The moment of the rose and the moment of the yew-tree
Are of equal duration.
La hora de la rosa, la hora del ciprés,
son de igual duración.
T.S. Eliot, Four Quartets, Little Gidding, V.
MAPA DE LA NIEBLA
No has encontrado ni aquí ni allá sosiego:
son tiempos de cartón mojado por rayos epilépticos;
no has confrontado la música que cayó en patios verticales,
ni has entrado a la noche como si fueras un gato,
ni entablado conversaciones acerca del futuro
con astronautas antiguos.
Pero a marzo le sigue abril y junio no conoce a enero
y octubre no sabe de agosto
girando como un después antepuesto
en las tisanerías del sanatorio pálido
su sanidad pulcrísima mientras mi padre muere;
y en veredas próximas del invierno
la caligrafía de los muertos en las hojas secas.
Mi cabeza muda en el paisaje urbano
y poco antes que la luz se vele
en tus huesos húmedos -ese instante-
poco después de los parques casi ciegos
se vuelve ligero humo tu trabajo,
carcaj que no encuentra hombro ni
espalda donde apoyarse.
Calmo, como el viento que ensordece
tu ordenada figura que va hacia el desorden,
veloz en la quietud –perplejo- las puntas de zapatos
se adhieren frías al cemento
helado de su frente y todo esto sucede
cuando a marzo le sigue abril, pero junio no conoce a enero
y octubre no sabe nada de agosto pálido
y el calafate no puede con el roquedal oscuro;
sin embargo, observas lombrices financieras que flamean,
consagradas sanguijuelas que no se hunden ni resbalan;
ocultas en bancos de niebla, bahías exentas de belleza.
Hambre golpeó a tus dientes ahora que te disponías a beber
y el cáliz vampiro te bebe, en la niebla laboriosa
dócil a tu cuerpo, despliega mapas de ningún tesoro,
valúa tu sangre que malvende
en tierras de la restricción pone sitio a tus deseos,
borra tus pasos con marcas indelebles.
Los gatos son tigres de tocador
Chichila Irazábal
POLICÍA JAPONESA
saltan azoteas, noches de mármol negro,
nunca viajaron al Polo
ni dejan sus zapatos a los Reyes
Magos porque no tienen
qué ponerse ni agua para los camellos
(pero saben el camino de regreso)
conocen todos los secretos
de la policía japonesa;
pies ligeros como Aquileo sueltan
tres alacranes del asombro y se espantan,
de pronto se detienen, y esperan.
No nos dan la hora sus relojes internos,
trepan territorios invisibles bicicletas negras;
humean en los rincones del celo,
penetran oscuros pasillos, corredores
con paso ecléctico;
tramitan en horas cartas que no entendemos,
polinizan almohadones,
no actúan: son
correos del sueño y suspensos
del vacío existencial también juegan.
LEJOS COMO EL SUEÑO DE CONEJO
largo como el sueño de oso
lejos como el sueño de conejo
detecté los circos fugados
de la penumbra de mi infancia,
acerqué la polvareda que levantan
sus carromatos viejos
-maderas de barcaza fugaz-
veloces tinglados que se atascan
en lo salobre iluso mar del recuerdo,
hileras de candelabros que se van
perdiendo globos;
(mi corazón era joven aún,
no piedra verde ni musgo polar)
volvíanse
lumbre portátil
las risas,
los ecos.
LA NOVIA DE DRÁCULA
Paso a través de los siglos
sin pasaporte, sin credencial.
Yo: Reina de los Druidas,
rezo oscuro – diosa underground -
ofrezco mis dones y mis piernas
por tu yugular;
no es fácil matar el tiempo
cuando se posee eternidad.
Yo, que no he posado
para ninguna cámara / invisible a los espejos
guardo mis trenzas de jade
en cofres de fiebre.
Yo, aspirante a ningún cargo:
ni primera dama ni mujer del año,
mi vuelo no será anunciado
en ningún aeropuerto.
Yo, murciélaga / alta gata
cabalgo el vuelo del vampiro
a través del largo sueño.
Yo, cambio mis Bosco y mis Bacon
por un andar fluvial sobre tus nervios.
Yo, murciélaga / alta gata
no conservo en formol mis recuerdos.
¡ OH, NO, LULÚ !
Tus párpados sí que sellan
en la zona roja como en la azul
Qué piernas tienen tus secretos,
seda de la media luz.
¡ Oh, no, Lulú !
Cuando ibas de shopping por las camas
cuando de boca en boca hacías zapping
cuando te morías y te ponían alas
en el mismo hotel;
quién te dio esa receta
de ambulante sirena abierta.
Mal vista y bien mirada
empastillada y azul
¡ Oh, no, Lulú !
Vi tu pera desasida
mercancía en las encías
espejo tarjeta Gillette.
Cuando a tus pies no llegaba la frazada;
Cuánto las cartas te tirabas
en la mesiánica mesa de luz.
¡ Oh, no, Lulú !
El cáliz de la serena tormenta,
El rosario de cuentas perdidas
no dio Bien;
un puñado de monedas perplejas,
una brisa de crucifijos contra la pared;
ese truco de usar sin ser usada,
haz de perversa luz.
