martes, 29 de septiembre de 2015

Fernando Aínsa:



Fernando Aínsa






















Mamá sentada en el sofá

con un vaso de whisky en la mano



Por eso (y por más cosas)
recuerdo muchas veces a mi madre
Ángel González, “Primera evocación”


En el sofá
—bajo el gran espejo comprado al borde de una carretera,
ante la granja desahuciada
aquella tarde gris de nuestro deambular dominical por la provincia—
se sienta mamá todas las tardes.
Espera que volvamos de trabajar con un vaso de whisky en la mano.
Las piernas cubiertas con una manta,
dice que hace frío en nuestra casa.
Se queja que nuestra calefacción es antigua,
funciona mal y la bajamos por ahorrar.

Mamá viene del Sur
—donde hay pinos y sol—
a visitarnos dos veces al año,
cada vez más cansada y más ausente.
Hace un esfuerzo al que llama “deber”
cuando baja del tren con un maletín como todo equipaje.

En casa, mira por la ventana cómo llueve sin parar, aunque parece                        distraída,
tal vez piensa en otra cosa.
“Así es nuestra ciudad, fría y lluviosa.
¡Qué le vamos a hacer!”,
le digo al regresar por las tardes.
Mi  rostro reflejado sin querer en el espejo,
me siento a su lado e intento escucharla,



Promediado el vaso de whisky,
—según ella, prescrito por el médico para regular su tensión y el corazón agitado—
hilvana recuerdos, muchas veces los mismos:
aquel rencor no superado contra mi padre,
mi infancia, cuando era inocente y tenía bucles dorados,
mi vida actual alienada por el trabajo
y la cantinela “te alimentas mal, demasiada carne y poca fruta”.
No falta el recuerdo reiterado de su hermano
—mi tío Alfonso ejecutado en la guerra civil —
y la llama temblorosa con que ilumina su foto en uniforme     republicano
sobre una vieja cómoda en la casa del Sur.

La voz de mamá se aleja y se pierde en la confusión y la niebla
de un pasado deshilvanado.
(Yo también estoy ausente y pienso en otra cosa)
En los pequeños sorbos de su vaso retoma el aliento
y siento cómo los años se amontonan en desorden.

La recuerdo hermosa y enérgica,
cambiaba los muebles de lugar en noches de insomnio,
iluminaba la casa de madrugada para una fiesta sin sentido.
Así era mamá,
buena cocinera, capaz de zurcir un calcetín en la dura posguerra,
de lavarle el pelo a mi padre, sentado satisfecho al sol en la terraza,
la espuma jabonosa en una vieja palangana.
Macetas con hierbas aromáticas regadas con cuidado y un canario
trinando sin parar en la ventana.
En las horas de ocio, que no eran muchas, tejía bufandas y chalecos
para toda la familia.
Así era mamá,
antes del estallido familiar y la partida sin reconciliación,
como esa guerra que nos dividió sin otro consuelo que la memoria.

Cuando mamá baja del tren con su maletín de cuero
                        (muchos medicamentos encierra)
o cuando se sienta en el sofá con un whisky en la mano,
es otra.
Su mundo se reduce a medida que el frío le sube por las piernas.
Algún día me pasará lo mismo
—me decía, ya entonces—
cuando ella no venga más a vernos, tal como la recuerdo ahora
—treinta años más tarde—
lejos de aquel sofá y su mirada,
pero ante el mismo espejo donde solo veo reflejado
—no sé por qué—
un granjero desahuciado y su hija pequeña, al borde de una carretera de provincia, vendiendo sus muebles, una desvencijada bicicleta
y este espejo,
ahora incapaz de reflejar el duro presente que nos acongoja.


Ver pasar autos sentados en la acera


           
Hemos estado mirando coches últimamente
Raymond Carver

Los tres amigos de antaño
                        —Alvaro, Eduardo y Fernando—
sentados en la acera de la rambla
adivinan las marcas, años y modelos de los autos que pasan.
Gana el que acierta primero
              —Studebaker del 54, Austin Seven del 52, Packard del 48
o el magnífico descapotable Chevrolet Belair amarillo…—
y lo anotan con palotes en un cuaderno que agita el viento
como si fuera la pizarra del billar del bar Bambi donde se refugian
cuando llueve.

Detrás,
la rambla y la playa otoñal, donde vaga un perro abandonado
y un paseante solitario.
Escenografía que la memoria reconstruye, tiñendo de color verde esmeralda aquellas olas grises.
Privilegio del tiempo que ha pasado desde entonces:
embellecer las cosas.

Sentados en la acera,
ríen cuando uno se equivoca
(el error ajeno causa siempre gracia)
con esa alegría que tenían los adolescentes en aquellos años.
Son amigos desde hace tiempo y lo serán para siempre,
                        aunque la distancia y la muerte los haya separado.

