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domingo, 23 de marzo de 2014

David Lagmanovich: Crueles provincias.


David Lagmanovich (1927-2010)











Las estadísticas del Mandamás

Ante las protestas  del público, el ministro de economía declaró que no había tal aumento del costo de vida, sino que todo se debía a un mal manejo de las estadísticas. Cuando el Mandamás se enteró, ordenó que todas las estadísticas fueran encarceladas, por difundir rumores  contrarios  al bienestar general. El policía mayor, que no se atrevía a aclarar la confusión de su amo, organizó una redada de jóvenes prostitutas, a las que calificó como “estadísticas del malecón”. Las presas  fueron examinadas por el Mandamás esa misma noche, en el sótano de la jefatura. Le gustó la estadística más joven, una muchachita que afirmada tener 17 años pero no parecía pasar de los 14, y se la llevó. En la madrugada, cuando el Mandamás dormía, agotado y feliz por los ejercicios nocturnos, la chica lo mató con un cuchillo que ocultaba entre sus ropas y desapareció. Días más tarde, entrevistada en la televisión de un país vecino y rival, declaró que las estadísticas eran el amor de su vida, y que la persecución sufrida justificaba sobradamente su reacción.


La caída del Mandamás

El Mandamás se subió a una silla, frente a un gran espejo, para ensayar su próximo discurso. La silla cedió  ante  el peso y el Mandamás se dio un porrazo. El periódico oficialista, atento a toda noticia de palacio, informó sobre el incidente con un gran título en que se destacaba la palabra “caída”. Gran parte del pueblo, que había salido a la calle a festejar, fue ametrallada por la policía. La silla no fue reparada.


Laprida

Subió al taxi estacionado en la esquina de su casa y después de saludar al conductor le dio la dirección: “San Martín y Laprida”. Mientras ponía en marcha el motor, el hombre musitó; “Yo, Francisco Narciso de Laprida, cuya voz declaró la independencia de estas crueles provincias”. El pasajero lo miró con asombro y sintió la tentación de hacer una broma: “¿Usted es Laprida entonces?” El conductor lo corrigió: “Yo fui Laprida. Ahora manejo un taxi”.


David Lagmanovich ( Huinca Renancó, Córdoba, 1927- Tucumán, 2010) Escritor, periodista, crítico literario y profesor universitario. Publicó una veintena de libros, entre los cuales hay algunos dedicados a la crítica, como Códigos y rupturas (publicado en Italia), o El microrrelato, teoría e historia, que ya se han convertido en obras de referencia en el mundo académico.

viernes, 21 de marzo de 2014

Gabriel Jiménez Emán:EL SECRETO DE BRAM STOKER.


Gabriel Jiménez Emán














La fantasía lírica, la fantasía simbólica, la fantasía gótica y macabra, la fantasía de aventuras, la fantasía metafísica e incluso la fantasía modernista provienen todas, tal y como las percibimos hoy, en mayor o menor grado, del romanticismo. No hay zona de la fantasía occidental, sea ésta literaria, plástica o musical, que no haya tenido origen, inspiración o rechazo en el romanticismo, el más poderoso movimiento anímico de la historia de Occidente en los últimos trescientos años. A él debemos lo mejor y lo peor, la inteligencia de Goethe y las torpes sensiblerías españolas, le debemos Keats y las infames novelas románticas hispanoamericanas. Le debemos el androide Frankenstein –surgido de la imaginación juvenil de Mary Shelley-  y también el Drácula de Bram Stoker, un símbolo del mal que funciona como imagen latente de seducción. Este símbolo es a la vez el mayor de todos los mitos modernos. Nace, como el del moderno Prometeo, literalmente de las cenizas, y es cultivado por igual en Alemania e Inglaterra, primero en las plumas de los alemanes J.L. Tieck y  E.T. Hoffmann. Ambos tienen a mujeres vampiras como protagonistas de sus relatos, sobre todo el último, en su Tratado sobre la condición de los vampiros. Estos se habían inspirado en leyendas centroeuropeas de succionadores de sangre. El vampiro acabó por imponerse como una efectiva manera de introducir las variantes mórbidas de la naturaleza humana en un solo animal –el murciélago- creando un ente –el vampiro humano-  que es inmortal pero no es un dios; es de hecho una encarnación del demonio, pero de un demonio culto, inteligente y extremadamente sensible.
Drácula es irreprochable. La perversión vampírica que alude a la sexualidad y la expone como una forma de seducción, nos confirma la imagen de la alteridad en lo romántico contemporáneo. Sobre ello se ha escrito mucho y bien, desde análisis psicoanalistas firmados por el mismísimo Freud, hasta acercamientos sociológicos o morales. A su vez, el vampiro cuenta con la filmografía más variada de todos los monstruos modernos. De éstos films, el Nosferatu de Murnau y el de Werner Herzog le hacen justicia, y más recientemente, la inspirada producción de Francis Ford Coppola. Tan fuerte ha sido la personalidad de Drácula, que ésta terminó por vampirizar a su propio creador, quien nació hace 150 años en Dublín y creó a su personaje hace 100, es decir, que contaba con 50 años cuando lo hizo. Una buena edad, pienso, para madurar a un monstruo tan recio.
Abraham Stoker tenía un secreto entre varios: perteneció a una sociedad secreta: La "Golden Dawn in the outer", un círculo de amantes del ocultismo donde asistían William Butler Yeats, A. Conan Doyle y Robert Louis Stevenson, entre otros. Pero antes de llegar a este nivel había sido un gris funcionario público y un periodista. Datos de su vida nos informan que estudió en el Trinity College de Dublín –la Universidad protestante más célebre de Irlanda- (Oscar Wilde, James Joyce y Samuel Becket pasarán por ella luego) desde 1861, y que fue buen alumno en matemáticas. Dedicado desde la adolescencia a la filosofía y la gimnasia, destacó en ambas. Fue Director de la Sociedad Filosófica, a tiempo que se titulaba campeón universitario de atletismo. Según parece, esta afición por la gimnasia provino de un grave problema de salud que causó su invalidez siendo niño; le fue recomendada la gimnasia para rehabilitarse, y entonces la practicó obstinadamente hasta convertirse en atleta.
Stoker comenzó a escribir seriamente después de conocer a una figura clave en su vida: el actor Henry Irving. La devoción hacia éste dio un giro radical a su concepción del mundo. Trabaja como secretario de Irving desde 1878, después de una larga década como funcionario público (1867-1877) de la que poco se sabe. Comienza su afición al teatro y a la crítica de éste, en artículos que aparecen en la prensa de Dublín. Irving poseía una fuerte personalidad, que apabulló al principio a Stoker, lo cual hizo le hizo reaccionar radicalmente para librarse de su exagerada influencia. Hay biógrafos de Stoker que establecen un paralelo entre la relación de Stoker con Irving y la de Lord Byron y  su médico y secretario John Pollidori. En una apuesta en Villa Diodati, el grupo de románticos compuesto por Byron, Shelley y Pollidori, a manera de reto lúdico se propusieron escribir historias de vampiros y androides. Mary Shelley aceptó el reto y escribió Frankenstein; Pollidori el suyo y escribió Vampyr. Poco después se suicidaría, y Lord Byron popularizaría el Vampiro de Pollidori hasta casi apropiárselo, gracias a su fama.
Algo similar habría ocurrido entre Irving y Stoker, cuando ambos hablaban sobre la posibilidad de recrear la historia de Vlad Dracul, de Transilvania. Irving escribió una versión que está prácticamente olvidada, y en cambio su discípulo Stoker la convirtió en la admirable novela que todos conocemos. Admirable porque logra despojarla de un hálito romántico, y a través de una técnica epistolar, de informes y diarios en contrapunto, crea un nuevo modo de contar, fragmentario y nervioso, pero verosímil y objetivo. Tiene mucho de teatral, nunca es lineal ni convencional, y me recuerda a las invenciones pseudo-científicas de Poe.        
Stoker hubo de renunciar a sus funciones como Secretario de Irving para poder escribir su novela. Tomó notas  entre 1890 y 1895 y apartó tiempo para escribirla en dos años. Según parece, fue un proceso accidentado, donde realizó cambios y supresiones y donde el esquema narrativo central no estaba nada claro, cuestión que resultó ventajosa a la larga, pues crea ese efecto “nervioso” en el lector que produce el suspense. Stoker tomó en cuenta las narraciones orales del este de Europa en su aspecto estilístico; se nutre de Carmilla, la obra de Sheridan Le Fanu, pero sin reconocer expresamente el eco del escritor francés. De la presencia de la mujeres en Drácula se ha llamado la atención sobre una posible misoginia de Stoker, por la manera brutal y despreciativa de tratarlas que posee el Conde. Una lectura que podría desprenderse de la “chupada” de Drácula es la de la tiranía del sexo, del vértigo que constituye la interminable sed sexual, muy bien adaptada al consumismo de nuestro tiempo. No es difícil advertir