lunes, 21 de febrero de 2011

Jotamario Arbeláez: MCMLXIV.

Jotamario Arbeláez.



















En 1964 había un hombre
que se llamaba Jotamario y usaba sombrero de copa.
Las gentes le decían: Señor Jotamario, ¿que hace usted con ese sombrero
         de copa?
Y él les decía: Señoras Gentes, ¿qué hacen ustedes con esa pregunta?

Era 1964 y él no se había dado cuenta
que los poetas que escribían para el futuro estaban pasados de moda.
Era 1964 y él no se había dado cuenta
que en los Estados Unidos los negros estaban matando a los blancos con
          armas blancas.
Era 1964 y él no se había dado cuenta
que si alguien le abría sus puertas era para que se estrellara más fuerte.

Pero había oído hablar de la bomba de californio
en los bailes de pascua de las embajadas;
pero había donado medio litro de sangre
para la anemia de los hospitales del trópico;
pero había leído en la revista Playboy
que Malcom X sostenía  que Jesucristo era negro;
pero había mirado hacia atrás por el espejo de su bicicleta
medio millón de muertos diseminados en una siesta horrible.

A veces caminaba por las calles bajo su canicular sombrero de copa,
paladeaba helados que eran un polo de ricura
y su mayor deseo era orinar desde la punta de la torre Eiffel.

No tenía escritorio
pero las gentes le decían que tenía madera de escritor;
no tenía máquina de escribir
pero cuando le daba la gana escribía como una máquina,
escribía maquinalmente lo que le daba la gana,
y las gentes al escucharlo le aplaudían como con guantes,
como con una sola mano.

En el colegio le enseñaron de memoria los pensamientos de Pascal
y estuvo enamorado de la amargura del filósofo.
Cambió luego a Pascal por  Pascale Petite
y la amargura por la mariguana.

Nunca tenía ideales.
Los ideales le parecían enfermedades de la idea.
Tenía en cambio ideas geniales.
Como ésa.

Comía rositas de maíz
que eran las únicas que le gustaban
y chiflaba si las películas
no satisfacían sus caprichos.

Sólo los domingos no se miraba en el espejo
sino al periódico donde publicaban su foto
y no es porque fueran de él pero le parecía
que sus poemas eran dignos de él.

Tenía un pasado judicial impecable
como un crimen perfecto.

Afortunadamente su padre
vestía la misma talla de él;
afortunadamente su amante
deseaba lo mismo que él;
afortunadamente la gente
pensaba diferente de él.

Sus padres se rasgaban las vestiduras
mirándolo por las calles recibir el caldo del cielo;
sus amigos le daban la mano dos o tres veces por semana;
apóstoles de zapatos de caucho nunca escasearon en su mesa
y en las terrazas de la ciudad pedían su plato de meteoros.

Era rebelde contra las paredes de moda
y su lecho era su único cuadrilátero para luchar.
Su lecho de patas de bailarina,
de sábanas de ordenamiento de vacas.
Su lecho de blandura de corteza terrestre
cuando la tierra era como una naranja.
Su lecho de fauna de microscopio
donde devoraba los bizcochos de la mañana.

Su mujer gemía bajo su peso pluma como una balanza,
bajo su peso y su presencia de lanzallamas en la noche de muslos
        hospitalarios,
y se reía colocando sobre su nuca su anillo de oro negro con piedras de
         diferentes colores
y su risa quebraba los cristales anaranjados de la luz.
Es un poeta inútil y se llamaba Jotamario,
como Buda.

de El profeta en su casa (1966)




Jotamario Arbeláez ( Cali, Colombia, 1940).  Poeta, periodista y  publicista,  uno de los fundadores del Nadaismo y de los renovadores de la escritura poética del continente.  En poesía ha dado a conocer:  El profeta en su casa, 1966; El libro rojo de rojas, 1970; Mi reino por este mundo, 1980; La Casa de la memoria, 1985, ; El espíritu erótico, 1990; En paños menores, 1994; La casa de memoria, 1995; El cuerpo de ella, 2000 y Paños Menores, 2009.  Nada es para siempre, las memorias de un nadaísta fue publicado en (2002).
Su obra ha sido  distinguida en Colombia  con los premios nacionales de poesía La Oveja Negra, 1980; Golpe de Dados, 1980;  Instituto Colombiano de Cultura, 1985; Instituto Distrital de Cultura, 1999 y el premio internacional Valera Mora, Caracas,  Venezuela, 2008.


