miércoles, 2 de marzo de 2011

Basilio Uribe: El Eclesiastés aggiornato.

Basilio Uribe (1916-1997)





















                                                              a Miguel Brascó


He visto que muchas cosas caen
y otras se levantan,
y hay quien dice entonces:
–Me caigo y me levanto.
Que el sol se alza
y a la tarde baja,
y cada día es ayer,
aunque antes fue mañana
pasado por el hoy.

He visto que el sol despunta
antes de las once,
y hay quien dice aún
que varias horas antes.
Y que la noche crece cuando no hay luz.
Y esto lo he visto a la intemperie,
pero no con la cortina baja.

He visto que llegué a ser grande,
entre cinco codos cortos
y cinco codos largos,
y superé por lo sabio
el onagro domesticado
que veía correr, pues viví en Palermo.
Y me fui a Tucumán,
al fondo de Mate de Luna.
Pero en el jardín hay calor,
arañas gigantes, escorpiones,
y la noche es húmeda
y pegajosa,
y no hay lugar para el reposo
ni el goce que lo sustituye.
No hay lugar,
sino para no estar.
Se cambia de aquí a allá,
y de allá para acá.
Para qué.
Para aquí.
Por qué.
Chi lo sá.
Y
así
volví.

He visto que hay tiempo de echarse unas canas,
y tiempo de no hacer macanas.
Tiempo de la carabela,
y tiempo de Colón que se cuela.
Tiempo donde el indio recela,
y tiempo de comerse la suela.
Tiempo de encender la candela,
tiempo de tu abuela, la ciruela,
y tiempo que vuela, que vuela.
Tiempo del quién es quién,
tiempo del jú is jú,
tiempo del Marabú,
con el ú;
tiempo del Avenida,
tiempo de ir por Florida,
y tiempo de ir sólo de ida.
Tiempo de entrar al Di Tella,
y tiempo de Mesejean y Cancela.
Tiempo del pop,
tiempo del nop
y tiempo de la sop
para el nen.
Y tiempo sin tiempo, también.
Tiempo del pintorqué pintor,
y tiempo sin color.
Tiempo de la aguja del cacto en estío,
y tiempo en que el hielo se amorata de frío.
Tiempo del bikini,
tiempo de la faja,
tiempo de irse a baraja,
tiempo de entrarse en la caja,
tiempo de mirar desde abajo la laja.
Y tiempo de una calor que te raja.

Vanidad de vanidades y todo vanidad:
he visto que la calor es psíquica
y el calor es somático;
que alguna chica es ríquica
y algún muchacho errático.
Y he visto el veo veo qué ves
jugar al oficio mudo entre tres
con la rosa negra del deseo del revés.

Vanidad de vanidades y todo vanidad:
he ahí que leí los libros antiguos,
y “Vi que el sabio tiene sus ojos en la frente”,
dice Cohelet;
y yo digo:
más bien equivocado.
O a la moda asiria, quién sabe.

Vanidad de vanidades:
los asirios de antes no usaban gomina.
Aceites,
pomadas,
ungüentos
y fritos del oloroso nardo,
eso entonces se estilaba.
Pero daba mucho olor a turco.
Tenían los ojos en el pelo,
bigotes en los codos,
rodillas con melena.
Cuando fallaba una guerra podían
contratarse como alfombras.
Eran mejores en eso
que los armenios y persas
y el llovido galgo afgano.

¿Y qué fue de los asirios?
Las hicieron y se asaron.
¿Y otras gentes con ojotas
que se pusieron las botas,
las mojaron
y creparon?...
( de krepieren, en germano).
Porque nada hay peor que la maldad,
sobre todo si es de buena calidad.

He visto que uno vuelve
siempre de las mismas cosas:
el baño cada día –no en Europa–
afeitarse,
sacar de la heladera la leche,
el jugo de naranja,
ejercer la gimnasia cotidiana:
encogerse antes de salir,
buscar la voz de locutor
en un armario,
inflar el pecho en público.

He visto que la caridad es calidad
(y la calidad es caridad
en nuestra industria)
pero la cantidad no es castidad.
Ningún día trae su mejora,
todos traen su peora.
No hay punta de eje que no se rompa,
ni embrague que no se gaste.
Y uno se queda en la calle
mirando las tinieblas exteriores,
las estrellas en racimo,
la banquina o el asfalto.

¿Qué vale más que el silencio?
Pero no el silencio en la ciudad,
bajo el cartel que se enciende
y se apaga
y se enciende
y se apaga
clic
en el hueco del sonido muerto
y dice
Pipí-Cola.
¿Qué vale más que la luz?, le dije a mi alma.
Pero no la luz en la ciudad,
que corroe la sombra apaciguante
y crea el delirio del relámpago
con su chirrido
luminoso.

¿Qué consuela más que el vino?
Vanidad de vanidades,
ya no tiene doce grados,
ni sombra del tenor alcohólico
que caldeaba la sangre
y exaltaba las manos.

¿Y qué son las poliamidas?
Moléculas de cadenas largas,
singularmente flexibles,
cuyos copolímeros diversos
invadieron nuestros ojos
comenzando
por las piernas de mujeres.

Así anda el pobre mundo.
Con nylon, dacron, orlon,
poliésteres y acrílicos.

Y no olvidemos el antron.
Todos monómeros importados.

Vendepatrias.

Defendamos la tejeduría doméstica.

Una generación va y otra generación viene.
Cambiaron los tiempos,
cayeron todas las hojas
del almanaque juliano.
Y el gregoriano se gasta.
Mil novecientos sesenta y siete terminó;
concluyó mil novecientos sesenta y ocho,
¿que podemos esperar
de mil novecientos sesenta y nueve?
Todos los años se acaban
menos uno.
Conozcamos los remedios:
portar la figa, tocar madera,
inaugurar la luna,
programar el veraneo
de mil novecientos setenta.

Los días son iguales a los días.
Un día, se bien se suma,
llega a las veinticuatro horas,
a mil cuatrocientos cuarenta minutos,
ochenta y seis mil cuatrocientos segundos.
La verdad, creía más.
No conviene exagerar las cuentas:
los segundos son tan chiquitos.

Consolémonos:
siempre amanece al despuntar el día,
aunque a veces más temprano;
más valen cien pájaros en manos
que uno volando;
y mejor ser rico y sano
que pobre y enfermo.
Como asegura el Hilario.

Una generación va, y otra generación viene.
Y así el mundo se mantiene.
Nada hay de nuevo bajo el sol.
Ni en nublado.
–Yo, Salomón, venido a menos
por la sílice de las edades
que muele las grandezas,
no rey de reyes,
ni Salomón de Salomones,
ni salmón de salmones,
ni pez de peces,
ni siquiera, ay de mí, Salomón Guggenheim;
Salomón, apenas, dueño de una tienda de sedas
en la calle Lima,
escribí estas cosas
mirando la ciudad que empieza con B.
¡Ay Ba, ay Ba,
ay Babilonia
que se menea!

–¡Ayayay B.A.!

–Ahí oigo a Jeremías.

5-VI-69





Basilio Uribe (Buenos Aires, 1916-1997). Poeta, docente, crítico de arte. En poesía publicó: Libro de Homenaje (1940), Año del amante (1943), Los días (1959), Corona de María (1961), Vida de Hombre (1965), Edipo etcétera (1971), Relaciones humanas (1976), La ballena ( 1981), Antología inédita (1984), Minuendo (1990), La mirada de abril 1991), Libro de sonetos (1993), La huella de su paso (1996), Antología vitae ( 1997).