lunes, 26 de octubre de 2020

Sebastián Jorgi: Roberto Glorioso, una estilística de lo hermético


RobertoGlorioso (Azul, Buenos Aires, 1951-2018)


    Sí, después de leer y releer los poemas de Tierra no prometida de Roberto Glorioso, traté de esbozar como una definición, aunque, obvio, en la poesía nada es fijo, inamovible. Y me dije: Una estilística de lo hermético. Nada excluyente esta idea. A través de sus visiones, Glorioso se indaga y se contesta en imágenes “sin resto de dicha ”¿Escepticismo? Lo dejo ahí, para que el lector de Tierra no prometida imagine a un cazador en “pleno agobio de muerte” y presienta la “tristeza del bosque” o una estadía de “hotel vacío a la hora del amor”.

     El manejo, por así decirlo, de cromatismos e iluminaciones(¡acaso extraídas del loco Rimbaud?) oficia sustratos íntimos de un discurrir dialéctico. En una sucesión de poemas cuasi-aforísticos, el poeta cuenta el mundo donde “el hambre desboca/obradores sin pan” y donde el hombre también es víctima y victimario” como quien sutura la puerta de su celda”.

    Fuego, hogueras, incienso, celdas, guijarros, cepos, precipicios, prefiguran acumulaciones de lenguaje donde para Roberto Glorioso “ocurre el mundo”, el lugar de todos, “donde muere sin tregua lo que amamos”. ¿ Ojo nietszcheano? ¿Zaratustra nos vigila? Conjeturo. Está en íntima, acaso infranqueable verificación para nosotros del “significado” de esas extrañas aleaciones semánticas. Sí: “todo a ciegas…y nadie responda…” Es muy posible que nadie responderá, se desborda todo cauce, el hombre va sin “salvoconducto, suplicante de asilo”. ¿ Estará el extranjero de Camus esperando la condena tras el yo-poético en la tierra no prometida?

    Esa subjetividad lacerada de mundo, de época, de crucialidad, de abismos donde es imposible el salto y atreverse a atisbar precipicios.

    Así se mueve la poética de Glorioso, en el límite existencial de lo insondable de la condición humana. Me juego vislumbrar algún campo creacionista de índole huidobriano, como lúcidamente reparó Hugo Mujica en la contratapa, extrayendo estos versos de nuestro poeta: “Atardece/ como si alguien rezara/ una canción de trenes/ sin cargamento de distancias”. Bella concatenación de imágenes de ese atardecer propio de la serenidad de provincias. Un refugio espiritual para soportar cualquier “sopa de ortigas” que ornamenta la mesa como “un plato único”.

   Inconformismo y una (¿implícita?)  rebeldía refracta la poesía de Roberto Glorioso.

(Diario EL TIEMPO de AZUL, Buenos Aires,  2005)


Sebastián Jorgi: FRANCISCO MATOS PAOLI, poeta en Puerto Rico

 


El cerco de Dios, Poesía – Antología, Ediciones Mairena, 1995.

     Esta antología consta de 157 páginas y fue editada en Puerto Rico, en la colección que dirige Manuel de la Puebla, que también escribe un importante estudio preliminar y que nos deja una de las semblanzas más precisas sobre el gran poeta de Puerto Rico. “Para la antología presente de Ediciones Mairena” – aclara Manuel de la Puebla – “he preferido una distribución distinta a la cronológica, con el propósito de llegar un mejor conocimiento del poeta y a los aspectos fundamentales de su obra”. Tal enfoque es un logro, ya que el compilador ha elegido el camino más espinoso, al mismo tiempo el más certero para asomarse al mundo poético de una de las personalidades más grandes de la poesía en lo que va del siglo. Una personalidad y un quehacer original de la poesía poco conocido en el cono sur, un tanto por las politizaciones sacralizadoras con respecto a algunas figuras “comprometidas” y otro tanto por el desconocimiento, la ignorancia de una crítica engolada, híbrida, “profesional”, cuando no, tamizada en el prejuicio. Francisco Matos Paoli, candidato permanente al Premio Nobel de literatura por su país, Puerto Rico, presenta su obra recién publicada, El cerco de Dios, a los lectores argentinos y merced a esta humilde intermediación periodística de mi parte, en nuestra columna de LA CAPITAL, de Mar del Plata. 

     Pero… ¿cómo nos asomamos a la ductilidad creativa, a la verba in situ y al numen lírico de Francisco Matos Paoli? Podemos hacerlo despacito, tímidamente, como el niño que hace la travesura y enseguida se repliega. Porque nos sentiremos en falta ante el atrevimiento. Sí, nada más que asomarnos, atisbar, esa “abertura/del alma que se puebla/ de todas las fragancias de la tierra”. Escribe en Canto de la esperanza: “Yo me abrí en la montaña…/ Más tarde me tuvo el mar…/ Desperté, manumitido por la gracia”: tres instancias del poema que se resuelven en el íntimo derrotero trazado de “la huella que rutila en la esperanza” y en “el Dador del cielo”, línea esta resumidora de una entrega a la Palabra-Dios. 

     Otro poema, Destino, nos da el poeta en estado de encantamiento: “Apenas yo me toco. Soy la brisa/ disfrazada de cielo”, personificación que se continúa en el desafío “¿Quién dijo que mi cauce se vacía?” para llegar a la constatación física, existencial y de fe en sí mismo: “Aún vivo: soy: me creo”. Y me retrotraigo a las lecturas de Karl Naspers y su fé filosófica: “Para tal fe, nuestro ser en el tiempo es encuentro de existencia y trascendencia, de lo eterno que somos a título de ser coreados y de lo eterno en sí”. Claro que no es fácil la poesía de Francisco Matos Paoli y se la ha tildado de hermética – con alguna gratuidad -, pero tal hermetismo deviene del estado de imaginación dictadora y del misterio mismo de una poesía elevada, de un corpus-lenguaje caudaloso y plurisignificativo. Entonces, ¿cuál es la perspectiva posible del “crítico” para la interpretación, pretenciosa  vivisección? Ninguna, cuando se trata de la gran poesía, afortunadamente. Y echo mano a unas líneas de Hugo Friedrich, en su estudio sobre Mallarmé: “Se cimenta por vía ontológica, la moderna hegemonía de la palabra, pero también la de la fantasía ilimitada. La palabra, así entendida, es el hecho creador del espíritu puro” y la próxima parada será en el poema La identidad espiritual, el que Francisco Matos Paoli catapulta con una interrogación; “Soy yo quien doy los pasos/ hacia la arena móvil del poniente?” para después consustanciarse el poeta con las “dulces laderas” del monte  y definirse en función del prójimo, “soy los otros”. Así, entre lenguaje y naturaleza – “A veces me paseo/ como una gran palabra/ que pertenece a todos” o “al ver multiplicadas las palomas/ encuentra las pupilas tan primeras/ de todo amanecer”- el poeta se va abriendo camino y se autoconstata en un espasmo contra-nihilista: “Sobre la nada elevo/ las alas insepultas: yo respiro” leemos en el poema El Tiempo, porque “sobre la nada elevo/ el fijo resplandor”, imagen de antítesis, de oposición, imagen de trabajo en la noche espiritual, me refiero a la noche creadora de San Juan de la Cruz. Claro que en Francisco Matos Paoli se tratará de una noche americana, nacida en Lares y continuada en el martirio de la prisión La Princesa, en donde Don Marcos estuvo confinado. Y de aquel tiempo de sufrimiento, porque mucho le dolía Puerto Rico, puede decirse que el 4 de enero de 1955 marca una especie de subida al Monte Carmelo en Matos (al igual que San Juan), una suerte de entrada “en el vuelo azul” para convertirse y escribir un Arte Poética elíptica en Sin nombre: “Yo ya soy un cielo ido/ sólo un cielo de palabras” y si recalamos en ese poema antológico, El exilio espiritual, un tono de humilde autorretrato, una parada existencial, un requerimiento ético para decirnos: 

     Pero al mismo tiempo hay una poesía de combate, contra toda hipocresía, contra toda mediocridad, “Soy como soy/ uno que se rebela contra la uniformidad/ contra la multitud/ y ya estamos en el poema Soy un cobarde, donde el poeta tomará distancia porque “vive de soledades innombrables”. Y qué no decir del estado de emoción dialéctica con Dios, esa deliberada enajenación creadora – “Porque me olvido de mí/ acudo al invisible titilar de la rosa” – en el poema La Felicidad, ese estado de ensoñación, “yo no vivo casi/ porque los sueños florecen cada vez más altos”, ese transitar anhelante de Dios, esa levitación celeste y terrenal al mismo tiempo – porque Jesús fue Dios y también hombre verdadero – y porque ahí están Lares, el pueblo natal, Puerto Rico y su dolor y también está, siempre emergente, la figura inolvidable del patriota, don Pedro Albizu Campos, su compañero de infortunios en la cárcel La Princesa en los años cincuenta. Bien lo expresa en el estudio preliminar y las introducciones a cada sección del libro el profesor Manuel de la Puebla, con genuina posición, sin impostaciones intelectuales, de manera que nos acerca esa gran figura de las letras americanas – como diría nuestro poeta Rubén Vela, esa América “sin el Arco del Triunfo”, esa profunda América, “nuestra madre sobre las aguas”-. Y nos lo acerca don Manuel de la Puebla con fina sensibilidad de crítico, pero sobre todo porque él es esencialmente poeta.

    Pero voy a terminar esta nota – parte de lo que será mi humilde homenaje a Don Francisco Matos Paoli – recordando un párrafo del capítulo sexto de la Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz: “Habiendo, pues, de tratar de inducir las tres potencias del alma, entendimiento, memoria y voluntad, en esta noche espiritual, que es el medio de la divina unión, necesario es dar a entender en este capítulo las tres virtudes teologales: Fe, esperanza y caridad…la fe en el entendimiento, la esperanza en la memoria y la caridad en la voluntad”. Se me disculparán mis citas, pero todo no es más que un intento de acercamiento al gran poeta que acaba de cumplir 80 años, una recordación gozada de su poesía, ese fluir constante de él mismo encarnado en lenguaje – hasta se me ocurre una explosión rubendariana cien años después – para orgullo de nuestra América toda y de la tierra borincana, porque “sin la memoria/ el vaso de los soles se disipa/ en el desconocimiento”. 