Daniel Fara: Poemas.

Daniel Fara



















SOLDATI

El sol desentonaba.
La tarde nos cubría
como una sotana de ortigas.
El altavoz del aire
anunciaba el regreso del hombre lobo.
Sólo las moscas y yo
nos aventurábamos
por las veredas quebradas de locura,
cuando de pronto
se desató la noche,
y la basura tramó sordos vahos
a nuestros pies.
Había que gritar
para escapar del auto acribillado,
había que recordar constantemente
                                        los colores
a riesgo de olvidarlos para siempre.
Había que apretarse eñ corazón
al entrar a esa farmacia
donde dos manos verdes
mezclaban el azufre y el cansancio.
Había que gritar,
había que apretarse el corazón,
y, al menor descuido del enemigo,
saltar al colectivo
y repetir,
como quien se quita el polvo:
"Ya pasó, ya pasó,
no pasó nunca".


MAULLIDOS

Echabas una pezuña del diablo
en mi café
y te ibas en brisa,
riéndote del filo asesino
de mis puertas.
Eras mi clavo,
mi mordedura,
el hacha de tus uñas
me talaba día tras día.
Yo subía a un tren
con agujeros de alcohol
y le contaba a ciertos árboles
que huía de una mujer
con cabellos de horca.
Hubiera querido
dejar mensajes de plumas negras
por los asientos,
escribir socorros en las nubes,
pero tu alfiler era más fuerte
y yo volvía
a maullar mis súplicas
entre tus dientes apretados.


COSAS

Hay techos
humillados por la lluvia,
desesperadas escaleras,
patios sin triciclos.
Hay espejos miopes,
espejos efímeros
y espejos fisgones
que sudan gotas de plata
si uno se descubre en ellos.
Hay hongos que dan miedo
de puro parecerse a los paraguas,
y costumbres de madera
en las espadas más aguerridas.
Hay clavos agobiados por sus cuadros,
arados enterrados vivos
y telarañas multicolores
que se desviven
por moscas desvaídas.
Hay juguetes boca arriba,
puertas condenadas,
civiles marcapasos,
avarientos cofres,
y hay días
empedrados de huesos,
locos de huesos,
y huesos
que envolvemos en celofán
para que desde lejos
nos parezcan días.


EL ASESINO

Entra el asesino
y un signo de interrogación
engarfia los suspiros.
Los cuadros quieren
hablarle
de sus escaramuzas,
las antiguas beldades
crujen a su paso
y piden tres deseos,
pero el asesino no es de nadie
y menos de la muerte.
Sus manos de cerrajero
prefieren
los diamantes auténticos,
el oro filosofal
de nuestra sangre.
Entra el asesino,
afeitado y sonriente,
para desvelo de la conciencia
                                   barbuda,
tiemblan de gozo
arañas y cortinas,
un vampiro reticente
se disimula en la imprenta minúscula
y espera.


A RAIZ DE UN MALENTENDIDO

(sólo para vos)

Si uno quiere
escribir un poema,
lo escribe:
en la oficina,
en la ladera de un pecho
o en la cuerda de su horca.
Y no espía
por el ojo de una estrella
para ver
si conviene o no conviene:
lo escribe
en el último renglón de la conciencia,
alumbrado por el miedo y lo imposible.

Si uno quiere
escribir un poema,
lo escribe.
Pero no lo escribe:
lo dice,
lo acaricia,
lo ametralla.
Pero no lo mide,
ni se sienta,
reclinado en las ofertas,
a calcular
si lo vive o no lo vive.

Si otro pudo
escribir ese poema,
vale más taparse los oídos,
esconder la inocencia entre las plumas
o pensar
que si otro pudo
también pueden
los que creen
no entender lo que se dice.

Y si uno quiere
escribir un poema
y lo escribe,
habrá siempre palabras,
tiempo y golondrinas,
siempre el gusto de vivir la muerte
y seguir
hasta dar con las botas
y las siete leguas
y el comienzo del poema
que si uno quiere,
sigue.

Raúl Henao: Alfonso Fajardo y la poesía del delirio.

