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miércoles, 23 de enero de 2013

Di Brandt: Amada Jerusalén (fragmentos).



Di Brandt























*
yo no quería que fuera de esta manera, una pesadilla
en colores vivientes, rodeándonos, la violencia construida
sobre este hermoso paisaje familiar, como un templo,
como una iglesia, soldados en cada esquina, yo implicada
en ello, una canadiense del Norte de América, suficientemente
rica para comprar un pasaje aéreo para cruzar el Atlántico,
inocente espectadora, observadora, nada es inocente aquí,
donde incluso las piedras lloran, mirá, mirá, lo que está
sucediendo aquí. yo no quería que fuera así.


adónde iban cuando las máquinas llegaban  a destruir sus casas
a arrancar de raíz los olivos  que durante siglos cuidaron con amor
y paciencia, adonde iban los habitantes de esta aldea que ahora
no tiene nombre, retorciendo sus manos, gimiendo, abrazando a
sus niños con fuerza, llorando, de este modo se construyen los
parques en Israel, como los construimos también en Canadá, si
así es como también los construimos en Canadá.

*
no hay palabras en mi interior para Gaza, para aquello
 que vi en Gaza, los ojos de las mujeres haciendo fila
en el hospital esperando la leche, con sus bebés y niños
pequeños en brazos, sus ojos mirándome, otra turista del
Norte de América sin nada para ofrecer, excepto una terrible
compasión, y vergüenza , vergüenza por mi inocencia,
mis estúpidos privilegios, nunca imagine la existencia 
de  un lugar como este, yo podría haber nacido aquí,
y pensé esto es lo que el mundo es, estas calles angostas
llenas de moscas y bosta de vaca, chozas de chapas y
tablas de madera, el sendero a la playa lleno de basura,
alambre de púas, jeeps abandonados, y arena gris,
cuánto tiempo se tarda en olvidar, los soldados
en la puerta, las mujeres gritando, la vajilla destrozada,
manteles floreados agitándose en el  viento, la sangre
fluyendo de la boca del padre, cuánto tiempo se tarda en olvidar,
la oscuridad en los ojos de esta mujer, los niños camino
a la escuela ocultan piedras en sus manos, estos dos
no regresarán a casa esta noche,  los soldados en la calle
 les quebrarán las piernas, estos ojos, el continuo larguísimo
dolor en ellos, estos ojos de mujer que me miran

*
treinta personas muertas, baleadas en la cabeza y el pecho,
en Nablus, las calles vaciadas por los soldados, una quinceañera
con dos niños y otro en camino, una niña esposa con grandes
ojos marrones, asustada, tambaleándose a través de la calle,
vendida en el nombre de Alá, en el medio de todo este sufrimiento
a un comerciante de treinta y cinco años de edad, ella morirá
envejecida  por el dolor a los cuarenta, atravesando vacilante
la calle envuelta en  gas lacrimógeno y el humo de las armas,
sus hijos en silla de ruedas, sus hijas enloquecidas por su martirio,
no, no, esto no está sucediendo, esta no es mi vida, no.


(versión Esteban Moore)


Di Brandt (Winkler, Manitoba, Canadá, 1952). Poeta, crítica y ensayista. En poesía ha publicado: questions i asked my mother (1987); Agnes in the sky (1990); mother, not mother (1992); Jerusalem, beloved (1995); Now You Care (2003); So this is the world & here I am in it (2007) y The Lottery of History (2008). Le han sido otorgados los premios nacionales más importantes de su país.












David Lehman: Cuando una mujer ama a un hombre.




David Lehman























Cuando ella dice margarita ella quiere decir daiquiri.
Cuando ella dice quijotesco ella quiere decir mercurial.
Y cuando ella dice “nunca volveré a hablarte,”
ella quiere decir, “Abrazame por la espalda mientras
desconsolada estoy  parada frente a la ventana.”

Se supone que él debe saber todo esto.

