martes, 7 de abril de 2020

Luis Benítez: nuevos poemas




Luis Benítez


















Las persianas

Cada noche me dices
que ponga la mayor atención
en dejar bien cerradas las persianas:
el casero perfume de la cena
aún no se desvaneció,
nuestros ojos todavía
no se abrieron dentro del sueño,
pero antes es preciso
repetir esa cotidiana precaución,
no por el alternado ataque
de los vientos y las lluvias
ni por el sol siguiente.
Las persianas deben estar bien cerradas
para que nada entre nosotros
ingrese como un insecto
llevando entre sus patas
un veneno exterior,
algo que corte u obstruya los puentes
que tan cuidadosamente hemos tendido
durante todos estos años entre tú y yo.
Eso es, sí, exactamente eso:
para que no entre ningún insecto.


Un pez en el acuario

Su crimen fue la curiosidad o el hambre;
tal vez sus padres ya eran esclavos
de esos enormes rostros que, de tanto en tanto,
se asoman entre la niebla del límite
a ver al detenido o golpean el vidrio sin respuesta.
¿A dónde se fue el océano, el océano
sin paredes traslúcidas y sin luces lejanas?
El misterio es un inmenso afuera
que lo rodea todo y que le está prohibido.
Lo sustituyó este mar minúsculo,
donde cada tarde un dios avaro
deja caer comida de los cielos:
hojuelas que el cautivo atrapa, escupe y luego traga,
antes de que se pudran entre las algas de plástico.
Siempre activo, como un pensamiento
dando vueltas y vueltas y vueltas
en una cabeza que no lo deja partir,
mirando permanentemente
lo que no puede entender.
La única certeza, una vianda que no se quiere admitir.


Tengo planes para el pasado

Tengo planes para el pasado
que contemplan el uso de nafta
y un solo fósforo, aun sabiendo
que contiene materiales incombustibles,
como esas gastadas momias
que conocí en vida
y yacen allá atrás,
todavía con el corazón latiendo.
Sería mejor que la memoria
dejara sus tareas: su día libre
sería el mío y así, de la línea de montaje
ella levantaría los ojos para atisbar
-siquiera por un momento-
el paso silencioso del presente,
esa visita que ya se va.
Tengo planes para el pasado:
escupirlo con desdén irresponsable
contra un muro cualquiera,
dejarlo pegado como un chicle
allí donde quede bien oculto
o bien mascarlo como una vaca lo hace,
inmóvil al costado de esa ruta vertiginosa,
hasta que pierda todo sabor
y pueda tragarlo sin peligro,
mientras los días pasan
llevándose todo por delante.
Tengo planes para el pasado
solo porque es lo único que
-posiblemente- se puede modificar.


Darle cuerda a las cosas

El viejo reloj, olvidado sobre la mesa,
tuvo su infarto y hubo que reanimar
con los dedos su trabajo.
Lentamente volvieron a correr
los días y las horas y por segunda vez
sucedieron las cosas: las catástrofes en países lejanos,
todas esas muertes y la suma de cada pasado nacimiento;
las dudas que mordieron los minutos de cada uno,
aquello que pasó un martes y se desmintió el jueves,
el dolor de estómago del viernes,
la esperada llamada del teléfono,
la vacía sustancia de aquel sábado.
Siete días arrastrando sus noches
tornaron a cruzar veloces esas vías,
pero sin parar esta vez
en ninguna de sus estaciones.
Así, entre los dedos, hasta llegar al hoy,
a este presente, cuando el reloj ya en marcha
se apresura a expulsarlo.
Y en cada casilla que va recorriendo la hora,
devuelta a sus dominios,
la misma pregunta exacta vuelve a esperar,
ardiente como una antorcha,
sigilosa como una araña:

Cuál de estas, de todo el círculo,
será aquella que todo lo detiene.


Apenas todo

Viajera invernal,
cónsul en mi país
de todo el hemisferio norte.
Ave errante y una,
que ahora en mi ventana
no recuerdas si comiste
pan en Beirut o robaste
mijo en Transilvania;
si te acechó en Londres
una piedra o ese disparo
te fue dedicado en Kentucky.
Nada existe más que un momento,
como los reflejos en tus alas oscuras
de todo lo que viste, o las vidas
de cuantos te vemos, cautivos de la tierra,
siempre, como tú, lejanos y sin nombre.
Imperceptible, menuda maravilla,
para quien el sol es una lámpara
y el mundo entero su pajarera.


Un picnic en ninguna parte

Recién al tercer día
de comenzar mis vacaciones
me quité cuidadosamente la máscara.
Miré en todas direcciones
antes de hacerlo,
por si alguno estaba allí.
El que verdaderamente soy me saludó agitando
su mano izquierda
porque su mundo es como un espejo.
Vacilé antes de hacerlo
y todavía aquí, con la mano derecha
correspondí a su gentileza anual.
No tuve tiempo de corregirme.
Su gentileza fue simular, como otras tantas veces,
desde hace años, que no había notado eso.
¿Estás bien?, dijo sonriendo,
¿qué tal las cosas todo este tiempo? agregó,
como si un picnic en ninguna parte nos hubiese reunido.
Ya ves, como hace décadas, repuse,
trabajando y soportándolo todo
para que sigas viviendo.
Gracias, fue todo lo que él dijo entonces,
y luego de dar media vuelta lo pensó mejor
y sumó a lo anterior:
faltan todos esos años que tú conoces
para que dejes de tener que soportar a los extraños
y podamos estar juntos para siempre.
Cuando llegue ese momento:
¿tú vendrás?
Si es posible, allí nos quedaremos juntos,
repliqué.
¿Para siempre?, insistió.
Si eso es posible, así será,
fue lo único que pude contestar.
Dejó de sonreír, yo lo vi,
aunque su último gesto
intentó disimularlo
Y se perdió en la arboleda de ninguna parte,
donde para la misma fecha, el año que viene,
intentaré encontrarlo.


Vodka del atardecer

Esa única moneda, de oro tan viejo,
se derrite pausadamente
sobre el horizonte
(como de costumbre) desesperando
de cuanto sucedió en el día.
Y en el vaso Stolichnaya
tan insípida, inodora y venida
del otro lado del mundo
refleja como un espejo
su amargor final, metáfora
de cuando más allá de mi mano nos rodea.
Me trago el mundo
y en su sabor nada es una sorpresa:
¿pero cómo cada tarde no confirmar, por las dudas,
que ninguna cosa ha sido todavía del todo destruida?
La precaución obliga a los labios a comprobarlo,
la lengua asegura que la oscuridad que viene
será solamente momentánea,
pero el estómago rebelde siente caer
el peso de cuanto está más allá, tan frágil,
tan falto de cualquier certeza
como siempre.


LUIS BENÍTEZ

El poeta, narrador y ensayista literario Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956, ciudad donde
Rivelli, Benítez, Moore
reside actualmente. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.), de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, París, Francia. Miembro de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA), de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina (SEA) y del PEN Club Argentino. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período 1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2007). Sus 36 libros de poesía, ensayo y narrativa han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay. En 2011, la editorial española Publicatuslibros.com editó en e-book, en 3 tomos, sus “Poemas Completos (1980-2006)”, con ensayo introductorio del Prof. Luis González Platón, de la Universidad de Madrid. La descarga gratuita de Poemas Completos puede hacerse desde: www.publicatuslibros.com