martes, 14 de abril de 2020

Jorge Rivelli en Potlatch literario

Raymond Carver: Poemas

Raymond Carver


















Por favor, nada de heroísmo

Zhivago con un cuidado bigote,
una esposa y un hijo. Ojos de poeta
que testimonian todo tipo de sufrimiento,
sus manos de médico  que no se están quietas.
“Las paredes de su corazón estaban más delgadas
que una hoja de papel,” el camarada general, su medio hermano
Alec Guinness le dice a Lara, a quien Zhivago amó
y dejó embarazada.

Pero en ese momento,
el grupo musical del bar de topless
al lado del cine comienza a tocar.
El sonido del saxofón se eleva, alto, más alto
demandando nuestra atención. La batería
y el bajo también están presentes,
sin embargo es el son ascendente, descendente
del saxofón
el que drena la energía
para resistirse. 


En las pampas esta noche

En las pampas esta noche un gaucho
montado en un caballo alto lanza
sus boleadoras hacia el atardecer, hacia el oeste
hacia las aguas del Pacífico.
Juan Perón duerme en España
con el general Franco.
el Presidente norteamericano come un asadito
en Asia…

Mi deseo,  introducirme profundamente
en las estaciones,
ser como un pino,
o un reno,
observar el lento rechinar y el movimiento
de  los glaciares, internándose
en los fiordos del norte,
resistir esta némesis
este clima seco.


Washington Benavides: NO NECESITO AIRES, QUE VOY por ELLA…



Washington Benavides

















Qué no los necesito.
Qué bueno fuera
Que sólo respirara
De la alhucema…

O el santo día fuera
Para admirar el orden
De las abejas.
O pensando en Heráclito
En la ribera
O imaginando cómo
En tierra yerma
Pudo El Bautista izarse
Casi sin lengua…

O mucho más cercano
A la entretela
Pensar los años duros,
-Nelson Mandela-.
Pero más bien pensaba
En cosas nuestras:
En un desempleado
En la burguesa
Sociedad de bancarios
Y las empresas.

El pobre tipo ignora
que no  interesan
ni sus tamangos rotos
ni su conciencia-
Pero yo forcejeaba
En mi catrera:
Voy a alcanzarla –Aires-
Que voy por Ella.

(Emulando a Eladio Linacero)
 Noviembre, 2015)

Washington «Bocha» Benavides  (Tacuarembó, 1930 - Montevideo, 2017) Poeta, traductor, músico y docente. Sus poemas fueron musicalizados por: Alfredo Zitarrosa,
Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans y Héctor Numa Moraes.









Yannis Livadas: Poemas









Yannis Livadas

























Si he perdido la cabeza por algo más glorioso

I.
Si he perdido la cabeza por algo más glorioso:
la verdad persigue el sol para ser olvidada
en millones de sus especies
tras los que tiemblan iridiscentes que dicen
seco agrietado su ímpetu;
huyen con toda el alma como arrogante latigazo.
Pierdo no como sea por el significado
sino como antigua observación de elegante almanaque.
Lo que ahora hago es
coágulos de conciencia sin gastar y alguna otra
corriente de exactitud para la exactitud de las cosas
que se ha ignorado por medio de las exactitudes
que primero resonaron escombros
a partir de los huesos que
algunos como un juego utilizaron.
Estoy en el estrépito.
No tienes que confiar en mí.
Soy de otro libro.
Cada inalcanzable.
Vivo la sangre de realismos vigilantes.
Te digo que hagas todas las guardias.
No tengo nada que no ensangriente.
No necesitas la poesía.

II.
Nada mutuo
Poema la última tribuna vacía
Lengua sin hogar.

Permanece
Como todo lo que pienso.
Para que yo sustraiga todos los verbos.
Yo.

Todo lo que escribo no es para un lector.

Es para un puñal.


Bar

Un piano habla con dientes negros
Ríe con blancos
A cada poco pasa algún coche.

Soy el pensamiento.

Conciencia inconexa.
Pierdo las palabras simples puesto que éstas
Se orientan a partir de productos apuestas acuerdos
Inacabados

Y mira entonces sí
La música cesa

En una palabra
Algún coche
Cabeza vacía
La negación de la escritura
No representan ningún compromiso.

