Entre los meses de marzo y abril del año
2017, al aparecer el último tomo, con dos volúmenes, con el que finalizaba el
trabajo llamado De la misma llama (La yapa II) desarrollado a lo largo de
cuatro décadas, Darío Canton tuvo un pequeño diálogo con Beatriz Sarlo y luego
asistió a dos presentaciones –accesibles sus filmaciones en la página web del
autor: www.daricanton.com–. Una fue en el Instituto Germani, y la otra en el
Centro Cultural de la Cooperación. A esta última asistí, invitado como
panelista. Dada mi relación de larga data con quien es ahora editor en El
cuenco de plata, y luego de haber conversado con Canton propuse la iniciativa
de reunir un conjunto de artículos sobre su obra, ahora que había llegado a su
fin. Las personas a las que, en diálogo con Canton, decidimos convocar, habían
sido ya señaladas por el mismo autor en el último de sus volúmenes, cuando
ofreció una larga lista de quienes habían opinado sobre tomos anteriores (La yapa II, volumen 1, página 309). Se
seleccionaron entre doce y quince de esas personas y a ellas se les envió un
cuestionario proponiendo distintas posibilidades de abordaje. Las alternativas
que se sugirieron en ese momento fueron:
Alternativa 1.
Análisis de uno o más de los libros de poesía de Canton:
1964 – La saga del peronismo
1968 – Corrupción de la naranja
1969 – Poamorio
1972 – La mesa
1975 – Poemas familiares
1977 – Abecedario médico Canton
2017 – Fuero íntimo
Alternativa 2. La
poesía de la revista Asemal
(1975-1979)
Alternativa 3. La
poesía desperdigada en los tomos de De la
misma llama (2004-2017)
Alternativa 4.
Visión de los conjuntos anteriores
Alternativa 5.
Los “cuentos” de poemas
Alternativa 6.
Opiniones del autor sobre la poesía en general
Alternativa 7. La
obra De la misma llama y/o alguno de
sus tomos
Tratamiento del
tema
Cualquiera que
sea la alternativa que se elija, se espera que el estudio sobre la obra del
autor se conecte, relacione, inscriba, distinga, precise, dentro de uno o más
de los siguientes ámbitos literarios: argentino, latinoamericano, de habla
castellana, contemporáneo (de La saga del
peronismo, 1964, hasta Fuero íntimo,
2017).[1]
Hubo respuestas favorables de todas esas
personas. Luego, como suele suceder, con el paso del tiempo algunas tuvieron
inconvenientes que las llevaron a bajarse del proyecto. Quedaron, finalmente,
los escritores y escritoras que aparecen recogidos en este volumen. Algo digno
de señalar, antes de entrar en el detalle de lo que a mi juicio cada uno de
ellos y ellas aporta –algunos destaques, que no pretenden agotar la riqueza y
variedad que posee cada trabajo–, es el hecho de que las ocho personas que
participan son todos escritores/as con obra propia que se dividen, además,
azarosamente, en dos grupos. Están quienes son periodistas culturales: Osvaldo
Aguirre, Ezequiel Alemian, Elvio E. Gandolfo y Pablo Gianera, y, por otra
parte, quienes pertenecen al mundo universitario-académico: Cristian Molina, de
la Universidad Nacional de Rosario, Delfina Muschietti y Guadalupe Salomón de
la Universidad de Buenos Aires, y Ana Porrúa, que pertenece a la Universidad
Nacional de Mar del Plata.
***
Los dos primeros trabajos generalizan en
torno a la poesía.
Osvaldo Aguirre centra su trabajo en la
poética de Darío Canton, en su peculiar combinatoria, donde hay influencia,
consejos y experiencias “externas” con Alberto Girri, especialmente, con Héctor
A. Murena, e incluso con Victoria Ocampo (en una suerte de “psicoanálisis de la
familia de la literatura” donde hay quienes cumplen un rol o representan figuras
de “madre”, “padre”, “hermano”…), y al mismo tiempo la propia búsqueda
voluntariosa y consciente de la necesidad (por su arte) de recorrer un camino
propio, mediante el estudio, la autoeducación, y el constante y permanente trabajo
poético (en las mejores condiciones que se puedan conseguir). Cómo los “usos
del lenguaje” provienen, en el caso de Canton, de su familia y de la lectura
del diccionario; cómo se entrecruzan las relaciones entre poesía y sociología;
y posa su atención en el libro La mesa
(1972),[2]
que a un año de su publicación, tras una reseña de Josefina Ludmer, comenzará “un
recorrido lento pero sostenido de lecturas que termina de cristalizar con Asemal, justamente la mesa al revés,
donde Canton reúne a su comunidad organizada de lectores”.