Sebastían Jorgi (Lanús, Buenos Aires, 1942) Novelista, cuentista, dramaturgo, ensayista, poeta, letrista, investigador y docente. Ha ejercido el periodismo deportivo y cultural en los medios más importantes del país. En 2011 se publicaron sus cuentos completos: Por Todo el Camino. Su obra ha sido distinguida en varias oportunidades con los premios: Eduardo Mallea (Municipalidad de Buenos Aires), PEN Club (Argentina), Villajoyosa (Alicante, España), Iberoamericano  Javiera Carrera (Chile), entre otros reconocimientos.



lunes, 12 de octubre de 2020

Demian Paredes: “Cuatro notas sobre el poeta Enrique González Parra” y breve selección de poemas

 

Enrique González Parra








Se destacan en la poesía de Enrique González Parra (Michoacán, 1951) la observación y la razón poéticas. Una "razón", por lo tanto, no-instrumental, ni meramente comunicativa-utilitaria, sino, por el contrario, expresiva, sensible, creativa-creadora, en combinación con una aguda mirada, detallista por momentos, atenta a las contradicciones y paradojas. En ¿A dónde van los pájaros? se puede apreciar una hábil, sutil e inteligente capacidad de protagonizar o de presenciar, de escuchar, de recordar e imaginar; destilando, con breves versos, pequeños poemas. En ellos se "narran" acontecimientos: una voz y su circunstancia (en la casa, en la calle, en un café, en viaje…) en torno a los ajetreos cotidianos de la vida, al deseo y a la memoria; episodios que suelen derivar en alguna "conclusión" u observación, generalmente irónica o autoirónica. Otros poemas recuerdan anécdotas familiares y de infancia: el discurso autobiográfico, con sus vivencias y experiencias particulares (el poeta como lector de Borges en "Oferta", o la típica conversación telefónica con una persona remota convocando a reunirse con antiguos amigos para recordar épocas escolares en "La llamada"). Algunos ponen de relieve temas "abstractos" y reflexivos, como "Fuga": "Huir/ olas adentro/ por el líquido tibio,/ batiente,/ lleno de resplandores/ que de pronto se opacan", y originales objetos, como en "Diccionario": "Oí de un diccionario/ que sólo recopila/ palabras olvidadas". Y hay apenas unos pocos que acuden a la metáfora, especialmente aprovechada para rematar con humor -generalmente con cierta mordacidad- algún final. Como en "Control de plagas", donde se menciona lo que dicen los expertos en la materia sobre las cucarachas: sin cabeza pueden vivir "hasta por cuatro días"... ¡como los enamorados! -estos últimos, incluso más-; y en "Tarde", donde se pronostica a una señora "muy mayor", tras un cruce casual, el destino de una taza -cualquiera- de té: finalmente romperse, hacerse trizas. Luto ineluctable.

* * *

Enrique González Parra no desdeña para nada el humor, entonces: con él, en su poesía, se dan la ironía y la risa -incluso por momentos- tragicómica, ante las circunstancias de la vida, y especialmente ante el final de esta: la muerte, sea la propia (venidera) o la de un acontecimiento familiar o de amistades. El inevitable deceso, más temprano o más tarde, que deberá afrontar cada ser humano: tema/preocupación permanente de las comunidades y civilizaciones, desde las antiguas a la "moderna" nuestra, y, claro, también de poetas y artistas, y además, en particular, de la cultura mexicana, ya desde su tradicional Día de Muertos. En el terreno de la poesía se podría mencionar a José Carlos Becerra en "El azar de las perforaciones", a Gabriel Zaid en "Tumulto", a Jaime Sabines en "Algo sobre la muerte del Mayor Sabines", a Manuel Calvillo en "Libro del emigrante", a Margarita Michelena en "La desterrada", entre tantos y tantas más (Amado Nervo, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia, Carlos Gorostiza, Elías Nandino…). Sin ninguna duda, los libros de Enrique González Parra forman parte de esta cultura, de esta tradición; es una dimensión fundamental-fundante de su poesía. En ¿A dónde van los pájaros? se encuentran, por ejemplo, "A pulso", "Redondilla" y "Bajo el agua". También "Agencia", donde se puede solicitar un servicio: con los tratamientos estéticos correspondientes se adecenta a cualquier muerte que haya tenido el atrevimiento de instalarse sobre un cadáver. Otro es "Abismo", recuerdo de infancia sobre una sensación o pensamiento inquietante en torno a la "invitación" de un hondo pozo, con agua, a saltar dentro suyo. Está también "Se busca", donde se trata la muerte/ desaparición individual en torno a la colectividad. "Fosa", donde se pregunta por un presente donde hay restos: una calavera, una tibia, analizada por los forenses, y se las contraponen -con una pregunta- con el ayer de la vivencia habitual, entre vecinos. "Luto", que alude a la muerte de un perro doméstico. Y "Sin ruido", a la propia: "a mí me va tomando/ la sigilosa/ por los pies."

* * *

La experiencia, la vida toda decanta, y el poeta canta. Y afrontando "el drama estético del creador", como lo llamara Eduardo Lizalde. No escribir poesía como una "cosa ociosa", meramente repetitiva, sino depurando y precisando cada uno de los versos. La poesía de Enrique González Parra pertenece a esta clase: despojada, apela a la concisión. Hay marcas, puntos de partida, referencias autobiográficas (como en "Corto", donde camino a un velorio un cartel indicador en un andén sirve para cruzar o mimetizar una dimensión con la otra, o en "Primo", donde el parecido con el pariente vuelve a alterar las dimensiones establecidas: "me vi difunto/ en otro cuerpo"), pero el remate del poema, la tendencia a la generalización, deviene en reflexión y en alguna clase de conclusión, no necesariamente "concluyente". No casualmente, hablando de un libro anterior de González Parra, Antonio Deltoro escribió acerca de "la sequedad de una mirada iluminadora", que incluso llega "al filo del aforismo". Por otra parte, el tiempo, lectura e interpretación del poema potencialmente no tienen fin: el "mensaje" y sus efectos, surgidos de la combinación, polisemia y ambigüedades de las mismas palabras, expresiones, parafraseos, y la interacción de distintos "sistemas" que pueden hallarse dentro de casi cualquier poema (léxicos y semánticos, fonéticos, gráficos, espaciales, etc.), lo configuran como un objeto textual, un generador de discursos, multidireccional, abierto a todos los sentidos. Aun si en algunos poemas se puede percibir que se piensa, escribe y habla desde la soledad, la voz del poeta se dirige, de cualquier modo, al mundo. Es decir, a quien se anime y encare su lectura. Es posible apreciar varias veces en González Parra un movimiento que va de lo particular a lo general; de un punto a la inmensidad de las cosas, al modo de la conformación, por sumatoria y acumulación, de las constelaciones… Allí se encontrarán, una y otra vez, las huellas de la vida que la poesía mira.

* * *

¿A dónde van los pájaros? es el quinto poemario de Enrique González Parra, donde la sucesiva reaparición de las aves a lo largo del libro funciona como una apelación a -y una muestra de los sentidos, a lo recibido, pero también a lo presentido, imaginado y proyectado (en un poema, unos pájaros "inesperadamente/ alzan todos el vuelo/ y traspasan la luz/ como cuchillos"). Este libro sucede a Ajena geografía (1987), Como el que deja un cuerpo (2009), Mi padre y otros muertos (2013) y El rastro del prodigio (2016), los tres primeros publicados en México y el último en España. En todos ellos también el deseo y la mirada casual o más o menos escrutadora recorren geografías, momentos e historias (véase el humor en "Y punto", o "Bolero", con sus truncados anhelos, en el presente volumen). Y cada cual con sus características: Ajena geografía (nos) trae la palabra "rastro" varias veces, cual búsqueda o interrogación de un primer poemario, aun con tanteos, con felices logros -incluyendo una sección autobiográfica titulada "Siete apuntes porteños en la dictadura"-. Como el que deja un cuerpo comienza a delinear con mayor precisión los temas de González Parra: la anécdota familiar y la perteneciente a "la Historia", con el humor puntuando y acentuando finales. Mi padre y otros muertos apela nuevamente, como ya anuncia desde el título, a las vivencias propias del pasado, donde se balancea y reevalúan las experiencias, donde se dan cita la anécdota y la observación irónica y hasta cáustica, varias veces en diálogo posmortem con la figura del progenitor masculino. Y El rastro del prodigio se organiza en sus "secciones" desde el color -actuando desde la mirada directa y también desde la metáfora-, donde la voz poética se reconcentra nuevamente, desarrollando sus temas con un lenguaje delicado, sucinto, preciso.
Ahora, en Argentina, desde la provincia de Córdoba, gracias a la editorial Alción, la voz de este poeta comenzará a circular por el país -surcando el cielo: cada poema, un pájaro en vuelo-, y es de esperarse que pronto, más ampliamente, por los demás países del Cono sur.

Demian Paredes
Septiembre de 2019

“A modo de epílogo” para ¿Adónde van los pájaros?, de Enrique González Parra, volumen próximo a publicarse por Alción Editora.




Identidad

Hoy volví a platicar
con Guillermo
en su hijo póstumo;
las mejillas
repetían los hoyuelos
que su padre lucía en el salón
medio siglo antes;
y la misma sonrisa
que le ganaba voluntades.

El hijo,
que jamás vio a Guillermo,
reprodujo ante mí
pasmosos ademanes
de quien no lo moldeó
con su presencia diaria.

Hay sin duda un azar
del que apenas sabemos
y, creyendo ser únicos,
volvemos a meternos en las carnes
de cualquier bisabuelo
al que no conocimos ni en retrato.


Truco

Se corre el maquillaje
aunque no llueva
ni broten lágrimas.

Del hombro
resbala la correa
que sostenía
una mochila, un bolso.
Sin los botones,
¿cómo llevar una camisa?

Faldas
y pantalones,
quien no los asegure
los verá dar en tierra.

Es inútil
colmarlo de amuletos:
el cuerpo está desnudo.


Control de plagas

De acuerdo
con entomólogos
y peritos
en manejo de pestes,
una cucaracha,
perdida la cabeza,
puede sobrevivir
hasta por cuatro días.

¡Cuánto más
-y quién dudalos
enamorados!


Metamorfosis

Un viejo
de barba blanca,
mejillas rojas
y perfil aguileño,
se acomoda un gorro
de lana en la cabeza,
calza a mitad
de la nariz sus lentes
con aros de oro,
saca de la mochila
una torá enorme
arropada en un lienzo
y la lee tan impávido
que no logro advertir
si tiene devoción
o sueño.

Ha erigido un santuario
al lado mío.


Buenos Aires

La luz se pasma
sucia y fría
como plata oxidada.

Mientras bebo café,
al otro lado del cristal
se arremolina gente
bajo árboles sin hojas.
Traen paraguas, abrigos;
en su prisa, se estorban.

Ajeno a sus afanes,
al ciclo de sus estaciones,
veo sus zapatos
enlodados, hundirse
en la boca del metro.
Una nostalgia
de repente me oprime:
en cosa de tres días
quedará lejos
esa prisa que hoy pasa ante mis ojos.



Marcelo Ariel: poemas

























El espantapájaros
Para los niños

en medio del basural

visto de lo alto

un pantalón y una camisa

Son la
evocación del cuerpo
de un hombre 
sin zapatos

sus manos

dos buitres desgarrando un saco

su cabeza

un rato


Motor discontinuo

La máquina de despertar
dentro de la máquina
de respirar
La máquina
de hablar
Dentro de la máquina
de pensar
La máquina
de andar
Dentro de la máquina
de cansarse
En la máquina de ser
La máquina de estar
Dentro de la máquina de dormir
y soñar con
La vida afuera
de la máquina de morir
En la máquina de soñar


Cangrejos aplauden Nagasaki
Para Gilberto Mendes & Mano Brown

(Villa Socó)
Cuerpos en llamas se tiran al barro
mujeres y niños primero
cangrejos aplauden Nagasaki
bebé de ocho meses es calcinado
en cuanto Beatriz
ahora entiende el poema último
Beatriz madre soltera antes de morir dio un inútil puntapié en la puerta

En el aire
gritos mudos
la noche blanca de humareda envuelve todo
alguien en el bar de la esquina
piensa en Hiroshima
en las voces
horror y curiosidad despertaron la ciudad
mezclándose
dentro del infierno ojos claman
por teléfono
el ministro es informado
–El fuego los consume…
La sirena de las fábricas no
silencia
Dos serafines pasando por el lugar
susurran en el oído
del Creador
“Villa Socó: mi amor”
Una vieja permaneció acostada
alrededor de la cabeza en la aureola
el último pensamiento pasa
el coro de las sirenas
en medio del campo iluminado
una garza vuela asustada
con los humanos y su infierno creado
en el manglar el viento mueve las hojas

Un bombero grita:
–¡KSL! El fuego está contra el viento. Cambio…

Fue Dios quien quiso
dice el mendigo
que sobrevivió porque estaba durmiendo en la alcantarilla de la avenida.
Un orgasmo es cortado al medio
cuando la pareja percibe el fuego
quemando el espejo.
Retrocediendo en el tiempo
lamentamos
el movimiento del gas
ligerísimo iceberg
que convirtió fuego en fuego, horror en horror

Villa Socó
Estacionó en la Historia
al lado de Pompeya, Joelma y Andrea Doria
Pensando en eso
levanto en este poema un memorial
para nosotros mismos
víctimas vivas
del tiempo
donde se moviliza la muerte esparciéndose en el paisaje
como el gas
que también incendia al sol
(bomba de extensión infinita)

Beatriz se sentó cerca de la puerta y quedó mirando el fuego.
Hasta que invade la escena la luz suave de otro sol frío.
Fin del juego.