Desde lejos atisban los diseños y lanzan su apuesta,
(suele ganar Alvaro, aficionado a los motores,
pero siguen jugando).
Lo que importa es estar juntos, mientras cae la tarde
y hace cada vez más difícil adivinar en la sombra
la marca del auto que ha pasado raudo a su lado.

Desde aquellos años,
              —fines de los cincuenta, Bill Halley y sus Cometas—
lejos de aquella rambla y aún más lejos de aquel tiempo,
conservo el gusto de adivinar años y modelos.

Lo hago sentado en un banco de la plaza de la ciudad donde vivo.
Pero ya no es un juego entre amigos:
Apenas el obsesivo solitario de un viejo que cree reconocer en el Opel Insignia del 2012 al Opel Kapitan de 1956; en el Citroen C2, el clásico dos caballos de extenso recorrido en el calendario y en el nuevo Ford Fiesta, al Ford A con el que la clase media descubrió la sociedad de consumo.

Fernando
—desde la plaza San Francisco—
apuesta ahora contra sí mismo para decirse que siempre gana,
aunque sea lo contrario.


La casa de aquella infancia



De aquella casa en la que viviera una feliz infancia,
vecina al Parque del Prado y su descuidada rosaleda,
guardaba el rencor que siguió al desahucio:
los muebles, la ropa, los libros, los trastos en la calle,
la tenue llovizna otoñal empeorando la escena para mejor grabarla en la memoria,
El Alguacil del juzgado ha levantado el acta de la misión cumplida,
sellada la puerta con lacre sobre el pasado.
En ese momento
—con sus catorce años recién cumplidos,
jura a su desconcertada madre,
venganza.

Viven luego en un cuarto piso sin ascensor no muy lejos de aquella casa.
Una sola ventana abierta a un ruidoso patio interior da respiro;
de allí el mayor empeño con que sigue estudiando
se inclina sobre textos que hace suyos mascando tenaz las palabras.
Pasan, sin poderlo remediar, los años.
El padre desaparecido en la nebulosa de una quiebra mal gestionada,
manda de tanto en tanto una modesta mesada y promete volver,
eso sí,
                        sin mayor entusiasmo.
La madre absorta en un melancólico silencio, hace de la resignación triste consuelo.
Sigue sin entender lo que ha pasado.

Para alimentar aquel lejano rencor y evitar que el tiempo lo atenúe,
—como suele hacer con tantas otras cosas que va desgastando—
pasea los domingos con su madre y sus pasos inevitables lo llevan al parque y a la esquina de la casa de su infancia.
La contemplan, ahora habitada, recién pintada de verde claro, y se sientan en un banco a lo lejos, mascullando fragmentos de recuerdos mal digeridos.
Buscan en sus muros alguna grieta, el resquicio para recuperar lo perdido, una forma de volver hacia atrás.

Un día, ya funcionario de un juzgado, notificador de testigos y sentencias, paseando frente a la casa de siempre,
ve a un niño asomado a la ventana del que fuera el cuarto de su infancia.
Las miradas se cruzan.
Desconcertado,
cree adivinar en su perfil un extraño parecido con el suyo y su pasado,
para decirse:
“Un joven de aquella edad mía,
un joven que no soy yo”-
Tal es la intensidad de ese intercambio que al cabo de un instante,
fogonazo intenso de la memoria revivida,
está en la piel de aquel niño que pudo ser él,
—que tal vez lo sea—
y todo ha sido un mal sueño,
“Como si un espejo velado por los años
                                   —dijera el poeta Alvaro Miranda[1]
inesperado, se revelara”.
Una pesadilla proyectada desde un turbio pasado
al presente del que nunca debiera haber salido.

Está ahora asomado a la ventana
            —un hombre lo observa desde la acera—
sus padres conversan en el patio,
sobre los restos de un asado recién hecho en la barbacoa del fondo,
como se debe en un domingo asoleado.
El rencor y la sed de venganza
—si los hubo—
aparcados, lejos de esta bonanza recuperada después de tanto tiempo.
La respira con alivio junto a su madre rejuvenecida y a su padre que ha regresado,
esta vez para quedarse.

(de Capitulaciones del silencio y otros recuerdos, 2015)




Fernando AINSA, escritor y ensayista uruguayo de origen aragonés. Reside actualmente
entre Zaragoza y Oliete (Teruel) consagrado a la escritura y actividades editoriales y docentes. Autor de numerosos ensayos sobre literatura y cultura de América Latina. El último es Palabras nómadas. Nueva cartografía de la pertenencia (2012). Tiene en prensa Ensayos, sobre el ensayo como género.
En 2007 publicó su primer libro de poesía, Aprendizajes tardíos, seguido de Bodas de Oro (2011) y Clima húmedo (2012). Poder del buitre (Olifante), con prólogo de Francisco Ferrer Lerín, ha sido elogiosamente recibido por la crítica.
Aínsa es Miembro Correspondiente de las Academias de Letras de Uruguay y Venezuela y fue Director Literario de Ediciones Unesco (1991–1999). Recientemente ha sido galardonado con el Premio Imán otorgado por la Asociación Aragonesa de Escritores.