Cristian Molina trabaja especialmente desde
Poamorio (1969), buscando “no
detenerse sólo en la potencia poética, en la energía meramente poética de la
escritura de Canton, sino, además, interrogarse cómo esta abre posibilidades
inespecíficas de lectura a partir de diversos umbrales con saberes de la
física, filosóficos, psicoanalíticos y hasta sociológicos que involucra”.
Aparecen nombres, Wallace Stevens, Hugo Gola, Joaquín Gianuzzi, entre otros; la
temática sensual y sexual, polimorfa y fluida; y el enfoque, que bordea el tema
científico –lo incursiona incluso–, destaca la energía poética de Canton como
una intervención sobre la materialidad, lo que le da su potencia específica; “una
energía que no cesa”, dice Molina, quien lee el paso del libro de poemas al
“archivo autobiográfico”, pasando por el suplemento Asemal, como “un modo de trabajar y movilizar las potencias
energéticas del poema en tanto escritura no clausurada ni en un género ni en un
formato”.
En la siguiente sección, dos trabajos se
ocupan de la “Summa autobiográfica”
(Juan Andralis dixit), y un tercero,
en particular, de un tomo.
Elvio Gandolfo leyó todos los tomos, y
ahí radica la esencia de su trabajo: su memoria, sus impresiones y reflexiones se
ponen en juego tras haber recorrido varios miles de páginas. El resultado: un
texto tornasolado, dinámico, que exalta su humor como lector, su ingenio, y sus
cambios de ánimo y perspectiva(s). Escribe Gandolfo sobre los efectos de “la
magnitud” de toda la obra cantoniana –más de 5.000 páginas–, y en particular sobre
De la misma llama: “Parte de la
irradiación lograda tiene mucho que ver con la tozudez del propio Canton,
instalado en departamentos de la ciudad de Buenos Aires con sus familias
sucesivas y después en ‘oficinas’ que exhiben en las fotografías el carácter
transitorio, un poco caótico, de verdaderos campamentos de un guerrero o
caminante ya legendario (aunque en parte secreto) de la autobiografía y la
microhistoria de la cultura argentina”. Y destaca la “voracidad investigadora y
documentalista” del poeta, quien en La
yapa –dos tomos, tres volúmenes– recorre las últimas décadas de historia y
cultura argentinas, entre 1990 y 2017.
Guadalupe Salomón se adentró también en De la misma llama, y desarrolla, explica
en su trabajo, las características que encuentra: “el rigor del registro
cronológico impone un encadenamiento que no permite que temas como la
enfermedad del hijo o la vida en dictadura, por ejemplo, se impongan sobre las
pesquisas ‘menores’ o sobre los avatares del escritor en busca de editores y
lectores. Los temas se hacen un lugar destacado por su recurrencia en la
secuencia de la vida, por acumulación, nunca por un valor intrínseco, narrativo
o vital”. Interpretando la saga autobiográfica como una “novela”, no encuentra
en ella “cumbres dramáticas” ni un “narrador encargado estilísticamente de
destacar elementos”. En Canton, Salomón destaca “básicamente dos horizontes
procedimentales y éticos: la acumulación y el impudor”. Y más: “Su indagación y
técnicas de búsqueda y ordenamiento de material, su producción de hipótesis,
sus encuestas no distinguen jerárquicamente asunto o problema. La biografía de
un niño ahogado en GEBA hace más de medio siglo, un corresponsal perdido de ASEMAL no merecen menos atención ni
creatividad en los métodos de recolección de información que los padrones para
refutar la hipótesis del maestro [Gino Germani]”.[3]
Por su parte, Pablo Gianera llama a
Canton “arqueólogo de sí mismo”, y se refiere especialmente al “tomo verde” de
la saga autobiográfica, Nue-Car-Bue
(1928-1960), como una “episódica obra de arte visual”. Asocia y recupera
trabajos previos de Nora Avaro y Sergio Chejfec sobre el poeta y su obra, y destaca
la preeminencia de lo visual, tanto en quien compone como en quien lee (autor y
lector), y cómo las imágenes, también, potencian lo escrito –y no sólo al
revés, como cabría esperar/suponer–. Se analizan las dimensiones de tiempo y
espacio en la materialidad del montaje en esta obra, y se afirma: “Canton no
confía ni en la memoria ni en el sueño, pero en las reliquias que nos presenta
–neutras y, sin embargo, cargadas de la melancolía de lo ido, de lo sido–
habita la huella material de lo recordado: el tiempo no se ofrece como
narración sino como objeto de mirada”. Para Gianera “De la misma llama, la serie entera, será siempre una pieza
voyeurística, que demanda ser espiada más que vista, como si el espectador
fuera el tercero excluido”. También la llama “obra abierta”, recordando a Umberto
Eco, y menciona el carácter “inusitado” que esta posee, en donde Canton “dejó
dicho todo lo que debía decirse”.