(Lo que no quema)

Beatriz ahora es otra cosa y contempla:
rayos negros en un cielo negro
después blancos en un cielo blanco
suavemente penetré en un jardín
donde un único árbol existe.

(El incendio acaba y la garza se posa en el mangue, donde los ángeles sueñan)

En aquella noche uno se despertó
anduvo en medio de las llamas
y las llamas
lo quemaron.


Sueño que soy João Antônio soñando que es Fernando Pessoa

En un subterráneo Letes o en un Éufrates interno
Tocando ramas de invisible agua o haciendo círculos con piedritas tiradas en un Tejo etéreo
No importa…
La quimera-esfinge me espera en todas las márgenes teniendo a su derecha a Sá Carneiro y Antero que ríen de la risa de Cerbero, cuando entre ellos paso, soy cercado y como si soñase voy al encuentro de Adília Lopes que está danzando desnuda en la fuente rodeada por una aureola de cucarachas blancas. Adília me señala una fila de hormigas subiendo a los cielos, donde nubes forman el rostro de Dante, sentado acá abajo y esta vez despierto, veo un ángel tuerto de ocho alas leyendo cerca de la casa de Adélia Prado. Sabiendo de la existencia de una iglesia allí enfrente, pregunto al ángel: “¿Y entonces, mi hermano, viniste para la misa?”.  El ángel dijo: “No, yo vine por las hormigas”. “¿Y Dios?”, vuelvo a preguntar. “Está allá oyendo Bach”. Voy hasta la iglesia, empujo la puerta y entro en un terreno baldío donde ángeles sin alas juegan a la pelota con mocosos sin remera, todos muy felices como si realmente existiesen.


Sin señales para las cenizas en el agua
“De las cosas lanzadas al azar, la más bella, el cosmos”
Heráclito

La luz del ser es como el agua
también vino del Sol
donde todos los planetas quieren entrar

Dentro del Sol
El ser es inmóvil
como la gratuidad de un éxtasis
parecido a la respiración

Fuera del Sol
el ser es móvil
Tiempo eternidad
y tiempo cronológico


El agua es el Alma
dentro del cuerpo
En un cuadrado
hay un triángulo
de fuego
un eneagrama
de aire

En nosotros
el agua
es lo que ama
en cuanto el aire piensa
y la emoción es la llama
que el incendio da muerte
alimenta

El agua es lo que sueña
lo que el tiempo dibuja
los círculos que somos
creados por la piedra
que se hunde
cuando despertamos

El Yo
es el vapor que se desprende
del hielo:
esa ilusión llamada identidad
en el fuego del Ser disolviéndose
Cuando decimos Yo
el alma que es el agua duerme
y lo que perdemos es la nube
de lo que no sabemos


Es música todo
lo que el agua piensa
En el rastro de las nubes
se esconde la armonía
de esa sentencia, igual en la tempestad
el relámpago
rasgando el aire
es un silencioso canto
pero el trueno, quiere nuestro despertar
y fracasa, ese rugido estelar
que despierta en nosotros, apenas miedo y espanto,
hacia la estrella retorna
silente furia
que no comprende
nuestro llanto


Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2020.
Material enviado por Edson Cruz, poeta y editor del sitio web “Musa Rara” (www.musarara.com.br).

Marcelo Ariel (1968, Santos, SP), poeta, performer y teatrólogo. Autor de Com o Daimon no Contrafluxo y Ou o Silêncio Contínuo poesia reunida 2007-2019, entre otros. Fue actor/guionista del film Pássaro transparente, de Dellani Lima, y grabó el disco de spoken word Contra o nazismo psíquico con “Projeto Scherzo Rajada”. Su blog: http://teatrofantasma.blogspot.com/ 







 

