Yannis Livadas |
Si he perdido la cabeza por algo más glorioso
I.
Si he perdido la cabeza por algo más glorioso:
la verdad persigue el sol para ser olvidada
en millones de sus especies
tras los que tiemblan iridiscentes que dicen
seco agrietado su ímpetu;
huyen con toda el alma como arrogante latigazo.
Pierdo no como sea por el significado
sino como antigua observación de elegante almanaque.
Lo que ahora hago es
coágulos de conciencia sin gastar y alguna otra
corriente de exactitud para la exactitud de las cosas
que se ha ignorado por medio de las exactitudes
que primero resonaron escombros
a partir de los huesos que
algunos como un juego utilizaron.
Estoy en el estrépito.
No tienes que confiar en mí.
Soy de otro libro.
Cada inalcanzable.
Vivo la sangre de realismos vigilantes.
Te digo que hagas todas las guardias.
No tengo nada que no ensangriente.
No necesitas la poesía.
II.
Nada mutuo
Poema la última tribuna vacía
Lengua sin hogar.
Permanece
Como todo lo que pienso.
Para que yo sustraiga todos los verbos.
Yo.
Todo lo que escribo no es para un lector.
Es para un puñal.
Bar
Un piano habla con dientes negros
Ríe con blancos
A cada poco pasa algún coche.
Soy el pensamiento.
Conciencia inconexa.
Pierdo las palabras simples puesto que éstas
Se orientan a partir de productos apuestas acuerdos
Inacabados
Y mira entonces sí
La música cesa
En una palabra
Algún coche
Cabeza vacía
La negación de la escritura
No representan ningún compromiso.
Algunas veces incluso la imagen
De un ser humano que come a solas
Basta para que la pena se arrodille.
Incluso me bebo una
La ebriedad no es nada extraordinario
Pero es más íntegra
Que la democracia.
Se iluminarán todos pero no en orden
Se iluminarán todos pero no en orden, algo díscolamente.
Como las moscas sobre la panceta de la luna. Como un
bulldog atado a la despensa. Qué es esto
que dejó de funcionar;
el tópico, el sonido de los dados en el infierno
la muerte acróbata
sobre el alambre que debía haber cortado.
En la mescolanza de pérdidas que emblanquecen los cabellos
del alma una antigua muñeca hecha jirones
tocando algo al piano
nos roba
el racimo.
(versiones Mario Domínguez Parra)
Yannis Livadas (Kalamata, Grecia, 1069)