Raúl Henao



















No se si el poeta Alfonso Fajardo está loco, o tras las rejas en un  frenocomio de su país centroamericano. Y en este  caso si ha puesto en practica lo que nos recomienda André Breton al respecto: Asesinar a sangre fría al primero de los médicos, enfermeros o guardianes que se atraviese en el camino para de ese modo, tener por lo menos el privilegio de ser internado de por vida en una celda privada y exclusiva, apartada de la atmósfera abyecta y policíaca que prevalece por lo general, en dichas instituciones de salud pública.

Pero  a falta de que haya o no emprendido esa acción transgresora,  sabemos que el poeta salvadoreño se ha cuidado previamente de consignar en los poemas reunidos con el título de LOS FUSIBLE FOSFORESCENTES,  sus “palabras gemelas de las sombras”, “la luz animal de su locura” su “interpretación delirante y poética de la realidad”, haciendo caso omiso de los dictámenes que nos imponen la lógica y la razón,  para conducirnos seguidamente al reino de la libertad absoluta que, a no dudarlo, constituye la fuente perenne del arte y la poesía de todos los tiempos.

Ese lenguaje de factura incendiaria y soberbia, lo emparenta con predecesores de la talla de Roque Dalton, Alfonso Quijadurías o Carlos Martínez Rivas, sin perder por otro lado un ápice de su originalidad de poeta urbano y citadino, impronta que caracteriza a muchos de los poetas rebeldes centroamericanos actuales.

Es cierto que el curso muchas veces tortuoso de la misma vida citadina con sus altas y bajas, vientos encontrados o caminos enrevesados, se encarga a menudo de desmentir a los poetas contestatarios, que por lo regular terminan convertidos en académicos adiposos, en burócratas subordinados a los intereses de la clase política de sus  respectivos países de origen… en quienes desde luego, al final, sólo sobrevive la retórica vacía de la marginalidad y el malditísmo poético.

Pero por el momento es suficiente corroborar que Alfonso Fajardo se sitúa en esa línea negra” ya antes señalada por Henri Michaux cuando nos dice que “quien oculta su loco muere sin voz”,  línea de quienes oponen su locura personal, intensamente pasional y amorosa, a la locura colectiva de los adoradores del becerro de oro moderno, centrada en el intercambio comercial “helado y egoísta”.  Es por eso mismo que la poesía de Fajardo nos llama a vivir plenamente, aún en el dolor y la desesperación infernales: “hay una puerta al infierno y sólo yo tengo su llave” –nos dice en su poema Fuente Luminosa.  Y más adelante: “los locos caminan  de regreso al infierno”   (Ensayo sobre la Locura)

Cabe en resumen, señalar  su cercanía evidente  al poeta francés de “Una temporada en el Infierno”,  proximidad que no deja de aflorar en los más radicales e intransigentes poetas del pasado y presente siglo que, como él,  buscan “cambiar la vida, transformar el mundo”… sin importar que dicha empresa prometeica o luciferina termine en un completo fracaso cotidiano:

“No renunciaré
no renunciaré al salto al vacío al lápiz bruñido al fuego de la mente esquizofrénica
a la energía que transforma a la palabra nueva al fusible fosforescente del poema
al animal posible de la imagen”   (El Animal Posible)






FUENTE LUMINOSA


Hay un surtidor de epifanías que solo yo conozco
           y en esa quintaesencia
mis ojos beben la dulzura ardiente de sus minerales

Yo soy el árbol: ya lo dijo el poeta
cuando hacia trabajos que al mismo diablo daría lástima
Yo soy el árbol repito y en mi pecho descansan
dibujos a cuchilladas de corazones que no valen la pena
atravesados por azules vientres donde ya no corre sangre

Y aquí frente a la nocturna fuente luminosa
me digo: sos el mas grande de todos los magos
el mas indestructible de todos los mortales y
- como el cordero rabioso que reclama su porción de carne-
el mas feliz de todos los idiotas

Hay una puerta al infierno y sólo yo tengo su llave
Permítanme rugir la brumosa lengua del desarreglo
          comer los sesos de la palabra
y embarrarme los ojos con la luz animal de la locura

Yo soy el sacerdote
a mis pies se arrodílla
un zoológico de mascaras grotescas
un museo de lagartos osos hormigueros y payasos de cenizas
Soy el sacerdote
vivo del orgasmo y la sangre y el cuerpo que crucifico
no es mas que una flor venenosa
donde cabe la insanidad de mi sed
el demonio azul enclaustrado en mi pecho
y toda el agua gris de vida que su boca y sus poros recibieron
como el enfermero que lava las heridas en medio de la guerra de las calles
Hay una noche y en ella siembro mis aquelarres