Gabriel Jiménez Emán: EL HOMBRE ABSURDO, LA FILOSOFIA REBELDE DE ALBERT CAMUS





La idea de un mundo absurdo, de una existencia absurda o una realidad absurda siempre han tenido cabida dentro de mí. Desde que comencé a escribir y a observar el mundo, la idea de contrariedad, paradoja o ambigüedad surgieron coetáneas o compañeras de aquella: leí textos del absurdo como los de Alfred Jarry o Eugene Ionesco; novelas absurdas como las de Samuel Beckett y Franz Kafka; poemas absurdos como los de César Vallejo o cuentos absurdos como los de Virgilio Piñera; observé cuadros absurdos como los de René Magritte o  Max Ernst o películas absurdas como las de Luis Buñuel; pero nunca leí razonamientos absurdos tan diáfanos como los de Albert Camus en su obra El mito de Sísifo (1942), donde el escritor francés de origen africano nos pasea por el mundo del absurdo casi sin dejarnos respirar.
Dueño de una las prosas más bellas de la lengua francesa, (que aun en las peores traducciones se disfruta), Albert Camus está ubicado como hombre y como escritor en el corazón de la filosofía pura. Sus novelas, ensayos y artículos respiran y transpiran ideas como si éstas fuesen connaturales con el ritmo de su prosa, y nos abisman e inquietan tanto como pudiera inquietarnos la prosa de un Nietzsche,  que es la prosa más tersa de la lengua alemana. Esta belleza implícita en su manera de escribir es un arma de doble filo, porque jamás logra herirnos con sus dagas sino que nos motiva desde el centro del mismo filosofar, sin que para ello tenga que crear categorías o sistemas.
Ello es lo que hace justamente en El mito de Sísifo: crear un espacio para la sensibilidad absurda, abarcándola desde varios puntos de vista. Por ejemplo, Camus nos dice que no hay espectáculo más bello que el de la inteligencia en lucha con una realidad que la supera: se trata del espectáculo del orgullo humano, que es inigualable. La presencia constante del hombre ante si mismo es un espectáculo. Para el absurdo no hay mañana; el hombre absurdo es el hombre-tiempo: rechaza la añoranza. Esta razón lúcida que comprueba sus límites y que reconoce sus razones al término de ese camino; para el hombre absurdo el hombre no es racional o irracional, sino irrazonable. El hombre razona, quiere ser  fiel a la evidencia que la obra estimula, y esa evidencia es lo absurdo; hay un divorcio entre ser que desea y mundo que lo decepciona. El libro está repleto de ideas de este tipo, dichas de distintas formas. Arranca, de modo inesperado, desde la figura de Don Juan, seductor ordinario y superficial que no cree en el sentido profundo de las cosas, y por tanto es un héroe absurdo. Lo que no puedo negar, lo que no puedo rechazar, eso es lo que importa. Puedo negar todo, menos el caos del presente, el infierno del presente, la vida no tiene sentido pero debería tenerlo, aunque en el fondo, si bien lo vemos, se la viviría mejor si no lo tiene.
La idea del absurdo está asociada también a la de rebelión, que Camus ha abordado y desarrollado ya en su libro El hombre rebelde. La rebelión adquiere entonces un valor filosófico, pues la rebelión metafísica extiende la conciencia a lo largo de la experiencia. Dentro del rango del amor, Don Juan ha elegido no ser nada; el amor es esencialmente deseo, ternura e inteligencia: Don Juan es incapaz de amar y termina en un convento (lo contrario, acoto del Casanova italiano que amaba a todas las mujeres y terminó loco). Se hunde y reconoce que no hay pasión sin lucha, poniendo el ejemplo del joven Werther (el célebre personaje de Goethe) que se suicida por el amor imposible de Carlota.
Lo comprensible es aquello que puedo tocar, e incluso puedo negar todo, menos esa fractura entre el mundo y el espíritu. Para Camus, la conciencia perpetua  renovada entra en la vida de un hombre, y encuentra su fractura en el presente: el presente es un infierno, en cierto modo. Es arduo hablar sobre las cosas a las que alude Camus en este libro, sin usar sus propias palabras y sin usar sus giros verbales tan precisos, con ese estilo suyo tan delicado, pero es el que dice las cosas más terribles. Si la vida debe tener un sentido para vivirla, y se la viviría incluso si no tiene sentido: he ahí la naturaleza de lo absurdo.
Por otro lado, la posición filosófica el absurdo sería la rebelión, ya que la rebelión metafísica extiende la conciencia a lo largo de la experiencia. Cuando habla de la comedia, nos dice que esta es el espectáculo donde queda atrapada la conciencia y que el hombre, inconsciente, se precipita a la esperanza, mientras que el hombre absurdo comienza ahí donde termina el hombre inconsciente. Son, ciertamente, ideas filosóficas. Cuando se refiere al Actor, nos dice que éste cumple un destino absurdo en la medida en que representa otras vidas. El actor vive una gloria efímera que pronto se convertirá en polvo, Es una gloria engañosa la que vive: hace nacer y morir al ser sobre las tablas de un teatro, ese es un buen ejemplo de absurdo. Cuando el actor se asemeja al viajero, símbolo de lo perecedero, pues aquél no se ejecuta ni se perfecciona sino en la apariencia. En todo caso lo que importa no es una vida eterna, sino una permanente vivacidad.
Estas son sólo algunas de las ideas, torpemente transcritas, de las desarrolladas por Camus en este libro, que impacta por la rotundidad de sus imágenes, las cuales giran en torno a otras como aquella del Individuo que se define mas por las cosas que calla que por las cosas que dice; el individuo se torna marginal; para el individuo absurdo no valen las causas victoriosas sino las causas perdidas, pues éstas exigen “un alma certera”. Para Camus el amante, el comediante y el aventurero encarnan el absurdo; la grandeza de aquello que ejecutan está en la protesta (la rebelión) y en el sacrificio sin porvenir, pues una revolución se realiza siempre contra los dioses.
Prometeo sería, entonces, el primero de los angustiados “modernos”. La revolución de los pobres no es sino un pretexto para hacer una revolución. El hombre es su propio fin. La inteligencia (o la lucidez) es preferible al genio; la inteligencia domina ese desierto con fe en el que nos regodeamos, que muere al mismo tiempo que el cuerpo; sin embargo él tiene una libertad, y esa libertad consiste en saberlo. Entonces, el sabio sería el hombre que vive de lo que tiene y no aquel que aspira a algo, o especula sobre aquello que no tiene.
Existe, pues, una rebelión absurda, como homenaje que el hombre ejecuta a su propia dignidad, y este vendría a ser el goce absurdo por excelencia. Hace una alusión a Nietzsche cuando el gran filósofo alemán nos dice que “tenemos al arte para no morir de verdad.” Siempre tenemos el rostro de nuestras verdades, y el hombre absurdo no necesita explicar ni realizar nada sino disentir y describir cosas: sí, solamente describir: esa es la sola ambición del pensamiento absurdo. Tenemos, pues, que dentro del universo  magnífico (y pueril) del creador, la obra de arte no es un refugio de lo absurdo sino que ella misma es un fenómeno absurdo, y no ofrece solución al mal del espíritu. Y es por eso que para Camus, en el fondo, no habría una oposición clara entre arte y filosofía. Se trata, ciertamente, de un punto muy polémico; para el escritor francés el arte expresa una sola cosa bajo distintas formas; el artista y el pensador lo hacen de su obra una ósmosis, un solo problema estético y esta idea es nueva; se produce una exigencia total entre el artista y su obra; por supuesto el mundo no es nada claro; si lo fuera, no existiría la obra de arte.  Para Camus toda gran obra es esencialmente filosófica, porque a fin de cuentas pensar es sobre todo crear un mundo. Los grandes novelistas son novelistas filosóficos, y si no, son sólo novelistas de tesis; en el creador la ética es una rigurosa confidencia; en este orden de ideas, y aunque se trate de Kant, es un creador porque inventa sus propios personajes, esencialmente porque todo principio de explicación es inútil. Camus entonces nos dice que hay una felicidad metafísica de la defensa de la absurdidad del mundo y que la rebelión absurda es un homenaje que el hombre tributa a su dignidad.
En el fondo, el mal del espíritu no tiene solución, no ofrece respuesta alguna. Llega Camus al extremo de afirmar que, consciente de esta gratuidad, la rebelión no debe suscitar la esperanza y que en el mundo ficticio la conciencia del mundo real es más fuerte; en la creación, la más eficaz de todas las escuelas es la paciencia y la lucidez.
Se trata en El mito de Sísifo de un abigarrado conjunto de ideas, expuestas con una claridad que podemos calificar de crispante, basadas buena parte de ellas en el mito griego de Sísifo, personaje que se halla condenado de por vida a levantar y arrastrar una pesada roca hacia una cima; trabajo en el que gasta sus fuerzas y su tiempo, un trabajo penoso que le agobia. Cuando al fin ha conseguido llevarla hasta arriba, debe arrojarla otra vez cuesta abajo por el abismo. Sísifo entonces es el ser que se dedica a no acabar nada: ese es el precio que debe pagar por las pasiones que ha tenido en su existencia: es un personaje trágico pero con una conciencia de ello; es un bandido y a la vez un sabio prudente aunque esté encadenado a la muerte, es un trabajador inútil de los infiernos. Pero es también por excelencia el héroe absurdo, porque a la par de estar encadenado a la muerte, es un apasionado por la vida; se encuentra agazapado en las guaridas de los dioses y a la vez constituye un momento revelador de la conciencia. El destino le pertenece y la roca es su casa. Entonces el hombre absurdo, cundo contempla su tormento, hace callar todos sus ídolos. Pero para expresar el absurdo, para hacerlo ver, hay que ser coherente, usar un edificio bien estructurado de ideas y de palabras. Entonces Albert Camus pasa luego a ilustrar su idea del absurdo con un breve acercamiento a la obra de Franz Kafka. En la filosofía moderna, lo trágico está unido a lo lógico y a lo cotidiano, y Kafka ha descubierto esto. Gregorio Samsa es un viajante de comercio y no le preocupa sino lo que su jefe va a reclamarle al ausentarse de su trabajo, más que el hecho de haberse convertido en un insecto monstruoso. Mientras en El castillo los detalles de la vida cotidiana vuelven a ganar terreno hasta hacerse infinitos, interminables: nada termina, todo recomienza, al alma sigue indagando.
Las consideraciones de Albert Camus sobre el escritor checo son filosóficas en la medida en que lo conectan con una concepción  absurda del mundo. Y a esta concepción se interpone la idea de esperanza. Comienza Camus a decir que el arte de Kafka consiste en obligar al lector a releer, que la ausencia de desenlaces en su obra supone explicaciones, pero éstas no se revelan con claridad y obligan al lector a releer constantemente: surgen varias posibilidades de interpretación de diversas lecturas. Kafka lleva a cabo una obra llena de símbolos. En El proceso, Joseph K es acusado pero no sabe por qué. Quiere defenderse, le nombran abogados, lo juzgan, lo condenan y él apenas se pregunta por qué. Lo llevan a un arrabal, lo degüellan y antes de morir, el condenado dice solamente: “como un perro”. Joseph K nunca se sorprende; nada le asombra. Y esa falta de asombro es una contradicción y es sobre todo un signo de lo absurdo. En El castillo Camus ve la aventura individual de un alma en busca de su gracia, y le reclama a los objetos que les revelen su secreto real, y a las mujeres los signos de Dios que duermen en ellas; mientras que en La metamorfosis existe la imaginería de una ética de la lucidez: el hombre se convierte en monstruo, en una bestia, sin esfuerzo alguno. Kafka se convierte en el maestro de estas oscilaciones permanentes entre lo natural y lo extraordinario, el individuo y el universo, entre lo cotidiano y lo sobrenatural. En la condición humana, nos recalca, hay una absurdidad fundamental, y al mismo tiempo una grandeza implacable. He aquí el punto nodal de la separación entre el alma y el cuerpo, entre los goces de éste y las intemperancias de aquella. En este sentido, el absurdo en Kafka “se expresa mediante lo lógico, y nunca exagera cuando desea expresar este absurdo, que procede con la mayor precisión y mesura; lo trágico se torna natural, casi sosegado.” 
Para expresar el absurdo, Kafka debe ser coherente, éste debe ser descrito con lujo de detalles. En El proceso la carne triunfa, la desesperación, la rebelión respira todo el tiempo. ¿Dónde entra aquí la esperanza? El proceso plantea un problema que resuelve El castillo bajo una forma científica. El proceso diagnostica y El castillo imagina un tratamiento. Pero el remedio que se propone en él no cura. Lo único que hace es que la enfermedad entre en la vida normal. Ayuda a aceptarla, dice Camus. Recordemos que desde la aldea es imposible comunicarse con el castillo. K no consigue el camino. Cientos de páginas emplea Kafka para describir diligencias, astucias, rodeos, mientras K se empeña en ejercer su oficio de agrimensor.
Camus llama a los personajes de Kafka “autómatas inspirados”. Son unas metáforas de nosotros mismos, privados de diversiones y entregados a la humillación de los dioses. Aquí, Camus pone a Kafka a competir con Kierkegaard: aparece la esperanza. Cuanto más trágica es la situación, más provocativa se hace la esperanza. Lo absurdo en El proceso es más conmovedor que en El castillo. La conclusión es que hay que haber escrito El proceso para escribir luego El castillo.
En este sentido, Kafka, Kierkegaard, Chejov y los filósofos existencialistas (incluyendo al propio Camus) se hallan orientados hacia lo absurdo. Y descubren un gran grito de esperanza. “La esperanza se introduce por medio de la humildad”, dice Camus. En la parte final del ensayo Camus asoma esta idea en Kafka, diciendo que éste niega a su Dios la grandeza moral, la bondad y la coherencia, pero para arrojarse mejor a los brazos de lo absurdo, aceptándolo. La esperanza estaría entonces en escapar a esa condición; el pensamiento existencial está repleto de esperanza, similar a la del cristianismo. Sin considerar propiamente absurda la obra de Kafka, dice que ésta ha sabido simbolizar el paso de la esperanza a la angustia y de ésta a la sensatez.

Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950). Escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. Vivió cinco años en España y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Buenos Aires, Santiago de Chile, Santo Domingo, Ginebra y Quito. En el terreno cuentístico es autor de varios libros entre los que destacan Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973; Monte Ávila Editores, 1993), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997),  La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005), La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005), Había una vez… 101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009). Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal, el Premio Romero García de Narrativa del Consejo Nacional de la Cultura y el Premio Nacional de Narrativa Orlando Araujo y el Premio Solar de Ensayo de la Fundación de Cultura del Estado Mérida (Mérida, 2007) por el libro El espejo lúcido y el Premio Nacional del Libro (Cenal, 2004). 
En el campo novelístico nos ha ofrecido La isla del otro (Monte Ávila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, 1991), Mercurial (Planeta, 1994), Sueños y guerras del Mariscal (Comala, 2001; Ediciones B, Bruguera, 2007; Campaña Nacional de Lectura, Quito, Ecuador, 2008), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, Yaracuy, 2004), Averno (El Perro y la Rana, 2007), Limbo (El perro y la Rana, 2017), El último solo de Buddy Bolden (Menoscuarto Ediciones, España, 2016). Sus libros de ensayos literarios son Diálogos con la página (Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1984), Provincias de la palabra (Planeta, Caracas, 1995), El espejo de tinta (Fondo Editorial Ambrosía, Caracas, 2008) y Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (Biblioteca Básica Temática, Caracas, 2004), Espectros del cine (Cinemateca Nacional, Caracas, 1998), El Contraescritor (El perro y La rana, Caracas, 2008), La palabra conjugada (Fábula, 2016), Mundo tórrido y caribe. Literatura y cultura en Venezuela (Fábula, 2019). 
Como poeta es autor de los libros Materias de sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, 1978), Baladas profanas (La oruga luminosa, 1993) y Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial del Caribe, Anzoátegui, 2007). Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006. (Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 2010), Solárium (Casa Nacional de las Letras, 2015) y Los versos de la silla rota (Fábula, 2018). 
Ha realizado una amplia labor como investigador y antologista, entre  cuyas obras se encuentran: Relatos venezolanos del siglo XX (Biblioteca Ayacucho, 1989), El ensayo literario en Venezuela (La Casa de Bello, Caracas, 1988), Mares. El mar como tema en la poesía venezolana (Banco Unión- Ateneo de Caracas, Premio ANDA, 1990), Ficción Mínima. Muestra del cuento breve en América, (Fundarte, Caracas, 1996), y antologías literarias con sendos estudios sobre Víctor Valera Mora, Luis Fernando Álvarez, John Lennon y Bob Dylan, Brian Patten, Baica Dávalos, José Lezama Lima, Vicente Huidobro, Ludovico Silva, Salvador Garmendia y Adriano González León. Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirigió la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico y la revista Imagen en el Ministerio de Cultura, es Coordinador General de la Fundación “Elisio Jiménez Sierra” y director de Fábula Ediciones (Coro, Venezuela). Organiza desde hace ocho años el Festival Internacional de Poesía Palabra en el Mundo desde el Estado Falcón. Recibió en 2019 el Premio Nacional de Literatura correspondiente a 2016-2018.
En 2019 obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Venezuela por el conjunto de su obra.




viernes, 9 de octubre de 2020

Osvaldo Ballina: Poemas

 









 
 
 
 



























el ardor

todos los días todas las noches
el incesante ardor
ausente de estridencia
verano que acomete
los sentidos
alcanza a durmientes
curados de vicios y anhelos
animales de piel libre
las rocas son confines
de lo que florece
galerías sin reprensiones
lenguas con devoción
que se buscan y devoran
para cantar lo creado
libres del destructivo yo
la subversión
única obediencia
de la ternura
signo que convoca
a todo lo que se abre paso
hacia nacimientos 
que no aceptan lo inferior

palabra brújula

la palabra brújula
reduce la inutilidad
y lleva la ilusión
a un futuro
que nace  y muere
nutrido en sí
el ojo es cal viva
no acepta paisajes sumisos
insemina espacio y tiempo
florece terrestre
donde solo se respira
y el juego resulta

fórmulas abiertas

el evangelio del sin dudas
cansa porque cansa
nada es puro, nada es impuro
nada es cierto, nada es mentira
la vida pasa inobservada
para sus artilugios
sin ninguna dirección deseada
ser tomado en serio
puede ser una razón de vida
un martirio de la inteligencia
preferible lo no creado
él tiene el deseo
y también el pánico
se deja husmear
por dioses y demonios 
y la cabalística
de quien ama

las babas

amanecieron no en las ramas
sino en la visión de la tierra plana
egotismos deseos 
fracasados
que dejan al descubierto 
la ligereza de la existencia
señal de ésta u otra vida
continuidad de la tierra irreal
babas que son
una escritura ingenua
opuesta al raciocinio
igual a los mares
en interno y externo
analogías de un hilo invisible
como el observador
senderos clandestinos
arduos de distinguir en el fárrago
continua evasión
de mirar la garganta del tiempo   

qué boca te devoró

qué boca te devoró
para un nuevo nacimiento
en vientre trémulo
caosluz 
donde palpas el vacío
en éxtasis
que forja esta dimensión 
y todo desnuda
sin violencia
frigidez del ojo
o el fulgor de la fiera
en el falso templo

