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martes, 15 de diciembre de 2020

Gonzalo Rojas: Jorge Luis Borges

 

Gonzalo Rojas (Lebu, 1916-Santiago, Chile, 2011)






Absurdo, inmerecido, que este viejo aprendiz venga a decir lo suyo en la ocasión habiendo para ello tantos poetas, sin excluir letrados tantos que siempre sabrán más. Ni alabanza −entonces− a Borges para qué, ni menos uno de esos juegos de hermenéutica pobre para hablar de lo inhablable. Borges es uno único y su sistema imaginario es uno, y leyó el Hado por nosotros. Son tan pocos los que lo hicieron antes en el español de nuestro siglo. De repente Darío, Vallejo, Huidobro –por qué no−, Neruda el de Residencia, y Paz últimamente, que también tuvo pacto fundador, y, claro otros que no figuran en el canon inmediato. Nunca habrá habido en nuestra América otro escritor que muriera de resurrección.


Con arrimo y sin arrimo, como diría Juan de Yepes, quiérase ver en el caso un parco balbuceo en el centenario del incesante resurrecto, y nada más. Aunque sí, algo: el registro compartido del caos progenitor en las dos primeras vertientes visionarias: Fervor de Buenos Aires el 23 y La miseria del hombre el 46. Dos canteras distintas naturalmente. Novalis lo dijo limpio: “al fondo de todo poema se vislumbra el caos”. Lo que pasa es que Borges no hace sino crecer, como los alerces, y además no está muerto, ¿qué va a estar muerto Borges?


Alguna vez habré leído que el tobe hamletiano se amarra etimológicamente con el vocablo bhou, del germánico antiguo que significa por su parte crecer. De modo que, cuando somos, más bien crecemos.


Todo crece con el ritmo. El alerce, por ejemplo; ese árbol previo al diluvio que únicamente germina en  los austral del Nuevo Extremo, y no muere. Casi no muere. ¿Saben cuánto es, en tiempo de reloj, lo que se demora este moroso hasta llegar a ser en plenitud de árbol? ¡Dos miul quinientos años! Vivacidad como la suya, perseverancia en su ser, spinozamente hablando. A menudo hablo con ellos allá abajo en esos bosques del Reloncaví. Lo muy curioso, ¿sabían ustedes?, es que el alerce resiste todo como el poeta: las tormentas, el hambre. Y, aún bajo el cataclismo, algo perdura de él: non omnis moriar, como dijo el viejo Horacio. No me moriré del todo.


Caso  concreto, con la prueba científica que corresponde: hay un islote recién nacido que parece un gigantesco antifaz y que está situado en Bahía Foster al sur del sur de Chile. Emergió con la erupción de un volcán el 4 de diciembre de 1967 y vino al mundo, al cabo de no sé cuántos milenios de hundimiento, con un solo vestigio arbóreo impresionantemente intacto. El peritaje de Alemania dijo: alerce. Los poetas no mueren: quedan encantados. Eso lo dijo Guimaraes Rosa.


La palabra poética es, por esencia, un athanaton sperma, una semilla perdurable, el más peligroso de los bienes que le fue dado al hombre para que dé testimonio de lo que él es, y encarna como por azar en una obra abierta a múltiples lecturas, inabarcable e infinita.


Concentrémonos de una vez en nuestro Borges poeta. Lo leí tarde en las cuerdas estrictas dela lira pero lo que entreleí temprano en Sur y otras revistas que llegaban difíciles por el correo andino: artículos, versiones del inglés, del alemán, notas fílmicas, reseñas deslumbrantes. Algo de aquella prosa me fascinaba: la concentración expresiva, el humor. Estoy hablando del 38, año de mis 20 años. Ya Fervor de Buenos Aires, Luna de Enfrente, Cuaderno San Martín iban y venían, y nosotros ajenos a esos grandes ejercicios. Andábamos en otros que nos eran más próximos: en Huidobro, el más ventilado del país, en Mistral, la posesa de las materias, y entre uno y otro Pablo andábamos: el pedregoso de Licantén y el de Temuco en plena Residencia, y — claro — en nuestro Vallejo por  lo trílcico y balbuceante del misterio. Y todavía en Eguren y Ramón López Velarde. Y en Pound y en Eliot, eso sí. Y —lástima — además en las ortodoxias vanguarderas: dadaísmo demodé, surrealismo libresco. De mirón fui a parar al grupo Mandrágora de la que se ha hecho un mito, pero lo cierto es que el Mapocho no daba para Sena. El que faltó fue Matta, el único de genio que cambió Santiago por París desde el 34. Aquí en la Urbe de Buenos Aires, la imantación surrealista tuvo luz propia con Aldo Pellegrini y poetas-poetas de verdad: asimismo en el Perú con César Moro, Emilio Adolfo von Westphalen, Jorge Eduardo Eielson. (Ah, y otra cosa: del 27 español, apenas nada: Lorca, Alberti, átomos de Cernuda.)


La primera que nos dijo que había Borges en el mundo fue una mujer: María Luisa Bombal, que escribió La última Niebla y La Amortajada en el fulgor de Buenos Aires. Después entró su nombre junto con el de Alfonso Reyas y Pedro Henríquez Ureña y ya no pudo nada el desconocimiento y la ignorancia de mis paisanos.


Aún recuerdo la versión de su obra al francés por Roger Caillois en 1952, quien fue mi lúcido maestro en la UNESCO cuando fui escritor becario allí, pero sólo en 1960 se me dio su palabra poética en El Hacedor: y de ahí en adelante  con adhesión creciente. Leyéndolo y releyéndolo llegué a la identidad del tres en uno de su portento imaginario y me atuve al juicio de que todo se cumple en él en una misma trama enigmática: sus ensayos se leen como cuentos, sus cuentos son poemas y sus poemas nos hacen pensar, como si fueran ensayos.


Cuando el fatídico 73 de los chilenos fui a parar a Rostock que fue mi primera estación de exilio, puerto del Báltico en cuya universidad intenté dictar un seminario  sobre el pensamiento de Borges. Se me preguntó qué método emplearía, instándome a que sólo me atuviera al dialéctico marxista de aquellas ortodoxias, a lo que naturalmente me negué. La Volkspolizei pudo más, como en todos esos institutos académicos más totalitarios que científicos. “Borges es la figura mayor del idealismo”, fue el dictamen. También yo pasé a ser un enemigo y nunca tuve alumnos, lo que llevó a la doble asfixia: el exilio y la destitución, como quien dice dos tiros cruzados contra el mismo pellejo por anarca y partidario de la intemperie. La libertad se paga pero también la sumisión. Nunca fui el hombre de la adhesión total y mi apuesta incluye la perdida. Eso lo supo Borges el airoso.


La pregunta se impone, ¿quién que es no es borgesiano en la medida que fuere? Yo lo vengo siendo desde niño como tantos y he inventado a mi Borges insólito y perplejo, imaginación y coraje desde los primeros papeles, ese olfato escéptico, la conciencia del límite. ¡Será cosa de tono o de talante, lo alemanes dicen stimmung! Por eso cuando empecé a dialogar con su palabra creí recobrar otro diálogo más hondo conmigo mismo. Raro el contagio  de un alumbrado a otro, en cuanto a uno —a mí, en este caso— le parece haber venido con el influjo antes de leerlo. ¿O el pacto viene de más lejos? Lo que quiero decir es que yo también tuve —mala o buena — la intralectura de mi Borges poeta y llegué tarde al trato con su ejercicio genial aunque reconozco que a lo mejor fui un bórgico avant la lettre en cuanto estuve desde mis primeros papeles por el fervor y el desapego a la vez desde una óptica del distanciamiento, y la gloriola se me dio siempre menesterosa. Aunque por cierto amé hondo  las vocales, las sílabas de las que está hecho el mundo, y el ritmo, el frescor del ritmo del que algo supo Darío, padre y maestro mágico al que Borges veneró, más allá de las naturales diferencias. Al paso, excusen la mención del gran mestizo que jamás fue forastero aquí en Buenos Aires. Que lo digan si no dos grandes libros suyos del otro 96, quiero decir del otro siglo: Prosas Profanas y Los Raros. ¿Qué pasa hoy con él, a dos metros del 2000, en este plazo obsceno de consumismo y fanfarrias? Lo leen, no lo leen, pero la pregunta es otra: ¿a quién se lee? Vocales: ¿qué será eso? Sílabas ¿qué será? Lo acusan de todo al fundador: de viejo-retro  y fuera de uso ¡y eso que apenas llegó a los 49!: de silvestre. De elocuente lo acusan, de enfático y sonoro, ¡los afónicos míseros! De sobredosis de cántico. Oiga el que tenga orejas, pienso yo. Pero es tal el estruendo publicitario y vergonzante que ya nadie oye a nadie en el carrusel. No es que la palabra misma esté en tela de juicio, como dijo Vallejo: “¡Y si, después de tantas palabras, no sobrevive la Palabra!”: lo que pasa es desidia y liviandad ante el oficio, y literalmente no hay oficio. Borges lo tuvo como nadie.


Se me dirá por qué tanta disipación en la efeméride que parece exigir pauta más prolija. Es que prefiero la ventilación para honrar a quien nos diera tanto aire en este mundo. Y, ya en el orden de lo efímero, lo irrisorio son las efemérides. Esta misma, por ejemplo. ¿Quién no cumple cien años a cada instante? Porque el juego es ése: de repente estamos aquí, de repente no estamos. Él lo dijo una vez con alta conjetura: “¿Qué habrá soñado el Tiempo hasta ahora que es —como todos los ahoras, el ápice?” ¡El instante, el instante! La intuición del instante que hiciera a Goethe estremecer: “Detente: eres tan bello”. No es reparo a la lucidez de algunos críticos, pero no siempre funciona la metódica; menos en un caso como éste. Está escrito que los poetas entran limpiamente en los poetas, y no por servidumbre; antes bien por natural desafío, pasando por encima de los padres. Los leen mal —como afirma Harold Bloom— para repristinar el juego. Todo eso en el vaivén de la tradición y la invención. De ahí que las claves y los atisbos de los poetas sean más de fiar que los informes clínicos de  los expertos llamados críticos. Habré leído cien estudios sistemáticos sobre la popesía de Borges, pero los memorables son pocos: “El arquero, la flecha y el blanco” de Octavio Paz; “Borges el poeta” de Guillermo Sucre; los estudios mayores de Ana María Barrenechea, los de Rafael Gutiérrez, Emir Rodríguez Monegal, Saúl Yurkievich, Jaime Alazraki, Fernando Charry Lara y últimamente, un enfoque singular de Beatriz Sarlo sobre el Borges de la primera hora. Uno que nombro entre los objetantes y los disidentes es Enrique Lihn que también dijo que Darío es un poeta de segunda clase y Borges un gran poeta y un pésimo versificador. Desabrido y todo siempre habrá el movimiento pendular de las adhesiones y rechazos, pero —como la poesía se defiende sola y se explica desde su propio ejercicio— dejemos que suba y baje, o que se retire como las mareas para volver a la vivacidad de su equilibrio. Leamos una líneas de Harold Bloom en el recuento caudaloso de El canon Occidental (¿no será un abuso ese designio enorme?); allí dice “De todos los autores latinoamericanos de este siglo, es el más universal. Exceptuando a los escritores modernos más poderosos —Freud, Proust y Joyce—, Borges tiene más poder de contaminación que casi ningún otro, aunque aquellos tengan más talento y su obra sea de mayor alcance. Si lees a Borges a menudo y con atención, te vuelves un tanto borgiano pues leerle es activar una conciencia de la literatura en la que  él ha ido más l ejos que ningún otro”. Esta conciencia a la vez visionaria e irónica es difícil de describir, y es seguro la que más me atrajo en el maestro, por consonancia espontánea. Claro que también soy huidobriano, rokhiano, mistraliano y —por encima de eso— vallejiano, y —¿por qué no?—  dariano. Y es que todos venimos de todos y no hay originalidad sino concierto. La originalidad es improbable. Fue lo que me hizo escribir hace algún tiempo estas líneas que me atrevo a leer como un saludo a Borges. [Gonzalo Rojas lee aquí el poema ‘Concierto’].


Excusen el desvío hacia el ejercicio personal  y hacia esta especie de metamorfosis de lo mismo. Soy larvario y me demoro, y además me repito, y me hartan, más allá del hartazgo, las impaciencias de la escritura y por lo visto las del éxito. Es que todo es nuevo. Para el oficio de poetizar desde el asombro, todo es nuevo.


Otra cosa que habré dicho otras veces en cuanto al registro de influencias por demás necesario en mis interminables mocedades es ésta: Vallejo me dio rl despojo y cierto balbuceo en dialogo con mi asma y mi tartamudez y desde ahí el descubrimiento del tono; Huidobro acaso el desenfado; Neruda cierto ritmo respiratorio que él aprendió en Whitman (tan caro a Borges) y en Baudelaire, pero yo gané el mio desde la asfixia. ¿Y Borges? El rigor, l’ostinato rigore que dijo Leonardo. Y el desvelo. Un desvelo al que se llega sin prisa, por incesante crecimiento.


Casi todo es otra cosa y Borges atizó rn mí la perplejidad y el desapego, que iban conmigo desde las infancias. No era nada, no quería ser nada, pero quería ser. Igual que ahora a los 80 y más, en esta suerte de reniñez. Octogenario y finalista, aunque no terminal, hago mía su frase que escribiera el 61 al ordenar su Antología Personal: “Me atengo a mi pobreza pero no me abate ya que me da una ilusión de continuidad”. Y es que a lo absoluto se llega por la desposesión, por el ascetismo, y hay que ir dejando quereres, como dijo Juan de Yepes, el rey de la poesía del idioma.


Además tuve una formación estricta como la suya y atendí por las dos orejas simultáneas el ejercicio de leer y especialmente de releer: 1) por la izquierda l’esprit nouveau y las vanguardias, y 2) por la derecha las clasicidades áureas. Así en la punta de mi cabeza de muchacho se me dio otra ventilación, otra síntesis. 


Fui asimismo memorioso invulnerable y el Nadie de la Odisea fue un encantamiento para mí. “Por culpa de nadie habrá llorado esa piedra.” Tendría, todo lo más, unos 12 años cuando mi profesor alemán Guillermo Jünemann copió en el pizarrón la entrada de la Ilíada traducida por él la noche anterior. Repetiré esa primera estrofa que me tocó las médulas como dice Quevedo: 


Las iras canta del Pélida Aquiles,

oh dea, iras fatales que arrojaron

al pueblo aquivo en cuitas mil, y al orco

mil almas de capeones poderosos,

sus cuerpos a los canes por despojo

y por festín a carniceras aves.

¡Tal se cumplió de Jove la sentencia

desde el momento que en contienda fuerte

lucharon, de los hombres el caudillo,

Agamenón, y el esplendente Aquiles!


Pienso que he sido fiel a esa ritmicidad y por añadidura a la palabra de Borges. Se entenderá que mi trato con él discurre largo desde e l zumbido hondo de  los griegos inmortales —lo parmenídeo y lo heraclíteo— a este hoy que se atreve con las galaxias, es decir de unos físicos a otros físicos que apuestan como aquellos que parecen remotos a la imaginación más allá de las necesarias exactitudes. ¿Quién no sabe que la física nueva está transida de poesía. 


Cosas que me impactaron además:

la preocupación por el tiempo eternidad en Borges. ¿De qué nos disfrazamos cuando escribimos que no sea de tiempo?

el frescor de una sintaxis liberada, con eje en la oralidad. También en Rulfo, ese otro genio del continente, la oralida es clave;

la dispersión y al mismo tiempo  la urdimbre; de donde el empleo reiterado de la enumeración caótica, y Whitman, Whitman, Whitman;

su desdén ´por las vanguardias y las modas que se arrugan;

la fascinación del laberinto;

su insistencia en Quevedo, “homme de lettres”;

su pudor en la celebración del amor, tan ajeno al descaro;

la conciencia crítica del lenguaje y el encantamiento de lo insólito: “El tiempo es la sustancia de que estoy hecho”.



Acepto el contagio y reconozco la presencia necesaria de este “miglior fabbro”  que vino y no se ha ido, al que le debemos otro milenio de diamante.


¿Y el libro? Pienso en él pero también en ese otro libro que vamos escribiendo entre todos: el del instante y el de las galaxias que excede a toda imaginación; a la de los poetas y de los físicos, que es la misma.


Lo que he amado al  libro, lo he respirado, y lo he vivido en ejercicio desigual; unas veces como naciendo página a página, línea a línea, sobre todo en el caso de la poesía visionaria, del pensamiento jónico o de la física de hoy, y otras también como desnaciendo. El tiempo fluye en ellos —en los libros— como ese río incesantemente resurrecto de que nos habla Heráclito. Me gusta el ruido del papel cuando rasgo esas hojas donde alcanzo a oír todavía el arcángel de papiro, pero me consta que mucha lectura envejece la imaginación del ojo, y nunca he confundido información con sabiduría.


Volviendo a lo del ojo, lo que me importa es ver, transver, intraver, hasta la videncia. Así, desde niño, fui un comelibros insaciable hasta el amanecer, pero no se me secó el “celebro” como dicen nuestros paisanos —que son de suyo cervantinos—, antes bien la poesía se me hizo conducta y —mucho más  genealógico que lárico— asumí el desafío fundacional que me enseñó Sarmiento. El hombre es hijo de sus obras y uno mismo va hilando su propio libro, de la contemplación a la acción.


Cuando pensamos con pensamiento sobre el libro en nuestra América, senos aparece Borges como de golpe, ese animal mitológico de nuestras letras que ni por un momento se nos ha muerto. Él creía hasta en la evidencia en el paraíso-biblioteca y así lo dijo tantas veces. Lo vio todo, lo leyó todo por dentro, y la biblioteca del padre fue su gran juego desde niño. Después —ciego y todo—  lo siguió viendo todo. Porque no fue un bibliófilo, ni ese letrado memorioso que tanto admira el Mundo , sino algo más, un vidente. “Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres”, apuntó esa vez el 24 de mayo de 1978. Y agregó: “Le debemos tanto a las letras. Yo he tratado más de releer que de leer. Creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído. Se habla de la desaparición real del libro. Yo creo que es imposible, aseguraba. ¿Qué son las palabras acostadas en un libro? ¿Qué son esos símbolos muertos? Nada absolutamente. ¿Qué es un libro si lo abrimos? ¿Un cubo de papel y cuero, con hojas? Pero si lo leemos ocurre algo raro: creo que cambia toda vez”.


Y nosotros cambiamos, si somos. Eso lo agrego yo.


Sí. Leamos el Mundo. Releámoslo de Homero a Borges. Esos dos ciegos saben más.


Conferencia Buenos Aires, 1996.

Publicado en Todavía, reunión de textos en prosa, FCE, México, 2015.



 




lunes, 14 de diciembre de 2020

Eucanaã Ferraz: poemas

 

Eucanaã Ferraz










En aquel instante


Amor sólo viene más tarde, amar

sólo viene después, amor es cuando

todo se fue, vendrá en el próximo

tren, tal vez el año que viene;


todo será, por ahora, presentimiento,

presagio, cheque en blanco del bien

gratuito para después de pagos abultados 

tributos de desamor y de nada.


¿Amarnos comienza en el fin? ¿Amor

se escribe al revés? Roma,

sin embargo, no abrirá palacios sino,

quién sabe, el próximo feriado.


Moroso, es después de todo pronto

el amor, cuando, tardíamente,

ya no damos por nada o

damos sólo tiempo al tiempo.



Se va a llamar alegría


La alquimia la química la fábula la sílaba:


cualquier mendigo transformado en Midas

hiciese al pan volver al grano el grano a la espiga

la espiga a la plantación la cabellera al viento

a la garganta retornar o no en un vómito invertido

convertido entonces en la quintaescencia de la aquiescencia

en signo que se exhibiese como insignia de la simetría

entre el amor y el disgusto a la manera de hermanos

siameses en armonía de hermanos-alegoría y de ellos

la fácil traducción fue eso: uno cualquiera de nosotros

transformado en Midas, imagine, todas las heridas

transmutadas en orquídeas y en los escombros

y en los ranchos y sobre los viaductos patrias

surgiesen bañadas en el oro de las antiguas iglesias

ahora sin Dios sólo química la alquimia de la fábula


transformada en alegría.


[de Sentimental (Companhia das Letras, 2012)]



Cualquier otro nombre


Horror de este cielo azul por descuido azul

porque siempre azul porque lo hicieron así

y lo largaron allá azul porque lo olvidaron

por desamparo azul-nudez que nadie vio

el voto protege de la ausencia de Dios

bajo el nombre de Dios –nombre que no cesa–

en nombre del cual todo nombre es ultraje desorden

vagando por calles bombardeadas nubes

de polvo bajo un cielo sin mancha.



Y de la tierra abandonada


Graznan en bandada soldados

marchando por las calles.


Sus botas funestas

aplastan la luz y el agua.

En sus pasos pesa la sombra

de las alianzas rotas.


Graznan en bandada soldados

pisando en vano las palabras.


Las casas huyen de miedo

mordiendo el polvo de las fronteras,

y de la tierra abandonada

brotan solamente soldados.


El suelo es los uniformes, y piedras

donde afilar sus armas.



Escalera


De transformarse el amante en la cosa amada

se transforma el pescador en pez o capitán

en arma en piano o pianista en desastre

quién sabe se convirtió en luz en lo libre

alto van de la escalera

y como ella en espiral

se transforma en madrugada la novia

en ácido el químico en magia lo mágico en libro

el bibliotecario en poeta el poema el poema en agua

y por virtud de mucho imaginar hoy sólo vos

gracia – de ver en mí la parte deseada.



Gracia


Millones de palabras derramadas inútiles

pero tu rostro no; árboles tumbados libros

partidos todo se vende pero tu rostro no;

sangre de ciudades y niños pero tu rostro

sigue limpio; en cada canto un enemigo;

en tu rostro no; rostro donde no cabe

la guerra; rostro sin hermano; tu rostro

tu nombre lo dice.



Te


Desobedeciendo al viejo destino, gusté de ti

sin que me lo pidieses. Y dancé soñé canté

reí. La eternidad duró varios días, pero

de lo que imaginábamos, menos

de lo que yo pediría.


Ahora, es necesario que me mates. Yo te lo digo

una vez: quiero que me mates. Y pido más,

que sobre el difunto dances sueñes cantes

rías para que sobre el suelo no revolotee nada

menos que tu alegría.



1

Al instante de cortar

el vuelo de la esperanza; instante-espanto

así haya sido previsto; decir la despedida

hiela la garganta; sólo nos resta oír

como si no fuese insoportable doler.


En el instante siguiente cortar el teléfono y agarrar

con la mano trémula el corazón que se nos cayó a los pies.


[de Escuta (Companhia das Letras, 2015)]



Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2020.


Eucanaã Ferraz (1961) es profesor de literatura brasileña. Es autor de los poemarios Dessasombro (2002), Rua do Mundo (2004), Cinemateca (2008) y Retratos com erro (2019), entre otros, y de libros infantojuveniles. Editó libros de Vinicius de Moraes (Poesia completa e prosa de Vinicius de Moraes, 2004, Livro de sonetos, 2020), Sophia de Mello Breyner Andresen (Coral e o utros poemas, 2018), y de Caetano Veloso (Letra só, 2003).

Desde 2010 es Consultor de literatura del Instituto Moreira Salles, donde elabora publicaciones, exposiciones, debates, cursos y espectáculos. Edita, con André Vallias, la revista on line “Errática” (www.erratica.com.br).

En Argentina, Marea Editorial publicó la antología realizada por Ferraz El mundo no es chato. Antología textual, de Caetano Veloso.


jueves, 10 de diciembre de 2020

Alberto Hernández: LOS POEMAS CIEGOS // BORGEANAS

 

Alberto Hernández



 



 







 

LA BIBLIOTECA


En algún sueño habita la destreza de quien ha abierto un libro

Y ha fijado los ojos en todos los que abundan en la memoria

Y hacen del silencio una antigua casa abandonada.


Los libros solos 

Empujados por las sombras

Se abren al dolor y dejan que el mundo los fecunde

Con las historias y los nombres de los olvidados.



LA PRIMERA METÁFORA ES EL RÍO 


Un ojo secunda la constante del río. Quien lo mira

Alisa el agua y sumerge en su vigor toda la fuerza de la orilla.


El río piensa mientras corre

Y el hombre que intenta atajarlo se rebaja al baño

Al mismo que Heráclito intentó en dos ocasiones:


Decir río es desviar su curso, activar el milagro de saberlo vivo.



UN JARDÍN POLVORIENTO


Una ciudad sin cielo y sin pájaros aéreos

Una ciudad perversa y desteñida

Antigua o rugosa como un sapo

Una ciudad perversa bruja abandonada

Y un rosal reseco cubierto por el polvo

La mirada de una anciana sobre una taza humeante.





EL CADENCIOSO TIGRE


Sobre el lomo vibrante de la fiera, el horizonte.

Desde sus garras o en ellas se cifra el miedo

Que habrá de llegar con su mirada.


El mito

Y la arrogancia de su sonrisa 

En el poema que habrá de devorarnos.


 

LA DEBIDA VENGANZA


Un hombre cruza el desierto y lo extravía.

Mira su rostro en un oasis y se desconoce.


El desierto lo embarga lo estremece 

Y  una daga de acero brilla en las vísceras

De quien intentó saberse el horizonte. 


 

NI SIQUIERA SOY POLVO


Yo era quien no

Y arena de los Llanos

De los ríos


Dejo de ser

Frente al cielo encumbrado


Aquél que era

Ya es mucho

En la piel polvorienta

Del insomnio.


 

UN GRAN CABALLO BLANCO DE OJOS DORMIDOS

PARECE LLENAR LA MIRADA


El símil sobre el lomo de la bestia, como luna hambrienta sobre la noche corva. Los cascos disimulan el temblor del miedo, la pezuña que hurga en las entrañas. La imagen del poema se adentra en la pupila ciega y recrea una maldición, un libro abierto bajo la panza arterial del animal, que no es blanco.

Es bruma.



 EL DELICIOSO TIEMPO DEL ESPEJO


¿Encubre sabores o aromas

El azogue que habla y nos reclama?


Ciego de algún ojo o de los huesos

El espejo secunda la agonía

Del que sabe de muertes y de ascensos

Del que ignora la razón de ser de los olores.



LAS VOCES DE LA LENGUA CASTELLANA


El legado. La herencia. La tarea de saberse en apellidos. La genealogía y las palabras. El diccionario enterrado en el yo de quien sublima la fábula y el mito.

Y no era él, así lo dice y concita una historia, el recuento a veces excesivo de sus genes y sangre.


Una biografía desde los versos y hasta en Silesius no saberse parte del consuelo por no haber sido sino de un eco, de un sonido vibrante, de un sueño interrumpido.



LA BRÚJULA INCESANTE


No sabe el viento de puntos cardinales.

Pero sí del horario de los árboles

Del giro recurrente de los frutos

Cuando las ramas hablan.


Y no descansa la aguja

Que intenta mencionar

Un lago

Un río o el universo

Extraviado en los ojos de algún gato.



UN HOMBRE MUERTO


Cuántas puñaladas para caer al suelo

La mano que asesina dice una palabra

Quien muere desangrado

Con los ojos puestos en un muro

Encuentra los símbolos del miedo


Y así

La historia   un relato tan violento


Un puñal abandonado entre las rocas.



EL DIÁLOGO Y LA DUDA


Un sabio habla con una piedra

Las ruinas del Partenón

Encubren las respuestas

Las que el sabio no entiende


La piedra circunstancia del cielo

Inicia el diálogo y el fin.



UN INCESANTE ESPEJO QUE SE MIRA


Un espejo agobiado por los años

Emerge del rincón más oscuro de la casa

Se aproxima al río

Tiznada la corriente

Voraces habitantes en el fondo

El espejo se arriesga

A mirarse en el agua


Una vez más el río se detiene

Y dos rostros descubren el silencio



EN EL ALBA DUDOSA


Se cree que amanece:

Una palabra detiene el fluir de la luz



EL QUE ACARICIA A UN ANIMAL DORMIDO


Todos

Los que hemos sido perros

Gatos o alacranes

Ansiamos

La mano sobre el lomo



EN EL DESIERTO / ACONTECE LA AURORA


Ávido el ojo ciego

Inventa el día imposible


 

DREAMTIGERS


El terrible rugido de la bestia

En la delicada arcilla de los sueños.



EL CUERPO ESTRICTO


Bajo todos los astros advertidos

La mujer que miro

Arrima sus carnes al deseo


Sideral es su sencillez

Peligrosa su estirpe



EL TESTIGO


Ya estás muerto

Sobre la grama seca

La historia no tiene nada que decirte


En su lengua fría

En sus ojos apagados

No hay evidencia alguna



EVERYTHING AND NOTHING

Nunca he existido

Las veces que he sido imaginado

Ha sido para robustecer la idea

De que nunca he estado aquí



BORGES Y YO 


El ciego viene hacia mí. De su tumba en Ginebra los huesos escaldados, la mirada opaca como el cielo invernal cegado por un lago

El poeta se aproxima y me mira con todos los ojos que trae de la muerte


Somos él, yo invisible,

Él porfiado como una nube


Sordos ambos

Ciegos ambos


Nos deshacemos de los últimos ratos de la realidad


Borges me conmina a detenerme

Entonces su cuerpo

Se devuelve en medio de la niebla

Y sin mucho esfuerzo,

Se hace humo



EL TRÁGICO UNIVERSO


El país 

El arrugado mapa

Sus ríos y lagos agotados

El cielo sin avisos

Sin presencia

Sin cielo

El país que no ha sido

El pequeño país

Enceguecido


Y una tumba

Solitaria y muerta

Como el aire


  

EL AGUA CIRCULAR


Un río sin destino

Un lago mudable

Y el agua

Siempre renovándose



LA DUDOSA RUINA


Quienes la habitaron

Ya no tienen nombre ni recuerdos

Un patio central

Un reloj desgastado

Pero siempre hay un pájaro

Y a veces llueve

 


TWO ENGLISH POEMS


Se olvidan palabras   las palabras

Amargas muy amargas las palabras

Se recuerdan heridas

 “Words, any words, your laughter…”

Voces o gritos  sonidos y susurros

Que nos nombran o nos borran


Una palabra es suficiente

Para alejar la luna


Es frecuente que la soledad

Se nombre y se desligue

De las tantas certezas olvidadas.



LAS CRUELES HOJAS


Ese íntimo cuchillo poeta Borges

Es íngrima y esdrújula masacre


Esas páginas duras  peligrosas

Se anulan con la sangre

Cicatrices heridas puñaladas

Tinta y poema

Degradación y muerte


 

EL OTRO


Ese que pasea entre brumas

Soy yo

El que lo sigue para matarlo

También soy yo

A ambos  miro

A ambos  calumnio


(Selección de Los Poemas Ciegos: Borgeanas; prólogo José Pulido Ediciones Pavilo, España, 2020)



Alberto Hernández (Calabozo, estado Guárico, 1952) Poeta, narrador, ensayista y periodista. En poesía ha publicado, entre otros títulos: La mofa del musgo,  Maracay, (1980); Amazonía (1981); Última instancia (1985);  Párpado de insolación  (1989); Ojos de afuera  (1989); Nortes (1991); Intentos y el exilio (1996); Bestias de superficie (1998, traducido al árabe por Abdul Zagbour); Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (2001); Tierra de la que soy (2002,  Latin American Writers Institute Eugenio María de Hostos Community College of CUNY,Universidad de Nueva York); Nortes/ Norths (2002,  Latin American Writers Institute Eugenio María Hostos Community College of CUNY, Universidad de Nueva York);  Poesía en tránsito (2008); Puertas de Galina (2010); 70 poemas burgueses ( 2014); Objetos poemados/ Poemas sin objeto ( 2019). 

Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. 

 

 

 




lunes, 7 de diciembre de 2020

viernes, 4 de diciembre de 2020

Sebastián Jorgi: Poemas Porteños






                 











 VUELTA AL HOGAR


Recuerdos acusadores y una proximidad de angustias

Lo que pude hacer por…lo mucho que quedó en el tintero

La visita de Madre en la noche   fijate como está la casa

y  tras el sueño crucé una estación Lanús rara y extraña

 largo viaje en sepia por las vías muertas que no terminan

infancias asesinadas a mansalva por decretos sin lógica

El deseo de volver a viajar en tranvía duro me atraviesa

A pasos  de mi casa, doña Bertina me saluda menos mal

la esquina luce el farol sucio…el cielo es gris

Y está  la parra de uva chinche con  el piletón

 el patio quieto es  fotograma neorrealista

Ha llovido y en el jardín un niño de ocho años

junta caracoles…un olor a salsa invita a pasar

la  tía italiana conversa con el abuelo Sebastián

Hablan de la guerra de Abisinia y de partisanos

Mamá ceba un mate mientras Papá dele y dele

con el trepié media suela y taco…lo que no hice

Cómo remendar  tantas culpas… otra tía llega

Con un paquete bonito lleno de masas finas

Estoy en la vereda…no me reconocen…no no no

Siempre resultan tardíos los pedidos de perdón

Estoy cada vez más cerca …una tarantela suena

Hola hola pasá Negrito …estoy cerquita     sí si sí

Sin embargo….mi casa está lejos…tan lejos…



OH, BAYLEY


Lungo  Bayley, aquellas  horas un café amargo

---Estatura de Poesía que casi toca el  cielo---

en el Ouro Preto, pibe ojo, hace muchos marzos

se ejercitaba ya la rojiza progresión geométrica

salíamos de lo de Pampín con Squeo asombrado

fue una tarde revuelta que se disolvía en sangre

un día veinticuatro de almanaque escamoteado

A casa muchachos dijo Manolo, mucho cuidado

Hace tanto y   ayer en marzo  igual  como  duele

bastante… mucho como duele el colmo del olvido

todavía ….y siempre  te pregunto maestro Bayley 

 cómo sostener lo mejor  de cada uno yo tan tímido

sigo de  ahora en más, la incierta travesía del poeta

contame De la Vigilia y el Viaje,  dale…contame

cómo es la torre más alta de la infancia



  IVONTANGO


Ah…Ivonne

No te he buscado y ahí te encuentro

De cualquier manera me llevaba tu poesía

Pero

     No es lo mismo

     Qué digo

     Si es lo mismo

     

Yo también te aguardo como un amante fiel



Ah…Ivonne

Eres mi tango predilecto

Y apenas te he tocado

Eres un  directo al corazón

Nazco de ti

Ah…Ivonne

Viólame como a un adolescente

Casi macho pampa Gardel

Hazme sentir

Como prefieras tangoivonne

Papa papusa       

         Sinosexo

         Palmera

         Trópico

         Adentro


Ah…Ivonne

Tú sabes…

Salsa adentro

Tierraborinquenherida

inolvidablemente


No importa

Si loco de contento

Voy

Perdóname 

Ya no estaré el 5 de abril

Junto a don Paco e Isabelita

Y junto a ti….

Ivonne….ah…

Miel o nunca

Sexoaméricaivonne

                   Desde

El fin y hasta el fin mismo


¿Y ahora Ivonne?


Salsa tango pebeta

Viólame

Para que yo logre nacer

Otra vez

              Otra vez

                            Otra vez

(Puerto Rico, 1990)



SEBASTIÁN JORGI (Lanús, Buenos Aires, 1942. Es Perito Mercantil,(1960) Licenciado en Periodismo(1963) , Profesor de Castellano, Literatura y Latín(1974) Animador Vicarial y Experto en Doctrina Social de la Iglesia, (2003). En 1957 obtuvo el premio literario de Canal 7, en 1981 el Premio Pen Club de Cuentos, la Faja de Honor de la SADE en 1985. Ingresó en el Instituto Literario y Cultural Hispánico en 1983. Periodista en varios medios, La Nación, La Razón, Radio Municipal y actualmente en LU6 Atlántica de Mar del Plata. Ha publicado  novelas, cuentos, crónicas poemáticas, ensayos y entrevistas. Su obra ha sido distinguida en México, Chile, Italia y España. Ha brindado cursos y conferencias en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y en centros culturales de nuestro país. Ejerció la docencia en institutos terciarios y en colegios secundarios.




sábado, 28 de noviembre de 2020

Esteban Moore: A Rumbo Abierto

 

Esteban Moore 















Anduve la tendida llanura de la cuenca del Salado

sus rutas -sus caminos -sus canales hinchados de agua

Dormí bajo estrellas y lunas envueltas en bruma

En el valle del  Río Negro me obsequiaron manzanas  

                                       /del tamaño de una calabaza 

Apagué mi sed en las heladas aguas del Ñiriguau 

Todo esto recuerdo hoy aquí a la ribera del Paraná

y también 

los gemidos de un moribundo en un hospital de campaña

la furia del viento en los grandes eucaliptos

el brillo ardiente de aquellos ojos claros

Todo esto recuerdo mientras observo los buques 

                       /que navegan lentos contra la corriente

y celebro en silencio:

el buen sol - la brisa suave -el vino fresco 

                                                               -la palabra mar




Esteban Moore (Buenos Aires en 1952). Poeta, ensayista y traductor.En poesía ha publicado: La noche en llamas (Buenos Aires,1982); Providencia terrenal (Buenos Aires,1983); Con Bogey en Casablanca (Buenos Aires, 1987); Poemas 1982-1987 (Buenos Aires,1988); Tiempos que van ( Buenos Aires,1994); Instantáneas de fin de siglo ( Montevideo, Uruguay, 1999, mención Honorífica Premio Municipal de Buenos Aires); Partes Mínimas ( Mar del Plata, 1999); Partes Mínimas y otros poemas (Buenos Aires, 2003,   premio Fondo Nacional de las Artes); Antología poética (Buenos Aires, 2004, Fondo Nacional de las Artes),  Partes Mínimas -uno/dos-  (Córdoba, 2006); El avión negro y otros poemas (Buenos Aires, 2007, auspicio, Fondo Metropolitano de las Artes y las Ciencias), Veinte años no son nada (Córdoba, 2010),  Pruebas al canto ( Córdoba,  2012), Poemas -1982-2007- (Córdoba, 2015). En ensayo publicó: Primer Catálogo de Revistas Culturales de la Argentina (Ediciones Revista Cultura, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación y la Federación de Revistas Iberoamericanas, Buenos Aires,  2001),  ha dado a conocer en revistas y diarios textos sobre poetas y poesía reunidos en Versiones y apropiaciones (2012) y Jorge Luis Borges: el escritor poeta (Buenos Aires, 2017). Ha obtenido becas del Fondo Nacional de las artes y por su obra ha recibido diversas distinciones entre ellas la Orden Alejo Zuloaga, otorgada por la Universidad de Carabobo, Valencia Venezuela.

 Colabora con publicaciones del país y del extranjero. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, francés, alemán, lituano, portugués y Albanés e incluida en diversas antologías 



jueves, 26 de noviembre de 2020

Enrique Molina: Un País, unas Sombras

 

Enrique Molina (Buenos Aires, 1910-1997)





















Yo he sido para siempre, tierra mía,

entre tus arenales

cubiertos por el cielo como por una blanda corteza

      de luces y aguaceros,

una canción de tercas casuarinas

enlazando el insomnio al hechizo nocturno:

algún vago quejido de tablones

bajo cuerpos que trotan en la sombra,

algún grito animal en las hierbas.


Sobre aquellas planicies,

llegadas de tan lejos

a lamer en silencio los muros de mi casa,

en esos grandes valles de lánguidas maderas,

el embeleso de la luz ardía

con misteriosos signos de patas de gallina en el fango,

de infieles golondrinas,

de cueros que crujían en inmensos galpones

donde aleteaba el rápido gemido de las lluvias.


Codicias del invierno entre los montes,

radiosos desafíos del deseo

en aquellas llanuras saqueadas por el sol,

envueltas por ortigas y aliento de caballo.

Esas blancas arenas

han sumido mi sangre,

y confundido a ellas 

hay algo de mi ser que me reclama

sonando tiernamente, tristemente,

a través de los muros,

como el materno acento de unos llanos,

el implacable canto del amor y de la lejanía.


Porque así son las venas

en el hombre.

Ligadas para siempre a algún lugar

      de cuyo polvo nacen.

Mira en ellas:

juegos alrededor de un árbol,

cabalgatas de infancia en las cuchillas,

poblaciones perdidas entre los arenales,

y una larga avenida de eucaliptos

que conduce

a unas habitaciones cuyos muertos

dejan entrar la niebla de la noche.


Yo era aquella tierra.

Yo era su canción empedernida,

el linde tierno de las charcas y la garza salvaje.

Yo he tocado su suelo.

He vivido en su luz de sombrías estatuas,

la  he sentido latir como una bestia pura

tendida entre las secas espadañas.


Y ahora mismo

ligado estoy a ella.

Ligado a su ceniza y a su fuego.

Remolino de formas. Pozo

de calaveras entrañables

oculto tras sus puertas de hierros y pantanos.

Unas pobres agonías sin nombre.

Unos seres efímeros y sin embargo eternos.


¿Qué es un país, me digo,

qué es  esa luz vivida

que ilumina en el alma

la adulación oscura de unas cosas

entre las balbuceantes llamas de la distancia…?


¿Qué es esa provincia torva

ladrada por los perros,

con sus carnosas frutas en medio de fulgores y miserias,

y su savia, su pueblo áspero y lento, el polen,

     la indolencia,

tras sus pasos que arrastran jinetes y naranjos,

y ciénagas que asumen sin testigos la sorda voz

     del viento…? 


¡Pira, túmulo de frutos rodeado de fuegos,

guardada por dementes quimeras que aún musitan

     su signo indescifrable!

Sólo hay una morada en ti para el recuerdo.

Porque tú eres

la última verdad.

Y su nostalgia

es la única dadiva que entregas a tus hijos.


Sé que te pertenezco, como a tus pobres cosas,

al pie de la barranca donde una vez latí.


Hija de unas formas ansiosas

que resumen el mundo,

nombrándome sollozas y acaricias

y siento tu voz dura a través de los seres,

llena de ramas secas, de columnas alzadas por el polvo,

alargando hacia mí tus oscilantes muertos,

una roída mano de sombra y remembranza.


Tierra  mía,

sé que me estas llamando

donde nada es más cruel que tu propia belleza.



Enrique Molina (Buenos Aires, 1910-1996) Poeta, novelista y traductor. Junto a Aldo Pellegrini fundó y dirigió la revista A partir de Cero que agrupó a los surrealistas argentinos. Por su vasta obra recibió diversas distinciones: los premios Martín Fierro, Fondo Nacional de las Artes, y Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. 














lunes, 16 de noviembre de 2020

Enrique S. Discépolo: Tangos

 


Enrique S. Discépolo














 

Qué Vachaché


Piantá de aquí, no vuelvas en tu vida.

Ya me tenés bien requeteamurada.

No puedo más pasarla sin comida

ni oírte así, decir tanta pavada.

¿No te das cuenta que sos un engrupido?

¿Te creés que al mundo lo vas a arreglar vos?

¡Si aquí, ni Dios rescata lo perdido!

¿Qué querés vos? ¡Hacé el favor!.


Lo que hace falta es empacar mucha moneda,

vender el alma, rifar el corazón,

tirar la poca decencia que te queda...

Plata, plata, plata y plata otra vez...

Así es posible que morfés todos los días,

tengas amigos, casa, nombre...y lo que quieras vos.

El verdadero amor se ahogó en la sopa:

la panza es reina y el dinero Dios.

¿Pero no ves, gilito embanderado,

que la razón la tiene el de más guita?

¿Que la honradez la venden al contado

y a la moral la dan por moneditas?

¿Que no hay ninguna verdad que se resista

frente a dos pesos moneda nacional?

Vos resultás, -haciendo el moralista-,

un disfrazao...sin carnaval...


¡Tirate al río! ¡No embromés con tu conciencia!

Sos un secante que no hace reír.

Dame puchero, guardá la decencia...

¡Plata, plata y plata! ¡Yo quiero vivir!

¿Qué culpa tengo si has piyao la vida en serio?

Pasás de otario, morfás aire y no tenés colchón...

¿Qué vachaché? Hoy ya murió el criterio!

Vale Jesús lo mismo que el ladrón...



Cambalache


Que el mundo fue y será una porquería

ya lo sé...

(¡En el quinientos seis

y en el dos mil también!).

Que siempre ha habido chorros,

maquiavelos y estafaos,

contentos y amargaos,

valores y dublé...

Pero que el siglo veinte

es un despliegue

de maldá insolente,

ya no hay quien lo niegue.

Vivimos revolcaos

en un merengue

y en un mismo lodo

todos manoseaos...


¡Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor!...

¡Ignorante, sabio o chorro,

generoso o estafador!

¡Todo es igual!

¡Nada es mejor!

¡Lo mismo un burro

que un gran profesor!

No hay aplazaos

ni escalafón,

los inmorales

nos han igualao.

Si uno vive en la impostura

y otro roba en su ambición,

¡da lo mismo que sea cura,

colchonero, rey de bastos,

caradura o polizón!...

¡Qué falta de respeto, qué atropello

a la razón!

¡Cualquiera es un señor!

¡Cualquiera es un ladrón!

Mezclao con Stavisky va Don Bosco

y "La Mignón",

Don Chicho y Napoleón,

Carnera y San Martín...

Igual que en la vidriera irrespetuosa

de los cambalaches

se ha mezclao la vida,

y herida por un sable sin remaches

ves llorar la Biblia

contra un calefón...


¡Siglo veinte, cambalache

problemático y febril!...

El que no llora no mama

y el que no afana es un gil!

¡Dale nomás!

¡Dale que va!

¡Que allá en el horno

nos vamo a encontrar!

¡No pienses más,

sentate a un lao,

que a nadie importa

si naciste honrao!

Es lo mismo el que labura

noche y día como un buey,

que el que vive de los otros,

que el que mata, que el que cura

o está fuera de la ley...



¿Qué Sapa Señor?

 

La tierra está maldita

Y el amor con gripe, en cama.

La gente en guerra grita,

Bulle, mata, rompe y brama.

Al hombre lo ha mareao

El humo, al incendiar,

Y ahora entreverao

No sabe dónde va.

Voltea lo que ve

Por gusto de voltear,

Pero sin convicción ni fe.


Hoy todo dios se queja

Y es que el hombre anda sin cueva,

Volteó la casa vieja

Antes de construir la nueva...

Creyó que era cuestión

De alzarse y nada más,

Romper lo consagrao,

Matar lo que adoró,

No vio que a su pesar

No estaba preparao

Y él solo se enredó

Al saltar.


¡qué "sapa", señor...

Que todo es demencia!...

Los chicos ya nacen

Por correspondencia,

Y asoman del sobre

Sabiendo afanar...

Los reyes temblando

Remueven el mazo

Buscando un "yobaca"

Para disparar,

Y en medio del caos

Que horroriza y espanta:

La paz está en yanta

¡y el peso ha bajao!...

¿qué "sapa", señor,

Que ya no hay borbones,

Las minas se han puesto

Peor que los varones;

Y embrollan al hombre

Que tira boleao;

Lo ven errar lejos

A un dedo del sapo

Y en vez de ayudarlo

Lo dejan colgao?.

Ya nadie comprende

Si hay que ir al colegio

O habrá que cerrarlos

Para mejorar...


Diseño y realización Jorge Muscia, Alfredo Martínez, Estación Corrientes Línea H, Subterráneos de Buenos Aires.




Enrique Santos Discépolo
(Buenos Aires,1901-1951) Letrista, dramaturgo, guionista y actor.  Autor de letras de tango emblemáticas de la ciudad de Buenos Aires cantadas y grabadas por distintas voces, entre ellas, las de Tita Merello y Carlos Gardel.



 


miércoles, 11 de noviembre de 2020

Horacio Castillo: 3 poemas

 

Horacio Castillo















El cinocéfalo

Devoraste el ángulo de ciento ochenta grados

                 que teníamos delante,

devoraste la seguridad de lo absoluto,

devoraste la posibilidad de afirmación,

devoraste el prestigio de  lo real.

Y ahora, a mis pies, esperas el resto,

miras como pidiendo compasión,

como intuyendo

-hocico de perro, corazón de mono-

que no existe culpable.



Amanecer junto al árbol de la carroña


Toda la noche velamos junto al árbol de la carroña,

el  ojo en vilo, la boca en llamas,

los miembros animados por un desconocido temblor.

Toda la noche velamos bajo sus ramas,

la nariz dilatada, el oído al acecho,

frotándonos los cuerpos unos contra otros

para evitar el frío que viene desde el espacio.

toda la noche velamos, toda la noche,

inmóviles junto al árbol de la carroña,

como blancos cuervos espantando  la nada,

soplando la trompeta de la descomposición.



Homenaje a la palabra alcanfor


La palabra alcanfor, por ejemplo en la frase:

muertos empapados en alcanfor,

¿es una realidad distinta del ojo, la mano o el olfato?

Otro extraerá de ella un río que lleva el ágata y la peste,

¿vírgenes entregadas a los extranjeros en húmedos lienzos?


Muertos empapados en alcanfor:

un idioma estará también bajo la tierra,

descarnándose como nuestros huesos,

antes y después sin interlocutor posible.


Horacio Castillo (Ensenada, Buenos Aires, 1934- La Plata, Buenos Aires, 2010).  Poeta y traductor. Es autor,  entre otros títulos de:  Descripción (1971), Materia acre (1974), Tuerto rey ( 1982) y Alaska (1993).

  





Roger Gilbert-Lecomte: poemas

 



Roger Gilbert-Lecomte





 











Testamento

Vengo de lejos de mucho más lejos

    De lo que pudiera creerse

Y los confines nocturnos de los desiertos del hambre

    Saben mi historia

 Aquella que está en todas partes con sus uñas con sus dientes

    Me hizo mal

Y sobre todo sobre todo su horrible mirada de barro

    Me hizo mal

Si ahora duermo anclado

    Al puerto de la miseria

Es porque no supe decir basta

    A la miseria

Estoy en el fondo del mundo

   Sin antorchas

Caído al fondo del olvido lleno de piedades inmundas

   Solo para mí hermoso


La eternidad en un abrir y cerrar de ojos


                                                               a Arthur Adamov


Aquel que vea frente a frente a su doble debe morir


Final del drama del vidente solitario 

Espejo un ojo mira un ojo que lo mira

Ofrecido y rechazado puro don y duro rechazo 

De la intrusa que no puede más no puede más

Donante abrevada en la fuente de insultos


Obsesión del reflejo glacial sombra vana

De ese doble probado más sí-mismo que uno 

Simulacro negado de luz mentirosa

Perdida en las ondas de sombras en las aguas sombrías de muerte

  

Milagro de mirada que mira al ojo que lanza 

Una mirada inversa vigilante asesino

Provocador 

Asesinato suicidio en el juego mortal


Inmortal que pasa a través del espejo

Pupila que contrae un acto puro destruir

Es la estrella fantasma de alma de fuego negro

Punto nulo vibrando en su propio interior


El ojo devorará al ojo en el punto nulo eterno



El vacío de vidrio


Un palacio con muros

De viento


Un palacio con torres

De llama en el gran día


Un palacio de ópalo 

En el corazón del cenit


El pájaro de aire pálido

Vuela rápido hacia allá


Dejando una línea blanca 

En el espacio negro


Encrucijada del coma

Angustiado, agonizante, cuando veas

En el cielo: un domo de oro salpicado de puntos negros                                                                      

Estelares, y la luna como una negra pastilla

Sobre un gran vientre de luz,

El momento habrá llegado: tu muerte última

Y tu nacimiento primero.



Cuando llegue el día del gran viento

El viento se mueve apenas en el extremo del cielo

Pero al crecer

Al imaginarse más poderoso 

Vasto y activo puede de un momento a otro

Aterrorizar 

Las cumbres de fuego del cielo  Pánico

Tu corazón de mármol negro oh rosa de sombra noche

Nutre en sobresaltos bruscos sofocantes

El árbol tonante de las venas 

El espectro de coral de las arterias 

Tu corazón que siente que algo toca en él

En el centro oculto

La perla desconocida


Es este el gran viento que mezcla ahora las capas

Del espacio

Cabo de sombra en el umbral de las noches donde parte el meteoro

Vaivén de arco iris sobre el cristal de la tarde

Lo que va lo que viene es el hacha de alas

Que corta el espacio ebrio de  negros retazos  

Caos que engulle los rostros y las máscaras

Es este el momento del silencio que aúlla  Relámpago

El escalofrío de la tierra devora las mareas

Bajo el viento de los fantasmas 

La tierra es recorrida por temblores de muerte

En las playas altas de la extensión

En las cavernas de éter del fuego 

En la roca que bulle celeste 

El gran viento de metamorfosis

Esculpe las formas

Monstruos policromos hidras de arcoíris 

Estrellas de mar y de cielo

Estrellas de aire separadas del aire por ninguna membrana

Cambiantes ideas multiformes


Cuando el gran viento penetre 

Nadie sabrá qué color tendrá la luz

Sobre el aspecto prodigioso de los bellos monstruos creados 

Qué eclipse de miedo qué incendios de horror

Provocará el gran viento 

Sobre los espacios inferiores donde deambula el sol

Rey de mundos bajos. 



Extraído de Roger Gilbert-Lecomte, Œuvres Complètes II, Gallimard, 1977. Versiones de Adrián Bollini. 

   Roger Gilbert-Lecomte nació el 18 de mayo de 1907 en Reims. Poeta francés, fundador, junto a René Daumal, Roger Vailland y el artista plástico Josef Šíma, de la revista de vanguardia Le Grand Jeu, donde dio a conocer ensayos como Après Rimbaud la mort des arts (1929), Monsieur Morphée empoisonneur public (1930) o L’Horrible révélation... La seule (1930). 

   Publicó dos libros de poesía: La Vie l’Amour la Mort le Vide et le Vent (1933) y Le Miroir noir (1937). La adicción a la morfina lo sumió progresivamente en la pobreza y el aislamiento. Murió de tétanos, por el uso de agujas hipodérmicas mal esterilizadas, el 31 de diciembre de 1943 en París.

   En 1974 éditions Gallimard editó sus Œuvres Complètes en dos volúmenes. Sobre su poesía Antonin Artaud dijo: “En una época antipoética entre todas, donde la poesía escrita parece un secreto perdido, un poeta auténtico finalmente se nos ha revelado”. 


Adrián Bollini (Bragado, Buenos Aires, 1988). Poeta y traductor. Publicó por Alción editora (Córdoba) los libros de poesía Escritos de Dédalo, Sísifo y Pandora (2009) y Ascética de Heuzek (2015).  



martes, 10 de noviembre de 2020

Vicente Franz Cecim: Canción de Arena*

 


Vicente Franz Cecim













Después, el silencio volvía. Las voces paraban.

Y entonces, fue que comenzaron a oír, comenzaríamos a Oír aquel canto.

En él, tú verás, aquellos adormecidos irían a hablar con la carne, decirle cosas, hacer preguntas a ella.

Uno de los adormecidos, abriendo los labios, dejaba oír, en un murmullo: Canción de arena

Y el canto estaba comenzando, en la Residencia en las Tinieblas:


Vivir cada día el más extraño oro, ellos cantaban

Ellos cantarían: La concebida arena.

y al caminante alrededor de la piedra, la arena

y el viento alrededor de la piedra


y en la arena

y reunida la arena, la carne


Y la concebida del ala,


y en la arena todavía

la reunida arena


Volvía el silencio. Una pausa. Y el canto volvía


Fuimos aquellos que primero aullaron para ti,

en la primera noche, el que primero rio en los tiempos

Fuimos a nuestros arrepentidos huesos curvos

pues tú trituras amorosamente lo que contienes, e incontenida


Silenciosos bajo el silencio de la hierba: sensibles

al dolor y a tu hierba

Silenciosos hasta la altura de las ramas vueltas

para el naciente, grande es la cara que te espía de la otra orilla


Pues si de las cosas tenemos un sol caído, y la descendida

Sombra

y el canto degradado de la voz ronca

y todavía los ojos de la primera vez

de la primera, ay inolvidable

y sin podernos ver


tumbados sobre el silencio de la hierba, y sensibles a lo que somos

Al aullido a los huesos a la cara a la hierba


Nuevo silencio. Y el canto:


Por los tiempos y los glaciares,

Animales hicieron la curva luminosa de tu espalda


Verano sobrenatural: no damos un paso

sin tu compañía


Por lo espeso: de él la espesura se desprende

en la forma de los olores salvajes que tanto

empalidecieron la noche:

cada uno de nosotros es un destello visto a la distancia


Tú eres el escándalo de dios que se deshizo

del lado mudo de sus goznes. Y se abre

la puerta oscura de este hombro,

fatigado por los campos

sembramos nuestros huesos más humanos

en los lugares donde tenemos labios y se resecan de la oración


El canto, Los adormecidos


Si estás acostada, es cuando eres la belleza


aunque en el cuerpo en movimiento habite un músculo

de seducción


Si viene la muerte:

es que te estás ejercitando en el cansancio


Cayese algo allí, pero estando de espaldas no verías


Si se curva el árbol, el agua reduce

su ritmo de la música

a cada hombre otro de la mano

Si las piernas lo abandonan,


la oscura luz que asusta


Pues vuelto el rostro para una pared

y tu vida está pasando y ves

pasar un insecto

salido del más extraño sueño, que es estar vivo


Existe un paso que no existe


Volvía el silencio, toda la cada parecía adormecerse,

pero la boca de uno de los adormecidos hacía nuevamente

aquel sonido de aguas, y volvía el canto:


Porque tuya es la sombra,


y tu desierto recorrido dice:

la concebida de la arena


y en la arena la reunida arena, la carne


El canto otra vez elevándose:


Tu lentitud me atraviesa por el camino mío,

los pasos son antiguos en este oro


y aunque se tenga un sol y una baranda de apoyo

para todo

al ausente esmerándose

a la sombra


No pasaría si otro conspirase

En el nombre que es la señal de la inmensa floración


aunque una vena da sentido a lo único


Capas tras capas, las invisibles tintas cubriéndote,

no sabría un hombre nunca cual sería: la nave la Floración

desde que un pie arrastrado por la luz

se quiso allí en las aguas, el árbol de tu savia viniendo

al encuentro de los más jóvenes, emergiendo


Si debíamos estar vestidos para la fuente,

es que la transformación del oro en hierros, en todo eso,

es lo que menos nos oprime el ancla de la vida


El canto. Sus cantos. Aquello sería así en aquella casa entre árboles. Este otro ahora:


Tu agua estancada está bebiendo en lo oscuro

un animal de bruma

Los ausentes dejaron sus aromas


allí, unos huesos esperan sólo la fiebre para desmoronar

Aquí la piel es la residencia, en ella habitan

una alegría, y zarzas, el músico


Su música: tus animales están pateando

la música: paredes que golpean unas en otras


El cuerpo es sólo un hombre junto a su piedra de ternura


Aquellos adormecidos hablando con la carne. El canto:


Estás acumulando lentamente una herida en la espada Real

de tu verano


Desde aquí podemos ver que el día coagula


Y aves como hombres baten las alas, para elevarse

nuestro anzuelo de nubes

un rostro y piedra mirando para el cielo

un paseo de monstruos caminando dentro

Baja la sombra de la sentencia sobre la mano que agita adiós


Que no pase el próximo minuto sin que suene

la voz de la deshojada

La espada es la oferta de un grito: por los ojos,

cuando es aún más bella la estación de las fiebres,

por los tiempos, se fue la más antigua raíz que dio frutos


El canto: eso nos retiene, eso nos retiene, eso nos retiene


Tenemos para ti la consideración de un vaso

donde está depositada la especie


pero abriéndose, la tierra Se muestra al bosque de los hombres

que se extiende


La piel, la helada residencia

Y el cuerpo busca otros pasajes clandestinos

para la región del fondo del pecho,

su Claridad de incendios,

fluctuando en un mar de corchos, cediendo

a los silbidos de esta noche


Ritual de velos: el lodo

Pues sueñas en ti mismo tu visibilidad

si sueñas el barro


Una ave nuevamente estaría revoloteando en su jaula,

tal vez otro sueño de la carne perseguida,

y nosotros

continuábamos allí oyendo aquel canto,


la carne de los

adormecidos hablando con la carne


Pues si también es forma sólida de la música: o sino,

y el hombre es la planta en su temporada de fruta


de lo alto de las atenciones simuladas, sin el artificio nulo

conspirando por el tallo de tu cuerpo

perdida está toda la cosecha


Te llama la voz anunciando la quebradiza que se dobla,

inmóvil junto a un muro está el mudo


-Señal, entonces anunciaría una voz entre los adormecidos. Y todos los adormecidos respondían:

-La señal es no soñar tu nombre.


Y el canto, prosiguiendo:


Libélulas de los huesos, libélulas de la cara cuando la

medianoche se estremece de ansiedad en sueños

El revuelo de tus deseos me supera

en mucho las costas vueltas para la casa

de mis padres: el reloj antiguo de sombras


El canto: eso nos invade, quiere habitarnos los oídos para siempre


Pues es tu sombra y la sombra


y en la arena

la reunida arena, la carne

Y la concebida ala,


y en la arena aún la reunida ala de arena


¿Iríamos también a adormecernos oyendo aquel canto, aquellas voces? ¿Nunca más, nunca más saldríamos de aquella casa?

Saber que la carne tenía que decirnos,

sí, eso nosotros queríamos.  ¿Pero vendría entonces a nosotros, negro, un miedo


Que nunca más saldría de aquí? El canto:


No nos deja olvidar la casa alta,

allá el tiempo repite: cortezas,


aunque nacidas piel clara e incluso

se yergue en el aire a nuestra infancia


Y hay vientos en las ramas, la arena de tu sueño


Pues una es la ley severa que se expresa: si

reverdecen inclinándose hacia la muerte serán hombres

si oscurecen y puntiagudas son espinos

Pero la floresta genuina se extrañará


Tenemos las aberturas del ser para observar de los ojos

a los otros seres,

tanto mejor para la euforia de la tierra

Hierba del destino suculento, ven a mí, lenta

antes de la noche lenta


¿No terminará nunca aquel canto, no iría nunca a acabar?


En ti estoy plantado por los huesos hasta los sueños,

temeroso de las lluvias, y un extraño para los peces,


aquellos adormecidos cantaban.


Andaba cantaba para la carne en aquella casa.

Y antes de adormecernos para siempre, nos apartaríamos de allí


Pues tuya es la sombra

y en la arena la reunida arena, la carne


aún oiríamos, lejos



* Literatura Imaginal, de Viagem Andara oO livro invisível


Versión: Demian Paredes, Buenos Aires, 2020

Material enviado por Edson Cruz, poeta y editor del sitio web “Musa Rara” (www.musarara.com.br).


 Vicente Franz Cecim/Cecim da AmazoOnia (1946) nació y vive en la Amazônia, en Belém. La transfigura en la región metáfora de la vida Andara: una Floresta Verbal. Es el creador de Viajem a Andara oO livro invisível, no libro, no escrito, puramente imaginal, de donde emergen los libros visibles de Andara, estos, los que el autor escribe desde 1979. Recibió de la Asociación Paulista de Críticos de Artes el Gran Premio de la Crítica, en 1988, por Viagem a Andara, y Revelación de Autor, en 1980, por Os animais da terra y, con su libro K O escuro da semente, fue uno de los cuatro finalistas al mejor libro de poesía, en 2016. Fue publicado en Brasil y en Portugal.



Beatriz Casucci: Azules...Necesidad de Vos

 













Beatriz Casucci (Buenos Aires, 1933). Poeta, narradora,  pianista y cantante. Vivió en Mendoza y Buenos Aires. Actualmente reside en Resistencia, Chaco. 

En poesía ha dado a conocer: Trama Abierta (1992). En cuyo prologo el poeta Arturo Cuadrado sostuvo: "En este libro los hilos invisibles, ensueños o deseos, van tejiendo un mundo de raíces y vuelos, donde se forja el misterio de la vida (...) compartir todos los acontecimientos de lo real y espiritual, es don divino o un deseo de la naturaleza. Y amanece el milagro". 

En 2016, publicó Azules...Necesidad de vos , ilustrado con cuatro dibujos de su autoría. 

En tanto narradora en 1995 publica un libro de relatos Ojos ciegos de mirar. En su obra conviven los valores ancestrales, el amor y el erotismo, que encienden, elevando la temperatura de sus composiciones. 

Beatriz Casucci, estudio dibujo y pintura en la Fundación Artes Visuales dirigida por Hermenegildo Sábat, donde asistió a los talleres del maestro Horacio Spinetto. 


 

  

 



lunes, 2 de noviembre de 2020

Rafael Felipe Oteriño: Apostillas sobre el lenguaje de los poetas

 

Rafael Felipe Oteriño









El poeta escribe con las palabras de todos los días algo que solo de manera refleja expone el horizonte de “todos los días”. Porque la suya es una palabra impregnada por la transfiguración: dice esto para significar aquello, dice aquello porque no puede comunicar esto. En ambos casos violenta el “esto” y el “aquello” al sacarlos de su dimensión natural para darles otra vida en el lenguaje. 

Comúnmente, el poeta deja de lado el adverbio “como” en su definición de las cosas, revalidando el rimbaudiano recurso de aunar lo uno en lo otro (aplicación del conocido “Je est un autre” del poeta francés), con lo cual devuelve al lenguaje su función originaria de dar nombre a las cosas. En su lenguaje esto es aquello, tal como lo fue en el orden primitivo.

Esto relaciona la poesía con el regalo de la musa (o don o inspiración o precipitado psíquico o tropel de palabras o mera voluntad de crear algo donde no hay nada: como quiera llamársele al acto creador), que lleva al poeta a expresarse, primero, por la percepción intuitiva; luego, a través de figuras de la imaginación; y al cabo, mediante la pieza verbal con la que corona la pulsión de ir más allá de sí mismo.

Un poema de amor, por ejemplo, no requiere la referencia al autor ni la descripción del ser amado. Tiende a valerse de hechos aparentemente extraños al autor y al ser amado (el poema de Macedonio Fernández dice: “Amor se fue. / Mientras duró de todo hizo placer. / Cuando se fue/ nada dejó que no doliera.”). Lo que expresa, en primer lugar, es el amor que el poeta siente por las palabras.

La poesía pone al descubierto el hiato existente entre la vida diaria, donde las cosas ocurren como una sucesión de hechos físicos, temporales y fugitivos, y la vida presentida, intuida e ideada del escritor (o meta-vida), donde la escritura suspende el tiempo lineal, enmarca una situación y confiere a esas mismas cosas un sentido complementario y revelador.

Alguna vez escribí que para tomar dimensión de la poesía hay que alejarla provisoriamente de las bellas letras. Me explico: evitar la exaltación de lo que es adorno, descripción, sujeción servil al motivo del poema. Esos extremos en los que de ordinario se tiende a ver lo poético, con olvido del misterio de eso que está ahí, ofreciéndose y negándose, y que es el verdadero tema del poema.

La poesía tiende a ir más allá del sujeto y del objeto, y eso pone de manifiesto una dimensión que no es tanto metafísica como inexpresada (latente, oscura, velada), hacia la que el poeta se asoma y de la que se aleja durante la escritura, como en un juego de aproximaciones. Ese renglón ulterior cuyo depositario es la forma poética, entendida como custodia, fuente y espacio de develamientos.

Refugiada casi con exclusividad entre quienes la cultivan –parlamento solo interrumpido por el diálogo con el lector-, la poesía pone en práctica su principal función que es decir lo otro. No definir ni pontificar ni sentenciar, sino decir lo otro. Lo que estaba llamado al olvido, lo que era refractario al discurso, lo deliberadamente callado. 

Con la plasticidad propia de su palabra, la poesía se constituye en una defensa de la interioridad. Perdida su incidencia en la Historia, abandonada su práctica como gracia nemotécnica, alejada de las costumbres mundanas, devuelve la atención sobre la vida privada, en una época entregada a la idolatría del mercado, con la consiguiente aniquilación de los lenguajes familiares, hechos de sobreentendidos, acentuados por la emotividad y atravesados por la discreción y el silencio.

La poesía aporta conocimiento. No conocimiento de lo patente y discernible, sino de los modos y de las relaciones, de los fragores y los matices de la persona individual. Adoptando los tres modos de conocimiento –el natural, el analítico y el revelado- se enfrenta a la realidad mediante la creación de una concordancia distinta de la ofrecida por los usos prácticos, utilitarios y convencionales de las palabras. 

Para alcanzar esa otra realidad (que no es abstracta, sino sensible y concreta), la poesía opera el lenguaje de conformidad a un uso alusivo, sometiéndolo a pruebas extremas, giros audaces, metáforas, retruécanos y sinonimias. “Ver en la muerte el sueño, en el ocaso / un triste oro” escribe Borges, instituyendo una existencia verbal que, por encanto de la sintaxis, escuchamos como perteneciente al mundo natural. 

La acción poética se traduce en una reflexión sobre la vida vivida y sobre la vida presentida, ya que los vínculos con el lugar y con el mundo de la conciencia resurgen en ella transfigurados. Esa variación emplaza una mirada nueva sobre los hechos y las cosas. Así ensanchado el horizonte, el primer efecto de la poesía es experimentar la propia vida en su temporalidad. 

Gottfried Benn apunta: “A menudo se piensa que con una pradera o un crepúsculo y un joven o una joven en estado de ánimo melancólico nace una poesía. No, así no nacen las poesías. Las poesías nacen, por lo contrario, muy rara vez. Las poesías se hacen. Si de una composición rimada extraen ustedes lo ligado al estado de ánimo, lo que queda, suponiendo que algo quede, eso es tal vez una poesía.” (…) “La lírica es un producto artístico”. 

De la experiencia de los sentidos se habrá pasado a la experiencia verbal. Del yo-biográfico al yo-literario. De una historia personal, a otra animación en la que el tiempo habitual se ve interrumpido. En el proceso, el sujeto real se desdibuja y pasa a ser otro: la voz poética (que ya no es la voz del autor, sino el fundido de muchas voces, entre las que se encuentra la lección dejada por los libros leídos y los escritores amados).

Se escribe, pues, desde imágenes proporcionadas por la vida, pero no para quedarse en ellas, sino para trascenderlas. Se remite lo desconocido a lo conocido, a fin de volverlo familiar. En un abrirse al mundo y frente un abrirse del mundo, el poeta va a través de las cosas (piedra, viento, río, lluvia) hacia lo aún no pronunciado, en procura de darle entidad verbal. 

El poema organiza todos esos elementos de manera sorprendente, dando lugar a una realidad verbal que se superpone a la realidad contingente. Los saltos del pasado al presente, la organización del recuerdo, la unificación de lo múltiple, la creación de futuro en muy pocas líneas, hablan de atributos que concentran una información que cualquier otro registro lingüístico demoraría muchas páginas en conseguir.

Por eso, no es la preceptiva y sus variantes –oda, himno, sextina, copla, canción, con sus metros, rimas y sílabas pautadas- la que revela la presencia de la poesía, sino las constantes que la acompañan desde el fondo de los tiempos: intensidad, concentración y velocidad, y que confluyen en otra más terminante: inevitabilidad (que lo dicho por el poema no pueda ser expresado de otro modo).

La distribución de las palabras en la página y la voz del intérprete durante la lectura son avisos de que nos hallamos en presencia de algo que excede la significación normativa. Que a partir de ello se ha de participar de un rito en el que los aspectos informativos del lenguaje serán traspasados, violentados, transfigurados. Una ceremonia en la que se oirá la otra voz, esa latencia que acompaña la penumbra de lo aún no pronunciado. 

El poema habrá instaurado una realidad distinta, de algún modo autónoma, en la que las referencias objetivas serán puentes para una significación anidada en los pliegues del lenguaje. Todos los matices de las palabras operan en ella, sin respetar otro orden que el de su conjugación feliz, lo cual es el primer paso hacia esa presencia todavía no mencionada: la belleza.

A su vez, las cosas de las que habla el poeta se convierten en disparadores de la imaginación antes que en corolarios de la conciencia. Y la realidad contada está más cerca de la ficción, parábola o leyenda, que de la naturaleza tal como la vemos, oímos y tocamos. El poema instaura una existencia verbal cuyo primer efecto es reinventar el perfil de personas y cosas.

Se trata de una experiencia en los límites del lenguaje. Lo que de ella se extrae es un acompañamiento, no certezas. La sensación de que ese algo más que nos excede tiene su aliado en las palabras. Que con ellas es posible evitar las aporías de lo inexpresable, reunir el aquí y el allá en pocas líneas, dar saltos temporales, y con imágenes que corren en paralelo con la realidad objetiva, entronizar la alteridad como escenario. 

Capacidad que nos enseña que las palabras, emisoras y receptoras de sentido, también obran de modo independiente, mediante una cierta magia técnica sostenida por sus componentes visuales, semánticos y sonoros. Esto es: como puesta en escena, simulacro, pequeño teatro, en los que se procura comunicar lo inexpresado, y en los que se expone la difícil tarea de comunicarlo.

Al amparo de su irreductible subjetividad, la pregunta por la belleza es seguida de una respuesta solo atinente a la forma: excelencia de la composición y maestría en cuanto al lenguaje. Lejos de cualquier sobrecarga sobre el objeto y de toda idea concerniente a pompa o lujo –encaminada a enlazar el mundo y la lengua en una sola unidad-, lo bello se traduce en el goce de compartir su suficiencia. 

Excelencia de la composición: por la eficacia de la palabra aislada, el encabalgamiento feliz, la distribución afinada de los versos. Maestría en cuanto al lenguaje: por el manejo sin igual de las palabras (“Tornasolando el flanco a su sinuoso / paso va el tigre suave como un verso…”, escribe Enrique Banchs, replicando magistralmente el paso sigiloso del animal). Lo demás es adorno o idealización. 

En cualquier caso, la poesía aporta algo que es indispensable en la hechura del mundo: una positiva libertad, una cuota de imaginación asociativa y un afán constructivo que permiten elaborar la palabra que falta y encontrar en ella el horizonte reparador que nos conduce a buscar abrigo en las palabras. 

En suma: la creación de un objeto nuevo sobre la tierra, en el que se aúnan la revelación de un hecho puntual, el acto de darle cabida en el lenguaje, y la sintaxis que permite llevar a cabo dicha operación. El resultado no es otro que el de aparejar una visión refrescante, menos condicionada. Una “metáfora ascendente”, para decirlo con palabras de Matsuo Basho.

En esta dirección, Brodsky apunta que “El arte es un espíritu que busca carne, pero encuentra palabras”. Agamben estira auspiciosamente la idea: “el hecho poético no nos devuelve la vida, (pero) nos deja la literatura”. Wallace Stevens lo había anticipado en términos realistas: “Todo poema es un poema dentro de un poema: el poema de la idea dentro del poema de las palabras”.

Bajo estas condiciones, la poesía crea un espacio de fe. La confianza en lo que apareja el lenguaje, la fascinación por los puertos que toca, la bruma que despeja en el recorrido de la lectura, son conquistas en el continente de lo decible. Esa otra victoria de las palabras que es natural y extraordinaria a la vez. 

Ello muestra a la poesía como una invitación a creer más que como un escalón de la certidumbre. Y de su mano, a la confianza de que ella es la experiencia. Lo múltiple le gana a lo único, las vísperas al orden, la novedad a lo desconocido, mientras la perplejidad adquiere la categoría de un valor y el extrañamiento el de un norte.

Se le ha llamado revelación, podríamos denominarlo descubrimiento. Es una experiencia que se cumple en el corazón del autor y que es revivida por el lector. Versos que no se llegan a entender, seducen por su musicalidad; palabras que conforman imágenes, transportan a una realidad viva, inmediata, distinta. 

Controvirtiendo la enigmática frase de Mallarmé “Un golpe de dados jamás abolirá el azar”, el poema suspende momentáneamente el azar, dando paso a un testimonio no lógico ni discursivo (“efecto de verdad”, se le ha denominado) directamente emparentado con la forma poética, convertida, de este modo, en la primera articulación del pensamiento.

(Inédito)


Rafael Felipe Oteriño (La Plata, Buenos Aires, 1945) Poeta, ensayista, crítico y  docente universitario. En poesía ha publicado: Altas lluvias, 1966; Campo visual, 1976; Rara materia, 1980; El príncipe de la fiesta, 1983; El invierno lúcido, 1987; La colina, 1992; Lengua madre, 1995; El orden de las olas, 2000; Ágora, 2005; Todas las mañanas, 2010; Viento extranjero, 2014; Y el mundo está ahí, 2019. En 2016 reunió una serie de ensayos sobre poesía: Una conversación infinita (2016).

Entre otras distinciones a su obra poética se cuentan: Premio Fondo Nacional de las Artes (1966); Primer Premio Regional de Poesía de la Secretaría de la Nación (1988);  Premio Konex de Poesía (1993); Consagración, Legislatura de la provincia de Buenos Aires (1996);  Premio Nacional Esteban Echeverría (2007); Gran Premio de Honor, Fundación Argentina para la Poesía (2014); Premio Rosa de Cobre, Biblioteca Nacional (2014).  Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. En 2020 fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.