Yo soy la fuerza la contradicción la energía
en mi convergen las hijas pervertidas de la esquizofrenia
las hijas de la paranoia las hijas del teatrero
de las imágenes y semejanzas tatuadas de lepra

Yo soy la energía y mi palabra nace del exceso
y del exceso brotan como pirañas los sueños
los engendros del dolor los ojos de la anarquía
los ríos los incendios los fusibles fosforescentes del poema




EL ANIMAL POSIBLE

                                                                         A César Moro

No renuncio a las quimeras humeantes que se desatan en el suburbio de la mente


Hogueras de mares de sangre de milenios entre venas vacías pueblan
el frió acostumbrado a sembrar cipreses en los laberintos donde defecan
setenta y siete presidentes de la república del mal que amanece
bajo la lluvia del napalm en la edad de las placentas como horcas

Anémonas de mar pasean sus perfumes por las macilentas calles del parnaso
sus tronos de niebla son lenguas de azúcar
y sus trajes cartilaginosos guardan gases como adjetivos cuando el infierno
es este reloj nuevo que cuelga del bahareque donde se acumulan los estómagos

No renuncio a los fútiles inventos que patento en esta página
Niños exploradores se sumergen en el bestiario del bosque
         hablan dos idiomas
una el español y otro torre de babel habitada por moscas
         sus crímenes ecológicos
nunca serán perdonados por el polvo de los estantes


Mi mirada de largo infrarrojo adentro del fuego de tu falda
          lúdica niña
mi mirada infrarroja de lagarto en la mirada de necrofilia de tus ojos
          muerta de tiempo
mi mirada de animal de piedra de ángel de venas de sombras de árboles fosforescentes
          mi mirada de ventana astillada
de animal llameante tras el monitor y el multimedia de la música negra que cae
          en la mirada de esta palabra que me mira


 No renunciare
no renunciare al salto al vació al lápiz bruñido al fuego de la mente esquizofrénica
a la energía que transforma a la palabra nueva al fusible fosforescente del poema
al animal posible de la imagen


(Los fusibles fosforescentes)

Raúl Henao ( Cali 1944) Poeta y ensayista.  Ha vivido en Venezuela, México y los EE.UU y representado a Colombia en numerosos Congresos y Festivales Internacionales. Ha publicado: Combate del Carnaval y la Cuaresma ( Medellín, Colombia, 1973); La Parte del León  (Venezuela, 1978);  El Bebedor Nocturno  ( Cúcuta, Colombia, 1978);  El Dado Virgen  (Venezuela, 1980); Sol Negro  (Medellín, Colombia, 1985);  El Partido del Diablo / Poesía y Crítica  (Medellín, Colombia, 1989);  El Virrey de los Espejos ( Medellín, Colombia, 1996); La Vida a la Carta / Life a la Carte  ( Medellín, Colombia,  1998). La Belleza del Diablo (Madrid, España, 1999) Sol Negro (Bogotá, Colombia, 2006.) La Doble estrella: El Surrealismo en Iberoamérica / Notas y Entrevistas Poéticas (Medellín, Colombia, 2008).



Paul Hoover - Semana de las letras y la lectura (1)

En lo profundo de la noche (Esteban Moore, Argentina)

Paul Hoover - Semana de las letras y la lectura (2)

jueves, 10 de febrero de 2011

Charles Bukowski: La historia de un sufrido hijo de puta.

Charles Bukowski (1920-1994)





