(de "La soledad prescindente", 2020)


Osvaldo Ballina (La Plata, Buenos Aires, 1942)  Poeta y traductor. Autor de una vasta obra ha

publicado: El día mayor, 1971; Esta única esperanza contra todo, 1973; Es temprano, 1973; Aún tengo la vida, 1975; En tierra de uno, 1977; Caminante en Italia, 1979; Diario veneciano, 1982; Ceremonia  diurna, 1984; La poesía no es necesaria, 1986; La vida, la más bella, 1988; Sol que ocupa el corazón, 1991;Sondas, 1992; Estamos vivos y vamos a vivir (Antología), 1993; Final del estante, 1994; Verano del incurable, 1996; Confines, 1998; El viaje, 2000; Apuntes del natural, 2001; El caos luminoso, 2002; Conjuros, 2003; Oráculo para dones fatuos, 2006;El pajar en la aguja, 2007; Prodigios residuales, 2009; Lejos de la costa, 2010; Profanaciones ínfimas, 2011; Memoria de la India, 2012; Refugio de altura, 2014; Oficio de extraño, 2015; La mirada/Identidades, 2016.
Su obra ha recibido diversas distinciones, entre ellas: Faja de Honor de la SADE (1976) a nivel nacional. Premio Consagración de la Legislatura de la Pcia. de Buenos Aires (1996). En 2017 la Secretaría de Cultura y Educación le otorgó el reconocimiento a su vasta trayectoria. Se ha desempeñado como jurado en la Secretaria de Cultura Provincial y en diversas provincias.
Ha traducido autores contemporáneos europeos y sus propios poemas han sido difundidos en antologías nacionales, latinoamericanas y europeas. Actualmente trabaja en dos libros inéditos del presente año y participará invitado en lecturas y mesas redondas en Italia.




miércoles, 7 de octubre de 2020

Luis Pereira: Poemas

 

























HE VISTO LOS SITIOS
bailables desaparecer

donde antes hubo una escena romántica
embarcaderos
sitios de amarrar 
portuarios
he visto la nómina de los muertos

SON LAS FURGONETAS DEL HOSPICIO
 
Hay un sitio en el asiento del fondo
Atuendos baúles viejas indumentarias útiles para el viaje
Hay un sitio junto al chofer
Son los vehículos de la funeraria 
Estacionan en doble fila en la principal
Son las sirenas del vehículo 
Es la puerta de emergencia los heridos del conflicto del que hablan en la televisión 
Acá no hay decoración mayormente 
Son las furgonetas del nosocomio 
La superficie preparada los terraplenes
Los cerrojos las puertas que no se abren desde el interior 
Es la palada de tierra lo banal del movimiento de los sepultureros

SUCEDÁNEOS del abrazo:

Contratar una plataformas de streaming
Agendar el móvil del delivery más próximo
Suscribirse a un servicio de compañía
Oír a Piazzola  en la fm del Estado

POSIBLES USOS DE LA CUARENTENA 

Tener un affaire 
Que tu marido no se entere 
Diseñar un encuentro de sexo virtual 
Contigo
Adquirir un gato por 
Mercado Pago
Oír canciones feministas y
Consignas 
En la radio de La Plata  

SÉ SIMPÁTICO con los chicos de la Fomento 

Ofréceles sonrisas dedicadas 
Sé gentil con los del comisariado
Levemente adulón de las señoras de la Comisión  Patriótica 
Hazte habitué a los vernissages 
Asiste a las conferencias del Enjoy
Viste pulcramente en esos sitios
Sé deferente con los jurados de 
Letras
Haz que se sepa cuánto los valoras
Omite brusquedades señales adversas
Aprende el camino a las antologías 
Al Premio Nacional 
(Poemas de Olga Araoz,
Instrucciones para una carrera literaria).

ACTÚA NORMAL 

Camina desenvuelto 
Procura no mirarlos o míralos con 
Despreocupación 
Identifica sus vehículos 
Sus miradas te resultarán familiares
La prepotencia se respira finalmente
Evita los sitios despoblados
Los poco frecuentes 
Cuida las canciones que tarareas
No menciones el nombre del poeta
Viste con sobriedad 
Atuendos poco vistosos
Prefiere el cabello ordenado
La pulcritud de los modales
Se cuidadoso con las señales 
Recuerda las contraseñas
Se convincente en las historias que narras
Prosigue las bromas aún cuando no te conmuevan 
No te distraigas siquiera un momento 
Incluso quien te abraza 
Puede ser uno de ellos
(instrucciones para no ser advertido por los vigilantes).

¿NUEVAS FORMAS DE DECLAMAR?

¿Lo afectado lo sensuado?
¿La palabra sollozo? ¿Misterio de los tiempos, luz 
esencial?
¿Arcilla húmeda? 
¿Río amargo, ventana de sol, arrebato de 
flores?
¿Trampas inciertas?
¿Una calle cualquiera, café en la esquina? ¿Boca 
seca?
¿Nada murió del 
todo?

DEPURANDO LA LISTA DE AMIGOS EN FACEBOOK 

Cinco se han muerto en el último otoño
Diez se han tornado fascistas
Quince neo estalinistas
Diez son oficialistas. Algunos tienen puestos de gobierno 
Tres son mujeres a las que he incomodado. 
Dos son maridos posesivos. 
Uno es un rufián local. 
Uno artista conceptual. 
He terminado mi tarea. Me siento más liviano, con breve equipaje. 
Todo cabe en la baulera del coche  23.

QUINCE AÑOS DESPUÉS

Mi ex mujer me invita a su casa
Poca fiesta comparable
Quédate conmigo
Me ha dicho
Los animales de la casa te extrañan
Trae repostería cuando vengas
Una combinación de dulces y salados
Sorpréndeme con las confituras
(La casa violeta
Las novelas de la tarde 
La algarabía lo nupcial)
(No es algo de narrar
Las caricias minuciosas
El dormitorio principal)


Luis Pereira Severo (Paso de los Toros, 1956). Es autor de Murallas (Libros de Granaldea, 1980), Señales para una mujer (Programa, 1985, y La Tinta del Alcatraz, Toluca, Méjico, 1993), Memoria del mar (Destabanda, 1988), Poemas de acción y mujeres delgadísimas (Ediciones de Uno, 1992), Retrato de mujer azul (civiles iletrados, 1998), Manual para seducir poetisas (civiles iletrados, 2004), Pabellón Patrio, Serie de Relatos Íntimos (Yaugurú, 2009) y Poemas para mi novia extranjera, milonga rioplatense (VOX, Bahía Blanca, Argentina, 2015; civiles iletrados, 2018). En 2001 y 2008, con Cumbia villera y Pabellón Patrio respectivamente, obtuvo mención en el concurso de poesía de la Intendencia de Montevideo. Integra las antologías Nada es igual después de la poesía, cincuenta poetas uruguayos del medio siglo, 1955-2005 (Centro de Difusión del Libro, MEC, 2005) y La confabulación de las arañas (Detodoslosmares, Córdoba, Argentina, 2018). En 2012 participó como poeta invitado del proyecto Altavoz Poesía Parlante, muestra de poesía  propalada a través de altoparlantes en vía pública en la ciudad de Colonia. En 1988 y 1989 formó parte del grupo de acción poética Fabla. Formó parte de las revistas Nexo (1975), Destabanda (1977-1979), Cuadernos de Granaldea (1980-1983) y Tranvías & Buzones (1987 – 88). Fue colaborador del suplemento cultural del diario La Hora, corresponsal de Brecha y redactor de Estediario y Siete dias de Maldonado entre otros. Especialista en Gestión Cultural por la UDELAR, cursa actualmente la Maestría en Políticas Culturales del CURE – UDELAR. Entre 2005 y 2015 estuvo al frente de Programación Cultural de la Intendencia de Maldonado. Como tal fue coordinador de las primeras ocho ediciones del Encuentro de Escrituras. Es editor de poesía y coeditor del proyecto editorial civiles iletrados. Con Poemas para mi novia extranjera obtuvo el Premio Nacional de Literatura MEC, poesía édita, en 2017. Con Poemas para leer en una pantalla de 5 pulgadas fue primera mención poesía del concurso Juan Carlos Onetti de la intendencia de Montevideo, año 2018.
 


Fabián O. Iriarte: Poemas

 




 


 
















la mantícora


“manticore est une beste...”

en sueño y en vigilia / una persecución

escondido en tus viejos rincones


hay una naturaleza quieta que se mueve

y tiene una amapola maligna una sierpe algunos reptiles

caracoles y mariposas / también luz de fuego


dura un mínimo instante

que es como la descripción de un día perfecto

como una ciudad en sueños

 


et narrat scire nefanda meam


si entendés de qué hablo / o sin sueño

una lluvia / una calle torcida que da vueltas

como tus frases / (dice saber

todos mis malos actos)


como un signo hecho porque sí

que el azar ha vuelto insignificante


las rosas ya están desnudas

yo todavía no



 una desconocida llamada marlene explica

sus más ocultos deseos


signos de puntuación dos puntos & entre comillas

: “mi última voluntad sería

que me tomaran por un tipo raro” paréntesis


& coma (porque significaría

que nadie me conoce en absoluto),


el brillo cae del aire exclamación! exclamación!

exclamación! seguida de cursiva y citas oportunas

este es el mes más cruel han dicho

interrogación ¿y punto & coma?


close up acercamiento al focus / de todas nuestras especulaciones

inconsequential language can carry a charge punto. aparte...