relaciones sádico-eróticas, algunas relacionadas directamente con el coito, sobre todo a través de las sensaciones descritas por las mujeres, como en el caso de una llamada Lucy: “tuve una vaga sensación de algo largo y oscuro con ojos rojos y de pronto me rodeó algo muy dulce y amargo a la vez, entonces me pareció que me hundía en agua verde y profunda y escuché un zumbido tal como he oído decir que sienten los que se están ahogando y luego todo pareció evaporarse y alejarse de mí, mi alma pareció salir de mi cuerpo y flotar en el aire”. Finalmente, al vampirizar a sus mujeres, Drácula las convierte en mujeres fálicas, despojándolas de sus atributos mentales o espirituales o convirtiéndolas en poseedoras de pulsiones eróticas sin ningún tipo de inhibiciones, dispuestas a chupar a otras mujeres para convertirlas en nuevas mujeres fálicas. Recuérdese que Drácula jamás muerde a los hombres: Stoker previene al varón contra el tipo de mujer ninfómana. Sus heroínas no son tales, pues se desprecian de continuo a si mismas y se presentan sumisas, maternales o inocentes, cuando no francamente torpes.  Sin embargo otra obra suya, La joya de las siete estrellas (alude a la constelación de la Osa Mayor), permite afirmar lo contrario:  existe aquí una evidente afición hacia las mujeres, una devoción casi enfermiza.
Drácula no sólo ha vampirizado a su autor, sino a otras obras suyas como a esta Joya de las siete estrellas o La cueva del gusano blanco. La primera la leí en inglés cuando era adolescente; la segunda la estoy leyendo ahora gracias a la traducción de Javier Gómez Mompou en la edición de Montesinos (Barcelona, España, 1987), advirtiendo en ella al comenzar su lectura que el autor hace recaer sobre un gato las sospechas de un asesinato. Esta novela de logros se desenvuelve en un ambiente de momias, egiptología y olores embriagantes del pasado, y su estructura formal es perfectamente policial; el suspense es tratado de modo maestro, y no deja lugar a dudas: Stoker es uno de los grandes discípulos de Poe, e influyó notablemente en muchos escritores, entre ellos a H.P. Lovecraft. Me parece más sobrio y menos adjetivado que Lovecraft, y el conjunto de su literatura merece una relectura más allá de Drácula, que ahora está cumpliendo su primer centenario. Sin embargo, conviene resaltar algunas cuestiones. Primero, la ya citada resonancia no confesa de Le Fanu, que inspiró uno de los capítulos del libro, titulado "El invitado de Drácula", protagonizado por una vampira, que es también una Condesa, la Condesa Mircalla (del que Carmilla es un anagrama); luego está el capítulo donde el castillo del Conde es destruido totalmente, también suprimido pensando en una continuación de la historia, que nunca tuvo lugar. Estos son datos comprobados.
Si alguien que no haya leído el Drácula de Stoker desea imaginar a su vampiro, debe tener como referencia al Nosferatu calvo, con grandes uñas y pelos en las manos, dos grandes dientes filosos al centro, (y no los colmillos caninos), y no al dandy refinado de las películas protagonizadas por Christopher Lee. Lejos de cualquier purismo literario, creo que el Drácula cinematográfico ha creado una iconografía propia, paralela, que debe respetarse, para mí tan importante como la secuela producida en la literatura. El homenaje de Francis Ford Coppola a Stoker me parece respetable, mucho más que el fallido tributo que el mismo Coppola pretendió rendir al monstruo de Mary Shelley.
Bram Stoker murió en 1912. Su novela había vendido para esa fecha más de un millón de ejemplares, cifra astronómica entonces. Solucionó varios problemas económicos a su autor, no todos, ni por asomo. El era un hombre con muchas deudas. ¿Cuáles eran y por qué? Poco después de su muerte, -oh fatum- comenzaron las infinitas reediciones, que no hay cesado hasta hoy. Su viuda Florence Stoker editó aquel capítulo que su esposo había suprimido a última hora, haciéndolo pasar como un relato independiente. Pero es justificable. Ella era su mujer.
Stoker publicó 18 libros, poco citados en la literatura inglesa, aparte de Drácula. Los más logrados, al lado de los ya citados, son quizá El misterio del mar  (1902),  Impostores famosos (1910), Reminiscencias personales de Henry Irving (1906) y ante todo La dama del sudario (1909), este último dedicado también al tema del vampirismo, y poco divulgado. Por su parte, La joya de las siete estrellas ha corrido con mejor suerte, y ha sido llevada al cine dos veces, primero por Seth Holt y Michael Carreras con el nombre de  Sangre en la tumba de la momia (1972); luego por Mike Newell en El despertar, protagonizada por Charlton Heston. Recomiendo ampliamente esta última. En La joya de las siete estrellas y en La dama del sudario está el mejor Stoker. Por su parte Drácula sobrevivirá a las malas versiones fílmicas, pero en el fondo todas ellas tendrán que reconocer a Stoker la autoría de una obra sólida. A él, al inválido niño de Dublín, al adolescente atleta de Trinity College, al gris funcionario que durante diez años incubaría el germen de una literatura que tendría que diferenciarse forzosamente del primer prosista de su tiempo y miembro de la "Sociedad del Ocaso Dorado": Robert Louis Stevenson, a la vez que debía crear el nuevo género del horror gótico, que no había sido renovado desde los tiempos de Ann Radcliffe. Con su obra, Stoker reacciona contra la literatura de la época victoriana.
            Admirable resulta su obra en conjunto, su visión asombrada de la naturaleza humana, donde no asoman las concesiones sentimentales ni los pretenciosos alegatos veristas de lo cotidiano –de los cuales tenemos ya suficiente- , sino, todo lo contrario: un afán controlado por penetrar en la conciencia de la finitud, extrapolada y ampliada en la figura del muerto vivo, del vampiro inmortal, -vivir en la muerte es un destino horrible pero también una suerte de purificación- domando la fantasía en su condición omnipresente, y extrayendo de ella plenas verosimilitudes. Ello nos permite también asomarnos al secreto primordial del mal como posibilidad creadora; no como negación del bien, sino como manera de imbuir el espíritu en su doble faz masculino-femenina de seducción o placer,  y de desnudarla toda, en su triste y memorable acontecer.
© Copyright 2014 Gabriel Jiménez Emán

Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950), escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas.
Vivió cinco años en Barcelona y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Oporto, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito. En el terreno cuentístico es autor de Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009) y Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La parada literaria, Barquisimeto, 2011), Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Ediciones Rótulo, San Felipe, Estado Yaracuy, 212), Cuentos y microrrelatos (Monte Ávila Editores Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, Caracas, 2013), Gabriel Jiménez Emán. Literatura y Existencia. Valoración Múltiple de su obra Varios autores (Imaginaria, San Felipe, estado Yaracuy, 2013).
En el campo novelístico es autor de La isla del otro (Monte Ávila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, 1991), Mercurial (Planeta, 1994), Sueños y guerras del Mariscal (Tres ediciones: Sueños y guerras del Mariscal, Ediciones B, Bruguera, Caracas, 2007; Sueños y guerras, Fondo Editorial Eugenio Espejo, Quito, Ecuador, 2010; Sueños y guerras, Alba Bicentenario, Narrativa, Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba, 2012)), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, 2004) y Averno (El Perro y la Rana, 2007).
Sus libros de ensayos literarios son Diálogos con la página (Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1984), Provincias de la palabra (Planeta, Caracas, 1995), Espectros del cine (Cinemateca Nacional, Caracas, 1998), El espejo de tinta (Fondo Editorial Ambrosía, Caracas, 2007), Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (Biblioteca Básica Temática, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Caracas, 2004), El contraescritor (Editorial El perro y la rana, Caracas, 2008) e Impreso en la retina. Crónicas de un adicto fílmico (Universidad Experimental de Yaracuy, San Felipe, Estado Yaracuy, Venezuela, 2010).
Es autor de los libros de poesía Materias de sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, Caracas, 1978), Baladas profanas (La oruga luminosa, San Felipe, Estado Yaracuy, 1993) y Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial del Caribe, 2007), Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006 (Monte Ávila Editores, Caracas, 2010).
Ha realizado una amplia labor como investigador y antologista, entre cuyas obras se encuentran: Relatos venezolanos del siglo XX (Biblioteca Ayacucho, 1989), El ensayo literario en Venezuela (La Casa de Bello, Caracas, 1988), Mares. El mar como tema en la poesía venezolana (Banco Unión- Ateneo de Caracas, Premio ANDA, 1990), Ficción Mínima. Muestra del cuento breve en América, (Fundarte, Caracas, 1996), Noticias del futuro. Clásicos literarios de la ciencia ficción (Fundación Editorial El perro y La rana, 2010), En Micro. Antología del microrrelato venezolano (Alfaguara, Caracas, 2010). Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico. Dirige Imagen. Revista latinoamericana de Cultura, publicación del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (Caracas, Venezuela, 2013

Fernando Denis: LA SUAVE MEMORIA DE LOS VIENTOS.










La poesía  es la  búsqueda  de la primera palabra, de la primera voz,  de la primera piel escrita en la aurora del mundo; es el color de la especie dándole un sueño a la mirada, al agua vertical, a los espejos;  es el sonido que viaja desde un símbolo  hasta los aromas de un jardín  que lo recibe,  que lo guarda para siempre, y a su vez adquiere  la forma que le da ese símbolo. La poesía es la voz de la piedra hablando con la escultura que la habita, que corrige sus formas, su ciega infancia en las orillas de un bosque antiguo o en las riveras del sur o en la genealogía de un zafiro o de un ágata.  La poesía descansa en el fondo de sí misma y renace en cada suspiro de las sílabas, en cada gesto de la primera luz. Por eso con el primer suspiro del lenguaje nacemos todos y la poesía nos gobierna. 
             El mejicano del siglo, Octavio Paz,   al comienzo de su  hermoso  libro “El arco y la lira”, escribió para siempre: “La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de  cambiar el mundo,  la actividad poética es revolucionaria  por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro”.  Quizá por eso mismo el  poema justifica cualquier circunstancia de la vida de un ser humano, lo salva de sí mismo y convierte su biografía en una mitología privada,  lo devuelve al sueño que lo mantiene vivo.
               Hay un cúmulo de músicas, un rumor de hojas que atraviesa el continente, en el poema de Florencio Salazar; es una especie de caracola que se acerca desde hace  siglos arrastrando con su sílaba el mar del Golfo de México, el mar interior y el mar que está en las palabras.
               Lleno de interrogantes sobre la soledad de las palabras, y su vago sentido común,  este libro  se abre como un crisol con un soplo  del Norte  y trae el canto del Quetzal, trae los matices de una lengua ancestral que le sirven para pintar el rostro de lluvia, la intrincada geografía de un sueño, su mapa trazado en la piel de alguna musa mejicana, y en su regazo, Florencio Salazar, el peregrino, el poeta, ese judío errante y amanuense, inicia su recorrido al igual que Dante en busca de algún tesoro, de alguna palabra escondida: 
                  Otra vez andar entre la selva y sus sonidos/ con la frescura de las murmuraciones líquidas/ entre el incendio solar y el resplandor nocturno”.
                     Estos versos  poderosos de “Viento de distintos lados”, intentan justificar el desenfreno de ese trasegar por los mundos que son uno solo,  recogidos en la mirada, en el núcleo central donde duerme el ángel, allí donde los vientos recuestan su cabeza, pensativos, tramando quizá la azul enredadera, el vespertino asombro donde Florencio desnuda su plegaria y espera el hondo, el insomne, el intenso murmullo de la hoguera  para leerse en su llama, y renacer de nuevo en una hoja en blanco, o en una hoja de laurel, como le gustaría que fuera su página, la otra piel que lo habita.
          El viento enciende sus flautas junto a los estanques, gira en torno a un patio de Chilpancingo, y el eco lo recoge Aurelio Arturo en su humilde cuarto del sur:

“He escrito un viento,  un soplo vivo
del viento entre fragancias, entre hierbas
mágicas;  he narrado el viento,
sólo un poco de viento”.