Cuando un hombre ama a una mujer él está en Nueva York y ella está en Virginia
o él está en Boston, escribiendo, y ella está en Nueva York, leyendo,
o ella viste un abrigo y se puso anteojos oscuros en el parque Balboa y él
          está rastrillando hojas secas en Ithaca
o él está manejando hacia East Hampton y ella está desconsolada parada 
frente a la ventana observando la bahía
donde barcos de velas multicolores corren una regata
mientras él está atorado en el tráfico de la autopista en Long Island.

Cuando una mujer ama a un hombre es la una y diez de la mañana
ella está dormida y el está viendo el resultado de los partidos comiendo galletas
                               y bebiendo limonada
y dos horas más tarde se despierta y tambaleante se mete en la cama
donde ella permanece dormida y muy  tibia.

Cuando ella dice mañana quiere decir en tres o cuatro semanas.
Cuando ella dice, “Estamos hablando de mí ahora,”
él deja de hablar. Su mejor amiga viene de visita y pregunta:
“¿Se murió alguien?”

Cuando una mujer ama a un hombre, ellos han ido
a nadar desnudos en el arroyo
un glorioso día de julio
con el sonido de la cascada como un suave ronroneo
de agua corriendo rápida sobre rocas suaves,
y no existe nada ajeno en el universo.

Manzanas maduras caen a su alrededor.
¿Qué otra cosa pueden hacer sino comerlas?

Cuando él dice, “La nuestra es una era en transición,”
“qué original que sos,” responde ella,
seca como el martini que él esta sorbiendo.

Ellos pelean todo el tiempo
Es  divertido
¿Qué te debo?
Porque no empezamos con una disculpa
Esta bién, perdóname, grandísimo tonto.
Un cartel aparece con la palabra “Risas.”
Es una película muda.
“Me has cogido sin darme un solo beso,” dice ella,
“y podés citarme cuando quieras al respecto,”
sus palabras suenan muy bien en su acento inglés.

Un año se separaron siete veces y amenazaron hacerlo
           otras nueve veces.

Cuando una mujer ama a un hombre, ella quiere que él la espere
            a bordo de un jeep en un aeropuerto en el extranjero.
Cuando un hombre ama a una mujer él está ahí. No se queja si ella
            llega con dos horas de retraso
y la heladera está totalmente  vacía.

Cuando una mujer ama a un hombre, ella quiere permanecer despierta.
Ella es como una niña que llora
al atardecer, pues no quiere  que el día termine.

Cuando un hombre ama a una mujer, la mira mientras ella duerme, pensando:
 la medianoche es  para la luna lo que el sueño  para la amada.
Un millar de luciérnagas titilan para él.
Las ranas suenan como el ensayo de la sección de cuerdas de una orquesta.
Las estrellas penden del firmamento como aros con la forma de uvas.

(versión Esteban Moore)

David Lehman (Nueva York, EEUU, 1948). Poeta, crítico y ensayista.  Ha publicado: Jim and Dave Defeat the Masked Man ( en colaboración con James Cummins, 2005); When a Woman Loves a Man (2005; The Evening Sun ( 2002);The Daily Mirror: A Journal in Poetry (2000); Valentine Place (1996); Operation Memory (1990); An Alternative to Speech (1986) y Signs of the Times: Deconstruction and the Fall of Paul de Man (1991), entre otros títulos. Es editor de la colección de poesía The Best American Poetry Series. Su obra ha sido distinguida con importantes premios en su país.

Guillermo Bianchi: Poemas.







Guillermo Bianchi
















 

Conclusiones

este amor que no empuño ni reclamo
este deseo que resguardo en vos
como una medallita de la suerte
este amor de sonámbulos y espías
de aliento contenido
de sangre en movimiento
una sombra pegada a la pared
trepando por la furia del espejo
amor que no es abrigo
ni sábana
ni oxígeno
sino una cuerda
que intenté sujetar
para no ahogarme
y repentinamente
se enredó en mi garganta.


Transformaciones

en la tierra de todos
      el viento ya no sopla
duerme cruzado de alas
      sobre la piel del aire
el lenguaje rechaza su condición de humo
hay ríos que se alzan como mares
hay mares que convergen como ríos
la serpiente
      le exige a dios sus patas
los poetas reclaman su corona de espinas
y el cordero le clava
      los colmillos al lobo.


Orfandad

hace noches que arrastro este cadáver
hemos bebido juntos del furor y la bruma
hemos acariciado la muerte a contrapelo
aliviado el dolor en madrigueras
donde la realidad pasa de largo
un ala negra sobre el cielo puro
batiendo contra el pecho
su avidez de relámpago

casa por casa fuimos
a derramar la hiel de nuestra angustia
hemos visto la calle sin ventanas
donde van a besarse los suicidas
antes de transformarse en certidumbre
hemos amanecido con un tiro en la frente
y un puñal escondido en la garganta

hace noches que intento abandonarlo
envolverlo en mi abrigo
y acostarlo en su espanto
como quien deja a un niño
                                                 a los pies de una iglesia.




Guillermo Bianchi (Buenos Aires, 1970)  Poeta. Ha publicado  La luz de los vencidos (2012). En 2009 obtuvo el primer premio en Certamen Internacional Orillera (Buenos Aires);  y ha resultado finalista en los premios  Internacional de Poesía Videncia (Cuba),  Literario Revista Axolotl,  Ediciones Ruinas Circulares, Internacional de Poesía Patagonia Sur del Mundo y en el premio Internacional de Poesía Olga Orozco, con un jurado integrado por Juan Gelman, Jorge Boccanera, Antonio Gamoneda y Gonzalo Rojas.


lunes, 21 de enero de 2013

Novedad Editorial: En negro y negro, Ignacio Fernández de Palleja.



























(Estuario Editora-Colección Cosecha roja, Montevideo, Diciembre, 2012)



