Con sabio criterio sostiene Joaquín Giannuzzi que la poética de Esteban Moore “es de particular e intensa significación en el panorama lírico argentino de los ‘80”. Cabal y paradigmático exponente de esa generación, junto con Luis Benítez; María Rosa Lojo; Néstor Perlongher; Paulina Vinderman; Liliana Ponce; Victor Redondo y Daniel Chirom, entre otros, Moore ha desarrollado un discurso estético que transita un itinerario original que engloba diversas raigambres literarias.
Entre la rebeldía propia del espíritu de la época y la aceptación de la tradición, elige un horizonte impregnado de sutilezas verbales y de significados que abarcan lo uno y lo otro. No resulta, por ello, una tarea sencilla clasificarlo como poeta y como hombre dueño de una cosmovisión singular. Ésta constituye una de sus riquezas cardinales. No hay contradicción alguna, sino una simbiosis de estéticas que desembocan en un lugar preciso: el de la belleza expresiva, a veces lacónica, sarcástica e ingenua a la vez, coloquial e intelectual y para ese fin recurre a contenidos existenciales y rutinarios, algunos casi farsescos, tratando de describir a la condición humana en sus múltiples facetas.
Recurre a lo ficcional y descriptivo, con un lirismo que metamorfosea los textos desde un complejo corpus discursivo que enaltece lo lexical y lo semántico. Sin ser un neobjetivista, no abusa de la subjetividad, no recurre a la exaltación del yo de los románticos, pero tampoco se desprende absolutamente de él. Prefiere la hazaña del existir, la épica humana, la aventura cotidiana con esa oculta metafísica que nos arrastra al suburbio, a través de alquimias mundanas donde el ego aflora como una fracción mínima y no como el protagonista principal de sus textos. La pugna entre lo subjetivo y lo objetivo configura toda una característica de los poetas independientes de los ‘80, a la que Moore pertenece con los oropeles propios de una generación que instauró la pluralidad de voces y el conflicto respecto del lenguaje.
Jorge Monteleone sostiene que “ciertos modos de la poesía argentina de los años ochenta equivalen a miradas de ojos descentrados, fuera de sus órbitas y, asimismo, revelan el intento de hablar otra vez sin olvido en la lengua. Son, digamos, como los nombres escritos debajo de esas fotografías de hombres y mujeres desaparecidos, que han circulado con insistencia junto a la pirámide de Mayo como un anillo frágil de caras. Aquello que la lengua memoriza…”. 1
Por otro lado, Jacques Derrida postula: ”Lo que trato de pensar es un idioma (y un idioma quiere decir lo propio justamente, lo que es propio) y una firma en el idioma de la lengua que hace al mismo tiempo la experiencia de la inapropiabilidad de la lengua”. 2
Sin lugar a dudas la idealización de Esteban Moore por la lengua es una constante en su decir poético, dotado de extrapolaciones lexicales que fecundan una musicalidad polisémica que nos permite ahondar en un corpus de interpretaciones.
La peculariedad de Moore consiste en esa simbiosis original que reúne la herencia de la beat generation con la propia de nuestra cultura. Leer a nuestro poeta implica penetrar en un vasto territorio donde conviven la insurrección ideológica y lingüística de Lawrence Ferlinghetti, Jack Kerouac o Allen Ginsberg o la de los minimalistas Raymond Carver y Charles Bukovsky con la tradición autóctona de Hidalgo Ascasubi, Carlos Guido Spano, Estanislao del Campo,Rafael Obligado, José Hernández y Domingo Faustino Sarmiento. Pero también la presencia del tango es insoslayable. Moore es un enamorado de la ciudad de Buenos Aires, de la misteriosa y laberíntica urbe, de Carlos Gardel, los poetas del tango y por supuesto Evaristo Carriego y Jorge Luis Borges .
El coloquialismo es uno de los rasgos más característicos de la poesía de los '60 que en rigor de verdad se dio no sólo en la Argentina, a través de la voz de César Fernández Moreno, entre otros, sino en casi toda Hispanoamérica y que recibió distintos nombres según la zona, como poesía conversacional o antipoesía de los chilenos Nicanor Parra y Enrique Lihn .Moore, ochentista, lo adopta de un modo sublime, con todo el bagaje existencial que lo caracteriza.