La siguiente sección trata de dos libros
en particular.
Delfina Muschietti suma dos libros, La mesa y Abecedario médico Canton, y los analiza como “dupla poeti-lógica”
desde la teoría (Tinianov, Bajtin, Derrida, Deleuze) y también desde la poesía
(Vallejo, Girondo). Filia estos libros a una larga línea creativa –humor y
fantasía, non-sense, la
experimentación y el absurdo– que puede comenzar en Lewis Carroll y llegar al
inclasificable Tarántula, libro de
Bob Dylan, a la novela El mármol, de
César Aira, y a La Table, de Francis
Ponge, y puntualiza conexiones internas en La
mesa: humor y verdad, ficción y realidad, lo erudito y lo familiar, la cita
de Marx y la dedicatoria del libro (a su madre), y todo esto relacionado con
gran parte de la obra de Canton. Y también, la relación entre delirio y sueño,
y entre inconsciente y psicoanálisis (infancia, enmascaramiento/s, simulación),
y hace, con los recursos del Abecedario...,
una pormenorizada y refinada lectura, un sutil análisis de su humor, el
despliegue de un “comparatismo” poético. Para Muschietti “el que firma como
autor, uno de los poetas que podía ser encasillado como objetivista o con
tendencias prosaicas, se vuelve en la escritura de estos dos libros un eximio
barroco de la invención y el juego lingüístico en un espejismo laberíntico de
simulaciones y mise en abyme
poético”.
Ezequiel Alemian, en su “merodeo” en
torno al Abecedario..., parte de
afirmar que “La obra de Canton es una obra sobre la clasificación”, y suma y
comenta otros trabajos, como los diccionarios de Flaubert y Bioy Casares (y
otros proyectos humorísticos), y la “panlengua” de Xul Solar. Recupera la
historia del nacimiento del “vademécum” de Canton y explica: “Asociación libre,
lunfardo y tecnologías de laboratorio quedan así entrelazadas en una primera
etapa de constitución de este libro, que rápidamente Canton decide [que] adoptará
la forma de un diccionario, con ilustraciones para algunas de sus entradas”. Y,
también, establece su relación con la autobiografía, donde es reproducido
íntegramente en uno de los tomos: “Si en De
la misma llama Canton se pregunta cómo se hace una vida, y en Asemal cómo se hace un poema, en el Abecedario... la pregunta es cómo se
hace una palabra. No ya cómo hacer cosas con palabras, sino cómo hacer una
palabra. El Abecedario... es un libro
sobre el hacerse del texto en lo más molecular que este tiene, que son los
términos. Un artefacto sobre la artefactualidad de los términos”.
Finalmente, Ana Porrúa toma “Corrupción
de la naranja”, poema del libro homónimo publicado en 1968, y se propone releer,
explorar, e incluso desmontar, versiones y análisis previos que se han hecho de
la obra de Canton. Con un punto de partida que aprovecha las teorizaciones de
Didi-Huberman en torno a la imagen (y los “cruces temporales” que concentra y
suscita), Porrúa recupera el mote de “objetivista” que se le diera muchas veces
a la poesía de Canton, y replantea –matiza, complejiza– el asunto: “Mirar la
naranja, escribir su proceso de ‘corrupción’ nos situaría frente a la muerte;
lo que se ve en ese proceso sería algo relacionado con la vida toda. Lo
supuestamente objetivo, se subjetiviza”. También repasa lo dicho en varios
valiosos trabajos y análisis de Julio Schvartzman, y recuerda que, entre las
famosas odas de Neruda de la década de 1950 hubo una “Oda a la naranja”. Porrúa
ubica la poesía de Canton como parte de la evolución de la poesía argentina de
las décadas de 1950 y 1960: César Fernández Moreno, Juan Gelman, Paco Urondo,
Roberto Santoro y Juana Bignozzi entre otros y otras. Y su proyección: como
experiencia y experimento se puede relacionar con la “performance”, relacionada al “arte experimental de los 60 en
general, y sobre todo, [al] arte experimental argentino que reunía el Di Tella
y sus cruces con las teorías sobre el arte, los medios masivos y la sociedad,
verificables en ciertos estudios de Oscar Massota o Eliseo Verón, en ciertos
experimentos de Jacoby o Marta Minujín que ellos leían”.