¡ Oh, no, Lulú !
Cuando reías con motivo y te me recostabas:
“Si le falta una puta a tu cama,
cuenta conmigo.”
(En la pensión las muchachas
se reparten tus vestidos y carteras)
mientras tú viajas detenida,
¡ Oh, tus últimos zapatos !
¡ Oh, el remisero en la esquina
que aún te espera !
ÉSTAS NO SON ROSAS DE INGLATERRA
“Te equivocas, siempre te equivocas.” – decíasme.
Tú piensas que el infortunio se ocupará
hasta romper la útil jarra.
“Te equivocas, siempre te equivocas.”
Éstas no son rosas de Inglaterra:
son invisibles, pero perfectas;
contaminadas por el hilo cordial
de nuestra conversación menos secreta
Rosas de cabezas no coronadas,
rosas extraviadas de toda florería,
ni apartadas ni reservadas son de una especie
de literatura de cordel.
Te equivocas, siempre te equivocas,
yo estoy dispuesto a cruzar campos minados
sin ningún detector de metales,
sólo para saludarte
con el uranio empobrecido
de mi canción entre las gentes;
yo no abrigo un aire que deshoje
almanaques nuevos o, a lo sumo,
cierto es que amé una etrusca abandónica:
¿dónde apoyará su cabeza de hierba encantada?
Su boca húmeda de maga
por invernales parajes de rocas,
¿dó las huellas de sus pies de hada?
EL POETA MIRA LA LUNA EN MEDIO DE UN CONJUNTO HUMANO
El poeta que habita su gabardina gris en la foto
no parece pobre en bienes materiales.
El poeta escribe ahora en una hoja apoyada sobre
un catálogo de una falsa tienda inglesa,
escribe con un amor sincero y saludable
pero no piensa, en este momento, en seducir
ni evoca en este instante a ninguna mujer
del pasado con las manos en los bolsillos.
El poeta guarda unas pocas monedas de luz
oscura que en noches invernales pretende gastar
con mujeres de pecho cálido;
sobrevive en un tercer mundo de colores primarios
robados por el viejo Joaquín Torres y otros secuaces.
El poeta morirá tranquilo en su armadura
de viento del sur silbará la hoz que no reluce,
pateará su última coz el martillo de los años:
lo elevará del suelo abandonado.
No ha de escribir entonces, ni tiempo habrá
para saludos en el atrio y dejará constancia:
que los niños juegan a las escondidas
y con sus móviles hacen trampa.
ESTAS NOCHES QUE NO TOCAN EL PIANO DEL DESEO
Si este candelabro polvoriento
en medio de la nada dijese “Buenos días”;
si cada estación no trajese
pliegos de condiciones;
si sábanas limpias por compañía
alcanzase para estar conforme;
si conducir en las rutas del sarcasmo
pagase peaje doble;
si al estudio rojo de mi corazón
le colgasen orden de desalojo;
si en verdad esa lámina de azogue
es seco llanto de un dios benéfico;
si al muérdago repartiesen gratis en las ferias;
si los relojes adelantasen hacia nuestro mejor día,
si niñez fuese en la mano
soga de globos
de un circo
que no viajó muy lejos.
¿ Oís un piano bajo, en la procelosa niebla ?
Este piano enlutado fibrila
en sus arterias galgos eléctricos,
luego entumece.
Este piano a medio camino del jueves
condensa el aire que no tiene
Este marcapasos de la fiebre
Este paciente transilvánico
con su tapa de capa de murciélago
Este piano de hospicio de psiquiátricos
con suerte de abandonada catequesis
Estas cuerdas que ya no gobiernan
Cloto, Átropos y Laquesis.
No sé por qué lejano paraje,
no sé bien por qué Nocturno velo
este piano a grandes saltos,
¿mide el voltaje del cielo?
¿SON DE SANGRE AZUL LAS HUMILDES LAPICERAS?
Los pararrayos estoicos,
los limpiaparabrisas exhaustos;
me pesa la culpa de mi inútil trabajo,
bajo chimeneas humeantes el deseo
de lograr algo menos patético
que la cartografía borrosa de un día superfluo.
¿Quién puede confiar en hojas que huyen
con los primeros aires de otoño,
en lapiceras hemofílicas
que permanentemente se desangran;
quién puede apostar algo
en palabras que nadie oye?
¿Son de un linaje pobre
de hidalgos cansados de ocio?
La velocidad de la noche rodea
con pasos silenciosos
la humedad de los nervios
y uno intuye secretamente
los territorios de la prisa con vasos desbordados,
la orfandad de los huesos
en las calderas de la mente:
su complot antiguo en las hojas en blanco.
AHORA SÉ QUÉ ES UN PANDERO
yo celebro la devota excitación
en la mirada infantil
por la inminente rotura
del huevo de pascuas
yo celebro con revólveres de fulminantes
tambores como enormes zapatos
de payasos con cascabeles
y caravanas de gitanas
que nos adivinen de golpe
las manos agitando panderetas
para llamar a la suerte
yo celebro a quienes usan
con sabiduría y con frecuencia
sus cajas de herramientas
y a las manos enharinadas tanto
como a las sucias de pintura, mezcla o grasa
y a las muchachas de níveos brazos
como a las de ébano o feldespato
aunque no lean de poesía más
que a Benedetti;
que atienden con delicada premura
como alocadamente
nuestros discretos pedidos
amablemente en las tiendas.
