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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Julio Carabelli: Acerca del minimalismo.

Julio Carabelli









Osvaldo Picardo dice -en “partes mínimas y otros poemas”, libro de Esteban Moore (Alción Editora, Córdoba, 2006): “Cuando leemos este libro, viene, una vez más, la pregunta obligada acerca de cómo se forma, en nosotros, la idea de lo mínimo o, mejor aún, qué cosa no lo es. La manifestación de lo mínimo en una época de grandezas excluyentes y arrogantes, impone una nueva mirada en que la nimiedad de la grandeza se opone a la grandeza de lo mínimo”.  Es un excelente pensamiento para comenzar a dar a conocer particularidades de este movimiento poético que se puede sintetizar, a mi entender, en seis propuestas básicas:



1. Trabaja sobre lo marginal, sobre seres o sobre la propia marginación.
2. Inserta el diálogo o el parlamento e insiste en el verso libre como principio de libertad.
3. Cuenta una historia de la que surge tanto la queja, la denuncia, como la ternura.
4. Usa el lenguaje corriente, con los ritmos del lenguaje norteamericano.
5. Se apoya en elementos domésticos aparentemente antipoéticos.
6. Se basa en lo no dicho para crear el efecto poético posterior.

 
Esta propuesta atrajo a Joyce, Pound, D. H. Lawrence, Eliot, Williams, Stevens y Marianne Moore entre otros grandes escritores de esa época, pero fue la Segunda Guerra Mundial la que movió a los jóvenes poetas norteamericanos admiradores de Williams Carlos Williams, E. E. Cummings y Ezra Pound a admitir otra concepción del Hombre y de su propia sociedad.
Me permitiré decir que el minimalismo, como estructura, existió antes que naciera el minimalismo como  movimiento o voz de una generación, es decir, antes de que los poetas neoyorquinos y los californianos, se reunieran en San Francisco, en 1956, para la primera lectura colectiva y pública de su obra.
Allí y en ese año se funda lo que luego se llamaría la “Beat Generation” (Beat como equivalente de beatífico). Kenneth Rexroth fue uno de los mentores, pero los poetas fundadores de la poesía Beat fueron, entre otros, William Burroughs, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, James Harmon, Jack Kerouac, Philip Lamantia, Michael McLure, Peter Orlovsky, Kenneth Patchen, Philip Whalen y Gary Snyder, unidos por el afán de subversión ante el sistema y ante la hipócrita decencia de las clases altas y medias de la sociedad norteamericana.
En la narrativa se pueden mencionar no pocas obras de estos poetas. “En el camino” o “Los vagabundos del Dharma” de Jack Kerouac, “El almuerzo desnudo” de Willian Burroughs y los cuentos de Raymond Carver. La poesía de los EE.UU. en el transcurso del Siglo XX se nutrió de la obra de Emily Dickinson, Edgar Allan Poe, Henry Miller, Herbert Marcuse, Federico García Lorca, Artaud, Mayacovsky  y Walt Whitman entre otros. Los poetas Beat  los reconocen como sus padres y suman a Edgar Lee Masters, autor de la Antología de Spoon River, a William Carlos Williams y al agnosticismo del budismo-Zen.
Se diferencian de la poesía contestataria ya que al modelo de vida, planificado y masificado, lo critican con los mismos argumentos de la izquierda, pero sin ofrecer panaceas, soluciones o las esperanzas que proponía la poesía social de los sesenta:
“Yo no vine aquí a resolver nada. / Vine a cantar / y para que cantéis conmigo”. Dice Ginsberg en los últimos versos de “Medianoche del 1ro de Mayo en Manhattan” y en “Protesta por la Paz” reitera:

“Flotan cúmulos a través del cielo azul
 sobre las blancas paredes de la fábrica de la Rockwel
      Corporation
                           -¿acaso yo voy a detener eso?”

 
Con seguridad son los poetas sociales y los  beatniks los poetas esperados por Whitman cuando dice:

 
¡Poetas del futuro! ¡Oradores, cantores, músicos venideros!
No es éste el día de mi justificación, ni el de explicarme ni explicar lo que represento,
pero vosotros, una nueva estirpe, atlética, continental, grandiosa como nunca.
¡Surgiréis! Porque debéis justificar lo que yo canto.

