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viernes, 14 de noviembre de 2014

Washington Benavides: 2 Inéditos




Washington Benavides






 Manzanas….
           

Allí estaban rebosando la cesta
                                      amarilla
sobre la mesa del comedor
con su mantel roído de hule azul.
                        Estaban
como náyades esperando un dios
                        lascivo
que llegara echando fuego
por sus ijares divinos
y deslumbrado por la cesta
                                   de manzanas.
Que digo: por las náyades de carnes
                        infrecuentes.
Allí estaba la cesta amarilla y la selva
donde Nijinski aprendía
el mediodía del fauno y los loqueros
 preparaban sus lazos para internarlo.
Las manzanas rojas…
                         solamente en casa ajena
descubrí ese alimento expuesto en una cesta
y fuera del alcance de mis manos
                                   mugrosas
de jugar a las canicas y perderlas
con los camaradas del barrio.
Allí estaban
no las canicas perdidas. Aquella,
que movía satélites dentro de su esfera
                        de cristal.
Aquella otra azul y con un dragón
                        que vomitaba fuegos
                        del Walhalla.
Hablo de las manzanas –qué diablos!-
Pero la mente se me dispersa como ejércitos en derrota y por más que les reclamo que regresen, que la batalla no está perdida
                        -todavía-.
¿Quién me robó
                         se me llevó
las manzanas?
                                               Las que esperaban
al sátiro –no a Nijinski- como las bellas huríes del “Baño turco”
                                                             que pintó el viejo Ingres
o la tormentosa Santa Rosa de Lima
                        creada por Beardsley.
                        Las manzanas que estaban
en la cesta amarilla en aquel comedor
                        oscuro y fresco del verano.
Comedor que no era de mi casa,
                        y tampoco era como la Prima Águeda de López Velarde.
                        Me conformaría
                        -vean que situación deficitaria
                        les presenta su Servidor-:
con las manzanitas criollas, pequeñas
 y apenas con unas pálidas mejillas
                        sonrosadas,
de la quinta paterna.
                        Tan expuesto reclamo
que sólo aspiraría –y ese es el verbo exacto- de aquellas manzanas del Río Negro
que cubrían (tan pudorosamente)
con papel-manteca azul, en el mercado;
como las huríes de Ingres , como las levantiscas Lisistratas,
                                                           parte de su belleza.
Porque la insinuación de lo bello pesa más que la belleza abiertamente nuda.
            Reclamo las manzanas que me deben
                        desde la infancia hasta ahora
 en que la “perniciosa vejez” –según Homero-
exige el tercer pie. Si es posible de roble
repulido por los años y con mango de plata
tallado por los sufridos indios del Potosí.
            Reclamo las manzanas, las huríes,
                        las canicas, la pelirrojeña
                                   judía, la inmensidad
                        morena de la moza de Bage,
las castañas del fuego, las hespérides,
el cíngulo de los atardeceres y el poncho
                        constelado de la noche.


DE LA CARRINDANGA DEL S.XIX (20 kms por Hora) pasando por el Blue Bird de Sir Malcom Campbell
Hasta el automóvil -misil del 1997
traspasando la barrera del sonido,
                            Qué?

Sí, sabemos lo que le pasó a Ícaro.
Leonardo anduvo jugando con prototipos
de aviones ( y de paso alguna Cena. O alguna dama sonriente, pero también armas
mortales). Antonio Machado dijo
en un poema Las Moscas:
“perseguidas,
por amor de lo que vuela.”
El hombre sueña (y despierta) con lo lejano,
y el traslado rápido. El Cosmos
con Laika y Gagarin, la Luna hollada por las patas de astronautas.
El Futurismo de Filipo Tomasso Marinetti
(1876-1944), despertó de una patada en el trasero
la siesta de una civilización falsamente greco-latina, adhieren los pintores
Boccioni, Carrá, Russolo, Severino, Balla;
escritores se suman: Papini, Soffici,
las revistas con nombres alusivos: Hélices, Proa, Telégrafo, Teléfono del alma, Aeropoema del golfo de Nápoles.
Ni qué decir de los “aviones-poemas y bombardeos” cuando Marinetti apoya la guerra mussoliniana.
Hoy nos admiramos de Usain Bolt el hombre
más veloz del mundo.
Las centellas siguen cruzando el firmamento. El hombre no duerme.
Está metido
entre planos y máquinas, entre trilobites
de sus ensueños, y realizadores de los mismos.
Pero quiere más. La Luna, ya… dejémosela
a los poetas…Pero el Planeta Rojo,
ese sigue toreándonos fuera de nuestros proyectos.
A él, a él…
Y las Galaxias. Y Las Constelaciones, tan cargadas de mitos y nombres deslumbrantes:
                        Orión, Centauro,
                                               Géminis…
Te revuelves en el lecho. Prendes la luz. Algo se te ha ocurrido. El mundo cuántico
y los sofistas griegos tan inquietantes…
Si modificas las válvulas…si el cálculo no fue perfecto o no se ajustaba a…
¡Cómo volver a dormirte!
En un Hipódromo del Río de la Plata se dio como atracción
 una carrera entre un pur-sang
sobresaliente y una Bugatti de carrera…
(No averigüé el resultado).
Pasa una uve de ánades en el cielo
rotundo de azul.
La liebre y la tortuga insisten en definir
la contienda personal de velocidades…
Uno sale, con las botas diarias, pisando la hojarasca que dejó el otoño, recibiendo los primeros embates de la primavera
que a veces llega semisalvaje.
Cruza en la noche –incendiado-un cocuyo
verde.
Y andrajos de la noche, los murciélagos salen a cazar sus mosquitos…
Y uno pisando con lentos y pesados pasos
la tierra. “Blue Bird” escribiendo en la página de las salinas una nueva marca, un lenguaje distinto. Altamira.



Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y músico. Ha publicado, entre otros títulos: Tata Vizcacha (1955); El poeta (1959); Poesía (1963); Las milongas (1965); Los sueños de la razón (1967); Poemas de la ciega (1968); Historias (1970); Hokusai (1975); Fontefrida (1979); Murciélagos (1981); Finisterre (1985); Fotos (1986); Tía Cloniche (1990); Lección de exorcista (1991); El molino y el agua (1993); La luna negra y el profesor (1994); Los restos del mamut (1995); Moscas de provincia (cuentos, 1995); Canciones de Doña Venus (1998); El mirlo y la misa y Los pies clavados (2000).
Entre  los autores que ha traducido se cuentan: Guimarães Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de Sant’Anna.
Sus poemas y canciones han sido musicalizados y grabadas por: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Héctor Numa Moraes, Carlos Benavídez, Los Olimareños y Los Zucará.