 





[1] Alvaro Miranda., del poema “En aquellos años de mi adolescencia”, (Yo mismo soy un extraño aquí, Montevideo, Ediciones del Mirador, 2005)

martes, 22 de septiembre de 2015

CÉSAR FERNÁNDEZ MORENO (LAS PALABRAS)

Êdoctum: Encuentro. Jorge Luis Borges I

Entrevista a Jorge Luis Borges en 'A Fondo' (1976)

Fina García Marruz: Poemas



Fina García Marruz








































Cine Mudo

NO ES QUE LE FALTE
el sonido,

es que tiene el silencio.



Toda la poesía,  allí
    (El chicuelo)

DESDE CUÁNDO,
cálido, tierno,
a la luz de hogar
del quicio de una calle,
Jackie Coogan está
sentado siempre
para nunca
irse.

Desde cuándo
toda la poesía
allí, en aquel quedarle
tan dulcemente grande
la gorra ladeada.


En las sombras de la noche

                                                                       lost old songs will be new


EN LAS SOMBRAS de  la noche cantaban los violines del cinematógrafo, las
rubias del vodevil Gold Diggers. Ruby Keeler bailaba el tap. “Los gatos
maúllan detrás de los bancos del parque, detrás de las vallas de anuncios
lumínicos, pasan junto a tu verja…” Marineras blancas como las de las
niñas de la Superior. Haya buen o haya mal tiempo. Mediodía del domingo
en el amarillo de la matiné, cuando se sale luego y ya es tarde, y ha llovido.
Dulce Neptuno. Pastelillos triangulares de “El Indio”. Violines  en las sombras
de la noche. Como después en un poema de Cristina Rossetti. Efectos de cine
baratos y luminosos como los bombillos eléctricos. La tarde quieta,  mientras
dan vuelta los discos Edison. (Sus botines  altos, respetuosamente auditivos,
asentían tartamudeando.) Las viejas canciones perdidas volverán a ser nuevas.
We are in the Money! Habían entrado en el oro, las pobres muchachas bailando
en el cuarto pequeño, ensayando en sus shorts. Sus dorados cabellos de coristas.
Locos, alegres ritmos de confianza indecible. Hemos entrado en el oro! Déjame
cantar una melodía. En las sombras de la noche. En las sombras del cine. En las
sombras.


Fina García Marruz (La Habana, Cuba, 1923 ) Poeta y ensayista. Integrante del Grupo Orígenes. Entre otros volúmenes de poesía ha dado a conocer: Poemas (1942): Visitaciones (1970); Créditos de Charlot (1990) y Habana del centro (1997). 

Mariela Laudecina: Poemas





Mariela Laudecina




























He parido un ternero
pequeño y rosado
y me lo han robado para matarlo
He dado a luz en la calle
luego de pujar por horas
Gente que pasa mira con asco
un hombre se acerca
y dice: rápido, corten el cordón
La placenta se desliza
como otro animal
Una mujer lo carga
pido que me lo devuelva
Vivirá, contesta y le creo
En el asfalto, sola y vacía
me veo correr junto a él
en un prado de margaritas.

*

Reparten peces en la calle
La gente se agolpa
hay disturbios
Una mujer me entrega un pez medio muerto
respira con dificultad
Es grande, gordo y brillante
Lo cargo como a un bebé
su vientre se infla en pequeños espasmos
Corro, quiero salvarlo
Llego a una casa
lleno un fuentón con agua
Se recupera, lo acaricio
Me muerde la mano.

*
Anoche
en un barrio desconocido
una ola gigante
arrasó a mi madre
a mis abuelas y a mí
Mamá dijo:
Vamos a congelar el agua
mirala fijamente
concentrá tus fuerzas
y el agua se detuvo en un iceberg
Duró poco
el hielo se partía y el mar nos alcanzó
Nos abrazamos
mi madre, mis abuelas y yo
La primera vez que no temo morir.

*

Estoy tan triste
como si hubiese muerto alguien, dije
Vos me veías llorar, desesperabas
yo insistía, se me va a pasar
Pero no
el llanto ascendía hasta rajar el techo
caían pedazos de cielo raso, de ladrillos
y vos me cubrías con los brazos primero
luego ponías el cuerpo
no te importaba el dolor
Y cuando al fin silencio
yo exhausta, vos magullado
nos sacudíamos el polvo
limpiábamos el living
y nos acostábamos abrazados.

*

Una vez tuve dos penes
Sufrí porque soy mujer y no los quería
No tenía idea de cómo habían crecido
en cuánto tiempo
Al costado de mi vagina
colgaban como chorizos
Me tranquilicé, sabía que podía operarlos
Freud se equivocó. No nos falta nada.