Luego de estos ocho trabajos, se presenta
un texto del propio Canton, “El primer medio siglo de La mesa”. Allí comenta la aparición original del libro, algunas de
sus particularidades, fuentes e “inspiraciones”, y una característica que, en
su momento, llamó la atención: el anonimato; la aparición del libro publicado
en aquel entonces por la editorial Siglo XXI de Argentina sin firma ni mención
de su autor en sitio alguno. Se recupera para ello, además, el fragmento de una
carta al poeta mexicano Jaime Sabines sobre el tema.
El volumen se completa con una
bibliografía básica de Darío Canton, y el sumario de quienes participan.
***
Como se puede ver por el breve y rápido
repaso hecho arriba de lo que vendrá a continuación, hay una riquísima y variada
crítica en torno a Darío Canton, a su obra literaria inmensa y heteróclita. La
multiplicidad de enfoques, el rigor teórico, la imaginación creativa que posee
cada uno de los trabajos que aquí se publican permiten apreciar cómo se puede
ir construyendo una vasta “red semiótica” en torno a una de las más originales obras
en el campo de la poesía (rioplatense y latinoamericana)[4]
y también la autobiografía. Se espera, así –“superando” de algún modo la
“dispersión” previa en cuanto a la recepción crítica y periodística, que se fue
dando a lo largo de varias décadas–, que la presente colección de ensayos
contribuya a una mejor y mayor comprensión, conocimiento y difusión del autor y
de su obra en los terrenos de la crítica y la academia, del periodismo y la cultura,
y especialmente entre los lectores y lectoras. Que favorezca, promueva,
incentive, el ingreso a la poesía de Darío Canton.
Ha explicado Paul Valéry: “el poema no
muere por haber vivido, está hecho expresamente para renacer de sus cenizas y
volver a ser infinitamente lo que acaba de ser”.[5]
Darío Canton escribió: “Vos y yo / lector / encerrados en este pedazo / de
papel / (en este soporte) / tu lectura haciendo / de cenizas brasas / leño que
fui / la vida un río”.[6]
Con cada una de las incursiones (lecturas)
que hagamos, encendiendo las brasas de la
poesía, la obra de este autor –él mismo– renacerá en nosotros, vivirá con
nosotros. Que así sea.
Ciudad de Buenos Aires, junio de
2019
[1]
Fragmento del e-mail enviado en 2017.
[2]
El libro, cumpliendo medio siglo de vida desde que terminara de ser escrito
(1969), ahora fue reeditado: Darío Canton, La
mesa, Buenos Aires, Zindo & Gafuri, 2019.
[3]
En referencia al libro Una hipótesis
rechazada. El rol de los migrantes internos según Gino Germani en los orígenes
del peronismo (Buenos Aires, Hernández, 2013), de Darío Canton y Luis
Acosta.
[4]
Véase Alvaro Miranda, Conversaciones / versaciones con (Jorge
Luis Borges, Darío Canton, Roberto Cossa, José Donoso, Eduardo Gudiño Kieffer,
Roberto Juarroz), Montevideo, Ediciones del Mirador, 2001. Allí Miranda destaca
de Canton “su humor irónico, su tono paródico, su síntesis y su sintaxis, los
virajes sorprendentes del pensamiento, su ludismo que no desdeña la hondura”.
Todo eso brinda, “en suma, un aporte singular a la poesía hispanoamericana” (p.
53).
[5]
Paul Valéry, “Poesía y pensamiento abstracto”, en De Poe a Mallarmé. Ensayos de poética y estética, Buenos Aires, El
cuenco de plata, 2010, p. 248.
[6]
Darío Canton, poema sin
título, publicado en la sección “Vida cotidiana” de Asemal nº 15 (1977), reproducido en La historia de Asemal y sus
lectores (Buenos Aires, Mondadori, 2000), y publicado nuevamente (con un
verso extra) para el cierre de De la
misma llama, tomo VIII, La yapa II,
vol. II (Buenos Aires, Hernández, 2017), p. 939.