La Generación Beat tuvo como representantes a escritores estadounidenses de los cincuenta, con todo el fenómeno cultural que implica: el rechazo a los valores clásicos del país norteamericano, el uso de drogas, una gran libertad sexual, el abordaje de la filosofía oriental y el discurso libertario. Su estética contracultural fue absorbida por la cultura de masas y por la clase media Las principales obras literarias de la época son Aullido, de Allen Ginsberg (1956), En el camino, de Jack Kerouac (1957) y Un Coney Island de la mente, de Lawrence Ferlinghetti (1958).
Esta nueva forma de ver las cosas dejó su principal influencia y legado en la posterior contracultura o movimiento hippie. La palabra beat entre la comunidad afroestadounidense tenía el significado previo de cansado, o abatido.La expresión empezó a emplearse de tal modo, que en1959 Kerouac estimó ineludible sugerir otro sentido a beat, otorgándole su aproximación con beatitud y beatífico.
Dicho movimiento estaba atraído por la naturaleza de la conciencia orientada a la comprensión del pensamiento oriental pensamiento oriental, prácticas de meditación, entre otros fenómenos afines. En cambio, Ginsberg sostuvo que podía implicar otro significado afín a completo, lo umbrío del alma, o, en dirección a la concepción de Walt Whitman, apertura a la humildad.
Otro de los movimientos literarios que sedujeron a Moore fue lo que se consideró realismo sucio en Europa y minimalismo en Estados Unidos. Raymond Carver, la gran revelación de la década del ochenta, fue su máximo exponente. A través de la poesía y con su tono autobiográfico, emociona, conmueve al presentar a hombres y mujeres desvalidos que llevan vidas de silenciosa desesperación. Sus poemas están dotados de un estilo áspero, elíptico, sugerente. También, dentro de esa vertiente, logró fascinarlo Charles Bukowski..
La intensa lectura de los citados autores de habla inglesa, lengua con la cual se empezó a conectar en plena infancia, lo llevó a la traducción de diversos autores: Lawrence Ferlinghetti; James Laughlin; Craig Czury; Charles Bukowsky; Sam Hamill; Jack Kerouac; John F. Deane; Allen Ginsberg; Raymond Carver y la antología de la obra poética de Gary Snyder.
Ha participado en importantes festivales de poesía dentro del continente americano. Asimismo fue invitado en 1990 a la escuela de poesía The Jack Kerouac School of Disembodied Poetics, fundada por Allen Ginsberg, donde inició un proyecto de traducción y en 1994, a la Schüle fur Dichtung in Wien , Viena, Austria, donde expuso sobre poesía y traducción. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, francés, alemán, lituano, portugués y albanés e incluida en diversas antologías.
Mucho se ha escrito y debatido acerca de la poesía de los ochenta, con todos los riesgos que implicaba el abordaje de los textos simultáneamente a su producción. Digamos que las tendencias bien definidas se dieron entre los años finales de la última dictadura militar y los comienzos de la restauración democrática por parte de poetas nacidos en los cincuenta o en sus alrededores: neorrománticos, neobarrocos, neoconcretos, neobjetivistas y aquellos que se inscribían en la línea social que llamaríamos representantes del setenta tardío, por un lado, y los independientes, no adscriptos a un grupo o estética en particular, por el otro, entre los cuales Moore configura una de las plumas más fulgurantes y singulares. Época de una incontenible necesidad de rebelarse contra la asfixia existencial del proceso autoritario de diversas maneras. Algunos, enmarcados dentro del bagaje de lecturas y estéticas que los albergaron en medio del silencio; otros, más flexibles frente a la historia cultural universal y vernáculas de diferentes afluentes formales. El debate era una constante, pero sin el clima de asidua confrontación de los sesenta.
Jorge Aulicino aduce que el fenómeno ochentista se inscribe “dentro de un espectro que va desde cierto misticismo del lenguaje hasta posiciones que reivindican para la poesía una función exploratoria, pragmática en el mejor sentido, del entorno y del propio instrumento verbal”. 3
Además de su producción poética y como traductor no podemos dejar de resaltar la magna incursión de Moore en el ensayo y en la crítica, que reflejan hondura intelectual y erudición. El abordaje de las cuestiones literarias y culturales en general lo posicionan en un terreno de privilegio. Ya hablaremos de ello más adelante.