(suspenso) ...y entonces se murió por supuesto—fade in

fade out ahora unan ahora traduzcan



 walt whitman cuidando a los enfermos


resulta difícil ser simple / me contradigo, acaso

la poesía es feudal lo siento / i’m sorry pero no

hablo del principio ni del fin


todo rechazó / : la histeria los grifos el fuego azul

la puntuación / se sentía como en su hogar on the hills of vermont

in the woods of maine or in the texas ranch


(decía: “houses & rooms are full of perfumes”)

tuve seis hijos / comrade of californians

(loving their big proportions) / ¿debo vestirme

como florencia ruiseñor? 


the real me / berdache cross dressing

todavía queda intocado inefable por completo inalcanzado

“tus huesos parecen estar fríos mi querido”


última pregunta / ¿estás sediento?

o pájaro en ceniza



mademoiselle rivière 


el señor que te retrató / quedate quietita

« une vraie dame ne bouge jamais »

firma sus cartas de amor “monsieur ingres”


y habla de sí mismo en tercera persona

on parle de lui / l'art pour l'art

a sus discípulos les grita malditos traidores

si no siguen sus lecciones


en el trazo del cuerpo / tu querida mamá

no comprendió jamás qué veía qué veía

le maître en su hija / esa boa


de pieles y los guantes / qué

escándalo dios mío / (tu mamá sospechaba)


 

juan rodolfo doble v usa por primera vez

un pronombre femenino


prisionero / en el fenómeno feroz 

de las siete de la tarde / para decir amor

para contar secreto


cansado / desnudo / demudado 

echado en cama / cerrado yéndose en el agua

como leandro nadando hacia su hero 

y lo más grave sin dinero alguno


casi seguro / como decía ludwig

de que todo se debió a un error



tercer temporal


somos objetos frágiles

y a veces estamos ahí / justo

cuando todo se desencadena


vamos a rompernos / y no

(la rajadura / esa grieta

de a veces el mundo)


 

agotados los medios para obtener amor

(:elemento plegable en forma de pajarita)

                                                susana thénon


frente al espejo / haciéndome el amor

porque no encontré un pajarito / el espejo

se ha roto esta noche


los medios se agotaron / me he vuelto

un monstruo / un animal fabuloso

he devenido marta / pegame y llamame carlos

suzanne marcel proust c’est fantastique


te miro y creo que eres o que sos

no sé / cómo llamarte / si has perdido

todo trazo de tu nombre / toda huella de tú

tu vergüenza / “lo que hay que ver


en estas épocas” / se agotaron los medios

me pliego y digo amor / caniche / chucherías 

maldito cucharas mórbido / quereme




Fabián O. Iriarte (Laprida, Buenos Aires, 1963) Licenciado en Letras (Universidad Nacional de Mar del Plata, 1987) y Doctor en Humanidades (University of Texas at Dallas, 1999), es profesor de Literatura Inglesa y Literatura Comparada en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es miembro y co-director de los grupos de investigación “Problemas de la Literatura Comparada” y “Cultura y Política en Argentina” (CE.LE.HIS).


Entre sus libros de poesía se cuentan La intemperie sin fin (Melusina, 2001), La mudanza (Gogol, 2009), Devoción por el azar (Bajo la Luna, 2010), Cuentas por saldar (Ediciones en Danza, 2010), Las confesiones (Huesos de Jibia, 2012), La Caja P (Ediciones del Dock, 2012), El punto suspensivo (Letra Sudaca, 2014), Las causas del desconcierto (Zindo & Gafuri, 2016), Sópola temprar (Baltasara Editora, 2017) y Al comienzo era sólo un murmullo (EUDEM / Universidad Nacional del Litoral, 2017).














domingo, 4 de octubre de 2020

Antología Federal de Poesía Ciudad de Buenos Aires, Consejo Federal de Inversiones

 









Poetas seleccionados:

Paulina Aliaga

Mercedes Araujo

Teresa Arijón

Ana Arzoumanian

Jorge Aulicino

Sandro Barrella

Bárbara Belloc

Salvador Biedma

Catalina Boccardo

Fernando Gabriel Caniza

María Casiraghi

Susana Cella

Valeria Cervero

Flor Codagnone

Javier Cófreces

María Julia De Ruschi

Patricia  Díaz Bialet

Rodolfo Edwards

Carolina Esses

Laura Estrin

Dolores Etchecopar

Celina Feuerstein

Patricia Foglia

Jorge Fondebrider

Natalia Fortuny

Gabriela Franco

Romina Freschi

Javier Galarza

Griselda García

Irene Gruss

Leticia Hernando

Paula Jiménez

Nurit Kastelan

Ana Lafferranderie

Liliana Lukin

Tom Lupo

Karina Macció

Lucio Madariaga

María Magdalena

María Malusardi

Nara Manzur Cao

Lucas Margarit

Lucas Marín

María Mascheroni

Tom Maver

Gito Minore

Fernando Molle

Esteban Moore

Alberto Muñoz

Clara Muschietti

Andi Nachón

María Negroni

Fernando Noy

Graciela Perosio

Dafne Pidemunt

Liliana Ponce

Graciela Perosio

Roberto Raschella

Milton Rodríguez

Mercedes Roffé

Juana Roggero

Mónica Rosemblum

Daniel Samoilovich

Victoria Scholnik

Claudia Schwartz

Yaki Setton

Mónica Sifrim

Marcos Silber

Lucas Soares

Enrique Solinas

Patricia Suárez

Alberto Szpunberg

Luis Osvaldo Tedesco

Juano Villafañe

Paulina Vinderman

Florencia Walfisch

Laura Wittner

Laura Yasán

Verónica Yattah


Consultores de la selección: Leopoldo Teuco Castilla, Susana Villalba, Eduardo Mileo, Alejandra Correa.


viernes, 2 de octubre de 2020

Jorge Santiago Perednik: Nueva Poesía Argentina durante la dictadura (1976-1983)











Un breve poema de e.e. cummings anuncia el nudo problemático de las antologías:


                         el sr. u no será olvidado

                          ya que como antólogo

                          vendió a los muchos por los pocos

                          sin olvidar al sr. u


El sr. u podría fácilmente ser sustituido en el poema por el sr. p o la sra. de a y al menos en un punto los efectos serían los mismos: el juego de los muchos desplazados por los pocos seguiría estando presente, porque es lo que hace de una colección una antología. El universo o conjunto de todos los poemas escritos entre ciertos límites temporales y geográficos es enorme, el universo conocido  por el antólogo menor, y la  porción por él seleccionada, la que va a dar forma a la antología, ínfima en comparación con el total, aunque a veces más grande que su destreza.


El sacrificio de los muchos a favor de los pocos (en esto consistiría la selección según algunos: en realidad es primariamente una operación de inclusión), es criticado frecuentemente; se llega a asimilar la exclusión a una especie de crimen múltiple, a un genocidio, lo cual es verdadero y falso. Falso para la razón, verdadero para la fe, este sacrificio tiene una cualidad más amplia que la antológica: forma parte de la vida; es una entre las tareas principales del tiempo, que al elegir, descartando o preservando a cada instante, se muestra como un gran antólogo. Hay algo más: de la operación llamada selección resulta nada menos que la literatura o, dicho de otra manera, la literatura pensada como resultado es una selección, un conjunto incompleto. Y algo más: todo lector activo, todo escritor, tiene sus preferencias; su gusto literario sacrifica a los muchos por los pocos, de alguna forma realiza su antología, seguramente diferente de las demás; editarla es apenas volverla pública. 


Luego suele aparecer el reproche de la falta de objetividad, la arbitrariedad de esta o aquella antología. Sin embargo antologar es ser de una manera peculiar arbitrario, es fundar el juicio en el gusto: resulta cuanto menos extraño suponer que el sacrificio de los muchos por los pocos que realiza el antólogo puede llegar a ser un hecho puramente objetivo. El verdadero problema de las antologías, incluido en el poema de cummings, es otro: el que se presenta cuando el gusto  como fundamento último de la selección es reemplazado por la utilidad o   la conveniencia; cuando la estética se basa en la aritmética. Aún dado este supuesto, tan frecuente por cierto, los versos de Cummings se niegan a considerarlo con tono trágico y prefieren mostrar a la antología como una farsa que tiene lugar cada vez que la tragedia es representada como negocio: en estos casos el horror de Cronos comiéndose a sus hijos se diluye en la venta, metáfora de toda operación donde la arbitrariedad encuentra su justificación o motivo en alguna forma de lucro.


La ficción utópica implícita en las antologías es parecer una colección de lo mejor de los mejores, y esta es la fantasía de muchos lectores al adquirirla. Respecto de este punto el presente escrito tiene una posición reactiva y pudorosa, denuncia la subjetividad teórica del antólogo y a la vez acota su práctica, pone límites a su elección, evita mostrar un gusto liberado a sus caprichos. Elige en definitiva otro tipo de jugada antológica, quizás más adecuada a estos tiempos, quizás más necesaria, pero seguramente no más interesante o valiosa.


II



Del cordón sanitario que rodea el gusto del antólogo habría que mencionar un primer límite temporal, un primer disgusto: participan de la antología solamente los poemas de autores que publicaron su libro inaugural después de 1976, esto es, repitiendo el título de un ensayo, los que se iniciaron públicamente formando parte de “La poesía en el período del terror”.


Esta referencia política asociada a esta otra referencia temporal merece ser ampliada: por época del terror se entiende aquí la que sufrió la sociedad argentina desde 1976 hasta 1983, bajo el gobierno de una dictadura liberal-militar (los “liberales” argentinos durante medio siglo anterior, algo barrocos, gustaron de este oxímoron, ser pro-dictatoriales, lo que demuestra que su liberalismo si cabe seguir llamándolo así, es bastante atípico). Cualquiera podría objetar que el gobierno del terror en realidad comenzó un par de años antes; ello sería cierto, pero no útil a los fines de la presente antología, para la cual el golpe de Estado tiene la fuerza de una marca.


El segundo límite, recurrir como eje metódico a las revistas de poesía que comenzara después de 1976 (lo que provoca necesariamente un tercer límite geográfico, dado que esta actividad tuvo por centro la ciudad de Buenos Aires) responde al objetivo general de esta selección, que más que dar a conocer la mejor poesía de un lugar y de un tiempo intenta hablar de sus  posiciones, sus movimientos, sus relaciones, mostrar algo que es mucho más que un espacio o campo o instituciones y que atraviesa la cultura: los poemas y poéticas que permiten construir estas abstracciones. Quizás el más bello poema erótico escrito en la Argentina sea Del buen amor  (1980), de Daniel Rodríguez Mujica, autor que publicó su primer libro en 1976 y que no figura aquí porque no participó de ninguna revista. Siguiendo las mismas restricciones elegidas, hay autores de obras seguramente importantes que sí participaron, y activamente, en dicho movimiento pero, al haber publicado su primer libro con anterioridad a 1976, tampoco están incluidos. 


La idea es tan sencilla que puede resultar difícil de entender: quien busque leer la mejor poesía de la época, más que recurrir a esta u otra antología, tendrá que tomarse el trabajo de leer los libros publicados en le época: quien quiera formarse una idea de lo qué pasó poéticamente en aquellos años, en cambio, podrá encontrar en estas páginas una aproximación, una ayuda o un obstáculo, una perspectiva.


III



El golpe liberal-militar tuvo lugar en marzo de 1976; las revistas comenzaron a publicarse hacia fines de 1979. Hicieron falta tres o cuatro años para organizar estas respuestas al miedo, lo que tiene su explicación: en un ambiente signado por la censura a los escritos y la persecución de las personas, en el que incluso la apariencia de pensar era sospechosa, y donde por otro lado las dificultades eran enormes, la publicación de revistas rodeada de obstáculos amenazantes, era a la vez una especie de locura y un acto de sensatez. Un desafió que bien valía la demora de meses o años en la publicación de cada número: rompía cierto silencio deseado por la autocracia gobernante, y por otro lado ofrecía variantes distintas a las de los medios masivos, todos sujetos al control oficial. La posibilidad de circulación de voces que presentaban las revistas suscitaba un entusiasmo en autores y lectores que a su vez entusiasmaba a los editores: el círculo se realimentaba.


Este cumulo de circunstancias explicaría las coincidencias que mostraron las revistas entre ellas: en primer lugar todas tenían la idea de que publicarlas era una necesidad: una difusa acepción de necesidad que mezclaba ingredientes personales, literarios, políticos, etc. En segundo lugar, todas asumieron con mayor o menor recato una pose antiacadémica, de diferenciación con lo instituido. Finalmente, con la sola excepción de Último Reino, cumplieron con una cualidad esencial de la literatura, fueron objetos de resistencia al estado de cosas reinante en su época. Alguien podría reírse del poder de esta resistencia, de su eficacia sobre la realidad; tendría razón –siguiendo el primado de la aritmética- en términos del resultado social,  pero se olvidaría que tanto la resistencia como la realidad tienen múltiples dimensiones y que la individual o poética, por ejemplo, no son las menos importantes.