En 1961, en San Francisco, se publica el Journal For de Protection of All Beings, editado por alguno de “los vagabundos del Dharma” descriptos por Kerouac, como Lawrence Ferlinghetti, William Burroughs, Gregory Corso, Peter Orlovsky y Michael McClure. En dicha antología ya se hablaba de la interdependencia y la ecología. Los personajes de sus poemas son agudos analistas que anteponen el cuerpo de quien escribe por encima de las instituciones o espacios como la familia o la sociedad, asesinando censuras sin más autocensura que la dictada por el estilo. No reconoce ni se impone reglas, siendo puente entre el nuevo creador y su forma de decir que se proyecta y se lanza a la sociedad para denunciar la degradación de la belleza y la mentira de sueño americano.
Rodolfo Alonso, al comentar el libro “Desocupado y más poemas” de Raymond Carver ( Ediciones de la Aguja, traducción Esteban Moore, Buenos Aires, 1992) dice: “No es apenas la rebeldía encarnada en el gesto de oponerse en nombre del ocio presuntamente creador a la deletérea uniformidad masificante de la sociedad de consumo, sino el milagro de haber revelado, hecho posible desde las mismas entrañas de esa cultura básicamente a-poética y que hoy asola ya a todo el planeta, la posibilidad de un lirismo concreto, carnal, desinhibido pero tierno, a la vez tan desdichadamente moderno – por las condiciones anafrodisíacas que lo envuelven- y también tan raigalmente clásico, en el buen sentido, por cuanto vuelve y nos devuelve (desde su propio tiempo, como debe ser) a las fuentes del mejor lirismo occidental”.
La crítica que surge en nuestro país hace hincapié (sobre todo) en el lenguaje desenfadado de esta escuela que tiene en la Argentina pocos, pero buenos representantes. No tiene el movimiento intención alguna de hacer “listas negras” de palabras que con el uso (ver Cortázar) han perdido hasta el significado, pero prefieren no usarlas.
Afirma Octavio Paz: “El universo verbal del poema no está hecho de los vocablos del diccionario, sino de los de la comunidad. El poeta no es un hombre rico en palabras muertas, sino en voces vivas. Lenguaje personal quiere decir lenguaje común revelado o transfigurado por el poeta. El más alto de los  poetas herméticos definía así la misión del poema dar un sentido más puro a las palabras de la tribu”. (El Arco y la Lira, lengua y estudios literarios, Fondo de Cultura Económica).
Casi todos los poetas Beat parecen seguir lo dicho por Michel Butor contestando a André Bretón: “el objeto de la poesía, su acto mismo, es la salvación del lenguaje corriente”, luego recuerda aquellos poemas conversaciones de Apollinaire construidos con fragmentos de charlas oídas al azar. Ambos  tienen historias breves, coloquiales, incluyen objetos cotidianos, sus temas se sumergen en la marginalidad y el lenguaje es escabroso cuando no agresivo sin perder lo estético y el lirismo que caracterizara a Williams C. Williams.
Los poetas Beats, con su diversidad estética; con la carga de adjetivos que pasaban por el nihilismo hasta desembocar en la drogadicción; con esa filosofía que Kenneth Rexroth, refiriéndose a sus obras hablaba  de El arte de la desafiliación; con toda su independencia y su furia, participaron activamente con el Movimiento por los derechos civiles, contra la guerra de Vietnam y en defensa de la libre expresión compartiendo con el Flower Poweer, el Movimiento Hippie y con los universitarios, o sea con el público que los aplaudía, la búsqueda de otros valores en ámbitos extraliterarios, coherentes con su arte que persigue claramente la modificación de los valores que imponía la sociedad norteamericana como inmutables y sagrados. Dice Marcos Ricardo Barnatán: “Jack Kerouac fue uno de los que asumió la defensa del movimiento Beat con mayor energía: Muy errados están los que piensan que la “Beat Generation” significa crimen, amoralidad, inmoralidad y delincuencia. Pobres los que nos atacan porque no comprenden la historia y las aspiraciones del alma. Pobres los que creen en la bomba atómica…
Son los estudiantes de Harvard quienes en 1954 contribuyen a la publicación de los primeros poemas de Corso, en medio de las, a veces solapadas y en mayor medida, ácidas críticas que despertaba el movimiento que, sin proponérselo, daba otro sentido, una nueva imagen, de la que tenía entre la gente la palabra Poeta.
La historia se repite y nada nuevo sucede con los poetas de la “Beat Generation” ya que antes había sucedido con los surrealistas, para no ir muy lejos con las muestras, pero la historia del arte está plagada de ejemplos. Todos aquellos que rompen con modelos instituidos o convencionales sufren esa inercia de la historia, ese rechazo ante lo nuevo o desconocido ya que es parte de la índole humana y ese rechazo lo sufrieron, para citar algunos, Darío, Joyce, Kafka, Mozart, Picasso, Vallejo, y todos los creadores que innovaron, abriendo nuevos caminos, enriqueciendo el mensaje que la Humanidad traslada a través de la  Historia. Veamos algunos ejemplos que nos brinda Octavio Paz:
“La creación poética se enfrenta siempre a la resistencia de lo inerte y horizontal. Esquilo padeció la acusación de oscuridad. Eurípides era odiado por sus contemporáneos y fue juzgado poco claro. Garcilazo fue llamado descastado y cosmopolita. Los románticos fueron acusados de herméticos y decadentes. Los modernistas se enfrentaron a las mismas críticas. La verdad es que la dificultad de toda obra reside en su novedad”, (de El Arco y la Lira, lengua y estudios literarios, Fondo de Cultura Económica).
“El arte no debe sujetarse a nada” escribe Lawrence Ferlinghetti y los poetas beat teorizan, hablan de filosofía, de religión y de política; se involucran en la problemática de la sociedad que rechazan con un sentimiento místico y rebelde al mismo tiempo, y es que ningún escritor puede regodearse en el floreo del lenguaje manteniéndose ajeno a una realidad que siempre reclamará de él otro “posible”. Si lo hace es un cómplice. Y tampoco se trata de circunscribir la literatura a la militancia porque es perder la condición de escritor. Sartre, en Qué es la Literatura, escribía: ”En la literatura comprometida el compromiso no debe, en modo alguno, inducir a que se olvide la literatura”
Los poetas de la “Beat Generation” no aceptan convencionalismos e, inmersos en una sociedad politizada y mercantilista, rechazan a los partidos políticos. Si bien esgrimen los argumentos de la izquierda, ven al socialismo como un movimiento más en el cual descreer. Todo parece tan efímero como el arte mismo, y “tal vez lo efímero sea lo mejor del arte” agregaría Jorge Luis Borges.
Existe en nuestro medio poético, muy influenciado por la poesía española y en menor medida por la italiana o la francesa, una absurda descalificación de los poetas de la “Beat Generation”  y de aquellos que, en nuestro medio, escriben (conscientemente o no) bajo su influencia. Es deseable pensar que tal vez las pésimas imitaciones, el uso abusivo y fuera de contexto de ciertos vocablos, contribuya en desmedro de los poetas minimalistas ya que cuando se habla de ellos se buscan subterfugios o se los “honra” con alguna justificación de por medio. Existen quienes desde el paleolítico rechazan ciertas palabras y hasta el verso libre (tal vez años ha hubieran rechazado a Baudelaire, Darío, Joyce o Vallejo) señalando que los poemas de estos creadores podrían escribirse en forma de prosa (como si ello restara mérito).
Ciertos críticos y muchos poetas deberían saber que a pesar o a causa de su marginalidad, estos poetas conocían la obra de sus antecesores y sus contemporáneos: las de Lorca, Artaud, Mayacovsky, Poe y Whitman como pocos. Ellos abrevaron de varias fuentes, rompieron y crearon, tal vez lo que no se les perdone es haber quebrado preceptos establecidos. Allen Ginsberg al hablar sobre Lamantia lo considera heredero de Poe y Whitman, por eso insisto en que hay ignorancia o suspicacia en determinadas apreciaciones. Los escritores deben estar abiertos a todas las vertientes por donde fluye el arte, las mentes amplias saldrán enriquecidas gustando de las obras o no, estando de acuerdo o no en lo conceptual. El rechazo o la excesiva prudencia ante lo nuevo es una actitud demasiado repetida, incomprensible en el campo del arte que es tan necesario como el pan; el arte libera y por lo mismo no debe sujetarse a la moda ni a la moralina reinante. Tal vez habría que hablar de Catulo o de Quevedo, pero bastante más cercanos los imaginistas decidían: emplear el lenguaje de todos los días. Charles Bukowski, (tomando al realismo sucio como una vertiente del movimiento minimalista) como otros, usa las mal llamadas “malas palabras” frase que puede servir para las escuelas primarias o como argumento a determinados/as versificadores/as amantes de tertulias en las que se multiplican la estrella, la rosa y la luna como el grano de arroz sobre el tablero de ajedrez. Todo arte es subversivo, no debe haber evasión por medio de la palabra, los escritores lo saben y luchan, intentado los caminos posibles o quiméricos, empleando o no un áspero lenguaje, para que la humanidad no tenga necesidad de usar las verdaderas “malas palabras” como lo son: Desocupación, Guerra, Hambre o Injusticia.

(publicado en Epanadiplosis)


Julio Carabelli (Buenos Aires, 1940). Ha publicado A conciencia pura (Novela, 1986), Continuación de los juegos (Cuentos, 1992), El crimen de la vecina en el presupuesto nacional  (Novela, Primer Premio Centro de Extensión Cultural Leopoldo Marechal, 1993), Jurisdicciones (Poesía, 1997), Jurisdicción de amor (Poesía,1998),  La función social del escritor (Ensayo, 2000), Nueve monedas para el barquero (Selección poética, Inglaterra,2004), El color de Harlem (2005).Colabora con diarios y revistas del país y el exterior. Dirige Letrarte (Encuentro Internacional y Congreso de Escritores que se realiza anualmente en Tucumán, Argentina.