*

Estoy muy enojada
Papá no me deja salir de casa
Mamá guarda silencio
está de acuerdo
Cierra la puerta con llave
A tu habitación, dice él
Tengo cuarenta años, grito
Siento la ofuscación en el cuello.

*

Vuelo hasta un árbol de hojas plateadas
El sol, un convite    
la brisa, fresca y mínima
Es un país de construcciones antiguas
Desde una rama veo gente que pasea
planeo, doy tumba carnero en el aire
Descubro que los pensamientos son catapultas
con solo imaginar un lugar aparezco en él
Cuando soy voladora, soy profesional.

Yaugurú, Montevideo, 2015
Mariela Laudecina Mendoza (1974) Reside en Córdoba. Publicó Hacia la cavidad (poesía + música - 2006) Ciruelas (poesía - 2007) ambas por editorial Llantodemudo. Intiyaco (poesía - 2009) El cielo es para los ángeles (nouvelle - 2009. Textos de cartón. Borde Perdido 2013) Tomo las decisiones con los pies (poesía - 2011). Perfume de jarilla (poesía - 2013) Editorial Llantodemudo.
La culpa es del sueño (poesía – 2015) Editorial Yaugurú. Coordina talleres de poesía y narrativa. Escribe en el blog:  www.eldeseodeservolcan.blogspot.com


Alción Editora: Homenaje a la Poesía


jueves, 17 de septiembre de 2015

José Javier Sánchez: Selección Poética





José Javier Sánchez

















 


Fragmentos para una memoria
(2007)



UNA ABUELA ES UNA CASA

                                     a la memoria de Isola Linares de Sánchez, Mi abuela

Yo también tuve una casa como las que obsequia el poeta Luis Alberto
Pero jamás un padre como el Inmigrante de Gerbasi
Mi Infancia transcurrió junto a mi abuela
Quien llevaba consigo una inmensa biblioteca adherida a la memoria.
Mi casa era un jardín encerrado en ruinas marginales de techos de zinc repletos de goteras...
Mi abuela trajo al mundo diez lumbreras
Que en el transcurso de la vida se le fueron convirtiendo
en cosas inferiores a mecheros de kerosene,
de los que he visto en algunos caseríos de Lara.
En esa casa el sol se llamaba mi abuela.
Lo más hermoso de mi casa era el jardín, el altar de los santos y su cuarto,
los cuales edificó a fuerza de ilusiones.
Ella me dio a probar el algarrobo
Y me enseñó a desenterrar lombrices y misterios de la tierra;
Me presentó al Ángel de la guarda
Y aprendí a amar a las mujeres a través de María,
A convertir cristianos con el agua bendita,
Y a luego en un novenario expulsarlos de tierra.
Con ella construí pesebres
Y lloré por más de cinco años la muerte de Cristo.
Ella me enseñó que el marxismo
Era el cristianismo sin Jesús y sus apóstoles.
Mi abuela era mi casa. Mi casa era mi abuela.
Cuando ella murió, supe también que ella era el hogar;
el techo, el piso, las paredes, las ventanas y hasta las mismas cuerdas
donde yo colgaba mi espíritu cuando era derrotado
Y con su brisa me secaba los dolores
Y me reanimaba con la gran oración de sus abrazos
En mi casa  Con mi abuela.


LAS NENAS DE MI BARRIO 

Las nenas de mi barrio caminan por las calles de mi barrio como si lo hicieran por grandes pasarelas de Roma o de New York.
Yo las he visto exhibir sus mejores trapos a un grupo de intelectuales de la grama que las observan en la gran subasta del deseo.
Las nenas de mi barrio dejaron el liceo para mostrar sus atributos en una gran avenida donde con perfume barato se entregaron al acto de intercambiar su humanidad por cuarenta billetes de a cien.
Las nenas de mi barrio fumaron marihuana para así adornar su gran paraíso marginal con alucinaciones mucho más marginales pero que las hacían diferentes.
Las nenas de mi barrio se morían por darse una vuelta en una moto y más de una entregó su inocencia por sentir el placer de la brisa soplándole el cabello
Las nenas de mi barrio como dice Miguel James hicieron el amor con nenes de mi barrio que tenían pistolas y tenían  navaja o que robaban bicicletas y motos y luego por mi calle las mostraban
Las nenas de mi barrio nunca aceptaron bailar conmigo en una fiesta porque yo no tenía una navaja, porque no me drogaba y por que a veces rezaba con las viejas.
Pero a mi me gustaban mucho las nenas de mi barrio y yo me conformaba haciéndole  el amor a las madres de las nenas de mi barrio y en su olor a cigarrillo recordaba el olor a flores de las nenas de mi barrio y al lamer sus sudores a remojo y  tabaco imaginaba que besaba a las nenas de mi barrio
Porque las nenas de mi barrio a veces se dejaban mirar
y más de una vez cuando las ví sentada en una acera alucinando aun por causa de un buen hongo y tuve chance de despojarla de su ropa y de besar sus mamas y escalar a los picos caídos de sus pechos e internarme en la selva de su pubis y enjuagarme en  sus chorros vaginales
Yo las dejé tranquilas
Porque las nenas de mi barrio son nenas de mi barrio así como mi hermana y así como mi prima y como lo fue mi madre y lo fueron mis tías que cuando adolescentes no fueron la excepción y a lo mejor también subieron a una moto para darse una vuelta.