La poética de Moore nos lleva a un proceso de exploración, donde lo conceptual , la ficción, la expresión lírica, el coloquialismo y la épica confraternizan en un corpus de significados múltiples y distante del romanticismo. Nuestro poeta es un auténtico creador absolutamente preocupado tanto por el contenido como por la forma. Lo estético se apodera de sus textos como un verdadero soporte de un conjunto de temas que oscilan de modo continuo entre un bagaje lexical, ajeno al hieratismo, con un discurso que suele recurrir a la exhortación a un receptor secreto y una musicalidad que resuena con la magia del verdadero arte de la palabra. Sin duda nos confirma lo expuesto en uno de sus poemas:
intención
preñada la noche
nos brinda
para hablarnos
el silencio
escuchá
por favor
escuchá
estamos hoy por hoy
rehaciendo patria
tu rostro
en los pliegues
de la mano
solloza patria
un país oculto
o en un pasaje de otro poema:
vos le echás
al espiral de la duda
vigoroso candado
pero no todo es así nomá
y te interrogo
al puro estilo de un tango-canción
que seguramente ya fue escrito
para qué estamos
para irnos?
La no subjetivación del poema, no exenta de cierta metafísica, supone un rechazo a la concepción romántica. Sólo rescata el color local que adoptaron los románticos, pero sin la impronta subjetiva de éstos, el mismo que condujo con el transcurso de los años a la literatura gauchesca que tanto defiende Moore. Lo expuesto demuestra que carece de toda proximidad al objetivismo. No recurre a la exaltación del yo, pero tampoco se encuentra en las antípodas del marco subjetivo. Una lectura detenida y desprejuiciada nos permitirá visualizar una poética que tampoco le declara la guerra al purismo lírico. Es más: cierta dosis de lirismo lo acompaña siempre de modo inequívoco
CRÓNICA
en chile sarmiento arde de cuerpo entero
mientras decide las bondades de unos y otros
en santa ana do livramento con su guitarra josé hernández
entretiene en un despacho de bebidas al gauchaje triste
le nacen allí unos versos que no termina de comprender
quiroga bajo el sol de misiones redacta una carta
ruega a martínez estrada lo asista en su soledad
lugones en un recreo del tigre
observando las mansas aguas del delta
decide escribir su último verso
y… en buenos aires borges inaugura su ceguera
recorriendo los devastados anaqueles de una biblioteca pública
Luis Benítez traza dos períodos en la poética de Esteban Moore 4:“En los primeros poemas de Esteban Moore, La Noche en Llamas (1982); Providencia terrenal (1983) y Con Bogey en Casablancia ( 1987), advertimos el desarrollo paulatino de aquellos elementos que conducen al poeta a establecer un puente entre su interioridad y el entorno virtualizado por su expresión poética”. Veamos en:
MI BUENOS AIRES QUERIDO
en una bella ciudad
del lejano sur del mundo
un niño
con amorosa osadía
se tiene en la hamaca
sus impulsos agitan
la desparramada ceniza de los muertos
en nuestras habitaciones
gobernadas por el cerrojo
la memoria es un muro
que no puede ser derribado
O en:
CON BOGEY EN CASABLANCA
bogey bebe en silencio
el agrio bourbon del olvido
su mirada perdida en la noche africana
oculta las profundas cicatrices del amor
desde la mesa observa al pianista
que sin emoción acaricia en el aire
con manos de brillante caoba
las teclas de un piano destartalado
en el fondo del salón a media luz
acompañada por una vieja guitarra
la francesita delgada y triste
sostiene el tibio mate de la espera
bogey la mira a través del humo del cigarrillo
para comentar lentamente como sólo él puede hacerlo
con la entonación propia de un reo del abasto
“muchachos… ella algún lo comprenderá…
…carlitos se nos ido para siempre”
Benítez continúa abordando la poética y, al discurrir sobre lo que considera el segundo período de Moore, afirma: “En esas obras iniciales y luego también en “Tiempos que van”, de 1994; “Instantáneas de fin de siglo” y “Partes mínimas y otros poemas”, publicadas en 1999…” Acota Benítez que Moore busca “apropiarse de los elementos necesarios para enriquecer su decir, no limitándose a aquellas construcciones provenientes de nuestra lengua, sino también pudiendo establecer un nexo de intercambio con las poéticas escritas en otros idiomas que el español”.
