la elite intelectual.
Pero más que cuestionar la poesía, mi intención es cuestionar la rima, el ripio. Cierto que los recursos estilísticos de la prosa y hasta de las obras divulgativas también empañan el mensaje. Cierto que la cadencia de las oraciones puede llegar a ser muy persuasiva, como lo es la melodía de una canción, animándonos o entristecernos sin usar ni una sola palabra. En ese sentido, rima y retórica son herramientas equivalentes.
Pero siempre me ha parecido que la rima es un elemento mucho más artificioso que el resto de los recursos que se usan para reforzar la imagen de un texto. Porque la rima busca, sobre todo, disfrazar y desnaturalizar el texto recurriendo para ello a la musicalidad más obvia; siempre demasiado consciente de sí misma. Y ya no digamos cuando hablamos de sonetos y otras construcciones de alambicada métrica. Es como creerse especial porque has escrito una historia usando 30 veces la palabra “astrolabio”. O como aquel extraño poema en latín del alemán Christianus Pierus titulado Christus crucifixus, cuyos mil versos estaba compuestos por palabras que empiezan por C (Currite, castalides. Christo comitante camanae...). Para la hermenéutica puede tener algún interés, pero no para contar historias o transmitir sensaciones y/o emociones.
Muchas rimas son un alarde puramente técnico. Parece que prima encontrar la palabra que encaje en la métrica y no que encaje en lo que se quiere transmitir: puestos a elegir en igualdad de condiciones de rima, el autor escogerá la palabra que más sintonice con el mensaje del texto, claro, pero esta situación suele ser rara, así que, al haber escasez de posibilidades de palabras que rimen, el autor rechaza un mayor ratio de expresividad en aras de que técnicamente la rima se produzca. Como si entonces el poema fuera una descripción pormenorizada de las características de un motor y no la descripción del lujurioso y endiablado ruido que produce ese motor y cómo es capaz de desplazarnos a 200 kilómetros por hora. La rima, pues, se me antoja la parte aburrida, academicista, exegética, de pasatiempo de la literatura. Curiosamente la rima, en prosa, se considera cacofónica y un defecto imperdonable; curioso, ¿no?
La poesía rimada (y ya no digamos las rimas complejas) debería figurar incompleta en los periódicos, junto al autodefinido y el sudoku, para que el lector la completara. O debería formar parte de una colección de curiosidades lingüísticas, como que la cama se llame cama y la cómoda se llame cómoda, siendo más cómoda la cama que la cómoda.
Por esa razón y no otra el ripio es un recurso tan propio de la publicidad más ingenua: “del caserío, me fío; Colgate el mal aliento combate; Rexona, el desodorante que no te abandona; el frotar se va a acabar”. Y hasta es un elemento imprescindible de cualquier baño público; sin ir más lejos leí el otro día el siguiente grafito: “Amar sin ser amado es como limpiarse el culo sin haber cagado”. Precioso.
Un ejercicio donde prevalece tanto la técnica, el formato y los engranajes sobre los demás elementos literarios no es literatura sino otra cosa. Ripios publicitarios, mensajes para estampar en una camiseta, eslóganes rimados, canciones de verano, las tan en boga batallas verbales de raperos.
Para que no todo sea negativo, aportaré una visión halagüeña de la poesía. Transmitir ideas con la poesía no es una tarea fácil, y más todavía bajo las rígidas exigencias de la métrica. Como dice el filósofo Daniel Dennett a propósito de la construcción de un soneto:
Tan pronto como terminamos el primer intento de una línea, tenemos que revisar muchas de las otras líneas y esto nos obliga a abandonar algunas de las excelencias conseguidas con dificultades y así sucesivamente, dando vueltas y más vueltas, buscando una forma global correcta o tratando de hallar la mejor forma posible.
Esta artificialidad en la forma, según el matemático Sanislaw Ulam, podría ser una fuente de la creatividad en lugar de una rémora:
Cuando era niño me di cuenta de que la función de la rima en la poesía consistía en obligarnos a encontrar lo no obvio a causa de la necesidad de hallar una palabra que rimase. Esta necesidad fuerza nuevas asociaciones y casi garantiza desviaciones de cadenas de rutina o de pensamientos encadenados. Paradójicamente se convierte en una suerte de mecanismo automático de originalidad.
La poesía, pues, como catalizador de la creatividad. Pero entonces que sea una herramienta privada del autor para superar el bloqueo creativo y no un alarde de ingenio en sí mismo. Y que no sólo se alabe la métrica, sino también los textos con muchos “astrolabios” en su haber. A no ser que, ay, se pretenda cristalizar una enseñanza más fácilmente recurriendo a la musicalidad (como un mantra adormecedor, un discurso zombi, una paremiología simplificada, un dogma,), como la que oí una vez en una película de Almodóvar, cuando aún era un cachondo y un costroso: “Hagas lo que hagas, ponte bragas”. Pero Almodóvar no hablaba en serio.

Elpidio Isla (Comodoro Rivadavia, Chubut,  1948) Narrador y periodista. Ha publicado las novelas  MOGAMBO (1988); LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS TRISTES (1995) y un volumen de cuentos  LAS LLUVIAS CORTAS (1990). Integra las antologías: SUR DEL MUNDO, NARRADORES DE LA PATAGONIA (1992), DE JULIO VERNE A OSVALDO BAYER: Los mejores relatos patagónicos (1998), RELATOS PATAGÓNICOS: (1999) y RELATOS DE PATAGONIA: (2006).  Textos suyos han sido adaptados  para el teatro.
Elpidio Isla se ha desempeñado en distintas etapas de su vida como dependiente en un almacén de ramos generales, trabajador petrolero, soldador de tubos de acero, esquilador de ovejas, alambrador, vendedor de libros a crédito, empleado judicial y  agente de prensa.

Sergio De Matteo: Estar fuera de casa.

Sergio De Matteo



















“Horse power”

Tras el linde de la ventana
—ante mis ojos
ante esta imaginación
todavía retenida
en los reductos del sueño—
el crepúsculo diseña
la intensa lumbre del día

vide pasar los pájaros
altos altaneros ruidosos
por el cielo de otoño
y todo estaba tan triste
en el mes más cruel del año
donde se licuan las raíces
las flores renuncian a sus encantos
vide pasar esos pájaros
y estaban muy lejanos
para tomarlos en la mano

así ha de ser cada una de estas palabras
sopesadas en el habla
de mi madre de mi padre
en la historia diaria y pasada
y en la que está por venir
a sucederme
a mí
el iluso que escribe sin cesar
queriendo trascenderse en el discurso
en signos inequívocos rotulados
metaforeando pareceres y padeceres
de la carne del cuerpo del objeto
sudando instantes
ante el papel en blanco y el canon
y el corpus
tañendo un lenguaje que enciende la lengua
al convocar el único nombre posible:
poesía

quebradas astillas que me sostienen
cuando todo desbarranca
la palabra misma es mi propia gangrena
irreductible e irrenunciable
a pesar de que el silencio
es un templo de dignos y vivos pilares
el ego no se permite solaz
prefiere la batalla desgastante
de los símbolos propios y ajenos
circunstancias del ir y del venir
pero siempre resulta más artera
la palabra del otro
visión completa
que quema y religa las entrañas
dándonos vueltas y giros y retruécanos
en la lengua natal de nosotros
y los venidos de más distanciados lugares
recreados en versiones traducidas
se incorporan y estallan como cohetes de fiesta
en la rótula de la memoria
dependencia estimulante de las influencias
¿cómo no gozar hasta el hartazgo
un rimbaud un rilke una dickinson un kerouac
un blake un poe un eliot un dante una woolf
y tanto tantísimos/mas más?
—oh, placer del texto, dadá barthes—



“Free on rail”

El mojón, la estatua y el nombre
fundamentan los límites de un sueño,
ahí el instante en que se abandona el aura
para fundar percepciones de objetos reales.
La hora impone su dominio, su orden. Y de pronto
las mercancías cobran nuevo valor,
preciado valor en la lucha diaria
del hormiguero de gentes.

Feliz, entonces, el alejado de los negocios
que no cede a la usura del vasallaje.
Ha pasado la época de los césares
y de sus tropas que caían como aves de rapiña
arrasando con posesiones y mujeres,
o acaso ahora es tan sutil la conquista
que somos estafados sin darnos cuenta?
Mucho más peligroso es el veneno interno
la víscera comida por el propio hermano;
allende los salvajes el matadero la mazorca
más acá la dolida llaga de la vida puerca,
la ciudad abstraída corrupta cosmopolita,
la sangre del ojo flagelado al intentar mirar…

[Mirada extasiada con la novedad,
pensador interpretando las costumbres
de un territorio desconocido,
monóculo dorado tras el humo de la pipa
de un hombre sentado en una silla de madera,
una copa de licor lugareño, y
los aromas cautivantes, hechiceros,
dándole vida al griterío anónimo.
Croquis y notas en silencio.]

