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Verso & Jazz.














A “Dizzy” Gillespie


El ángulo de su trompeta te delata,
el corazón hacia lo alto, la sonrisa,
el sonido quebrado, el juego de vivir,
los ojos negros, la tristeza,
el aire de tu boca, los ruidos del alma.

Imagen de lo distinto, de nuevo la sonrisa,
el paso cambiado y el ritmo de los bolsillos,
el instante,  la mueca y el oro sobre el pecho,
gorra de colores sobre el sueño,
cosas sin definir: la libertad.

Javier Domínguez (Málaga, España, 1953).


El cantante mudo

Despedidas, despedidas Berini
Chet Baker cayendo como un ángel sin alas
y sin dientes –hermoso- intentando
recordar la letra antes de que termine la canción.
Camarón pidiendo un pitillo con duende
Machado una tumba al sol de los hombres sencillos
Lester y Billie desdiciendo sus apellidos
excepto cuando el jazz los absuelve del tiempo
Y aquel viejo escultor de calaveras y ataúdes
llamado James “Son” Thomas
que soplaba su harmónica contra el viento idiota
y el conformismo blanco y canalla.

Fernando Garcín (Valencia, España, 1959).


Don Cherry, el Gato, Paquito…

En escenarios iluminados -ellos ofrecen
el eco aislado de una nota musical
/lo descomponen
hablándole al vibrante metal de sus instrumentos
en soplos
              el susurrado aullido de sus preguntas
preguntas que no requieren respuestas inmediatas
quizás tan sólo -nuevas preguntas/ así ellos
frasean su respuesta -en el armónico plisado
                                      de unos sonidos


Esteban Moore
Esteban Moore (Buenos Aires, Argentina 1952).





















Jazz de verano


Escucho jazz a medianoche,
entre el calor y el deseo
mi vecina va desnuda a  la nevera.

Jesús Zomeño
Jesús Zomeño (Alcaraz, Albacete, España, 1964).

Luis Fernando Chueca: Salamandra.



Luis Fernando Chueca

















Por años fui confundida con los santos
“bestia maravillosa de raza divina, me decían,
capaz de atravesar el fuego sin arder.”

Cierto es,
combinaciones genéticas caprichosas han querido
que sea flama incombustible,
encendida humedad sobre el ardor eterno de las piedras.
        Sylio, stellion, salamandra,
        pequeño lagarto o ave multicolor,
        habitante del fuego con el que lucen todas las estrellas.
Admirada por los hombres
he bebido de grandes privilegios:
los infames no atinaban a fijarse
en mi pelambre impura,
en mis ojos saltones
o en las inscripciones de mis huellas.

Pero soy
metáfora sutil de los infiernos,
castigo de los dioses,
espejo impronunciable
y escondido,
lujuria de Magdala.
Y me impiden regresar a mi forma original:
       mujer maravillosa
       piel de seda
       y hermosas redondeces.

Fui destinada a servir a las piedras calcinantes
ya  que un día desdichado
los hombres quisieron atraparme
junto al fuego.
Desde entonces ven en mí
un mensaje majestuoso de la luz
pureza de los incandescentes eternos
la magia, la fe o  la verdad
de los señores del eterno paraíso.


Luis Fernando Chueca (Lima, Perú, 1965) Poeta, ensayista y docente universitario. Ha publicado, entre otros títulos: Rincones-anatomía del tormento –(1991) y Animales de la casa (1996).

viernes, 21 de diciembre de 2012

Alfonso Reyes: Yerbas del Tarahumara.



Tarahumaras









Han bajado los indios tarahumaras,
que es señal de mal año
y de cosecha pobre en la montaña.

Desnudos y curtidos,
duros en la lustrosa piel manchada,
denegridos de viento y sol, animan
las calles de Chihuahua,
lentos y recelosos,
con todos los resortes del miedo contraídos,
como  panteras mansas.

Desnudos y curtidos,
bravos habitadores de la nieve
—como hablan de tú—,
contestan  siempre así la pregunta obligada:
—“Y tú ¿no tienes frío en la cara?”

Mal año en la montaña,
cuando el grave deshielo de las cumbres
escurre hasta los pueblos la manada
de animales humanos con el hato a la espalda.

La gente al verlos, gusta
aquella desazón tan generosa
de otra belleza que la acostumbrada.

Los hicieron católicos
los misioneros de la Nueva España
—esos corderos de corazón de león—
Y, sin pan y sin vino,
ellos celebran la función cristiana
con su cerveza-chicha y su pinole,
que es un polvo de todos los sabores.