Por otro lado, hubo una diferencia fundamental entre las revistas, positiva para el refuerzo de la literatura: cada una de ellas privilegió o descartó alguna poética. Cada poética, habría que decir, es distinta de las otras para empezar por sus modos de usar el lenguaje. Esta afirmación refiere a un par de prejuicios más o menos extendidos que hubo por aquellos tiempos, y que en menor medida sigue habiendo. Según el primero el trabajo formal no es necesario para que se constituya el poema; por el contrario, suele ser un exceso. Según el segundo no necesariamente los poemas son significativos: algunos no significan nada. Ambos prejuicios generalmente conviven. Contra ellos habría que insistir diciendo que todas las poéticas, sin excepción, operan formalmente, que todas tienen sus artificios; la poética de la no forma, del grado retórico cero, es llanamente imposible. Y que cada poema, por ser una operación lingüística, nunca deja de significar algo, aunque este significado sea relativo a cada encuentro entre el poema y el lector. Una poética del puro artificio, del grado semántico cero, es tan imposible como la anterior, y así lo demuestran todos los intentos en este sentido.


Las consecuencias de ambos prejuicios no son intrascendentes. Afirmar la imposibilidad final de leer ciertos poemas, considerarlos ilegibles, es predisponer a los lectores para su no-lectura. También es juzgarlos como una especie de oligofrénicos, de intelectualmente incapaces que necesitan un lenguaje especial para entender lo que está escrito. Por su parte sostener que la significación la dispone el autor, la inscribe definitivamente en el poema como su “contenido”, y esto es lo que el lector lee o debe leer, lleva a una visión autoritaria de la literatura: en ella el autor pasa a ser el dueño de la verdad del poema, el lector es reducido a un simple receptor pasivo –cuando no a un cliente-, y el poema es subordinado a un contenido previo y homologado a la calidad de mensaje; en muchos casos se lo subordina a fines persuasivos, se lo piensa como instrumento para la tarea publicitaria o pedagógica o catequizadora de cambiar la conciencia de los otros. En ambos prejuicios tanto el poema como el lector –y para quienes no gustan del autoritarismo también  el autor- sufren minusvalía.


IV



1. La poética surrealista tuvo su baluarte en las revistas Poddema (N° 1, 1979) y Signo Ascendente, su  continuación, que defendieron los principios teóricos y las prácticas surrealistas establecidos desde la década del 20. Respecto de estas últimas, su propuesta es “un doble curso de, por un lado, atestiguar en la acción la vida más íntima, la vida de lo inconciente, la vida del deseo, la vida mágica, y por el otro, la constante oposición a la situación social que nos toca vivir”. “El surrealismo, objeto ante todo de nuestro deseo, aunque para muchos ese cadáver de sí mismo o de las circunstancias, pero en alguna medida útil o bellamente anecdótico, según sean las sórdidas modalidades de esa razón de cuatro paredes que todavía persiste, es en nuestro caso menos  el sitio de reconocimiento de afinidades accidentales, exteriores que el de una instancia por cuya fuerza no podemos  sino abandonarlo todo, a fin de recobrarlo todo, definitivamente.”  Su último N°, el 2-3, de 1982, condenando el uso de la poesía y el arte como espectáculo comercial, se ocupa de ciertos eventos para-oficiales y de la “sórdida, descarada colaboración” de los artistas en su realización, entre ellos del “mayor acontecimiento cultural de la época”, los concursos Coca-Cola, en los que participaron muchos poetas destacados –entre ellos los poetas ‘surrealistas’ de más renombre- y miles de jóvenes poetas, entre ellos algunos contestatarios de palabra, agraciados con el don de la ubicuidad en los hechos.


2. La poética inmediatista que fuera dominante en los años 60-70 continuó  vigente tras el golpe militar con distintas variantes, aunque lejos de dominar el  panorama. Dichas variantes tienen en común la idea –utópica o totalitaria- de que la  poesía debe llegar a todos. Lo que necesariamente repercute en  el lenguaje de los poemas, haciéndole a veces ganar en cotidianeidad, a veces en simplicidad (la complejidad que aparenta su contrario), y a veces, para usar un eufemismo, en pobreza. La supuesta cotidianeidad del lenguaje hace que muchos llamen a esta corriente coloquial, y la relación con los lectores que sea definida por otros como populista. El nombre de inmediatista tiene en cuenta primero que en los poemas se escribe sobre lo inmediato, luego que se procura que el que lea entienda de inmediato, o, a veces, que entienda sólo lo inmediato, y por último que también se defiende una escritura inmediata, al menos es lo que parece por el unánime repudio a las escrituras complejas, a la minuciosa tarea con el lenguaje, a lo que llaman “artificio”. Otras dos coincidencias básicas son la concepción de la poesía como un medio –de comunicación, de expresión, de “concientización”, etc-, que implica que medios y fines son separables, diferentes entre sí, debiendo los primeros servir a los segundos; y la idea de que el poema tiene dos aspectos asimismo separables y diferentes, un contenido, principal, que debe primar, y una forma, accesoria, cuta función es servir a aquél (las prevenciones contra lo formal de esta concepción tiene su fundamento: el trabajo con la forma libera al poema de su servidumbre al contenido, impide que sea manipulado con fines extrapoéticos). De acuerdo a que inmediatez

refieran los poemas –lo individual, lo social, el paisaje- las variantes de esta poética son diversas.


A-Una corriente cuya temática suele presentar al autor como protagonista del poema, reivindicadora de la década de’60 y con influencias formales de la poesía norteamericana, sobre todo de las propuestas beatniks, tuvo su órgano en La Danza del Ratón (N°1, 1981), que a lo  largo de sus primeras entregas da cuenta, con notas y antologías, de importantes sectores de la poesía estadounidense –poesía negra, poesía chicana, poesía lesbiana, escuela de Nueva York, Ferlinghetti, Pound, etc. En un artículo del segundo número su director Jonio González niega las prácticas romántica, pop, del tango, formalista (y otros “ismos” más que no identifica) por no contener poesía, por ser sólo “retóricas”. Otros artículos distinguen las poéticas “válidas” de las otras, o hablan, de lo que supone poesías falsas, de “la poesía verdadera”. Esta, se afirma, confiando en la segura virtud poética del tema, ha de ser vida, expresión de la persona del poeta, “utensilio que manifieste mi pensamiento y también mi cuerpo y mis sentidos, el lugar donde habito, el mundo que camino”. Su función debe ser comunicacional, el poema, un mensaje sobre su persona y su tiempo lanzado hacia el prójimo y el  porvenir: “si la poesía ya no es vida, ya no testimonio, ya no confesión, sino mera literatura (…)  cómo (…) sabrán las futuras generaciones cómo fuimos, que hicimos, lo que nos sucedió y cómo nos sucedió”. Según su codirector Javier Cófreces hay que “convertir los versos en verdaderos espacios de comunicación y conocimiento”; para él la “intención última”  de la poesía es ser “vía permanente de participación comunitaria”. Lo comunitario, el futuro, el testimonio, la confesión: en estas reflexiones la poesía es destacada como un medio para la consecución de nobles fines sociales. Coherentemente, también la revista se concibe como un medio –de divulgación, de difusión- de ahí la abundancia de artículos informativos, de tono periodístico. En sus artículos declarativos, invariablemente presentes, la revista sostiene opiniones contundentes pero a veces ligeras; más de una vez los directores se arrepintieron inmediatamente después de publicarlas. La más notoria quizá sea la caracterización que dieron de la poesía de su época como maloliente y agonizante, (mientras sucedía, como dice un editorial posterior, que “la nueva poesía está bien viva”). También, luego de haber negado una serie de poeticas, empezaron a publicar poemas y autores que las practicaban: con el correr de los números dieron espacio creciente a los poetas del lenguaje: incluso algunos de sus animadores comenzaron a practicar ese rumbo. Respecto de la relación de la revista con su época dice un editorial (N° 3-4) “ Este pequeño casi anónimo ratón indefenso a las tramperas del poder, resiste y encuentra en la poesía una de las posibles formas de resistencia. Resistencia contra la muerte de lo humano, contra la muerte del desinterés, del afecto, de la solidaridad, de la dignidad. De la libertad y la justicia. Resistencia contra el imperio todo de la muerte.



B-La segunda variante es bastante similar, aunque acentúa el tono local, la coloración porteña, y un cierto parentesco con el tango. Oliverio –unas páginas fotocopiadas que reproducen poemas éditos y unas pocas decenas de ejemplares por cada número- no era una revista según editorializaron sus directores en el primer número (diciembre de 1979), pero se le fue pareciendo con el correr de las entregas y cuando ya no se podía negar tal carácter, cerca de un año después dejo de aparecer. No fue de ningún modo órgano representativo de esta segunda variante, tuvo un espectro mucho más amplio y una intención de difundir toda la poesía argentina, pero sus directores escribieron dentro de esta modalidad.


C-La tercera variante continúa y a la vez rompe con la que predominó en los años ’60 y principios de los ’70, sosteniendo posiciones próximas a la teoría del realismo socialista, aunque no siempre desde la misma idea política. La constante de esta vía inmediatista era subordinar el poema y la poesía a una idea superior relacionada con un cambio social próximo, la revolución. Pero el golpe militar disolvió más de una certeza, más de una fe ciega en las ideas superiores. Sus cultores venían imitando al gran modelo, Gelman, aunque vuelto “cliché” (los mejores poemas de éste no son en absoluto inmediatistas, la virtud del cliché fue en este caso tornar inmediato lo que no  lo era) pero desde el advenimiento de la dictadura los nuevos escritos empezaron a quedar atravesados por la duda: proclamaron, no sin un tono doloroso, la relatividad de lo verdadero, o renegando del inmediatismo se dedicaron a practicar una poesía del lenguaje. En el grupo El Ladrillo, que se formó en 1974 cerca de las ideas de una poesía para la revolución y que se mantuvo tras el golpe como un grupo de amigos sin una poética común, coexistieron ambas posiciones.