Ignacio Fernández de Palleja (1978) es poeta, narrador, periodista cultural y profesor de literatura española y de lengua portuguesa en la escuela media. Este es su tercer libro, el primero de cuentos. Los anteriores fueron Poemas desde un Peugeot rojo y una carretera quieta (2012) y Poemas altibajos (2012).
En los tres libros, pero en este en especial, refleja que también es “un sensible y agradecido lector” (Borges dixit), un estudioso del estilo y las técnicas, de las corrientes y de la historia de la literatura, atento a la sintaxis y a sus juegos. Intertextualidad o guiños, como se le quiera enfocar (y llamar), la lectura atenta de estos tres libros muestran a un escritor documentado, de poderosa cultura, la que sabe procesar sin hacer ostentación.
Tenemos aquí ocho cuentos. En todos ellos sobresale el ingenio. Y aquella fórmula universal de “muestra tu aldea y...”, muchas veces mal aplicada y por ello gastada,  la que encuentra en cambio en este libro el realce y la confirmación de su segura certeza, su verdad.
Llamar “cuentos policiales negros” a los ocho relatos de diversa extensión y estructura que reúne el libro posiblemente sea caer en un reduccionismo o en una banalización (como lo sería llamar novela policial o de tema policial a Crimen y castigo de Dostoievski, Thérèse Desqueyroux de François Mauriac, o la pieza Corrupción en el Palacio de Justicia de Ugo Betti, o a novelas de Dürrenmatt o Sciascia y alguna que otra de Balzac, para poner algunos ejemplos extremos).   
La novela negra y el relato breve negro están más vinculados a lo policial, y si bien lo policial está presente en la mayoría de estos cuentos, la presencia imperativa es la de la hipocresía, el crimen, la injusticia (aunque finalmente la justicia, de una u otra forma, prevalece). En Negro y Negro el autor se aparta de los esquemas de la novela o relatos policiales. La frontera común que pueden tener con la novela negra sólo se percibe en la atmósfera asfixiante, la incertidumbre, la violencia reprimida y la injusticia relativa.
 Lo que prima en estos cuentos es el claroscuro humano y social. Ya en el primero (“El intendente”) se define, se marca, diría que se proclama el estilo y la intención estética que regirá el libro: combina un refinado realismo (el social de las lacras y el individual secreto), con la mirada crítica, sin hacer concesiones pero sin caer en simplismos, mirada que se detiene en el crimen, la mentira, la hipocresía, sin por ello renunciar al humor sutil, y siempre recurriendo al suspenso.
 Los relatos son “duros”, los llamaría “secos” o “enjutos”. No hay una palabra de más, el narrador de tanto en tanto deja caer alguna mirada piadosa, pero no por ello estamos ante un autor que mira la humanidad sin esperanza. Muy lejos de esto último. El pedazo de tejido que  pone bajo el microscopio sigue los pasos de un forense que disecciona la parte enferma de un tejido (más bien los casos se aproximan a una autopsia).
La perspectiva, decíamos, es crítica y refinada, pero sin ser cínica; lo social no empaña lo literario, no cae en juicios facilongos, contraponiendo el blanco del negro, no juega a maniqueísmos: muestra, describe, cuenta... Y cuenta nutriéndose de la literatura que ha leído y de la que a lo largo del libro nos lanza varios guiños. Sus lecturas procesan en su mirada la vida incierta, desconocida y hasta confusa de nuestros pueblos, de nuestros personajes cotidianos, anónimos, oscuros muchos de ellos. Nos sugiere otro Peugeot que sigue rodando por la carretera, y como aquel carruaje al que aludía Stendhal, nos va mostrando lo que ocurre en las veredas, seleccionando con ojo inteligente, eje de una estética, de un fundamento. La carga de contenido mostrada en el Peugeot se mantiene en este libro de cuentos, que presenta una unidad ocular y filosófica firme y constante a lo largo de todos los relatos.
Su mirada es lúcida, pero no necesariamente pesimista, no hay tortuosas historias sobre la derrota de la justicia y no prevalece la podredumbre de un sector de la sociedad, aunque el sarcasmo sea cáustico y el retrato amargo; las metáforas corrosivas, las tensiones y la ironía denuncian males ancestrales, consustanciales a nuestra historia nacional y a nuestro interior nacional profundo. Cada una de las historias está armada de manera que va creciendo en su desarrollo, se complica, gana en enigma y suspenso, en todas los temas de la justicia (al filo de la imposibilidad de que la justicia se imponga) está como escenografía dominante, como reflejo y diagnóstico sobre un repertorio de la realidad social uruguaya.

Horacio Verzi


jueves, 17 de enero de 2013

Alicia Salinas: Tres Poemas.





Alicia Salinas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

Gallina ciega

Antes de comenzar el juego conoció el fulgor.
Pero le quitaron el brillo, las brasas. Se reveló
entonces la ajenidad de las aureolas: la luz
no es de nadie, la oscuridad
de todos.

No importa quién vendó, de dónde
la recomendación de la tiniebla.
Es hora de (vol) ver.
Esta gallina se rebela a la ceguera, al titubeo.
Otros fuegos se esparcen en la noche.

Doloroso tendal traman los pasos,
y sin embargo a su través se atisba
el final del túnel.

Hoy nadie puede la indiferencia
ante semejante voluntad
de abjurar La Sombra.

Duda

 

de dejar esta piedra en la orilla o llevarla conmigo.
Una lengua de luz la dora, otra hace brillar la mica.
El agua devora los contornos.

¿Puede la mano alzar de su cuna milenaria
un pequeño gajo desprendido del continente?

Duda de alterar el destino del mundo, el curso 
universal de las cosas perfectas. Sin embargo
tanto la deseo: nuevas e invisibles membranas
nacen en el cuerpo.