Beben resgüino de maíz y peyote,
yerba de los portentos,
sinfonía lograda
que  convierte los ruidos en colores;
ylarga borrachera metafísica
los compensa de andar sobre la tierra,
que es, al fin y a la postre,
la dolencia c omún de las razas de hombres.
Campeones del Maratón del Mundo,
nutridos de la carne ácida del venado,
llegarán los primeros con el triunfo
el día que saltemos la murallas
de los cinco sentidos.

A veces, traen oro de sus ocultas minas,
y todo el día rompen los terrones,
sentados en la calle,
entre la envidia  culta de los blancos.
Hoy sólo traen yerbas en el hato,
las yerbas de salud que cambian por centavos:
yerbaniz, limoncillo, simonillo,
que alivian las difíciles entrañas,
junto con la orejuela de ratón
para el mal que la gente llama “bilis”;
la yerba del venado, el chuchupaste
y la yerba de indio, que restauran la sangre;
el pasto de ocotillo de los golpes contusos,
contrayerba para  las fiebres pantanosas,
la yerba de la víbora que cura los resfríos;
collares de semilla de ojo de venado,
tan eficaces para el sortilegio;
y la sangre de grado, que aprieta las encías
y agarra en la raíz los dientes flojos.

(Nuestro Francisco Hernández
—el Plinio Mexicano de los Mil y Quinientos—
logró hasta mil doscientas plantas mágicas
de la farmacopea de los indios.
Sin ser un gran botánico
don Felipe Segundo
supo gastar setenta mil ducados,
¡para que luego aquel herbario único
se perdiera en la incuria y en el polvo!
Porque el padre Moxó nos asegura
que no fue culpa del incendio
que en el siglo  décimo séptimo
aconteció en el Escorial.)

Con la paciencia muda de la hormiga,
los indios van juntando en el suelo
la yerbecita en haces
—perfectos en su ciencia natura.

Pliego Suelto, Buenos Aires, Imprenta Colombo, 1934.

Alfonso Reyes (1889-1959) Ensayista, poeta,   y crítico. “Los astros fueron generosos con Reyes. En la República Argentina hemos pasado del francés al inglés y del inglés a la incomunicada ignorancia; a Reyes le tocó una zona sensible a la gravitación del inglés y una época que no había perdido aún la costumbre de las letras francesas. Años de España lo acercaron al ayer de su sangre y una noble curiosidad lo hizo ahondar en el ayer latino y helénico. Sabiamente usó  las tres armas que se permitió Stephen Dedalus: silencio, destierro y destreza.” 

Jorge Luis Borges .
Sur, Buenos Aires, Nº 264, 1960.










miércoles, 19 de diciembre de 2012

Edward Hirsch: Simone Weil: El año de trabajo en la fábrica (1934-1935).



Edward Hirsch






 

 

 




Una copa de vino tinto que no ha sido tocada tiembla sobre
 la mesa y la luz de las lámparas cae cubriendo sus hombros.

Ella dirige su mirada al repollo en su plato,
observa el pan resquebrajado. Proposición:

la irreductible esclavitud de los obreros. “Trabajar
para poder alimentarse, alimentarse para poder trabajar.”

Ella piensa en el reloj para marcar tarjeta en su pecho, de
la noche que se profundiza en la correhuela y la gramilla,

en los vapores y átomos en la fábrica donde
una morsa de acero  le aprieta las sienes

diez horas por día. Ella no come.
Ella no duerme. Casi no piensa

ahora que ha rozado el amoratado
brazo del olvido y probado la sangre, ahora

que el horno ha rotulado su piel y ha
tatuado su frente como la de un esclavo romano.

Seguramente Dios viene a los torpes e ineficientes,
a soldadores con antiparras oscuras y obreros

no calificados que pasan los días que se les han asignado
retirando bobinas de metal al rojo vivo de las llamas.

Seguramente Dios se les aparece a los quebrados y
anónimos, a los humillados y a los afligidos

cuyas piernas se han desposado con el movimiento perpetuo
siendo sus  manos demasiado pequeñas para sus cuerpos.

Proposición: “A través del trabajo  el hombre se transforma
en materia, como Cristo lo hace  a través de la Eucaristía.

El trabajo es como una muerte. Debemos pasar
a través de la muerte. A nosotros nos tienen que matar.”

Debemos despertar para trabajar, para producir
y contar, para fracasar repetidamente, para entregarnos

al ritmo furioso de las máquinas, para sufrir
el pandemónium y habitar las repeticiones,

para transformarnos en la bestia sacrificial; el tiempo
penetrando el cuerpo, el cuerpo adentrándose en el tiempo.

Ella presiona la mesa con su frente: “Trabajar
para poder alimentarse, alimentarse para…

Afuera, las polillas brillantes se dirigen hacia las estrellas y
las estrellas se tensan  a través del cielo como las cuentas de un collar. 

