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jueves, 18 de diciembre de 2014

Pablo Seguí: Poemas de Este Verano y Otro...



Pablo Seguí






















SERENIDAD
 
Quizá con una cámara
pudiera
capturar esto que veo,
aquietado,
serena-
mente
dichoso en la penumbra inmóvil.
Una
reja y la calle,
el
auto, mandarinas ya maduras
en
la noche y que penden,
y
este cuerpo que miro sin asombro.
Casi
como observando
un
cuadro en sombras que la pausa acerca. 

NAVEGACIÓN SOLAR


A pesar de que nadie funge ya de censor
y
de que las palabras, alguna vez heridas
por
el morbo, regresan liviana, mansamente
a
su seno; a pesar de que en la noche absorta
pueda
hablar sin temer que cruja el corazón;
o
tal vez justamente porque ahora dispongo
de
dulce libertad y un horizonte abierto,
es
que callo y evito, vanidad que me hundía,
aquel
ritmo salaz que medía desmanes.
Fiebres
en que abjuré, desordenado, injusto,
del
sentido, de la posible, rechazada
por
años, sucesión de pasos en la ruta
del
que ve que las cosas, más allá del probable
desatino,
son sólo múltiples ocurrencias
del
tiempo, y que las olas de ese río invencible
acomodan
y pulen el lecho, las arenas,
y
que es idiota, inútil querer otros destinos
para
la roca, para la desembocadura.
Que
en adelante sea lo mejor navegar
en
busca de más sanas provisiones, y hacer
del
día y de la luz un emblema que nutra
versos
que deberían mirar con más frecuencia
ese
grácil cardumen, esa playa, estos remos


MONTÍCULO U OASIS

Ella dormía y yo
-montículo,
pradera-
leía
pronunciando
versos
como racimos.

Racimos
que, sonoros
y
suaves, cobijaban
con
dulzura ese cuerpo,
oasis
y penumbra.

Penumbra
y relumbrar
de
sus rendidos senos,
sueño
reparador.

Leía
disfrutando,
cuidaba
ese abandono:
cumplida
habitación.


CANCIÓN

Ella quiere otra cosa,
a veces, que lo que
yo quiero, nada más.

Pero ¡cómo me duele,
ahora, que se muestre
indiferente, lejos!

Canción, decile que ardo,
que humeo negramente,
que mis labios se agrietan.


NO ME HAGAS CASO


¿Por qué renunciaría
a tus manos, a sus
ricos dones, que colman
de alegría mis tardes?

Y sin embargo, huero
me siento, y me imagino
alejándome de
las calles y los hombres.

Un mal momento, amor,
un temblor insidioso:
ya me veo enclaustrando
nuevamente este cuerpo.

¿Razones? No las hay.
A no ser un penoso
desasosiego, un turbio
humor, y oscuro, y arde. 


EL MULADAR

Ahora que lo pienso (vos allá,
intentando dormir; porque tu siesta
fue abundante, y las cosas que hoy hiciste,
si bien cargosas, poco te exigieron;
y puede que en un rato te levantes
y te acerques en busca de un cuentito),
no hay sombras, noche leve, y bien podría
dar noticia de asuntos sin mayor
"trascendencia": anotables. Insistí
ya tantos años con mis lloriqueos,
y tantas veces más alcé en palabras
las muecas del pesar, que simplemente
no quedaría otra salida que
la de mirar alrededor, y ver.
Olvidarme de mí para fijar
pasables argumentos de estos seres
que vienen y se alejan, aunque porten
siempre en su seno algo incomunicable.
Y darme cuenta de que el mundo, el vasto
mundo de peripecias de los otros
tendría que pesar más que mi suerte,
incluso en mí: el obtuso a lo que dicen
y que sollozan, de lo que se jactan
y, claro, eso que ignoran, -- ignorantes,
los más, no hay modo, de mi ser arisco.
Tendré que hacerme ciudadano y dar
en descripciones mi tributo al mundo,
me digo, y hacer trizas los espejos
y respirar sin más entre la gente.
(Y vos allá, en la cama, a quien de pronto
siento luchando de hace ya bastante
contra mi obcecación, mi muladar.)


COTIDIANA 


Te vas a levantar, querida, dentro
de un rato. Tempranito: tenés pruebas
que corregir. Dejaste
para el final hacerlas, como siempre
que un libro se te vuelve necesario:
un libro, tu perrito, el marco que
pintaste con amor.
Así es la vida: un tiempo
moroso que agotamos en hacer
lo que nos gusta; lo demás, de un saque
lo resolvemos (ya
lo señaló del porteñismo el hijo
de Baldomero). Ahora, allá en la cama,
soñás con algo que seguro no
recordarás al despertar. Iré
a la Del Plata a por
criollitos calentitos, y serás
de nuevo reina en La Babía... Casi
que voy y te despierto: ¡escribo sobre
alguien que no soy yo!
Materia inexplorada de que podría hablar
hasta el fin de los tiempos. Un besito. 



TRATANDO DE ENTENDER


Las palabras ¿qué pueden?
¿Qué haré con ellas? ¿Qué
me permite mezclarlas,
cortar, alzar? Y tocan
manos impredecibles
muchas veces. Cubil
que guarda inesperados
lobeznos y maderas.
Francas o resentidas
oraciones: del fondo
de una caverna surgen
liberados esclavos,
murmuradores. Vieja
cornucopia la voz.
Palabras como cuerdas
que rozo, que devuelven
armónicos que nunca
dominaré del todo.
(Violín que dejo escrito;
arco de los demás.) 


PARA LOS DERROTADOS

El violín, en su estuche,
corta una cuerda. Poco
a poco deshará
su propio cuerpo. Prendo
un cigarrillo y fumo
apostando a que el vicio
finalmente me pierda.
Porque la muerte es dulce
para los derrotados. 




Pablo Seguí (Córdoba, Argentina, 1973) Poeta. Ha publicado: Los nombres de la amada (Córdoba, 1999), Claves y armaduras (Córdoba, 2005) y Naturaleza muerta (Córdoba, 2011). Plaquetas: Suite del silencio -detalle para Marioni- (Córdoba, 1995), Cuatro monedas (Córdoba, 1999) y Ramillete (Córdoba, 2003). Durante una década estudió violín.
 Toda su producción poética ha sido publicada en los blogs El tren y la mujer que llena el cielo, La  lección de piano, El bakelita y Por el jornal.