SÁBADO EN EL BARRIO

                                     a la comunidad del barrio Las Torres

 
El mundo abre mis ojos con la rumba
Las calles de mi barrio son escena
Algunos salen tempranito a hacer mercado
Otros llegan del bonche olorosos a fiesta
Sale el sol y llegan los colores
Las calles son barridas por las queridas viejas
que borran con su escoba las huellas de la noche
colillas de cigarro, fragmentos de botellas,
chapas multicolores pero la esencia queda
Las cornetas de un viejo 3 en 1
Sobresalen por una antigua ventana
y de una casa sale agua jabonosa
que perfuma el viejo callejón
Llegan los ancianos cargados de esperanza
con carretillas repletas de cajas de cerveza
que animaran la tarde y encenderán la noche
en un festival que cada instante empieza
Las señoras
descienden la loma en sus carrozas de dos ruedas
llevadas por sus príncipes van hacia los mercados, las licorerías, los bazares
para llenar los ranchos de esperanza
Los abuelos preparan las verduras
Y los jóvenes acomodan la mesa para los dominóes
La cancha está repleta de todos los niñitos que apuestan la esperanza ante un balón y un aro
Ha llegado el gran combo a pasar un verano
En las grandes barriadas así como en new york.
El viejo Ricardo saca sus congas para el porche,
y el pana cocolía afina sus timbales
seguro que habrá rumba otro día comienza
dicen que Pabloco y Sanoja llegarán un poco tarde
pero para la rumba y la vida siempre será  temprano
también para otra pieza
para cambiar el disco
variar las melodias
ligaremos los tragos
todos haremos coro
a Héctor y a Maelo
llenaremos la sala de las hermanas compota
para iniciar otra fiesta
de nuevo se los juro
bailaré hasta el cansancio.
Es sábado en el barrio.
El barrio está de fiesta.


CUANDO VENGAS A BUSCARME ESTA NOCHE

hallarás las gavetas vacías y los ganchos desnudos mostrando su esqueleto
me llevaré tu foto para que tu ausencia no entretenga mi nueva vida
mudaré mis camisas a la casa de mi madre
De seguro florecerá naftalina en sus bordados
Mis discos te los dejo
y la computadora
Por suerte aún existen los cuadernos.
Los Libros que han sido nuestros
resguárdalos
Pero deja de buscarme entre líneas
no me hallarás.
no te Buscaré.
Un trago de licor barato
me hará engullir este momento
Y un bosque de flores silvestres
demarcará nuestra nueva distancia.


PERO LLEGÓ LA LUZ

                                     a los alcohólicos que tomaron las plazas por asalto

 
Alguna vez creí en los acantilados
me sentí eternamente satisfecho por mis odres
fuí pederasta, paria, ateo, 
soñé con la belleza del gamelote
Amé los charcos
los orinales y la lástima
Rogué a dios que se apiadaran de mí los transeúntes
que sintieran pena
que yo no era nada
despotriqué de dios y sus imágenes
defequé sobre los testimonios calvinistas
vi en Jesús a otro más de la plaza de harapientos
Renegué de mis padres y sentí pena por mis abuelos
vi en el suicidio un boleto hacia el futuro
Adoré a las prostitutas en silencio
Mis ídolos fueron los alcohólicos de la vieja cantina
Coleccioné las miserias de mis amigos en sucias servilletas
Soñé con niñas lindas de cabellos claros, rizados y de mentes huecas
Estudiar era lo más estúpido del mundo
hacerse un título un capricho burgués
Ser intelectual era como ser medio marico
Escribir poesía un acto feminista
Un cuchillo oxidado era el poder
Una nueve milímetros el imperialismo
Consumir bazuco la etiqueta social
Pero llegó la luz
El entendimiento
El saber
Y  avancé con lápiz y papel  a redescubrirme
con una camisa vieja pero limpia
con un Blue Jean desgastado y con filos
con el rostro enjabonado y enjuagado por el jabón azul y el agua
Me levanté para demostrarle al mundo
que no seré mas nunca su carne de cañón
Y aquí voy a escribir esas verdades
y a vomitarme en la moral neocolonial
que me acusa de pobre por vivir en el barrio
de hombre peligroso por ser extrovertido
de sucio y de curtido por lavar mi franela cada semana
Que se atreve a etiquetarme de mísero porque a veces mis zapatos agujeran su suela para besar el piso de esta tierra de dios, de mí, de todos



Código Postal 1010
(2010)



BALADA DE LOS GATOS

                                  a mi mamá, Carmen “La Niña” Sánchez

Sobre los techos de zinc de la barriada
Gatos callejeros y amparados
Erigen bulevares a luz de luna

Madrugada
que los une entre maullidos
llantos neonatos e infinitas batallas
bajo estrellas calidas que hacen techo a sus notas.

