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jueves, 11 de octubre de 2018

Rafael Felipe Oteriño: Poemas





Rafael Felipe Oteriño












































Esa vez, Platón

Esa vez, Platón se equivocó: los  poetas
no devuelven imágenes repetidas,
no conspiran contra la fidelidad de los espejos.
Hacen que el árbol de la razón
parezca enano. Que los espejos
devuelvan nuestro verdadero rostro
deformado. Tal como es: con ojos hundidos
y una luna que lo baña y lo enmudece.
Los poetas rescatan la moneda
que se perdió en el fondo del lago,
la gota que sin cesar perfora la piedra,
y eso también concierne a la República.



Todos, alguna vez, estuvimos en el paraíso

El que observó a medianoche la espuma blanca del cielo,
el que oyó un galope prolongado en la estepa de la mañana,
los que presintieron la lluvia y se refugiaron en ella,
el pescador que aguarda el próximo pez que prenderá esa tarde,
el que recuerda el olor a café detrás de una puerta que no existe,
el que siente en la boca la primera palabra de un verso,

Todos, alguna vez, estuvimos en el paraíso,
las manos lo tocaron y el  pecho aspiró su aroma,
el Paraíso cedió por un instante —se detuvo allí—
alzó un vivac en el que cada fragmento coincidió con su parte:
las sombras  con el árbol, el árbol con  el camino,
el río de Heráclito con el río a secas.



Los grandes Maestros


Los grandes Maestros
sintieron predilección por los grandes temas:
Papas, Anunciaciones, Madonnas y Desnudos.
Se detuvieron en abrigos, collares,
rostros de mirada fija y escenas de martirio,
que luego la obra inmortalizó.

Algunos deslizaron en un ángulo de la tela
su cabeza de intrusos, entre calaveras;
o dibujaron tenazas juntos a los pies del anciano,
y a  su lado, un poliedro excedido de escala.
En ello, los discípulos vieron muestras
de patético humor.

Lo que no vieron los discípulos
es lo que los Maestros habían dibujado con horror:
su propia carne desgranándose de a poco,
como  los frutos de caza que también solían pintar,
mientras el pincel introducía bellotas,
granadas de pulpa roja y porcelana celeste.

Sabían, mejor que nadie,
por eso eran grandes y eran Maestros,
que Papas, Anunciaciones y Madonnas
eran estaciones, no arribos.

Un derrumbe de espejos: eso pintaban.
Rostros que, en el trajín de los cuerpos, serían sombras;
sombras que escaparían de los cuerpos
para sobrevivir.



Rafael Felipe Oteriño (La Plata, Buenos Aires, 1945) Poeta, ensayista, crítico y  docente universitario. En poesía sus últimos títulos son: Cármenes (2003);  Ágora (2005); En la mesa desnuda (2008; Viento extranjero (2014) y una amplia selección de su obra,  Eolo y otros poemas, 1966-2016 (2016). En 2016 reunió una serie de ensayos sobre poesía: Una conversación infinita (2016).

Entre otras distinciones a su obra poética se cuentan: Premio Fondo Nacional de las Artes (1966); Primer Premio Regional de Poesía de la Secretaría de la Nación (1988);  Premio Konex de Poesía (1993); Consagración, Legislatura de la provincia de Buenos Aires (1996);  Premio Nacional Esteban Echeverría (2007); Gran Premio de Honor, Fundación Argentina para la Poesía (2014); Premio Rosa de Cobre, Biblioteca Nacional (2014).  Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras.