Aldo Mazzucchelli |
De Retahíla (fragmento)
entre las hileras de ramas a la calle
la tropa de días que se arriaba callada
iba moviendo la tarde infinidad de aires
oído agudo, criatura negra
todavía se sacude la rama negra,
aire con piedras y eucalyptus
espinillar verdinegro
el tren de fierro se oía pasar
sierras altas con montes de eucalyptus
negros vacíos plomadas
crestas de piedra, arroyos blancos
caminos que se bifurcan en calma
a ninguna parte, ramas grises y tupidas de cedro
se agitan en el cielo de tormenta
con ritmo de escoba sagrada
camino al Marco de los Reyes
ramas muchas y oscuras, palabras
que no tendrán nunca el mismo valor
estructuras vacías que componen la vida
buscando leña antes que se haga noche
la sombra se le dobla y cae
mojando el pasto cabe el molle ceniciento
crujir de madera una tarde de invierno
o cuando por un camino
de madrugada papelea el murciélago todavía
sobre la tierra negra, y atrás del monte
empieza a encender la vela nublada
la alborada confusa
los bichos que parpadean
sobre el borde pedregoso de la sierra lejana
el cartel de madera azul pintada
los pinos barbilargos
el latido del sol en el agüita
por el desorden introducido en los ojos
no paisaje: lugar de huesos
sobre el maíz, sobre el plantío desgarbado
más acá de la sierra, sobre la sombra
hacia el cerro Catedral
negras bandadas articuladas vuelan
río marrón donde un dios deteriorado canta;
cañada en el pasto fino
silabeando en plata el hilo
construir una ruina discreta
ojo de piedra observando, girando
en
un cono de arena al través de las edades
para
alcanzar una relación, la palabra de alguien,
lejos la ladera verde y gris que reverbera
manantiales
hay hierba en las hendiduras de las tumbas
un cantito humilde y persistente
se ve cómo conversan el agua y el hierro
a lo largo de carreteras y caminos el agua tosca
viernes santo lloviendo, llueven nubes paganas
de los griegos
el sol egipcio en la niebla igual labra geométrico
junto al cadáver del automóvil incendiado
bajo toldos varios y entre armas imprecisas
más o menos herrumbre de la patria
y el ganado perdiendo la mirada en cosas sin
sentido
ondulamiento adrede de las crestas de los Caracoles
en el sinuoso territorio se estaba, sentimiento sin
piel
campos de Carapé con cerros viejos y viejos
habitantes separados;
carretas negras andando en la noche sobre piedras
las ruedas, fogonazos
acampamientos ruinosos tomando el agua pura
de la cañada que baja de semanas anteriores
soñé con una cara triste que me miraba
ni el recuerdo oscurecido de los ceibos
ni el sonido de los huesos al golpear las piedras
del camino
en la luna pizarra de Molles de Aiguá
del bajío a la sierra el papirotazo, el repentino
escándalo
de la aurinegra bandada de tordos de bañado
hay un alambrado de siete hilos que atraviesa la
memoria
lo que se quiere oculta con siete telas
el enjambre de los pensamientos
pasos que conducen a un barro un arroyo
muros marrones derrengados
un perro se acurruca en circulares pensamientos
bajo la luz de la luna indiscutible
que está en los cielos y en los charcos del pasto
hubo un campo
y un maizal que al atardecer se me inclinaron
los recuerdos y el olvido zorzales y comadrejas
habitantes
de tal tarde
y tal mirada serena
las perdices plateadas que recuerdan
ojos acuosos desordenados del ganado en los campos
de perlas de rocío
en las hojas que piensan del laurel y el
desordenado verde del romero
las cosas que terminan y comienzan
la barbarie de un hombre que apedreaba unos perros
los trenes como discurso de picapedrero muerto
bandadas azules o negras en el cielo azul o negro
cuando el tordo y cuando el cuervo
dibujando escuálidos jeroglíficos
en lengua lejana los trazos amargos, el campo
ciego, el pasto
las diferencias de cuna y nacimiento los baldíos desconformes
el sonido de cristales en el balde
las voces en la siesta bajo bolsas de arena húmeda
las ideas hiladas dulcemente por los echados perros
solitarios
tornasoles perdices que recuerdan
todo en un triste camino latitudinal
fotografía de hermosas sepulturas, sonidos son lo
cierto aun en la duda,
se escuchan cazadores a lo lejos
y amontonando vísperas
el recuerdo de Carapé como una catedral
insólitamente abandonada
sin poder moverse tendida en el campo animal marino
tendiendo las palabras, único sobreviviente de esta
memoria
desde el seco líquen
al sur de los caminos
donde canta y se pierde la fecha de mis años
monte, luz, follaje de los ecos
hoy ovejas prehistóricas pregonan
el campo medieval de Mataojo
el campo medieval de Carapé
con la gente callada con las botas de potro
en el horno de cal el polvo sueña
pasa el hombre de céspedes eternos
en el sentido de los muertos cavan para maíz y se
entierran
duerme la tierra blanca y las porteras cuidan
resecas cerradas perdidas
duro campo tendido en su edad media
duerme también el cielo echado en pasto
se separan por alambres el camino y las ovejas
muertas
en la lúgubre baraja en los tientos ociosos
el peón cabalga entrevero de cerros paz y viento
[...]
***
De El
Entresijo
4
Dónde habrá quedado el corrimiento aquel. Lo
trabajamos
con el Lito y la Sandra por frente y perfil, para
que no fallase
en el encastre. Por General Flores a la izquierda,
yendo, la
puerta más ancha te acomoda de perfil, pero tres de
alto,
hechas para comunicar lo espiritual. No se trata de
entrar
ni salir sino de girar la cabeza. Ajenjos de
carpintería, olores
celestiales que te hacen un agujero en cada pulmón,
donde
se rellena a viruta. Ahí al fondo del corredor está
el depósito
de trenes lleno hasta el tope, vías que no terminan
pero
se curvan y no viste más, cinc de las dos maneras,
vertical
como de decisión tomada y horizontal como de
Orlando
del raterío, pa resbalar largo con la lluvia y caer
como un
copo en los yuyos eviternos, ordenados continuamente
por
un loco. En estos paisajes traseros cabe alguna
diagonal,
pensada por un político coloreado para parecerse al
mundo.
Hay algo tangueramente derrapante en ese fracaso
que nos
azuza y nos desespera.
5
Entonces, ¿sirve el gaucho? ¿besa? ¿amorrala? ¿se
sucede a sí
mismo como una exhalación? ¿es de buen andar?
¿trabaja
con la hembra? ¿usté lo conoce de mentas? ¿ha
visto? Le doy
esta serie de preguntas, pero tengo otras tantas y
cien series
más para darle. Igual no entendería quien no
hubiese esta-
do. Clavado en la neblina de una mañana más o menos
por
Illescas, o Mansavillagra. Mitad de camino. Todo el
piso es
una telaraña sola, tan blanca que lo verde del
pasto parece
nieve escocesa. Del piso helado sale humo. Hay una
eviden-
te cercanía entre whisky y criollo, que el tango no
compró,
ocupado como estaba en llevarse todo puesto,
rodillas, ca-
suchas, amor, gente, odio y compartimentos. Solo
respetó el
respeto el tango —y de ahí que no se lo pueda
derrumbar.
El tango le hace un ocho a todo menos a lo que
respeta. Ah,
pero ese no derriba. Y ahí los tiene. ¿Y el gaucho,
entonces?
El criollo, ¿dice?
Aldo
Mazzucchelli (Montevideo, Uruguay, 1961) Poeta, escritor,
ensayista y músico. PhD en Letras por la Universidad de Stanford. Ha
publicado poesía y ensayo. Premio Bartolomé Hidalgo 2010 a mejor ensayo histórico
por La mejor de las fieras humanas. Vida de Julio Herrera y Reissig (Montevideo,
Taurus, 2010; 2d ed. Punto de Lectura, 2011). Sobre este mismo autor es además
responsable de otros dos trabajos: Julio Herrera y Reissig. Tratado de la
Imbecilidad del país por el sistema de Herbert Spencer (Montevideo, Taurus,
2006) y Julio Herrera y Reissig. Prosa fundamental. Prosa desconocida.
Correspondencia (Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos,
2012).
Su poesía ha recibido numerosos premios y
distinciones, es incluida habitualmente en antologías de poesía uruguaya
contemporánea y ha sido traducida al inglés, sueco y portugués, publicada en
Brasil, Estados Unidos, Suecia y México. Ha sido profesor en el Departamento de
Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown (2007-2014). Actualmente es
Profesor Titular, Grado 5, en la Facultad de Humanidades, UdelaR, e
Investigador Asociado de la Universidad ORT Uruguay. Editó Insomnia, suplemento
cultural de la revista Posdata. Es uno de los cuatro integrantes (junto
a Amir Hamed, Gustavo Espinosa y Carlos Rehermann) del espacio Interruptor.
Libros de poesía publicados por el autor: Automovilistas
antiguos. Publicación parcial en Premio 12 de Octubre. Concurso 1982. Arca
ed., Montevideo, 1982. Fotografías, paisajes. Publicación parcial en Antología
’83. Imago, Montevideo, 1983. El río desconocido. Casa de Cultura,
Montevideo, 1988. Después de 1984. Arca ed., Montevideo, 1989. Ánima.
TAE ed., Montevideo, 1990. Las ideas fijas. Ediciones de la Pluma,
Montevideo, 1993. Wysiwyg. Artefato ed., Montevideo, 2004. Retahíla. Poesía 1982-2015. Estuario, Montevideo, 2015.