          En el siguiente verso que Aurelio Arturo no escribió, anochece. Para Marguerite Yourcenar la noche es ese lugar donde vuelve a ser posible todo el universo. Y es ahí donde los vientos recobran su nombre, los alisios,  los monzones, el siroco, los vientos anónimos que narran la biografía del pájaro que desciende a la conciencia del poeta, las ráfagas que iluminan su mente, los huracanes, los vientos planetarios que leen el tarot al llegar la noche, vientos que compraría Saint-John Perse  bajo el crepúsculo antillano. El sueño se disgrega bajo la vertical simetría de la lluvia, el verso se aferra a su madera como una guitarra, la que espera la mano de nieve y su instinto secular;  la que va por sedientos corredores de mármol  y abre todas las ventanas para que entre el oído del tiempo, ese otro fantasma que  siempre nos corrige, que siempre tiene la razón.
           Este verso resuena en todos los balcones:
            “…ansiedad y búsquedas pensadas/surgen del ritmo llorón de la guitarra”.
              Son palabras que vibran en el viento, sostenidas por cuerdas, como cometas de colores en la infancia, elevadas sobre el Gólgota con el hilo de Ariadna, o quizá con el hilo de la razón, aunque las palabras pierdan su equilibrio en la garganta. Otras veces el viento llora en un arpa, esa suave sonoridad reconquistada en la sombra por la mano ebria y desolada:
             “Al mirarte mis manos enfebrecen /en el arpa del viento /y el ansia se torna ardoroso sacudimiento”.
                El dolor de la madera bajo las cuerdas íntimas sacude el universo, lo distrae, lo envenena de una nostalgia antigua y bienhechora, capaz de albergar toda la soledad de Méjico y sus alrededores, la fervorosa humildad de sus rancheras y sus corridos.         El comercio íntimo de Florencio Salazar con la música, con la soledad sonora que traducen los vientos, lo libera y al mismo lo ultraja, lo obliga a tener un contacto más sutil con la realidad, le impone el candoroso ejercicio del lenguaje, la búsqueda inequívoca de su entronado yo en sílabas que sofocan el rigor de una sensibilidad abigarrada, soñadora, cargada con los mitos de la infancia, recogida en su Edipo y llevada con fluidez hasta la cólera del desierto, donde, con marcado acento, se puede pedir un vaso de agua. Gira el viento, el ave retira la forma de un color. Y mientras el poeta  sucumbe  a la frugal inteligencia de su noche, al rigor de su noche, mientras busca el  verso alado, la metáfora salvadora, el viento del sur, el Pampero, le trae noticias de Borges, de Macedonio Fernández, de Pablo Neruda,  y también gestos distantes del campanario, y aullidos y matracas y el rechinar de la rueda en la honda pesadilla, y el delgado silbido del desierto que lo regresa a esa pregunta inicial que jamás ha tenido respuesta: ¿Cuáles son mis palabras? ¿Con qué me defiendo?  Aquí vuelve a sentirse un estruendoso rumor de hojas: Octavio Paz toca todas las puertas, se asoma al vacío desde donde se origina la palabra, desde esa  orilla murmura:
              “El poeta no escoge sus palabras. Cuando se dice que un poeta busca su lenguaje no quiere decir que ande por bibliotecas o mercados recogiendo giros antiguos y nuevos, sino que, indeciso, vacila entre las palabras que realmente le pertenecen, que están en él desde el principio…”. 
             Y después,  nos recuerda que “las palabras del poeta son también las de la tribu, o lo serán algún día”.
             Florencio ha sufrido con humildad cada minuto de palabra interior, toda esta sed acumulada durante años, cada agobiante secreto no revelado, cada retórica intención de acercarse al idioma con el afán de ser recibido en su palacio verbal: no le es tan grave una desilusión amorosa como una desilusión del lenguaje. Y esto me recuerda un verso varias veces hermoso de Ezra Pound:
            “Y hasta en sueños te me has negado
              y sólo me has enviado a tus doncellas”
             Vientos de distintos lados” es el libro  de un hombre que reclama su porción de infinito al lenguaje, escrito a cuatro manos por la soledad y la añoranza, aunque una soledad ingrávida corregida por el ángel, y en cuyo pulso aún sueña despierto un paisaje perdido. Estos poemas suscitan una embriaguez interior, aunque no desdeñan los pormenores de una vida sedimentada por el esfuerzo y la cordura, plagada de una sensibilidad desconcertante, herida, estudiada y corrompida por la belleza, calcando las simetrías de un asombro que lo llama desde niño, que lo empuja a coleccionar instantes irrepetibles, a perdurar en esa sílaba que va y viene como el mar, como la memoria de los vientos.