una noche llegó piel y huesos a mi puerta, mojado apaleado
temeroso
era un gato blanco bizco rabón
lo dejé entrar lo alimenté fue uno más en la casa
desarrolló hacia mí cierta cariñosa confianza
hasta que un buen día un conocido,
estacionando en mi cochera
pasó con su auto por encima del gato blanco bizco rabón
de inmediato llevé lo que quedaba de él a un veterinario que dijo:
“no hay mucho para hacer…dale estas pastillas… su espinazo
está aplastado, pero fue aplastado anteriormente y de algún modo
logró sanar, si sobrevive no volverá a caminar, mirá
estas radiografías, le metieron un escopetazo,
mirá estos puntos oscuros
son perdigones enquistados…además, alguna vez tuvo una cola
y alguien se la cortó…
me llevé el gato a casa, era un verano caliente, uno
de los más calientes en décadas, puse al gato en el piso del baño,
le serví agua, sus pastillas, no deseaba comer ni beber agua,
yo sumergía mi dedo en el agua, le humedecía la boca el hocico
y le hablaba, ese verano no fui a ningún lado, pasé muchos días
de ese verano en el baño hablándole, acariciándolo suavemente,
él me miraba con esos ojos que se le entrecruzaban
mientras tanto pasaban los días,
una tarde realizó su primer movimiento
arrastrándose con sus patas delanteras
(las traseras no querían moverse)
llegó hasta el rincón donde yo había preparado su cama
se arrastró un poco más y se dejo caer en ella,
fue para mí como el sonido de un clarín presagiando la victoria posible
aturdiendo el baño, desparramándose por la ciudad, yo
le conté entonces a ese gato –que la había pasado mal también, no tan mal,
pero bastante mal…
una mañana se irguió, se paró sobre sus patas, cayendo luego de espaldas,
                                                                            /me observaba mansamente.
“lo podés hacer” le dije.
él insistió, se levantaba y volvía a caer, una y otra vez,
finalmente
caminó unos pocos pasos, era la viva imagen de un borracho
sus patas se negaban a obedecerle, cayó nuevamente, descansó
y nuevamente se levantó.
ustedes conocen el resto de la historia: está mejor que nunca,
bizco casi sin dientes, pero ha recuperado su gracia, y esa mirada
de sus ojos, pícara, no lo ha abandonado…


algunas veces me hacen entrevistas, ellos desean saber
de mi vida, de mi literatura,
yo me emborracho, alzo en brazos a mi gato
bizco, herido de bala, atropellado dos veces, rabón
y digo: “miren, miren esto!!!”


ellos no entienden nada, insisto, nada de nada, preguntan
algo por el estilo de: “ “reconoce usted influencias de Celine?”.
“no”, levanto mi gato, “por lo que sucede, con cosas
como esta, como esta !!!”.


sacudo a mi gato, lo llevo
hacia la luz brumosa por el humo y el alcohol, está relajado, él sabe…

este es el momento en que la entrevista finaliza
a veces me siento orgulloso cuando miro las fotografías
ahí estoy yo, ahí está mi gato, hemos sido
retratados juntos
él también comprende que son boludeces, pero que de alguna manera
te ayudan.

(versión Esteban Moore)







                       Charles Bukowski, (Andernach, Alemania 1920- Los Ángeles, EEUU,1994).  Poeta y       
                       narrador. Publicó más de cincuenta libros en poesía y prosa.



María Montero: Poesía.

María Montero



















Soy

Soy la gran Virginia Grütter, ¿la recuerdas?
la que escupe tabaco en las esquinas
y está ronca de pegar gritos
y camina como una estela pintarrajeada y tambaleante
Soy Marguerite Duràs con su joven amante
y su vida refinada y alcohólica
Soy Simone de Beauvoir con todo y su Jean Paul Sartre
y su intelecto y su feminismo y su academia
Soy la imbécil “femme” que desde este pueblo polvoriento
habla del erotismo francés
frente a un auditorio de subnormales
Soy la puta más puta que arrastran de los pelos
asquerosa y desnuda
Soy la pobre infeliz
que no tiene un centímetro de cerebro
hipocondríaca
que camina como idiota esperando que el padre de sus hijos
o el cura
le dé una limosna
Soy yo
la del cuerpo grabado en la piedra
la que consume sus ojos en la arena
la que ya no puede hablar de amor tan fácilmente.


Poesía en prozac

Dan terror las señoras perdidas en la playa, las niñas con mucho pelo, los cubos vacíos.
Dan terror los compañeros de universidad, de viaje, de trabajo. Los cantantes malos y los hombres que envejecen mucho antes que sus nietos.
Da terror saber que un libro es bueno sin haberlo leído, sentirse agradecido cuando alguien nos mira equivocadamente, que la gente te salude en un país extraño.
Dan terror el uso del plural y las unas recién cortadas.
Da terror estar siempre de espaldas o en un cuarto de hotel con toda la vida por delante.
Da terror todo lo que vive con ganas de quedarse, dormir mas de 24 horas, que nadie se de cuenta que los negros no tocan heavy metal.
Da terror ignorar que siempre es más lo que se pierde, no comer aguacate, no sentir que el mar es el destino que nos huye.
Dan terror las cosas que no duelen, como llegar a un lugar sin saber como. E incluso sabiéndolo.