Esta caracterización de Benítez se constata claramente cuando Moore alude al lenguaje, como un leit motiv insoslayable del autor. Veamos un fragmento del poema che tartufo oí:
a este buenos aires que vió mejores días
quieren regresar a través del mar
con el tú a flor de labios desde el mar
…
el vos abraza la vida
tiene su historias su decir y su tono
en estas tierras de señores muy formales
que no saben ni aceptan
(Tiempos que Van, 1994)
La permanente indagación del ser ciudadano desde la huella lingüística y desde la actitud del hablante y habitante urbano contiene una matriz de indudable matriz ontológico. Moore enaltece sus textos al internarnos en universos diferente que no sólo comprenden el coloquialismo, lo ficcional y descriptivo sino también una magna carga filosófica y de incursión intelectual, al incorporar paradigmáticos poetas que acunaron su trayectoria literaria. Esos macrouniversos lexicales y conceptuales configuran las entrañas de su voz, tan singular compleja y dueña de vastas interpretaciones de connotaciones ciclópeas Nos dice en Ángeles caídos:
Borracho de alcohol
y desesperación
Dylan con sus aullidos estremece la noche
Vallejo tose en un conventillo parisino
la noche se extiende en los hemisferios
(Instantáneas de Fin de Siglo, 1999)
Todo lo expuesto precedentemente nos habla, a mi juicio, de un proceso de transición a un cambio con alto voltaje lírico que se da en “Partes mínimas”, poemario fundado en una geografía de rasgos existenciales. Una intensa experiencia en el sur de nuestro país es descripta con una voz más mesurada, más despojada y a la vez más proclive a un vuelo sensorial a través del lenguaje, con silencios que monologan en su interior. Así dan cuenta las dos partes en que se estructura el libro. Cada poema, en general más lacónico, es titulado por pequeños fragmentos de otros poetas que integran el andamiaje de sus preferencias estéticas. La musicalidad de sus versos hace estas “partes mínimas” un aluvión de máxima belleza expresiva, de puertas que nos conducen a enigmas a descifrar, a descripciones que simulan ser llanas pero que en realidad se ornamentan de magia y encantamiento formal y conceptual.
En el poema “La ráfaga del viento de tu lenguaje”, título extraído de Paul Celan, nuestro autor nos canta con sublime energía emotiva:
el viento que sopla desde el desierto cristalino
tan blando como un terso cielo –anunciara del
universo, infinitas desconocidas geometrías /el
más pequeño de los detalles/ los dominios de
una agregada luminosidad
La indagación de lo exterior, de aquello que de un modo esotérico lo definimos como objetivo, en rigor de verdad es mutado por el poeta en una inconsciente subjetivación de su oculto sentir. El poeta, aparentemente enemistado con la herencia del romanticismo, se halla más próximo en muchos de sus textos a los cabales representantes ingleses de esa escuela literaria, tal vez a John Keats o a Percy Bye Schelley. Precisamente, ello se produce por la naturaleza de compleja poética de Esteban Moore. ¿Por qué hablamos de complejidad?
La respuesta sería la influencia de diversas tradiciones literarias. No es un escritor de un solo rostro; su valía estética reside en la polifonía. ¿Es solo un representante del coloquialismo urbano, un porteño beat, un lírico que juega con la épica, un autor que trata de escindirse de la subjetividad en aras de la objetividad, pero que en verdad se desprende en sus versos un elevada subjetividad?
Su poética se encuentra diseñada por todo lo mencionado. Esteban Moore es ese enjambre de voces, la pluralidad discursiva, la combinación de lo cotidiano con lo arcano, la sutileza verbal con la sencillez que imanta al lector de un modo mayúsculo, es la influencia de lo nacional con la poesía de habla inglesa. En suma, habría que referirse a un Moore que le canta al mundo, al dolor y a las peripecias mundanas, a la aventura y a la incontenible sensibilidad, con humor, con desenfado, pero también con una dosis de solemnidad e intelectualismo fundado en su sólida erudición.
Vayamos ahora a un fragmento de otro poema de “Partes mínimas”
la luz que creció sobre el mar –desaparecerá del
otro lado de las montañas –abandonandote—en
la progresiva oscuridad –en compañía de ruidos
que construyen bajo el cielo – ecos murmurantes
Las imágenes deslumbrantes fluyen entre bahías sonoras que envuelven las descripciones demarcadas por la polisemia; lo visual adquiere un clima viciado de memorias y lo denotativo y lo connotativo confluyen con el vigor formal que navega en una poética dotada de originalidad, que destierra los lugares comunes y que invoca a un receptor sediento de belleza. Como sostenía el lingüista Roman Jacobson “la belleza es, a decir verdad, el fundamento de la cultura” 5. Moore es un asiduo viajante del vocabulario, al cual lo piensa y lo siente, lo inventa y lo reinventa, lo sumerge en la arena de lo cotidiano o en el relámpago de lo imprevisto. La naturaleza deambula personificada.