      
Fernando Denis-Florencio Salazar









jueves, 13 de marzo de 2014

Guadalupe Grande: Bodegón.






Guadalupe Grande





























Las nueve y la cocina está en penumbra:
estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,
ante unos alimentos que no sé cómo mirar,
y si les preguntara, ¿qué me contestarían?
Son naranjas de una cosecha a destiempo,
     mandarinas sin imperio,
     acelgas verde luto,
     lechugas verde olvido,
     apios sin cabeza,
               verde nada,
                              verde luego,
                                        verde en fin.
      (Bandejas de promisión
     en el condado del desamparo.)
La tarde se dilata en la cocina
y aquí no llega el sonido del mar.
La soledad de las naranjas se multiplica:
no hay pregunta para tanta opulencia,
aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,
rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,
una legión de plátanos sin mácula,
un bosque de perejil más frondoso
que la selva tropical.
Alimentos mudos y sin perfume:
os miro y sólo veo una caravana de mercancías,
el sueño de los conductores,
una urgencia de frigoríficos
y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.
Es tiempo de la cosecha del humo
     Ha llegado el momento de trasegar con la ceniza      hacer pan con las pavesas y repartir esta ausencia que nos queda entre las manos Es un epitafio el rostro de los días
                         Y también mi rostro es un epitafio
unas pálidas palabras    que una vez estuvieron llenas de furor   y ardieron con más tenacidad   que tu rencor    Padre
      Era necesario quemarse    era necesario dejar que ardiera mi rostro de boca en boca hasta llegar al hueso y luego calcinarlo hasta llegar al humo y su desolación
      Vino antes el vuelo de las polillas    y mi nombre se preñó de oscuridad. Dicen que he engendrado la estirpe de la furia pero no lo creo así
      No toda oscuridad es alimaña    ni toda     luz arcángel
      Mi rostro es un epitafio    mis palabras se han deslizado en el desierto dejando unas huellas que son harapos de fugacidad unas huellas más temblorosas que el diminuto rastro del escarabajo sobre la arena
      Inauguré un páramo en el que impera el aliento del desahucio
      Lo que una vez fue irreverencia es hoy amargo cansancio



Guadalupe Grande ( Madrid, España, 1965. Poeta, narradora, crítica literaria y editora.  Ha publicado los libros de poesía El libro de Lilith, Premio Rafael Alberti, 1995; Renacimiento, 1996 y La llave de niebla, 2003; el relato Fábula del murciélago, fue accésit del Premio Barcarola 1996. Sus poemas figuran en diversas antologías españolas e iberoamericanas.   

Alejandro Schmidt: Remotamente vivo.



Alejandro Schmidt





















 Yo  que soñé las lecturas en el cielo
termino carne amarga y necesaria
lo poco que me di
lo he recibido
y en  lágrimas de luz
lo  fui gastando
como prodiga un dios
su nieve en los infiernos


quién era yo
un claro error
roto  en  su madre apenas terminado
disuelto y ya pequeño
si algo prometí
no lo he  cumplido

y así
sabiéndolo o no
entre dispersos boletines
quieto asisto
a esta torpe mano
cuya fortuna
abre los huecos de otra noche

alguien dirá
y alguien lo dice
todo es azar, destino, cosa oscura
pero
no cambia
el beso de los padres muertos
amigos del Enigma ya perdidos

penumbras  que pisé
voces buscadas
y  siempre  su retrato
de labios apartados
años donados
al mensajero ebrio
buscadas voces

y canta la infancia entre paredes muertas
salmodia su fábula de sombras

lo mucho que le di
me lo ha  quitado

porque
si para otros fui
soplo de diálogos
el espesor de un cuerpo
dicha del reino que se guarda
lo fui sin mí

lo  fui sin mí
profunda máscara en festival macabro
hueca balanza de ladrones

no cambia su espejo
esa casa blanca que encontré paseando
-yo era joven-
allí amables criaturas
bordaban calendarios
la estación del  fervor, la primavera, el ángel,
las palabras

y sentí que el mundo daba a los muros de esa casa

golpeé y salió un monstruo

bienvenido dijo, al hogar del miedo
¿sabés?
me alimento de dolor
y compró mi altura y dibujó mí cara

son los rasgos que llevo
en el amor de las estatuas
en tan larga oración
de vergüenza y anhelo

con mi afilado hueso rayo
solemnes relámpagos de chasco

idiota y semejante
el pan que aúlla
a la gloria del perro entre confusos amos

lo poco que aprendí ya lo he olvidado

y este rendido lápiz
guarda salarios pobres
compra pasajes del verano.