Siglo pasado


La palabra no puede ser algo tan fácil. Tiene que haber algo menos que sangre para decir sangre. Tal vez músculo en la sombra, vientre liso y maldito. No tan fácil como casa o serpiente. No tan anunciado como mujer. Algo menos que hijo para decir hijo. Tal vez lengua, infamia, peste fraguada en la ceguera.
La palabra no puede ser algo.
No tan fácil a menos que hiera. No tan anunciado como la muerte. Tal vez piedra para decir tal vez.
La palabra no puede ser algo tan fácil. Tiene que haber algo menos que odio para decir odio. Tal vez ruinas, escombros en el cuerpo.
No tan fácil como sed o probeta. No tan anunciado como fiera.
Algo menos que amor para decir amor, por lo que más quieran. Tal vez foso, graznido, hierro lejano.
No puede ser algo la palabra.
No tan fácil delante de los otros. No tan anunciado a menos que muerda. Tal vez silencio para no decir nada.
Una palabra menos obliga a más.
La palabra no puede ser. No si se desboca. No en su contra.

Sed de Mal

Con seguridad existen los perros. Mira ese hocico que la oscuridad no te deja ver, esos ojos de vidrio delante de los tuyos para que no veas nada. Mira ese ladrido que siempre te acompaña, esa sed que baja en los colmillos de tu pan de cada día. Mira esa pequeña figura en la otra orilla, no la ves pero la sientes como una mordida negra y apaleada.
Con seguridad los perros van por ti. Míralos mirar la ausencia de tu odio: su alimento. Mira ese horizonte hundido – crees que te acercas a algún sitio – solo son sus lomos indicándote el camino, el regreso, el tamaño de tu dicha. Los perros cargan con tus huesos y te devuelven ceniza, la rabia de su rabia envenenada. Los perros se lamen en tu sombra y no los ves.
Con seguridad los perros son los mismos. Reproducen tu silencio a dentelladas, salen de si mismos con tu ayuda ciega, se quedan ciegos de verte tan oscuro. A eso han venido, míralos. Ladran. Ganan millones en la farsa de sus patas traseras, huelen tu cadáver, te llevan el periódico, te sepultan en tu casa. En algún lugar los alimenta tu muerte.
Mira esa sed de los perros que te rondan. Ya no ves nada, no te importa la jauría. Su lengua te lastima y los perdonas.
Celebran con tu carne y los perdonas.
Su muerte ya no es nada comparada con la tuya.

Círculo vicioso
qué voy a hacer
ahora que hago todo lo que prometí.

________________________________________
María Montero Poeta y periodista costarricense nacida en Burdeos, Francia, en 1970. Estudió Literatura y Teatro. Su libro El juego conquistado mereció el Premio Joven Creación en 1985. Ha publicado El juego conquistado (1985), La mano suicida (2001) e In dubia tempora (2004), un proyecto de poesía y fotografía documental basado en una investigación sobre herramientas creadas y utilizadas por los presos en cárceles costarricenses. Su poesía ha sido incluida en las selecciones de poesía Relatos de mujeres (1996), Indómitas voces: cien años de poesía femenina costarricense (1997), Martes de poesía en el Cuartel de la Boca del Monte (1998) y Antología de la nueva poesía costarricense (2001).

Gustavo ‘Maca’ Wojciechowski: Textículos.















todos los poemas son un poema todos los poemas
conforman el poema que va a dar a la mar que es el decir
por ejemplo “tía” y queda tía resoplando en la penumbra
sin que nadie sepa si Irma o Margara o cual de todas mis tías
me mira desde todos los poemas

………………....

todos los poemas son incomprensibles
chapuzones en un idioma desaparecido
¿cómo podríase comprender una botella que
lleva adentro todos los mares
flotando
en medio del mensaje?

………………….

cada pequeña isla es errónea
le llegan poemas como si fueran salvaciones
frías botellas sin descorchar
y se sabe las islas no toman

…………………….

tengo una amiga
que tomó soda cáustica
lo digo ahora que ya han pasado algunos años
y otros suicidios
se ha carcomido de la lengua hacia dentro
todita
mi amiga
sabía muy bien
que para los poetas la lengua es lo que tienen
yo tengo suyo un libro que no me atrevo a terminar de leer
a quién le podría devolver
lo cierto
es que yo no lo podía aguantar
y tenía que decirlo de alguna manera
cada tanto todavía la extraño

…………………….