Casi noche, la estación del pueblo
está desbordada como es costumbre,
y los parientes y los trabajadores
apuran su paso por el andén.
La locomotora ha pitado tres veces
anunciando su pronta partida,
manos y pañuelos alzados en aleluya
con algunas lágrimas y sonrisas
enmarcan la postal del viaje.
Los rieles se tensan y vibran
al unísono de la carrera de la máquina,
la luz abre las sombras ahuyentando
a todos los animales del vecindario.
Se alejan las mercancías, las montas,
las insistentes voces de los intermediarios;
las instantáneas del flâneur hacia la metrópolis.

La soledad de todo viajero
es el alto precio de la aventura.


“Free along side”

El pueblo ya es un punto diminuto
perdiéndose en el horizonte
—acaso en el infinito
acaso en el crepúsculo extinguido—
una lluvia oblicua de tiempo
y términos ocultan un rostro
la marchita sangre de una estirpe
heredada y malediciente
pero insiste el viento en medio de la tormenta
con sus años y jornadas de sol de polvo
trayendo retazos de memoria
fotos amarillentas descoloridas
aquellas imágenes de la fundación
historias de nunca acabarse
leyendas y fábulas de aparecidos
tergiversadas en la palabra
del que se desarraiga

el tren trepida en línea recta
por la llanura rala
huyendo de la melancólica
postal de pueblos estaqueados
en el espacio junto a esa corriente
que arrastra multitudinarias raleas
en su anagrama perenne

resuenan pasos
viniendo de más allá del pasado
los mismos pasos
que regresan en cada estación otoñal
a los andenes vacíos
caducos
porque la vida está en otra parte
en las callejuelas del sosiego
en las oportunidades del puerto grande

el viajero arroja por la ventanilla
la maleta de cartón
tan pesada como un siglo
con la prosapia de familias inclaudicables
siendo mutiladas por las feroces ruedas
del convoy rumbo hacia el muelle
que va a cierto triunfo a cierta gloria
ahora libre de sellos de títulos
rematando los últimos valores
en el agente de cambio
para comprar una habitación
alta e higienizada
en la más bella cuadra
de la ciudad
ahora es un rumor en la soledad
es toda su luz de las ascuas renacidas


“Free on board”

Aquestas costas has venido
pequeño Príamo
—el rescatado, el comprado
mediante rescate—
a olvidar la sangre de tus queridos
la violencia de las espadas

has llegado aquestas costas
en la noche desfondada y silenciosa
en una barca ligera
con tu bolsa casi vacía
las manos callosas de tanto pulir recuerdos

atrás muy atrás de esta jornada
permanece la figura del padre
la sonrisa dulce de la madre
el generoso ruego de la hermana
resplandecientes como el oro
entre la ingratitud de los invasores

fuertes brazos atenazan
los pulsos del corazón
arrebatado por la muerte
un hilo sujeta las heridas
los odios las maldiciones

aquestas costas menos duras
te reciben auspiciosas Príamo
pájaro sin límite en el cielo enduelado

has pagado el oneroso óbolo
al que te conduce al descanso
en la barca ligera
las estrellas se reflejan
en esa moneda sostenida por la boca
destino de mercancía Príamo
el liberado por un deseo
el descastado por la simetría
común a todos los hombres

ahora viajas tranquilo
aquestas costas sin linaje
la mano trémula Príamo
busca la avenencia de la luz final


de Estar fuera de casa (inédito)


Sergio De Matteo ( Santa Rosa, La Pampa, 1969. Ha conducido los programas radiales “En busca del tiempo perdido” (1992), “Música de cañerías” (1996), “Somos lo que buscamos (2007/8), “Espacio Fahrenheit” (2009), “El Estado de las Cosas” (2007, hasta la actualidad). Ha publicado las plaquetas Soles violentos (1995); Absurdo / Absoluto (1996); y los libros Ozono (1997); Criatura de mediación (2005); El prójimo: pieza maestra de mi universo (FEP, 2006).
Miembro fundador del colectivo artístico “Patria de arena” y del “Grupo de la neurona poseída”. Editor de la revista Che, Artes y Culturas en Abya Yala, rebautizada Museo Salvaje (2001). Ha organizado medio centenar de eventos culturales con conferencistas y poetas argentinos y extranjeros. Integra junto a Caros Juárez Aldazábal el sello colectivo El Suri Porfiado Ediciones. Colabora con investigaciones y artículos en diarios, revistas y sitios web del país y extranjeros.