En “El avión negro”, Moore se torna más ficcional, es un narrador que poetiza con la sutileza y el designio de la palabra. Persiste el lirismo de sus construcciones y no evade los recursos expresivos para cabalgar como un jinete exacerbado y dócil a la vez, En uno de los pasajes de uno de los poemas que contiene el libro lo refleja cabalmente. Es una epístola a Marco
Marco amigo algún día tiene que visitarnos
Ud. que ha recorrido el mundo:
China, Persia, Armenia, Trevisonda
Ha observado según relata
el atardecer en el estrecho de Ormuz
nunca ha caminado las calles
/ de la Reina del Plata
Con agudeza y exactitud, Jorge Rivelli se refiere a Esteban Moore: “De sus publicaciones podría decir, los dos primeros libros tantean el terreno; tercero, cuarto y quinto, el punto más alto de la vanguardia ochentista;el sexto, el habla porteña, una vuelta de tuerca a todo lo anterior; el séptimo, el punto más alto de su obra. Siete libros que tienen en común una voz inconfundible, por más que cada tanto queme las naves o mezcle y vuelva a dar“6.
En “Las Promesas del Día y otros poemas” Esteban Moore ahonda el rumbo adoptado desde sus inicios, con la madurez expresiva otorgada por su trayectoria en el género, la osadía de jugar con los signos de puntuación como vehículos de pronunciado andamiaje estético y reflexivo, la permanente exaltación de la ciudad de Buenos Aires recostada en descripciones con aire tanguero. Moore es una suerte de poeta urbano sui generis, un porteño beat que rastrea la idiosincrasia del ser porteño, que indaga los engranajes visibles y ocultos de la cultura ciudadana y universal, que incorpora la ficción como resorte de sus versos, con una originalidad estilística indisimulable.
Sin embargo, del mismo modo en que planteamos las particularidades de su poesía, la dificultad de identificar al yo del texto como sujeto biográfico, en esta poética como manifestación de una objetividad lírica, hay un realismo poético con personajes ciudadanos y de otras latitudes y algunos protagonistas de la cultura que fluyen en la urbe:
Desde un viejo tocadiscos –gastados vinilos
desgranaban las voces de Julio Trujillo
y Felipe Pirella
Gardel que nunca falta a la cita
cuando se trata de acompañar a un argentino
/en tierras lejanas
cantó Mi Buenos Aires Querido
La pasión ciudadana conlleva tanto el disfrute de caminar por sus calles como el dolor y la nostalgia cuando nos hallamos lejos del país. Lo ha experimentado en sus viajes al exterior, distante de su amada Buenos Aires, fundamento de su vida y a la que supo penetrar en sus entrañas.
Entre las páginas de Las promesas del día y otros poemas aflora también el universo sentimental, de matriz casi erótica, que subyuga por su magnético lirismo y sensualidad:
En esa mesa frente al ventanal Ella una belleza
madura en calculado meneo gira lentamente su
cuerpo sobre la silla y desenvuelta con la distinción
que la caracteriza cruza galana sus piernas La liviana
aérea plasticidad con con que Ella lo hace pone en
escena la sutileza de una gacela el contenido ímpetu
de las panteras…
En el pasaje de otro poema de “Las promesas del día y otros poemas”, confluye la sensualidad con la descripción fulminante de una atracción salvajemente pasional. Como en la “Divina Comedia”, cita los tres estadios descriptos por Dante Alighieri, tal vez arrojándose al abismo contemplativo de otra Beatrice, esta vez pergeñada por Moore:
Esa mujer es un infierno el purgatorio y el paraíso terrenal
Amazona altiva irreverente doncella que soberbia pasea
con gracia y calculada displicencia el don de su belleza
por las calles de la ciudad
En su límpido decir poético el autor esboza un discurso que no excluye, además de los ya mencionados, los grandes temas universales como la soledad, el amor, la esencia, el amor y la posibilidad de aprehender el conocimiento y la existencia. Pero su buceo filosófico no se ajusta a especulaciones intelectuales, sino de un lenguaje coloquial sentencioso, afirmaciones, interrogantes y dudas de índole cartesiana.
Una aproximación al marco ficcional de sus poemas nos permite visualizar los mismos ejes temáticos primordiales de su cosmovisión. La vitalidad de su voz reside en esa sutil obsesión por dar a luz los laberintos humanos y deriva en una especie de aullido contenido, a diferencia de Ginsberg, que reúne lo pensado, lo sentido y lo imaginado.
Correlativamente, el sujeto se encuentra oculto entre las descripciones y las ficciones. Moore no es romántico ni objetivista. Su realismo lírico juega con lo aparencial desdibujado. Existe una mirada que privilegia el marco contextual desideologizado. Hay también un péndulo que gira entre lo ciudadano, beat y minimalista. Oscila entre la sobriedad y el desborde lexical fulgurante.
También palpita su entrañable condición de hombre libre. Una libertad creativa y vivencial. La libertad es la sustancia de su producción, de su existencia. También es su espacio interno y externo. Friedrich Hölderlin aducía: “Pleno de mérito, más poéticamente habita/ el hombre sobre esta tierra”. Seguramente Esteban Moore asuma como propia esa afirmación sentenciosa del romántico alemán. Hay una geografía que lo acompaña y lo tensiona. Esa tensión hace que cada poema configure un acto virtuoso.
La cotidianeidad arroja al hombre a la alienación, pero en el yo poético de Moore, su identificación con los principios humanísticos emergen socavando la desesperanza; de ningún modo puede pensarse que el sujeto del poeta se enardezca narrando acontecimientos apocalípticos, si bien no deja de ser consciente del caos reinante en el mundo.
En muchas ocasiones se vuelve didáctico y promueve un enlace con el determinismo del lenguaje y con las alusiones culturales. El encandilamiento y la apelación frente al vocabulario y figuras de la poesía universal. El poeta no intenta transformarse en un demiurgo de las letras, y para ello convierte las palabras en un instrumento para describir la totalidad humana. Unas veces, a través del laconismo y otras, de cierta extensión limitada y dotada de un decir pleno de significación.
Otra forma de efectuar una exégesis de Moore se vincula con lo atinente al marco conceptual. Es un poeta que no deja de cabalgar en la naturaleza del ser y en lo incognoscible de la existencia combinado con una realidad padeciente. La existencia, aquello que Martin Heidegger llamaba dasein imprime otros elementos. El ser y el no ser de las cosas nos plantea mediante un abordaje ontológico que el poeta jamás elude. Es más: podríamos manifestar que toda su poética radica en lo esencial de las cosas, el porvenir humano, la incertidumbre, la duda.
Es un auténtico explorador de Buenos Aires, un exornador de sus calles, un alquimista de los misterios urbanos. Es un poeta de profundidades que tiene una agudísima percepción del alma urbana, un metafísico del lenguaje y de la geografía, un inquisidor de la belleza. Estamos hablando de un creador incesante que hace del género una suerte de sacerdocio.
La exuberancia y la verdadera luz de la palabra poética configura un acto iniciático hacia la verbalización del porqué de los contenidos tratados. Su aparente sencillez discursiva nos traslada a un bosque de símbolos, un damero donde se elevan la oscuridad y la luminosidad ocultas en un coloquialismo metafísico. El cincel de su voz poética, la piedra basal de la musicalidad de sus textos se afincan en versos breves o extensos que se dirigen a una cadena de unión de la humanidad.
Moore es un humanista genuino .La dinámica de sus construcciones permite conducirnos a una pluralidad de preocupaciones existenciales, que lo desgarran, que perforan su ubicación en la tierra. Hay un conjunto de alegorías que manifiestan el norte de sus fines estéticos y conceptuales, una indagación permanente.
Distante del surrealismo y del automatismo psíquico, al igual que André Breton, fundador de esa escuela literaria, coincide con el citado en que “únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme” 7 .En Moore, esa libertad navega en la isla de lo enigmático o de la incertidumbre, Habita la bahía de la imaginación, pero no está exenta de pensamientos concretos. Se sumerge, además, en las contradicciones de la realidad traumática en que nos introdujo el período comprendido entre el fin del siglo XX y estas dos décadas tormentosas del siglo XXI, con sus ecos umbrosos que testimonian la crisis de valores.
En Esteban Moore pervive la reflexión sobre un planeta y, dentro de él, nuestro país, ajeno a la Verdad y a la idea del Bien como se desprende en el mito de la caverna platónica. Pero, claro, tampoco la solución parte de ideas absolutas, ya que todo, en definitiva, es relativo, lo cual no implica que nos sumerjamos en la hipocresía o en la negación de principios éticos:
AL VIENTO, EN EL VIENTO
En el viento huracanado
el polvo del universo
átomos protones neutrones negativos electrones
--innominadas partículas
que ha su paso liberan fuerzas
ensayando
golpes curvos -centrípetos--centrífugos
ulos gimientes -pequeños remolinos
fuerzas sin control
/desatada arrolladora potencia
Hasta ahora abordamos exclusivamente su obra poética porque el autor que nos ocupa ha tenido su norte literario en la poesía. Pero su labor ensayística ha sido relevante en lo atinente a la defensa de nuestra fecunda tradición, como en la difusión de los autores contemporáneos. Abarca su “Lectura y apropiaciones” (2012) y “Reunión de extraños: Borges, Buenos Aires, El café, Jack Kerouac y otras cuestiones”. Además cuenta en su haber con la colaboración en el “Primer Catálogo de Revistas Culturales de la Argentina” 8 ; en ‘De la ranchería a la ciudad moderna’ en Argentina 1810-2010 9: Bicentenario y en “Independencia e Integración e Nacional (1816-2016) Dos siglos de búsquedas” 10
El tono reflexivo, alejado de ampulosidades, conduce al Moore ensayista a sostener con rigor y agudeza:
“Si debemos atenernos a un orden cronológico, es indudable
que los poetas y escritores de la Independencia hicieron su
aparición en nuestro panorama cultural a partir de las Invasiones
Inglesas. En noviembre de 1807, luego de la derrota de
las fuerzas británicas comandadas por el teniente general John
Whitelocke, Vicente López y Planes que en aquella ocasión,
como capitán del Regimiento de Patricios había empuñado la
espada en defensa de la ciudad, escribió El triunfo argentino,
que subtituló “Poema heroico”. En este texto (que lleva un epígrafe
del autor de La Eneida y fue dedicado a Santiago Liniers
y Bremond, gobernador y capitán general de las Provincias del
Río de la Plata), el autor celebra la gesta y valor de las tropas
porteñas y su composición:
Buenos Aires os muestra allí sus hijos:
allí está el labrador, allí el letrado,
el comerciante, el artesano, el niño,
el moreno y el pardo; aquestos solo
ese ejército forman tan lúcido.
Todo es obra, Señor, de un sacro fuego,
que del trémulo anciano al parvulillo
corriendo en torno vuestro pueblo todo
lo ha en ejército heroico convertido.
(Fragmento)”
La pasión por la palabra, su devoción por la investigación de la cultura lo ha entregado también al ensayo. Su profundidad indagatoria de los protagonistas que él considera ineludibles. En ese marco aparece especialmente Jorge Luis Borges. Pero también suma a otras relevantes figuras de nuestras letras como Alberto Girri; H.A. Murena; María Granata; Horacio Salas; Jorge Rivelli y Arturo Álvarez Sosa.
En el contexto de la literatura extranjera ocupan un lugar fundamental, especialmente, Allen Ginsberg, Jack Kerouac y Lawrence Ferlinghetti. A esa lista agrega a Gregory Corso; Declan Kiberd; Craig Czury; Sam Hamill; Charles Bukowski; Raymond Carver y Anne Waldman.
El abordaje de los autores mencionados que efectúa en sus ensayos entusiasma por su didáctica y claridad conceptual. El carácter informativo es un aspecto esencial en la medida en que bucea en el ser de la tradición literaria, que según Moore “debiera ser concebida como un prolongado proceso dialogal en el cual participan un conjunto de voces, propias y ajenas, las que a través de la lectura y la traducción, actividades que constituyen un indudable acto de interpretación y apropiación, se amalgaman en una voz posterior, adquiriendo en la fusión nuevo sentido” 11.
Sin duda, su producción poética lo introduce claramente como un autor insoslayable. El juicio final que hará la historia de la literatura señalará la originalidad, la polifonía y la trascendencia de su discurrir lírico.
Esta breve investigación no sólo ha pretendido inmiscuirse en los inframundos del poeta, sino también situarlo en un contexto complejo en todos los sentidos, entre los finales agónicos de la última dictadura militar y la restauración democrática iniciada por el expresidente Raúl Ricardo Alfonsín.
Con todos sus resplandores y oscuridades, esa nueva instancia nos ha permitido reinsertarnos en el mundo, transitar un período de libertad, menor dogmatismo, flexibilización del análisis crítico y diversas estéticas, algunas de ellas concentradas en un grupo poético determinado y otras, la mayoría poseída por características independientes en el nivel estético y por lo tanto ajeno a los encasillamientos.
La obra de Moore, como ya hemos dicho, se incluye en este último tramo. La irrupción de la denominada posmodernidad aporta muchísimo a ese fenómeno de la más abierta independencia además de la ruptura con los arbitrarios esquemas de los sesenta. Observamos en su poética y exploraciones intelectuales una especie de síntesis entre lo urbano y aquello que proviene de otras latitudes. Mediante ello, el aporte que realiza nos obliga a repensar el destino cultural y el compromiso jamás impuesto del escritor con la lengua propia y ajena, con un contexto de mutaciones constantes en lo social e histórico y una sensibilidad de carácter humanístico.
-Monteleone,Jorge: “Una mirada corroída.Sobre la poesía argentina de los años ochenta. Culturas del Río de la Plata(1973-1995). Transgresión e intercambio”.Roland Spiller(ed.), Frankfurt, Lateimamerika-Studien 36,Universitat Erlangen-Nurnberg, Vervuert Verlag, 1997.
2- Derrida, Jacques: entrevista con Evelyn Grossman. Esta entrevista fue publicada en la edición que el mensuario Europe consagró a Paul Celan (año 79, n.º 861-862/enero-febrero 2001). Traducción de Ricardo Ibarlucía publicada en Diario de Poesía (número 58, 2001). Edición digital de Derrida en Castellano.
3- Aulicino, Jorge: “Cuáles son las preocupaciones de los jóvenes”;Buenos Aires;Diario Clarín; 1981.
4- Luis Benitez, Partes Minimas 12: dos movimientos en la poética de Estebn Moore, Hispanic Poetry Review, Vol 9.1, Texas A & M University, EEUU, 2011.
5- Jacobson, Roman: “Lingüística y poética”;Estilo del lenguaje; Madrid; Cátedra; 1974
6-Rivelli, Jorge:”Esteban Moore. Selección poética”; Ciudad Autónoma de Buenos Aires ;La Porteña;Colección Acento Urbano; 2019.
/- Breton, André:”Manifiesto del surrealismo”; Guadarrama; Madrid; España;1969.
8- Moore Esteban: Ediciones Revista Cultura, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación y la Federación de Revistas Iberoamericanas, Buenos Aires, enero 2001.
9- Moore, Esteban: Secretaría de Cultura, Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 2010.
10- Moore, Esteban:“Independencia e Integración e Nacional (1816-2016) Dos siglos de búsquedas”; Ciudad Autónoma de Buenos Aires; Fundación Banco Ciudad; 2016.
11- Moore, Esteban: Lectura y apropiaciones, Alción, 2012.
Alejandro Elissagaray (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 1954) Escritor, docente y periodista. Ha
publicado los poemarios "Poemas ígneos" (1976;" La piel de la hoguera" (1979) y "Simulacros" (2017); la novela "Koronavirus" (2021); el ensayo "Los Universos de Castelpoggi" (1997);las antologías "Luis Benítez" (2001) y "Los poetas del'80" (2002);los libros de conversaciones con escritores argentinos "Itinerarios" (Conversaciones con Luis Benítez, tomos 1 y 2, respectivamente 1995 y 1997, con ensayos preliminares de Pamela Nader); "Diálogos con Atilio Jorge Castelpoggi (2001, con ensayo epilogal de Pamela Nader);"Intramundos. Conversaciones con Elizabeth Azcona Cranwell" (2004) y en colaboración con Silvia Beatriz Amarante" Intersticios. Conversaciones con Jorge Aulicino" (2010) y "Así pasan los años. Conversaciones con Roberto Alifano" (2017).Sus textos han sido seleccionados en la edición bilingüe "Antologia de la Poesía Argentina", traducida por Emilio Coco y compilada por Silvia Beatriz Amarante. Ha dirigido la revista cultural Nueva Generación de 1995 a 1999. Ha colaborado, entre otras, en las revistas Ulises; Generación '83; La República; Nueva Sion; El Frontón; Locas;Proa; Prueba de galera; Soles; La escuela paso a paso y Reloj de agua y en los diarios La Prensa y El Tiempo (Azul) Entre otras distinciones ha obtenido el Tercer Premio de Poesía 1995 de la Fundación Inca y la Mención de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), esta última en conjunto con Silvia Beatriz Amarante.