Algunas veces incluso la imagen
De un ser humano que come a solas
Basta para que la pena se arrodille.
Incluso me bebo una
La ebriedad no es nada extraordinario
Pero es más íntegra
Que la democracia.


Se iluminarán todos pero no en orden

Se iluminarán todos pero no en orden, algo díscolamente.
Como las moscas sobre la panceta de la luna. Como un
bulldog atado a la despensa. Qué es esto
que dejó de funcionar;
el tópico, el sonido de los dados en el infierno
la muerte acróbata
sobre el alambre que debía haber cortado.
En la mescolanza de pérdidas que emblanquecen los cabellos
del alma una antigua muñeca hecha jirones
tocando algo al piano
nos roba
el racimo.


(versiones  Mario Domínguez Parra)



Yannis Livadas (Kalamata, Grecia, 1069)







sábado, 11 de abril de 2020

Félix Grande: "Escribimos libros porque tenemos miedo"

José Ángel Valente: Serán ceniza…










José Ángel Valente














Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.

Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.
Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.



José Ángel Valente ( Orense, Galicia, 1929- Ginebra, Suiza, 2000).

martes, 7 de abril de 2020

Luis Benítez: nuevos poemas




Luis Benítez


















Las persianas

Cada noche me dices
que ponga la mayor atención
en dejar bien cerradas las persianas:
el casero perfume de la cena
aún no se desvaneció,
nuestros ojos todavía
no se abrieron dentro del sueño,
pero antes es preciso
repetir esa cotidiana precaución,
no por el alternado ataque
de los vientos y las lluvias
ni por el sol siguiente.
Las persianas deben estar bien cerradas
para que nada entre nosotros
ingrese como un insecto
llevando entre sus patas
un veneno exterior,
algo que corte u obstruya los puentes
que tan cuidadosamente hemos tendido
durante todos estos años entre tú y yo.
Eso es, sí, exactamente eso:
para que no entre ningún insecto.


Un pez en el acuario

Su crimen fue la curiosidad o el hambre;
tal vez sus padres ya eran esclavos
de esos enormes rostros que, de tanto en tanto,
se asoman entre la niebla del límite
a ver al detenido o golpean el vidrio sin respuesta.
¿A dónde se fue el océano, el océano
sin paredes traslúcidas y sin luces lejanas?
El misterio es un inmenso afuera
que lo rodea todo y que le está prohibido.
Lo sustituyó este mar minúsculo,
donde cada tarde un dios avaro
deja caer comida de los cielos:
hojuelas que el cautivo atrapa, escupe y luego traga,
antes de que se pudran entre las algas de plástico.
Siempre activo, como un pensamiento
dando vueltas y vueltas y vueltas
en una cabeza que no lo deja partir,
mirando permanentemente
lo que no puede entender.
La única certeza, una vianda que no se quiere admitir.


Tengo planes para el pasado

Tengo planes para el pasado
que contemplan el uso de nafta
y un solo fósforo, aun sabiendo
que contiene materiales incombustibles,
como esas gastadas momias
que conocí en vida
y yacen allá atrás,
todavía con el corazón latiendo.
Sería mejor que la memoria
dejara sus tareas: su día libre
sería el mío y así, de la línea de montaje
ella levantaría los ojos para atisbar
-siquiera por un momento-
el paso silencioso del presente,
esa visita que ya se va.
Tengo planes para el pasado:
escupirlo con desdén irresponsable
contra un muro cualquiera,
dejarlo pegado como un chicle
allí donde quede bien oculto
o bien mascarlo como una vaca lo hace,
inmóvil al costado de esa ruta vertiginosa,
hasta que pierda todo sabor
y pueda tragarlo sin peligro,
mientras los días pasan
llevándose todo por delante.
Tengo planes para el pasado
solo porque es lo único que
-posiblemente- se puede modificar.


