Rafael Alberto Vásquez
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LUGARES
Los
lugares existen
por
el don fantasmal de la memoria:
ganancia
escasa que el olvido pierde
con
la presencia viva de los cuerpos.
Es
que no hay
pistas
falsas, traición, ácidos miedos,
pesadillas
del tiempo que limiten
esa
vuelta de azar, ese regreso.
Hay
lugares que guardan una sombra,
una
huella inasible en el vacío,
ni
siquiera detalles,
como
un rastro ilegible
lavado
por las lluvias de la ausencia.
Y
sin embargo están.
Porque
uno no gobierna los recuerdos
ni
tampoco el olvido.
TRES
HERMANAS
La
enfermedad podía doler en el recuerdo
porque
desde la infancia se alimentan las separaciones.
Después
la
espiral de la vida no para en su camino,
la
distancia se cambia,
el
amor puede ser otra ciudad, otro desvío
o
una desilusión que no se cuenta.
Tres
hermanas sin Chéjov, ni Rusia ni la imaginación.
Tres
hermanas y la lejanía.
Tres
hermanas y la soledad.
Cuando
una empieza a despedirse
de
la vida
las
otras intentan algo parecido a la mentira
del
amor.
La
crueldad nace adentro,
duele
como algo injusto,
de
todos modos nadie
sabe
leer el porvenir.
LA
MANO
La mano, para darla.
Para apresar también en
su hueco otra mano
o para declararse
prisionero
de ese gesto feliz
cuando la noche
sale a contar historias.
Qué sencillo
cambiar ese rescoldo de
la infancia
por un viaje de sombra
hacia el misterio.
Me dejo guiar. Puedo
sentir apenas
un estremecimiento sin
certezas,
un tal vez imprevisto
que no alcanza,
un para qué borrado del
olvido.
Y
tu mano en mi mano, caminando.
GENEALOGÍA
Mi
padre no me hablaba de su padre o su abuelo
y
yo no fui el curioso rastreador del silencio.
No
supe indagar sombras ni fantasmas
porque
bastaba el rito de ignorarnos.
Y
estaba el sol.
Era
difícil conversar conmigo.
Tal
vez por eso las palabras
se
fueron despertando en mi escritura.
La
muerte lo llevó de madrugada,
sin
despedida y sin explicaciones,
no
me sirvió siquiera de experiencia.
Volver
hacia otro tiempo ya no cabe:
del
pasado se vuelve sin testigos.
LA
MUDANZA
Había
olvidado cómo era.
Digo:
vaciar la casa y emprender la aventura
de
empezar. ¿Qué se empieza?
Ahora
cuando el hijo quiso mudar de barrio
y
le ayudamos
a
desvestir paredes y recuerdos,
a
dibujar adioses y ver cómo deslucen los espacios
que
van quedando grandes,
uno
guarda sus pasos,
los
ruidos de los pisos por donde la madera
gemía
como un gato invisible.
Y
busca los lugares donde el sol y las plantas
disputaban
la luz.
Aunque
no fue mi casa
hay
siempre algún rincón que se verá en las fotos,
una
música vieja,
el
choque de las copas para apurar un brindis,
lo
que queda del tiempo.
Fechas
que están ligadas a aquella geografía
mínima
de los cuartos:
tortas
de cumpleaños, navidades y ruidos
con
que el año cambiaba sin cambiar demasiado.
Hay
que empezar entonces
e
inventar los recuerdos para la casa nueva.
J.R., Rafael A. Vásquez, E.M. |
RAFAEL ALBERTO VÁSQUEZ (Buenos Aires, 1930). Publicó
ocho libros de poemas: La verdad al viento (1962), Apuesta diaria (1964),
La vida y los fantasmas (1968), La piel y la alegría (1973), Hay
sol en Buenos Aires (1975), Cercos de la memoria (1992), Ese
sitio sin paz de la memoria (2007) y Explicaciones y retratos (2011).
Además, un cuadernillo editado por la Secretaría de Educación del Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires, Ciclo de Poetas del 60 (2003). En prosa, Informe
sobre Santoro (2003), aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta
desaparecido Roberto Jorge Santoro, con un apéndice documental y una selección
de su poesía.