Fugitivo
El viejo, en su bata bordada, de color ciruela madura,
está sentado en silencio, en su propio mundo; más allá
/de las altas ventanas
hay tulipanes de un encendido rojo sangre, narcisos
fúnebres, desordenados por el viento. El amor llega
tambaleándose a su alrededor; él permanece ausente,
/resuelto a partir,
me abandona a mitad de la oración, mis palabras
cada una de ellas, como pétalos, cayendo alrededor de mis pies.
Los emigrantes
Me desperté a una oscuridad
recargada y poco familiar; intuí
el rumor de la lluvia pasando a la deriva,
las brisas previas al amanecer en los pinos;
mientras dormía ya todo había comenzado;
los crujidos de un carro,
el ritmo, lento, apagado, firme,
del golpe de cascos de un caballo;
soñé a través de esos tristes ruidos.
Y entonces los oí, estaban frente a nuestra puerta,
sus voces urgentes, susurrantes,
movimientos nerviosos contra la oscuridad;
el llanto de una mujer elevándose
en su dolor, como un animal herido
que se paraliza repentinamente y yo
estaba consciente del sonido del ómnibus
aproximándose, del trabajo de la caja de velocidades
para detenerse. Allí permaneció. Ronroneando.
Imaginé el baúl, voluminoso y nuevo,
atado con sogas de pesca,
cómo lo alzaban sobre el techo del ómnibus
y lo cubrían con lona;
luego esos gestos y voces torpes,
avergonzados besos y palabras desbastadas
como terraplenes de arena batidos por la marea creciente,
y cómo el dolor era contenido, del mismo modo
en que aprietas la palma de la mano sobre tu costado
para aliviar el sufrimiento. El ómnibus
arrancó, ruidosamente, moviéndose sobre el camino
hacia el silencio. Silencio. Luego los crujidos
de un carro y el mismo, lento, cansino ritmo
del golpe de cascos de un caballo.
Hermanos
Estamos muy cerca de que comience la tristeza.
Nacidos hermanos y mellizos. De los dos, uno
es agua
el otro cielo. La necesidad de orden. El amor
por el desorden. La música natural
de Abraham, Isaac y Esaú se transforman
en una cacofonía: Abraham, Isaac, Jacob.
Yo estaba trepado en las altas ramas de un pino
el día que él llego; mi tío, salido de esa fotografía
en el norte de África, 1942; seis hombres jóvenes en línea,
perfectos, los pies separados, las manos tomadas detrás
de sus espaldas, sus gorras de piloto
cuidadosamente ladeadas. Detrás y encima de ellos,
las negras formas curvas del motor, la elegante hélice,
tan ancha como dos hombres, las alas letales—
un avión de caza, y hombres en guerra. Yo le temía
a él, que descendiendo desde las alturas
con un rugido poco natural; había distribuido la muerte,
un sofisticado de la matanza, con ocultas
memorias que nunca habrán de cicatrizar,
en perpetua búsqueda del olvido.
El otro: marinero y amante. Yo estaba
parado en el muelle de Westport, cercano a la insistente
cima de la montaña sagrada —bajo la música sutil,
mecánica, producida por aparejos, grúas y la lluvia suave
golpeando las aguas —cuando él salió del bar
con un vaso grande de jugo en su puño para mí—
puso en mi palma unas monedas pidiéndome que fuera paciente;
hombre de alta mar, viajero, trotamundos —lo veo en el álbum familiar,
envejeciendo, el traje azul claro, una molestia, su camisa
y corbata, el triángulo del pañuelo en el bolsillo superior, una florcilla
en el ojal —presentándose para casarse nuevamente, un hombre
desconcertado que se ríe de sí mismo, arrepentido y desmoronándose,
buscando ansioso sólo la comprensión, y el apagón total en el alcohol.
Hermanos. Todos somos tan livianos de alma que deseamos intensamente la piedad,
imaginando que Dios podrá ser engañado
por nuestras posturas políticas. Éstos son los oscuros orígenes,
míticos e inseguros, las tierras fangosas sobre las cuales caminamos
donde crecen las cautivadoras orquídeas. Entierro a uno en agua,
puesto a reposar sobre un océano tranquilo; y el otro,
destruido y fatigado, descansará tendido sobre el aire ascendente
donde las mañanas surgirán para él, finalmente, libres de toda amenaza.
(Traducción Esteban Moore, Lejano país y otros poemas, Alción, Córdoba, 2011, 150 páginas)
1 Bryan MacMahon, Place and People into Poetry, Irish Poets in English, Seán Lucy, ed. -The Thomas
Davis Lectures, , Mercier Press, Cork, Ireland, 1972.
2 H. Halliday Sparlin, Irish Minstrelsy, Walter Scott, Ltd., Londres, 1888.
3 Bryan MacMahon, Place and People into Poetry, Irish Poets in English, Seán Lucy, ed. -The Thomas Davis Lectures, Mercier Press, Cork, Ireland, 1972.
4 Samuel Lover, Irish Poems, The People’s Standard Library, Ward, Lock & Co., London-New York, 1859.
5 Declan Kiberd, Inventing Ireland: The Literature of the Modern Nation, Vintage, New York, 1996.
6 Seamus Heaney, The Government of the Tongue, Faber & Faber, Londres, 1988.
7 An Duanaire 1600-1900: Poems of the Dispossesed, Séan Ó Tuama ed., Dolmen Prees, 1981
8 Sean O’Faolain, The Irish, Pelikan Books, Londres, 1947.