3-La poética neorromántica tuvo su órgano en la revista Último Reino, nombre que expresa una concepción apocalíptica de la historia, para la cual su romanticismo -un romanticismo próximo al de los Himnos a la Noche de Novalis y que continúa a los poetas neorrománticos argentinos de los ’40- es, respecto a la humanidad, uno de los últimos reinos. Cuando apareció el primer número (1979) sus responsables afirmaron estar editando una revista de pocos para pocos, pero a la vez fueron construyendo una política tendiente a expandirse y constituir un movimiento neorromántico numeroso y poderoso, para lo cual sus instrumentos básicos fueron una revista exclusiva para el movimiento (más otra, La Puerta, incluida en la primera que servía de atracción  y filtro para los no miembros) y una editora de libros (también con dos sellos editoriales, Último Reino y La Lámpara Errante, que repetía el mismo procedimiento). Su director declaró a la revista Cultura Casa del Hombre: “representamos a una cantidad de gente que como dije antes, excede en mucho, el staff de la revista. Por las adhesiones recibidas y por las compatibilidades y las hermandades poéticas que hemos ido tejiendo, representamos un movimiento muy grande.” En cuanto a la poética predominante, no l a única, se basa en la cosmovisión de un protagonista, identificado con el poeta, que se ubica fuera del mundo –y de las cosas y personas que lo habitan-, que niega su cuerpo, y hace de sus circunstancias la soledad y el aislamiento. Si la felicidad o la sabiduría o la realización espiritual fueron posibles, lo fueron en una Antigüedad dorada, perdida irremediablemente. Reinan en los poemas, por tanto, la impotencia, la desesperanza como voluntad. “Hemos atravesado el aire y las estrellas /en busca de un comienzo o un fin, /y sólo hemos hallado el espacio y el silencio infinito.// Señor de la noche/ hágase tu Voluntad/ venga a nosotros tu Reino: /las manos vacías, / el fin de todos los sueños. (…) empieza Señor de la Noche, de Mario Morales, maestro de buena parte de los adherentes iniciales a esta poética. Así se dibuja un ámbito privilegiado para el protagonista: la Noche, escrita con mayúsculas, uno de cuyos efectos es borrar el mundo, impedir la acción de la mirada. En el N° 1, pág 1, a la manera de prólogo a toda la revista, los seis versos siguientes son significativos: “Y nosotros, ardientes de espejismos no saciados/ alzamos nuestro corazón y nuestra palabra/ como una reliquia/ y nos hundimos/ en la Gran Noche.” La palabra noche fue usada con frecuencia en los poemas escritos por esos años, aunque de diferentes modos; en algunos funcionó como un tropos cargado negativamente, una metáfora de la época, la larga noche en que el país, gobernado por el régimen militar, estaba asumido; por el contrario, en los poemas neorrománticos la Noche tuvo lugar positivo (Gran Noche), funcionó como topos, lugar de refugio contra el mundo. Caracteriza también a esta poética un rechazo absoluto a la razón; para la tradición romántica, cuando la Revolución Francesa entronizó a la Razón como una Diosa y desató el Terror, su rechazo tuvo un sentido opositor; en la Argentina, en momentos en que la razón era perseguida por el régimen militar y víctima de su terror, el rechazo neorromántico adquirió un sentido precisamente contrario. Por lo demás, la abstinencia al uso de la razón como instrumento crítico aparta a este neorromanticismo de la tradición romántica de pensadores y ensayistas inquietos. El desinterés por su época como principio poético también coincide con un deseo político del gobierno, al que le convenía toda manifestación o posición que se desinteresase por la realidad social o los prójimos y resignase el uso de la razón como instrumento crítico. Así este neorromanticismo leído en relación a su época terminó coincidiendo –más allá de la intención, o aún a pesar de la intención, o aún a pesar de la intención de sus adherentes, seguramente contrarios a la dictadura- como expresión poética, con los deseos del régimen militar; un régimen  indiferente a la poesía y al romanticismo y una poética indiferente a lo que sus poemas pudieran significar dadas las circunstancias en que fueron escritos. También, a pesar de sus pretensiones de ahistoricidad e intemporalidad, resultó la poética más coyunturalmente fluctuante: cuando el proceso militar inicia su gobierno, la poética cobra fuerzas; cuando se derrumba tras la aventura de las Islas Malvinas, el movimiento neorromántico también se derrumba: una marcada transformación en los poemas que escriben sus ex-adherentes y en los que publican la revista y la editorial, señalan, hacia la segunda mitad de los’80, la renuncia masiva (con excepciones, a las que entonces de lo que aquí se dice no cabe) al neorromanticismo. Curioso: esta poética no toleraría, dado lo que los poemas afirman, ser abandonada sin más, como una moda. Fue llamativa por la homogeneidad en la escritura de muchos poemas, que si no tuvieran firma se podrían atribuir  indistintamente a cualquier autor, o a un solo autor, por la tentación predominante a disolver las diferencias individuales en la individualidad del grupo. Sin embargo su importancia es relativa: demasiado ligada con una época, pasada esa época hasta para sus propios cultores se hizo insostenible.


4-La revista XUL Signo viejo y nuevo, de la que participé desde su fundación, comenzó a aparecer en 1980 y rechazó en todo momento ser vocero de un grupo, un movimiento o una poética. Por el contrario se empecinó en destacar a través de sus colaboraciones que cada escritor tenía su individualidad y su diferencia con los otros. Si algo hay en común entre ellos, dice la presentación del N° 5, es que sus escritos participan en la “transformación de los usos y costumbres de las líricas dominantes.” La presencia del signo viejo y nuevo en el nombre de l a revista tiene que ver con esta idea: defensa de la tradición, pero de una tradición que se transforma constantemente porque no echa raíces; “la naturaleza del poema –se afirma en otra nota editorial-[es ser] viejo y nuevo a la vez”. Más característica aún parece ser la constante preocupación común, mostrada en los poemas, por el lenguaje y la forma. No sería incorrecto entonces catalogar a este conjunto heterogéneo, inabarcable dentro de una definición única, de “poetas del lenguaje”, y a la revista de publicación dedicada a la “poesía del lenguaje”, pero además es cierto que fue una de las tentativas por dar cuenta, mediante la escritura poética, del momento histórico en que se vivía. Referencia a hechos puntuales (el poema sobres las Madres de Plaza de Mayo de Roberto Ferro, El Malvino de Nahuel Santana, Los Diez Mil Ausentes de Osvaldo Aguirre, los poemas de diversos autores sobre el caso Shocklender, etc.) o actitudes más generales (el recorrido de la esquizofrenia social en el caso de Jorge Lépore, la homosexualidad pública en el de Néstor Perlongher, la confluencia de filosofía e “incultura” en el Lobo Boquincho, entre otros) dicen de una escritura incisiva, que a través de los poemas pone en cuestión el orden de lo real. “Para XUL su compromiso con la realidad pasa por un compromiso con la lengua” afirma el editorial del N°4. En los sucesivos editoriales predominan las reflexiones sobre temas teórico-literarios, de la sociedad poética y de la coyuntura social en general. El uso metódico de la razón –una razón por cierto apasionada- en los escritos publicados es una característica destacable: dice del intento, infrecuente en las revistas de poesía, de una actitud crítica rigurosa y a la vez arriesgada, superadora de lo habitual nota informativa o el mero comentario bibliográfico, y que invita a la polémica. El N° 6, dedicado a Oliverio Girondo, es un ejemplo de ello.  En cuanto a las poéticas que encontraron en esta revista un espacio, serán posiblemente consideradas las más influyentes de su tiempo. En cambio su única propuesta positiva, que no fue poética, sino de reacción contra la mediocridad reinante, no tuvo aceptación en la mayoría de los casos: la de un pensamiento y una pasión exigentes consigo mismos.


5-La revista Sátura comenzó a publicarse en 1980 bajo la dirección de Fernando Kofman acompañado en los primeros números por Mario Aufgang y luego por Esteban Moore. Aunque tuvo un criterio de publicación amplio, es llamativa por lo poco frecuente en un medio cultural como el argentino, afrancesado, la atracción de los responsables por la literatura anglosajona y centro europeo. En sucesivos ensayos el director dio a conocer sus principios poéticos: conciencia y atención sobre el empleo del lenguaje, voz personal (y no voces asumidas en la moda, la imitación o la escuela), conocimiento tanto de lo inmediato como de lo trascendente no divorciado de la emoción, trabajo sobre el poema. En El poeta frente a la economía (N°3) dice: “El objeto de todo poeta es trabajar en una obra que vulnere el tiempo, que resista lo efímero”, “lo que un poeta, estimo, no debe perder nunca de vista, es el sentido que adopta una sociedad”, todo arte debe sustentar “un sentido trascendente que no deje en paz ni la propia conciencia ni otras”. También concibió a las revistas como medio eficaz de resistir el anquilosamiento de la literatura que intentan las instituciones del establishment  y coherentemente publicó notas y antologías dando cuenta de esta realidad. Otro tanto hizo con un segmento relativamente marginado, el de los poetas de lo que da en llamar el interior del país. En otro ensayo, La poesía en nuestro período del terror, se lee: “Nadie ignora ahora el genocidio que hemos padecido, el horror que convivió con nosotros y disolvió nuestro lenguaje. Sin embargo, aquello que observa George Steiner en la literatura que se manifestó en el período nazi:’ el idioma no fue inocente de los horrores’ y ‘el idioma si deja de ser un organismo vivo deja de ser idioma’, ha caído como una terrible verdad sobre la poesía que se manifestó entre 1976-1983, años de barbarie, de extendida irracionalidad.”


6-Una sexta poética, de estilo próximo al aforismo y que se viene continuando a través de los años con autores como Antonio Porchia, Roberto Juarroz y Guillermo Boido, siguió presente en esta época aunque con muy pocos adherentes. Carlos Vitale, uno de ellos, no publicó una revista pero fue responsable de las ediciones Mano de Obra.


V



Las revistas de poesía tuvieron una vida ardua y en muchos casos y efímera. Si su destino no es perdura sino facilitar, casi todas las nombradas cumplieron con su destino. Un destino por otro lado agraciado por el fenómeno mayor del cual formaron parte: en esos la poesía tuvo una fertilidad notable en cantidad y calidad si se la compara con la chatura e improductividad del resto de las formas literarias; la narrativa por ejemplo. Quizás en esta diferencia algo tenga que ver con la mayor facilidad de la escritura poética para eludir la censura, que muy a pesar de quienes censuran provoca resultados incontrolables. Los lectores, como efecto no deseado por los guardianes, suelen adquirir cierta destreza para leer entre líneas, buscar otros significados además de los aparentes: se vuelven lectores hábiles. Lo que en principio resulta en más gente dispuesta a leer poesía. Estas razones seguramente se entrelazan  con las del segundo fenómeno que hay que destacar en la época: el notorio deslizamiento en el gusto literario de los escritores, primero hacia la poesía, y dentro de ella hacia las poéticas del lenguaje, mientras las inmediatistas, que dominaron hasta la primera mitad de los 70, fueron en líneas generales abandonadas progresivamente y el neorromanticismo ardió por un lustro y luego se consumió: sus mismos cultores echaron agua sobre las cenizas (sin lograr apagarlas del todo). 

La historia se deleita con estos cambios, con estos conflictos, porque son su leitmotiv. Para la literatura, que es transhistórica son apenas objetos de curiosidad, hechos sin trascendencia: si uno quiere dedicarse a ella puede omitirlos. La literatura es inexplicable para la historia porque en las letras no hay evolución, no hay superación de una corriente por otra, no hay síntesis : en cada tiempo hay numerosas y fugaces poéticas que conviven, algunas más poderosas que otras. Si la fugacidad es su modo de ser las poéticas del lenguaje en su ascenso llevan en sí el germen de su destrucción; para decirlo de alguna manera  ya están corruptas  y pronto culminarán su desplazamiento. >Y porque el gusto también es fugaz lo mismo sucederá con el “museo de simpatías y diferencias” que pretende ser esta antología: el tiempo irá arrancando a la preferencia de los lectores un dictamen: el verdadero antólogo es el tiempo.


(Buenos Aires, 1989)



Jorge Santiago Perednik (Buenos Aires, 1952-2011) Poeta, traductor, ensayista y editor.  Publicó Los mil micos (1979), El cuerpo del horror (1981), El shock de los lender (1985), Un pedazo del año (1986), El fin del no (1991) Variaciones pad-in (1996), La desconocida-Circo macedonista sobre Adriana Buenos Aires (1998), El gran derrapador (2002), El todo, la parte (México, 2005) y La querella de los gustos (2006). En los años 80 fundó la revista de poesía “Xul, signo viejo y nuevo” y dio a conocer una relevante antología, Nueva poesía Argentina, durante la dictadura (1976-1983). En la que en la contratapa a su segunda edición destacó: “Este es uno  de los libros que mayor revuelo causó en la historia de la poesía argentina, al punto de adquirir una suerte de carácter mítico: muchos eran los que hablaban de él, pero muy pocos lo habían leído y conocido directamente sus tesis.”