Adentro, una copa de vino tinto tiembla
al lado del repollo frío y el pan resquebrajado.

Noche exhausta, ella es el líquido que se desborda
y la comida sin tocar. Desciende sobre ella.

(Versión Esteban Moore)


Edward Hirsch (Chicago, EEUU, 1950) Poeta, ensayista y crítico. Ha publicado ocho volúmenes de poesía, entre ellos, The Living Fire: New and Selected Poems (2010). En ensayo, entre otros títulos, dio a conocer en 1999  How to Read a Poem and Fall in Love with Poetry  que ha convertido a través de los años en un auténtico bestseller.
 






























sábado, 15 de diciembre de 2012

David Ferry: Dos Poemas Breves.



David Ferry

















Un Hechizo

Tengo un mellizo que porta mi nombre,
avergonzado lo lleva con él  a todo sitio;

él sigue un camino que yo no seguiría;
tiene conocimiento de cosas que desconozco;

cuando yo fui valiente él tembló de miedo;
él dijo la verdad, yo mentí;

lo que es dulce para mí a él le sabe amargo;
 mis amigos, mis amigos, él no los ama;

yo camino a la luz del día en su sueño:
él respira el aire de mis pesadillas.


En el Edén

Estás recostada en nuestra cama como si un huerto,
                         /frutales en flor nos cubriera.
Vos sos lo que ha caído de esas ramas fatales.
¿Adónde iremos cuando nos envíen lejos de aquí?




 David Ferry (Orange, Nueva Jersey, 1924) Poeta, traductor y ensayista. Ha publicado: On the Way to the Island (1960), Strangers: A Book of Poems (1983), Gilgamesh: A New Rendering in English Verse (1992), Dwelling Places: Poems and Translations (1993), The Odes of Horace: A Translation (1998), The Eclogues of Virgil (1999), Of No Country I Know: New and Selected Poems and Translations (1999), The Georgics of Virgil (2005), Bewilderment: New Poems and Translations (2012). Es miembro de la American  Academy of Arts and Sciences y de la Academy of American Poets. Su obra ha sido reconocida, entre otras distinciones, con el National Book Award (2012).  



jueves, 6 de diciembre de 2012

Horacio Preler: Poemas.






Horacio Preler




















Símbolos

Un extranjero recorre las calles
de una ciudad desconocida.
El misterio se encierra
en los extraños laberintos.
Los hombres pasan unos junto a otros,
sólo los viejos conocidos se saludan
con las ceremonias de costumbre.
Nos entendemos pobremente,
apenas delineamos los contornos del gesto
articulando símbolos heroicos
para superar el desamparo.


La Pared

Todas las mañanas un hombre
levanta las paredes de su casa.
Sube a los andamios; el sol brilla en su piel.
Abajo, sus hijos juegan en la arena.
Está solo.
Quizá piensa en la mujer que tuvo
o en la época en la que fue feliz.
Cuando termina su trabajo,
recoge sus herramientas
y regresa por el mismo camino que llegó.


Baratijas

El fuego arde y la materia es un axioma.
La energía engendra las cosas más extrañas,
las telarañas, los papeles,
el ojo denigrando la figura,
las puertas sin cerrojo,
la contextura ósea.
Hay personas mirando el horizonte
en una visión hueca,
puerto que recibe barcos cargados de riquezas
para rendir países,
monarcas que gobiernan un pueblo de fantasmas.
Los sueños ofrecen la ventaja de las cosas sencillas:
humildes baratijas
para vender en el mercado.


Casa Vacía


Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías,
muebles, aparatos usados, buscando explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.
Entonces encontrarán escobas en todos los rincones,
trapos de piso, humedad,
los restos de comida que han quedado en el plato.


Orden

Es bueno lavar los cuchillos en primer lugar,
todos juntos,
luego limpiar los tenedores,
todos ellos,
y, finalmente,
pasar a las cucharas,
para que la tarea sea más prolija,
para que sea más fácil
poner en orden el universo.


Horacio Preler (LaPlata, Buenos Aires, 1929). Poeta. Ha publicado: Institución de la tristeza (1966); Lo abstracto y lo concreto (1973); La razón migratoria (1977); El ojo y la piedra (1981); Lo real nuestra casa (1991); Oscura memoria (1992); Zona de entendimiento (1999); Silencio de hierba (2001); Casa vacía (2003); Aquello que uno  ama (2006) y  La vida se interroga (2012).
Su obra ha sido reconocida con diversas distinciones, entre ellas, el premio de poesía que otorga la Academia Argentina de Letras.