Es un goce perpetuo.

Amantes tolerados per se, perfectos
Beben un tragó de rocío
se embriagan con prestancia
se hacen el amor
en medio de conversas ebrias que se elevan desde la calle

Abajo
En una esquina un puñal se apodera del mendrugo
y en las escalinatas se fuma la pipa de paz de los sesenta
Cualquiera ofrece tres rones, dos serenatas y un domino
festín de las cervezas
sobre un hule envejecido
por gritos
por piedras
por trampas
por afrentas.
Lenguaje nocturno…

Con las primeras horas del Alba
Alguien marchará a otras latitudes
Reinventará la ciudad desde sus sueños
Atrapados por Directv y su Disneylandia

una respuesta acertada al llanto de sus padres

Comprará un nuevo champú, un jabón de tocador,
Un carro del año.
Con dieta de arroz y pasta vermicelli

Pero esta calle no cede
no envejece entre serenatas  y muchachos
Que hablan mil dialectos
Aunque una sola lengua

Alguien se quedará
Podrá graduarse de químico o abogado
O tal vez se haga músico o lo hagan obrero
Fundando un castillo sobre las ruinas

Se seguirán haciendo novenarios, verbenas
Morirá algún varón asesinado, otros de viejo

Un niño no nacerá y se erigirá un panteón en el container
La muerte tocara algunas puertas
Pero seguiremos siendo felices

Nos embriagaremos después de los juegos de softball y bolas criollas
Felices aunque se pierda por nocaut
Vendrán elecciones, pestes, deslaves
Pero no la tristeza entre nosotros.
Siempre felices.
Una sonrisa emergerá de cualquier sombra como el yin yang.

Si algún día esta de vuelta Abajo
por nostalgia o derrota
la calle no le negará el albergue

Por humilde o arrogante que haya sido

Ella siempre espera
al igual que los gatos
Que deambulan entrada la noche por sus bulevares.
Allá en las alturas
Sobre los techos


AYER MI PADRE TOCÓ A MI PUERTA

Mi padre se había perdido en los tiempos y al abrirle la puerta
no reconocí su rostro
Pude percibir el olor de mi madre que aún guardaba en su camisa
Pero no era de confiar
Siempre lo dibujé parecido a mi padrastro
Ojos claros, impecable
Pero era más rechoncho y joven
La alegría se le había quedado en los caminos
Un bronceado de callejones y madrugadas adornaba su esencia
Noté sus desordenes
Y me entendí mejor

Mi padre traía puesto un gabán ocre curtido por los días
Y sacó de sus bolsillos dos piedras, una chapa y un papel doblado que me pidió que abriera cuando se marchara
Y no se qué quiso decir con eso

Solo se marchan los que alguna vez han estado
Y era primera vez que lo veía
Mi padre no expresaba ni rabia ni alegría en la mirada
Parecía estar oculto tras las frutas y botellas de cualquier bodegón ingenuo

El era la nada, el olvido, lo huidizo
Y yo no tenía tiempo de atraparlo en un sueño
En una sonrisa

Mi padre me pidió un cigarrillo
Y le ofrecí una cajetilla, fósforos y un boleto de autobús

No quise acompañarlo
No tenia que despedirme de lo que nunca estuvo

Mi padre se fue caminando por sus laberintos
No nos abrazamos, no sonreímos
No teníamos nada que recordar

Yo cerré la puerta y me serví un trago de cualquier Wisky Ingles
En un sorbo calmé mi angustia.
Observaba un cuadro de payasos ebrios que adornaba mi sala
Mientras él desaparecía nuevamente a mis espaldas


SALVE A LA CIUDAD

Madre Ciudad que estas en la calle
En la casa en el tráfico en el alba
nunca duermes desandando los días
Te adorna el río te abriga la montaña
eres montaña, río, asfalto,
palacio público y casa pintada al borde de los cerros
Esencia y deseo de fiesta
cabellera mojada sobre espalda de fémina
cuerpos triturándose en el subterráneo
silencio de rascacielos

Ciudad Madre Matriarca
Tus hijos apostamos a ti
Para ser cada uno
mejor persona o delincuente
ratero o ladrón de cuello blanco
médico o espiritista
Prostituta o meretriz
Para concebir la caridad o ser solidario
y enamorarnos mil veces

Ciudad te cargo incrustada en el pecho
nunca me abandonas
Viajas conmigo al llano a los andes y a la patagonia
para evocar nostalgias
para sabernos constituidos en amalgamas
de Ávila, sabana grande, copa de vino
salsa vieja, arepas y cerveza
Ciudad que me permites
Convertirte en pueblito y metrópolis
en mercado de hortalizas y súper mall
con concierto de ópera y parranda de niño
con sancocho y langosta
con franela roja, verde y gris