El aura en ascuas inquieta todo.
Vocación de atesorar lo ajeno, de no permanecer
indiferente. Creer que por levarla la poseo; no
conformarse, en fin, con el recuerdo.


Ama de casa

Cocer la masa, excusa
para golpearla antes, retorcerla
como al cuello de la gallina sacrificada,
a la trenza de una hija pequeña.

Cocer la masa, epílogo
de mazazos que derraman harina
en toda la alacena. Marcas dejan,
como las caricias del hombre de la casa.

Cocerla y ver su forma
henchiéndose caliente, torturada
por perder su condición de cosa cruda.

Por la tarde, servirla en un plato con flores
pintadas en la losa blanca. El té
hirviente sobre el mantel de lino.

Y que admiren mis serenos modos
de revolver
con la cuchara el azúcar.



Alicia salinas (Rosario, Santa Fe, 1976) Poeta y periodista. Ha dado a conocer dos volúmenes de poemas: Gallina Ciega (2009) y La  Sumergida (2003). Sus textos han sido incluidos en distintas antologías.




jueves, 10 de enero de 2013

Mary Jo Bang: Qué Bello.





Mary Jo Bang



















Una lente personal: los rayos combados por el cristal
que le brindaban a uno las noticias del día
repitiendo cada día y  todos los días

sólo recuerda que estás parado
en un planeta que está en evolución.
Cuánta belleza, pensó, lo que la distancia

hace por el agua, la perspectiva
brindada por la altura o la distancia.
En el sueño de anoche, ellos habían regresado
nuevamente al principio. Ella era una niña

y él era un niño.
Un avión descendió y la dejo allí.
El frío aclara el cielo blanco con un blanco más intenso.

Luego un escalpelo la abrió de lado a lado para que  todo el mundo
fuera un océano.

(versión Esteban Moore)


Mary Jo Bang ( Waynesville, Missouri, EEUU, 1946) Poeta, traductora, docente universitaria. Ha publicado varios volúmenes de poesia entre los que destacan Apology for Want (1997); Louise in Love (2001); The Downstream Extremity of the Isle of Swans (2001); Elegy (2007) y  The Bride of E (2009). Actualmente trabaja en la traducción del Infierno de Dante. Su obra ha sido distinguida en su país con la mayoría de los premios más importantes.

lunes, 7 de enero de 2013

Paul Auster: Búsqueda de una Definición (Habiendo visto una pintura de Bradley Walker Tomlin).






















Siempre el  más pequeño  de los actos


posible
en este tiempo de  actos


más grandes que la vida,  un gesto
hacia la cosa que pasa

apenas entrevista. Un viento suave

perturbando una fogata, por ejemplo,
que  accidentalmente
hallé el otro día

en la pared de un museo. Allí 
no hay casi nada: algunos vestigios
de blanco

arrojados con desgano sobre
el negro puro del fondo, nada más
que un pequeño gesto
intentando ser nada

más que él mismo.  Y sin embargo
no está allí
y a mis ojos nunca se transformará
en la cuestión
de tratar de simplificar

el mundo, pero sí  un modo de buscar un lugar
para entrar en él, una manera de estar
presente
entre las cosas
que no nos desean –pero que necesitamos
en la misma medida que necesitamos
de nosotros mismos. Sólo un momento antes de que
la hermosa

mujer
que estaba parada delante de mí
había estado diciendo cuanto deseaba
procrear y cómo el paso del  tiempo
le estaba jugando en contra. Dijimos:
cada uno de nosotros debe
escribir un poema utilizando
las palabras ‘Un viento
suave

perturbando una fogata’. Desde entonces
nada

ha significado tanto como el pequeño
acto
presente en estas palabras, el acto
de intentar hablar

palabras

que significan casi nada.  Hasta el mismísimo final
quiero  ser igual
a lo que fuera que mi ojo me traiga, como si
yo pudiera finalmente verme
abandonarme
en las cosas casi
invisibles

que nos llevan con  nosotros mismos y todos
los niños por nacer

a ingresar en el mundo.