CANCIÓN MUDA DE LA HIERBA
Recuerda la inusitada flor,
cualquier gota en la canilla,
la más apartada maceta
de la más lejana florería:
hasta el césped se vuelve
lo saben los transparentes
arbustos mientras los veías
orando incandescentes
hincados en la llovizna
cuando la hierba muda
sus blandos pies descalzos
(por sobre todas las cosas animadas)
un manto de piedad extiende:
hasta el césped se vuelve.
UNO DE ESTOS DÍAS
saldré con una encuesta sobre
el uso de las bolsas en los comercios,
y luego haré otra a los precavidos transeúntes
acerca del uso de las veredas
también seré el sereno de un oscuro garaje
donde cuidaré la nada como un fantasma
en largas noches somnolientas.
Pero fundamentalmente,
un día de éstos tendré
el indecente decoro
del mozo que robó de la mesa,
doblando y guardando en los bolsillos,
la marca de tus labios
en la suave servilleta.
AHORA PUEDE APAGAR EL EQUÍVOCO
I
o pagar con libélulas discretamente
en locales de pago las muchachas sorprendidas
pasear a los perros abandonados por las galerías
de la costumbre;
asistir a la biblioteca con jazmines,
mentir que leías el Ulysses
en una lejana y frágil tarde,
apasionadamente.
Palabras que llegan cansadas
de un prolongado duelo verbal
observo que mojan su cara
en un estanque de duda.
Ahora puede apagar el equívoco;
ver cómo se detienen los barcos
angustiados por la niebla,
la noche que se agita en las manos
de un distante telégrafo.
Saber que la poesía cruza territorios
llevando calmantes,
aunque tan inútil se la ve ejercer
el arte de la adivinación
en la sala de pacientes con Alzheimer.
Considerar si fuese necesario
curiosas redes semánticas,
pesquerías lingüísticas y salobres
frutos de la creación:
tal vez todo inició
en el arte rupestre.
Ahora puede apagar el equívoco;
era una magia antigua
atraída por el canto de los grillos,
en el día que seguía
los rosáceos dedos de la aurora me llamaban
a través de un lenguaje de señas.
Y comenzaba la aguja un nido
en la casa de la modista,
cuando oían las voces primitivas
las arañas detenían el hilo
de la conversación.
Era el resplandor de la mañana,
era la espalda de la noche,
por un momento pensé oyendo
el rumor de los recuerdos
¡ Oh, el morir, con su muda contraseña !
La luna como un fruto
del manzano pálido
estaba en las cercanías todo el tiempo;
los puertos olían a durmientes,
los trenes mecidos por la niebla.
II
Y con los “Buenos días” y con las “Buenas tardes”
barrían con ánimo los andenes:
un juego de luces, una cruz de señales,
postes clavados en el suelo como lápices gigantes
escribían asombrosos mensajes con faltas.
Los niños no discutían correr
una vuelta a la manzana,
destinos y estaciones llegaban
demasiado tarde a los relojes,
cuando el lago se desprendía los anzuelos
el cantar acuoso de las ranas.
Los caminos iban a alguna parte,
las mujeres compartían sus asuntos,
los choferes no estaban comprendidos en los mapas.
Por encima de todas las cosas
se dispuso a escribir una carta la lluvia,
entonces los pájaros se iban de copas.
Cuando el agua entibiaba la acostumbrada loza,
las manos de mi madre emergían a la mesa.
Coronados de frescor las ramas entreabiertas
robé del olmo de Ashbery algunas peras;
pisaba en los baldíos sin quererlo
las flores de Eliot.
Mientras el monitor íbase a negro
los pómulos de la noche recibían
el agua de las fuentes,
apartado escuchabas lejanos silbatos,
hamacados trenes acarreaban
el infinitivo sustantivado.
A la salida del teatro las gentes
decíanse cosas que consideraban trascendentes;
cuando ibas en la madrugada
una música de violines resultaba
cruel al sorprenderte
llorando a solas en la cocina:
a veces da pena echar la pasta
en la ardiente olla;
los carteros repartían inescrutables
cartas hechas de niebla;
en las salas de cine
los adolescentes llegaban al tacto.
Ahora puede apagar el equívoco,
discrepar amenamente con los días bisiestos,
conversar a solas en la noche curiosa
- como Penélope -
mientras el mar deshila y teje
observar la ausencia del amor en la marea;
ahora puede morder una manzana,
pesar la niebla, los sentidos,
nadar el agua junto a los remos.
JORGE LUIS HERNÁNDEZ, Montevideo, Uruguay.23 de abril del ‘62. Integrante de lo que se conoce en Uruguaycomo la “Generación del ´83” que política, cultural y socialmente luchó por la apertura democráticacontra la Dictadura militar (1973-1985)