Ciudad
Caracas mi ciudad
de edificios intoxicados y borrachos vagando por autopistas
de recitales en medio de balas
de velorios de cruz
de libros lloviendo en bulevares
de plazas ebrias
de bellas desandando universidades hospitales iglesias
de vírgenes en burdeles en ranchos en tiendas de ropa y en quebradas
de mujeres hermosas

Dios me bendiga hombre
por tanta belleza caraqueña

Dios te bendiga bella
y borre la vanidad y el machismo
que tu nuestra ciudad sigas siendo montaña y río
Montaña firme río en cauce
así como en mi pecho.
ciudad me habitas
mi ciudad mi caracas



Hasta que el recuerdo lo permita
(2009)


XXII

La chatarra se convierte en jardín y en parque de infantes
Sus puertas y ventanas  permiten internarnos
En la imaginación ilimitada de nuestras carencias

XXIII

El árbol de mangos nos da la bendición de habitarlo
Y se permite ofrecernos sus frutos prematuros
Para enriquecer los recuerdos póstumos de estas tardes soleadas

XXIV

La lluvia llega en mayo y con ella las fiestas
los baños callejeros y la primavera de los araguaneyes
que alegres se balancean a nuestro paso

XXV

Tras las ventanas
Podemos observar los rostros más hermosos de esas niñas
que rezan el rosario con la abuela
y nos visualizan como los héroes que amarán en su adolescencia


Ciudad a la deriva
(Inédito)

SI LA CIUDAD ENTONCES

Si la ciudad no cabe más en cada casa u oficina
si termina sacándote del cuarto
si ha invadido esa vida normal que todos llevan

Si la ciudad se trasnocha entre semanas y se queda cantando serenatas hasta entrada la tarde del domingo

si exalta los amores
si consuela a los tristes

si hace de la lluvia un símbolo de este tiempo
donde provoca danzar a canto y grito
y desnudarse en las avenidas
y amarse en los mercados
y recitar a los malditos en las catedrales

si la ciudad permite rendirle tributo a los muertos
y  leer poesía atravesándola en el subterráneo
o ver la metáfora desde el metrocable

si aún esta ciudad le da tregua a los amantes y esperanza a los viudos
y sexo ardiente a los jóvenes que salen corriendo de las universidades a los hoteles a las residencias o a casa de las tías

Si es posible evocar algunas tradiciones de siglos pasados
con la feligresía de los pueblos
que corren en la lluvia en las flores de papel y en las velitas
en el cuero africano en el cacao y en cada una de las yerbas

Si es posible que esta ciudad combine la amoxicilina con el jengibre y la miel
que valga la pena un malojillo
un trago de aguardiente o un habano

Si se puede visitar los bares chinos
almorzar paella en La Candelaria
asistir todas las madrugadas a cualquier calle del hambre
a los cines en función de medianoche
y bailar una salsa cualquier lunes

Si esta ciudad da tregua para que se busquen padre e hijo
se beban un café y hablen del amor de los divorcios
del crack o la política
de sueños imposibles
del aborto o el cáncer

Si esta ciudad permite
que una franela roja no sea solo una franela roja o sea una franela roja según el caso

Entonces debe ser verdad que no estamos tan eternamente jodidos
Que no somos tan tristes / que no se acaba el mundo
que esta ciudad aún vive en cada poro en cada ilusión en cada rabia


BURDEL DEL CINE BROADWAY

Ciento veinte escaleras nos llevan a la gloria
no estoy subiendo al barrio asciendo al centro del placer
por poquísimas monedas
estas niñas te dan quince minutos de alegría de agonía de canto de lágrimas

un lunar postizo y un buen rímel
un olor a cloro y a rubor
y ese jabón barato
que te lava la gloria

En cinco minutos no serás ni el pasado para ellas
solo presente y porvenir
así todos los días canten la misma canción sobre el mismo acetato
no hay mas allá de lo acordado
no se besa en la boca
no se chupa la teta
no se abraza
giran como tornados para derrotar tu hambre en dos segundos
y si eres masoquista vuelves
si eres tonto vuelves
si estás solo vuelves

Ellas no decenderán de su reino
así un príncipe azul las encierre en un rancho o una pensión por varios meses
Ellas no se van no vuelven
se quedan en la única altura que les toca
donde nadie las toca.


