jueves, 9 de agosto de 2012

Washington Benavides: Sacar lo de adentro para afuera...


Washington Benavides


















Sacar lo de adentro para afuera…

Eso es todo el trabajo
del supuesto artista.
Vives a orillas de un río casi sin barrancas.
Si se pasan las lluvias, el río como un toro
moribundo, arremete contra sus orilleros.
Y ahí comienza el actuar rápido, el no dormirse
esperando camiones municipales o camiones
 verdes: saca de apuro, muebles y colchones
la tevé y el armario de las ropas. Deja quietos
esos quietos retratos, mujer. Deja esos aparejos
 y la pelota de futbol, hombre. Apura a los botijas,
no les pierdas pisada. Mira que para ellos
esto es casi un festejo.
Así debes tratar con tu entretela.
Me refiero al arpa dormida becqueriana.
Mete mano en sus cuerdas. Aunque desgarre como
un parto
de apuro. Saca fuera lo de adentro.
Revísalo después. Ajusta los tornillos a la Singer
de palabras. Muévete con presteza, el toro
moribundo, el agua
del tiempo viene a buscarte y te borrará de un golpe.
Un golpe de agua turbia de arrasar rancheríos, pobres
chacras, quintas de sobrevivencia,
esas cosas que guardamos adentro: pedacitos
del avión de la infancia,
la corbata de mozo, el cuaderno de notas que pensabas
acabaría en versos bien medidos.. Apúrate a sacarlos fuera.
El toro de agua muge ya en tu puerta. El tiempo
no te dará calce. Afróntalo.
Saca fuera lo de adentro.
Ahora¡


Requisitoria obligada.

La urgencia de escribirlo
tal vez me hizo olvidar  el  duro trámite
de que lleves a la práctica
lo que sostienes en lo íntimo
como tu obra, como la esencialidad
de tus pasos en la tierra.
Y te apuraba a que lo hicieras pronto
¡ahora!
 Provocado por ejemplos terribles:
Kafka exigiendo a su amigo y albacea
Max Brod
a que quemase todo lo que
no hubiera corregido y  publicado.
Y nuestro Morosoli
(autodidacta, albañil, y luego propietario
de almacén y barraca)
soñaba al jubilarse dedicarle su tiempo
a su prosa admirable.
Pero golpeó su puerta alguien con la última cuota.
Ese sueño insistente
que en tantos “practicantes” se parece
a un auto-engaño. “No dejes
para mañana lo que puedas hacer…”

¿Y si mañana, liberado del cargo excluyente,
desatado del mote funcionario,
en vez de retomar tus carpetas manoseadas,
te apoltronas ante la pantalla
calzando las pantuflas de la Muerte…?

¿Tendré que refugiarme en Horacio y su “carpe diem”?
Sácale un resquicio a tu tiempo de oficina,
de la clase, del boliche,
y vuélcate, como quien debe escribir un telegrama
de bodas  u obituario. Nerviosamente,
róbale a la burocracia
lo que tal vez te justifique en vida
lo que te recuperará de la última cuota…

(Inéditos)



 Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y músico. Ha publicado, entre otros títulos: Tata Vizcacha (1955); El poeta (1959); Poesía (1963); Las milongas (1965); Los sueños de la razón (1967); Poemas de la ciega (1968); Historias (1970); Hokusai (1975); Fontefrida (1979); Murciélagos (1981); Finisterre (1985); Fotos (1986); Tía Cloniche (1990); Lección de exorcista (1991); El molino y el agua (1993); La luna negra y el profesor (1994); Los restos del mamut (1995); Moscas de provincia (cuentos, 1995); Canciones de Doña Venus (1998); El mirlo y la misa y Los pies clavados (2000).
Entre  los autores que ha traducido se cuentan: Guimarães Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de Sant’Anna.
Sus poemas y canciones han sido musicalizadas y grabadas por: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Héctor Numa Moraes, Carlos Benavídez, Los Olimareños y Los Zucará.