Darle cuerda a las cosas

El viejo reloj, olvidado sobre la mesa,
tuvo su infarto y hubo que reanimar
con los dedos su trabajo.
Lentamente volvieron a correr
los días y las horas y por segunda vez
sucedieron las cosas: las catástrofes en países lejanos,
todas esas muertes y la suma de cada pasado nacimiento;
las dudas que mordieron los minutos de cada uno,
aquello que pasó un martes y se desmintió el jueves,
el dolor de estómago del viernes,
la esperada llamada del teléfono,
la vacía sustancia de aquel sábado.
Siete días arrastrando sus noches
tornaron a cruzar veloces esas vías,
pero sin parar esta vez
en ninguna de sus estaciones.
Así, entre los dedos, hasta llegar al hoy,
a este presente, cuando el reloj ya en marcha
se apresura a expulsarlo.
Y en cada casilla que va recorriendo la hora,
devuelta a sus dominios,
la misma pregunta exacta vuelve a esperar,
ardiente como una antorcha,
sigilosa como una araña:

Cuál de estas, de todo el círculo,
será aquella que todo lo detiene.


Apenas todo

Viajera invernal,
cónsul en mi país
de todo el hemisferio norte.
Ave errante y una,
que ahora en mi ventana
no recuerdas si comiste
pan en Beirut o robaste
mijo en Transilvania;
si te acechó en Londres
una piedra o ese disparo
te fue dedicado en Kentucky.
Nada existe más que un momento,
como los reflejos en tus alas oscuras
de todo lo que viste, o las vidas
de cuantos te vemos, cautivos de la tierra,
siempre, como tú, lejanos y sin nombre.
Imperceptible, menuda maravilla,
para quien el sol es una lámpara
y el mundo entero su pajarera.


Un picnic en ninguna parte

Recién al tercer día
de comenzar mis vacaciones
me quité cuidadosamente la máscara.
Miré en todas direcciones
antes de hacerlo,
por si alguno estaba allí.
El que verdaderamente soy me saludó agitando
su mano izquierda
porque su mundo es como un espejo.
Vacilé antes de hacerlo
y todavía aquí, con la mano derecha
correspondí a su gentileza anual.
No tuve tiempo de corregirme.
Su gentileza fue simular, como otras tantas veces,
desde hace años, que no había notado eso.
¿Estás bien?, dijo sonriendo,
¿qué tal las cosas todo este tiempo? agregó,
como si un picnic en ninguna parte nos hubiese reunido.
Ya ves, como hace décadas, repuse,
trabajando y soportándolo todo
para que sigas viviendo.
Gracias, fue todo lo que él dijo entonces,
y luego de dar media vuelta lo pensó mejor
y sumó a lo anterior:
faltan todos esos años que tú conoces
para que dejes de tener que soportar a los extraños
y podamos estar juntos para siempre.
Cuando llegue ese momento:
¿tú vendrás?
Si es posible, allí nos quedaremos juntos,
repliqué.
¿Para siempre?, insistió.
Si eso es posible, así será,
fue lo único que pude contestar.
Dejó de sonreír, yo lo vi,
aunque su último gesto
intentó disimularlo
Y se perdió en la arboleda de ninguna parte,
donde para la misma fecha, el año que viene,
intentaré encontrarlo.


Vodka del atardecer

Esa única moneda, de oro tan viejo,
se derrite pausadamente
sobre el horizonte
(como de costumbre) desesperando
de cuanto sucedió en el día.
Y en el vaso Stolichnaya
tan insípida, inodora y venida
del otro lado del mundo
refleja como un espejo
su amargor final, metáfora
de cuando más allá de mi mano nos rodea.
Me trago el mundo
y en su sabor nada es una sorpresa:
¿pero cómo cada tarde no confirmar, por las dudas,
que ninguna cosa ha sido todavía del todo destruida?
La precaución obliga a los labios a comprobarlo,
la lengua asegura que la oscuridad que viene
será solamente momentánea,
pero el estómago rebelde siente caer
el peso de cuanto está más allá, tan frágil,
tan falto de cualquier certeza
como siempre.


LUIS BENÍTEZ

El poeta, narrador y ensayista literario Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956, ciudad donde
Rivelli, Benítez, Moore
reside actualmente. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.), de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, París, Francia. Miembro de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA), de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA) y del PEN Club Argentino. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período 1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2007). Sus 36 libros de poesía, ensayo y narrativa han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay. En 2011, la editorial española Publicatuslibros.com editó en e-book, en 3 tomos, sus “Poemas Completos (1980-2006)”, con ensayo introductorio del Prof. Luis González Platón, de la Universidad de Madrid. La descarga gratuita de Poemas Completos puede hacerse desde: www.publicatuslibros.com