EPOCA DE LLUVIAS

Conozco un río que recorre tus márgenes
viene cargado de troncos, de flores
y de animales vivos que nadan hacia el mar pensándote

Yo lo navego en mis soledades
miro la ventana que se asoma desde tu casa
desde mi bongo tallado en aguacate
y acompañado por loros que deambulan el Parque del Este por las tardes
espero que aparezcas para inundar tus entrañas con mi lluvia

Veo pasar un perro nadando entre sus aguas, lleva en su hocico tu tobo de playa

casas enteras navegan repletas de gritos
un trasatlántico me invita a abordarlo
pero no le tengo fe en estos dias
ni a titanics, ni a neveras, ni al chasis de los carros
que atropellan las orillas con su furia

No existe mayor naufragio
que esta angustia que nace en tu ventana
que se hace lluvia y lo desborda todo

La música barroca de un joropo tuyero
aún canta en la vitrola que navega la quebrada
un arpa emerge del fango
aún se escuchan sus acordes
su intérprete se ha quedado en el fondo tejiendo arpegios que suavicen la roca

desde otras ventanas un grupo de niños aspira pescar perlas
otros hacen carreras de barcos de periódicos
que navegan más rápidos que los titulares

Si la lluvia lo arrasa todo no existirán tardes contigo

eres un deseo permanente
Y mi canoa siempre tendrá un espacio para ti

como así
como este cuerpo humedecido
por las aguas que fluyen cuando te pienso
como esta quebrada que rompe los embaules en días de lluvia
y me hace pasear por mi caracas
como se puede pasear por Lisboa, por Pars o Venecia

Aguas de este río que recorre tus margenes
en donde te imagino
donde viajo por mundos a través de esta ciudad de estas lluvias de estos cauces
de esa ventana por donde no te dignas a aparecer.


Mar de llano
(Inédito)


TRIBUTO A EL TECHO DE LA BALLENA

De las profundidades de esta tierra
que acumula sus aguas
época de sequía
una ballena rompe su techo
surgen letras desnudas
que tejen amores en un poema
bestias que sonríen decapitadas
difuntos que vuelven de la muerte a hablar del mediodía
con tonadas andinas
sin máscaras

Memoria Portátil del Libro de Héroes
el Ojo D'Jesús la grabó en su daguerrotipo

Desde el tanatorio o la sala de juegos
fluye la mar de las entrañas

todo la tierra es un océano

En la intemperie el agua es menos densa
en las profundidades mas opaca
clarol de verdes ocres
reverberando algas silvestres

cuando la tiranía fingió dormir su siesta
y despierta se soñó
asesinando gacelas
arponeando delfines
desollando alcaravanes
ella se multiplicó como los sueños

todos los ballenatos cantaron
su grito como fino licor servido en copa de hueso
y la tiranía se vio intimidada
y quiso ahogarles en alcohol
pero el universo de sus mares es extenso
y no pactan no entregan
no olvidan

su canto evoluciona

y nuevos tonos se hicieron a la mar
no hay vicio posible que detenga su vuelo
aún no es tiempo de embarrancar
ni de morir varada
en cualquier triste orilla

Todos los Ballenatos
se hacen a la mar cada segundo
y lo que fue aridez recibe su humedad
y lo que fue silencio entona su canción
y lo que estuvo detenido
se mueve en las corrientes
y se abre a nuevos mundos.

JOSE JAVIER SÁNCHEZ (Caracas, Venezuela,1970) Poeta, docente y promotor de lectura. Fundador de la Red de Escritores de Venezuela, de la Red de Escritores por el Alba y de la Red Nacional de Promotores de Lectura. Coordinó el Proyecto Nacional de Promoción de Lectura “Leer es Entender”. Ha coordinado las jornadas “Hacia el Festival Mundial de Poesía”. Sus poemas han sido traducidos al árabe y al portugués. Forma parte de las antologías: Amanecimos de Bala; El corazón de Venezuela; 70 poetas en solidaridad con Iraq, el Líbano y Palestina (2006), Festival Mundial de Poesía,  27F y Antología (bilingüe árabe-venezolana) de la joven poesía venezolana. Ha publicado Fragmentos para una memoria (2007), Una mirada por la décima urbana. Antología de decimistas urbanos (2008)  Hasta que el recuerdo lo permita (2009) y Codigo Postal 1010 (2010) Sus poemas han sido publicados en diversas revistas venezolanas así como también  en Siria, Colombia y México. Ha participado en ferias internacionales del libro Cuba, Colombia y Chile. Participó en el Festival Internacional de Poesía de Bogotá 2011. y en el Festival Internacional de poesía de Medellín 2012. Actualmente prepara la publicación de Antología de poetas caraqueñas. Forma parte de la mesa técnica del Festival Mundial de Poesía de Venezuela. Coordinó la oficina de atención al escritor de la Fundación Editorial el Perro y la Rana. Coordinó la Agencia Literaria Venezolana del Cenal y fue Gerente de Promoción y Mercadeo en Monte Ávila Editores.  Actualmente participa en el equipo de formación de la Editorial Biblioteca Ayacucho. En el año 2013 publico Antología de literatura infantil venezolana, que lo hizo acreedor del Premio nacional del Libro 2014. Mención libro de literatura infantil.