Remotamente vivo
sin darme la sorpresa
hombres felices
altos ríos

signos de polvo inclino
obsceno en mi estupor

quién era yo
a esa pregunta voy
y vuelvo consumido

canta el candor
en su país sin nadie.


Alejandro Schmidt (Villa María, Córdoba, 1955). Poeta y  editor. Ha publicado una docena de volúmenes de poesía, dirigido páginas literarias y revistas de poesía. 

Un poeta que desde la Pampa Gringa apuesta por la palabra, creando un complejo universo poético que fluye desde la llanura hacia las altas cumbres de la lengua.








jueves, 6 de marzo de 2014

Sam Hamill: Almost Paradise en Árabe, 2014.






Sam Hamill
Almost Paradise en traducción al Árabe.
Centro para la Traducción
Ministerio de Cultura
El Cairo, Egipto, 2014.

Convocatoria: Monumento a Colón.









COLÓN EN SU LUGAR



Ante recientes y reiteradas publicaciones falsas y sospechosos rumores, acerca de que habría acuerdos entre la Comunidad Italiana, el Gobierno Nacional y el Gobierno Porteño, en trasladar la desmantelada estatua de Cristóbal Colón a otro lugar de la Ciudad:

NOS REUNIMOS

El Sábado 8 de Marzo, a las 11 Hs., en el Museo Histórico de La Boca, Avenida Almirante Brown 1399, esquina Lamadrid, para exigir su total restauración y el correspondiente emplazamiento en su lugar de origen, que por Ley Nacional de 1907 le fuera otorgado.


La Convocatoria, está destinada no sólo a los italianos y sus descendientes, sino a la Comunidad toda, que se halla indignada por el ignominioso proceder de autoridades, que desconocen fallos de la Justicia, insultando la memoria y el espíritu de los ciudadanos, como jamás sucediera en la historia del País.

Este nuevo intento de vaciamiento de nuestra Identidad, merece todo nuestro repudio y sus autores, tarde o temprano van a ser juzgados.

Invitamos a todas aquellas personas, que coincidan con los ideales de Justicia, Verdad y Belleza, y a las Instituciones de la Ciudad, del País y del Mundo, que puedan aportar su adhesión, personalmente o por escrito, atendiendo a la grave situación que golpea lo más profundo de nuestro ser y socava los cimientos de la notable inmigración itálica, que contribuyó a la grandeza de nuestra Patria.


ASAMBLEA DE VECINOS Y ENTIDADES AUTOCONVOCADAS
 “COLÓN EN SU LUGAR”




ROGAMOS REPLICAR EL CONTENIDO DE LA PRESENTE PROCLAMA


Teléfonos: 15-5325-6609 / 4302-6215 / 15-5121-1664

miércoles, 5 de marzo de 2014

Luis Pereira: El paisaje en gualeguay.




Luis Pereira




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

el paisaje en gualeguay
nombrar el paisaje.
juan l. ortiz, poeta de gualeguay
como decir
paraná paso zárate mas allá
poetas de rosario rockeros baladistas
cómicos
nombrar el paisaje en gualeguay
tierras baldías mas allá del litoral.
Acá dicen que Onetti fundó Montevideo
¿o fue Darnauchans?
¿o Ruben Lena?
el paisaje no es el azul que viaja
el río de los pájaros
la sensación de vuelo en bandadas de
                                                 aves migratorias
Zelarayán describiendo la gran salina
la intertextualidad resultante la
construcción de los afectos.



Pereira, Moore, Verzi, Maldonado 2014.
Luis Pereira
(Paso de los Toros, Uruguay, 1956) Poeta, periodista, editor y gestor cultural. Obra publicada: Murallas, (1980); Señales para una mujer (1985; Toluca, Méjico, 1993) ; Memoria del mar   (1988); Poemas de acción y mujeres delgadísimas (1992); Retrato de mujer azul (1998):  Manual para seducir poetisas ( 2004)  y Pabellón Patrio (2009). Dirige la editorial Civiles Iletrados y ha sido el fundador y coordinador
del Encuentro de Escrituras que desde hace una década se realiza en Maldonado, ciudad en la que reside.