(versión Esteban Moore)


Paul Auster (Newark, New Jersey, EEUU, 1947). Novelista, poeta, traductor  y ensayista. En ficción se destacan, entre otros títulos:  The New York Trilogy (1987), Moon Palace (1989), The Music of Chance (1990), The Book of Illusions (2002), and The Brooklyn Follies (2005); en tanto en poesía ha dado a conocer: Disappearances: Selected Poems (1988); Ground Work: Selected Poems and Essays 1970-1979 (1991) y Collected Poems (2007). Ha traducido  a Stéphane Mallarmé y  a Joseph Joubert.














miércoles, 2 de enero de 2013

Jorge Pimentel: Rimbaud en polvos azules.




Jorge Pimentel










  


                                                                                   a Charo Arroyo





Rimbaud apareció en Lima un 18 de julio de mil
            novecientos setenta  y dos.
Venía calle abajo con un sobretodo negro y un par de
             botines marrones.
se le vio por la Colmena repartiendo volantes de apoyo a
             la huelga
de los maestros y en una penosa marcha de los obreros
             trabajadores
de calzado El Diamante y Moraveco S.A., reapareciendo en
             la plazuela
San Francisco dándole de comer a las palomas y en un
             cafetín donde rociaba
migajas de pan en un café con leche mientras entre atónito
             y estupefacto
releía un diario de la tarde. Las personas que lo vieron
              aseguran que denotaba
cansancio y que fumaba como un condenado cigarrillo
              tras cigarrillo.

Pálido como una hermelinda, de contextura delgada, entre
              las manos portaba
un libro de tapa gruesa. Luego hizo un ademán con la
              mano pidiendo la  cuenta.
Pagó 13 soles y 50 centavos y luego partió y una
              muchacha al reconocerlo le tendió
la mano  y le ofreció posada y su cuerpo a lo que él
              respondió invadiéndola
de luces anaranjadas. Llovía. Y las pocas personas que en
               esos momentos
contemplaban la escena —serían unas 15, de 20 no pasan—
                reunidas bajo el toldo
de la chingana armaron un tremendo barullo llamándolo
                Arturo Arturo Rimbaud.
Y sus pasos fueron lentos mientras enrumbaba por el
                Jr. Leticia y la calle Caquetá
en el Rimac. Casi todos los que se encontraban reunidos
                coincidían en afirmar
que su aparición podría traer funestas consecuencias al
                sistema y al orden
establecido y que mejor era dar parte a la policía. Y la
                descripción que de él
dio un político coincidía con las que se dan para atrapar a
                 un maleante.

La del empleado del Ministerio de Educación fue que en su
                 abundante cabellera
pendía un turbante turco y una argolla de bronce aparecía
                 en una de sus orejas.
A lo que un joven estudiante de San Marcos prorrumpió
                  amenazadoramente aseverando
que todos ellos estaban siendo alienados y que más bien
                   había que cumplir
al pie de la letra la aseveración de Juan Nicolás Arturo
                   Rimbaud “Hay que cambiar
la vida” para lo cual había que destruir todo un sistema
                   inhumano injusto y atroz.
¡Linda manera de hacerse oír!, terció la voz de un anciano,
                   y un muchacho
de secundaria dijo: ¡Bueno tío, y la muchacha que fue
                   invadida de luces
anaranjadas extrajo un lápiz de labios de su cartera
                   corriendo hasta llegar
a un muro donde inscribió esta significativa palabra

                                             FIN



Jorge Pimentel (Lima, Perú, 1944). Poeta y periodista. Ha publicado: Kenacort y Valium (1970), Ave Soul (1973), Palomino (1983), Tromba de Agosto (1982)  y Primera Muchacha (1997).
Una reciente reedición de Ave Soul  (2008) lleva prólogo del escritor chileno Roberto Bolaño.