El punto más cercano entre dos éxitos es un fracaso
…………………….

Este poema
cuando tenga mi edad recién
comprenderá lo que quise decir

…………………….


Gustavo ‘Maca’ Wojciechowski (Montevideo, Uruguay, 1956) Poeta, artista plástico, diseñador gráfico, docente, artista multimedia, editor. Desde 1978 trabaja como diseñador gráfico e ilustrador. Ha publicado los siguientes libros: Ciudad de las bocas torcidas (poesía, 1980), (en)AJENA/ACCION (poesía, 1982), Deuda de Phatos (poesía,1982), Segundas Impresi(ci)ones (poesía, 1984), Sobras Completas (poesía,1986); Zafiro (yo sólo quería ser el cantante de una banda de rock and roll) (novela, 1989), M, textículos y contumacias 1994), TIPOGRAFÍA, poemas&polacos ( Buenos Aires, 2002), aquí debería ir el título (caja de poesía visual, Yaugurú, 2008.
Ha traducido a Witold Borcich, Abisinia entre algunas otras cosas que pude haber escrito y hoy no recuerdo (2009). Participa del fonograma colectivo Si el pampero la acaricia (1986). En 2004 edita el CD multimedia: O (cabalga la madrugada por el lomo del sueño) junto a Fernando Goicoechea y en 2005 edita el CD: & junto al trío integrado por Fernando Goicoechea, Nicolás Mora y Gustavo Etchenique.





miércoles, 9 de febrero de 2011

Jennifer Hill: Poemas.

Jennifer Hill





 










 

Domingo

El domingo raspa las sobras de los platos
reemplaza las bisagras de las puertas.
Las cartas son estampilladas, la maleza arrancada,
los libros se leen bajo la luz otoñal
que se contrae como un nudo mientras
                                         /la tarde del domingo
retuerce su dogal alrededor de nuestros cuellos.

¿Bajo qué tabla del piso de la casa
vive ese grillo que insiste con su canto?

Musa

La luz del sol después de semanas de gris, las cuentas y el trabajo
se acumulan en pilas sobre el escritorio, dejo todo para escribir
dentro del automóvil en mi momento de descanso. Las palabras que
necesito yacen tendidas, acurrucadas, dormidas, como el puño
de una peonía oscura. ¿Dónde están las hormigas que me impulsarán
desde el impacto del invierno hacia la primavera? Diez minutos me
bastan para batirme con la luz del sol luego de semanas de puro gris.

La araña de Bashó no me cantará su canción, su voz se burla
mientras el reloj con su tictac marca el compás. La tarde pronto
se transformará en estrellas tragadas por la noche y canciones
de cuna, el territorio de la magia y sus trucos. Todas las estaciones
se estremecen y causan sus inoportunas molestias. Evito la luz
del sol luego de semanas de puro gris.

Entrevista


                   ¿Y, aún así, obtuviste lo que
                    deseabas  de esta vida?
                    Lo hice.
                 ¿Y qué es lo que querías?
                  Poder decir que era amado, sentirme
                  amado sobre esta tierra.

                           -Raymond Carver; “Fragmento tardío”


Él pregunta:
¿Cuál es el estado
de la poesía hoy?
Yo deseo decir-
Utah.
En cambio, alzo
las campanadas de mi voz
viva y creciente
como una flor,
para ser más precisa:
como un virus.

Él pregunta:
¿De que se trata tu  poesía?
Yo deseo responder
de osos –esos grandes
osos grises que en la noche
entran pesados en tu carpa
mientras duermes
bajo tu aliento húmedo...
Osos que pueden de un zarpazo
arrancarte y comerte
el corazón.

Él dice:
Pareciera ser que sos
una poeta de la naturaleza .
Y yo le digo que amo
los grandes espacios abiertos,
pero no el verde.
Yo amo la desolación,
el vacío,
el sonido un instante antes
de que la campana suene.
Él trastabilla,
y yo me atraganto
repitiendo su pregunta-
Me he transformado en laminado
celofán
en un agujero
en una ventana.

Versiones Esteban Moore – Merceditas Lennon

Jennifer Hill. Poeta, docente, editora. Ha publicado los libros de poesía: Questioning Walls Open (2001), Nightcrown (2003, con fotografías de Michael Downend) y Book of Days (2005). Coordina talleres de escritura creativa en  distintas ciudades del estado de  Pennsylvania.