Hombre que en el tumulto de esta hora del mundo te pierdes
/y encegueces
y en la noche te buscas, sin comprender la noche, y en la noche
/pereces
tú, que apartas tu sangre de la sangre que unía tu cuerpo
/a la Substancia,
y te arrancas el alma como una flor ajada, sin norma
/y sin fragancia;
tú, que de usar los ojos en mirar lo pequeño los ojos has perdido,
tú que de tropezar con tus propios sentidos, ya no tienes sentido,
tú, que en la soledad eras un desolado porque no te conoces,
tú que huyes del silencio, pues te aterra el espectro que queda
/de tus voces;
tú, que hablas de la vida cual si la vida fuera solamente tu vida
y clamas por la muerte como si no tuvieras ya la carne podrida;
oh tú, el desesperado de no haber visto a Dios, de no haberlo
/encontrado,
te llenarás de asombro cuando adviertas que Dios siempre
/estuvo a tu lado;
y aún está, y estará, pues su misericordia sin tasa ni medida
desborda, a pesar tuyo, de los universos de tu muerte
/y de tu vida.
¡Oh si yo te dijera que esos mismos sentidos que tú dilapidaste
te unen secretamente a Quien esos sentidos tantas veces negaste!
Pues hasta en lo más simple de las cosas que miras (sin ver
/naturalmente)
está Aquel que buscabas, a quien negabas tan obstinadamente…
(Por la ventana abierta, su frescura de sótano la noche respiraba;
y el olor de la tierra la fuerte primavera de la muerte exhumaba.
Entre las arboledas jugaban suavemente los ángeles del viento;
iba y venía en la sombra a manera de lento guardián
/del pensamiento).
Sumérgete en la noche sin pavor ni recelo, con plenitud
/de amante;
y hallarás que la noche no es sino su profunda desnudez
/deslumbrante
la cegadora lámpara cuya luz no resisten nuestras pobres
/ miradas,
contra la cual los ojos parecen como leves mariposas quemadas.
Y pregunta con esa sabiduría del niño que interroga las cosas:
¿Quién está tras las cosas encendiendo los astros
/y vistiendo las rosas?
¿Qué es este aire nocturno que desvela las hojas y adormece
/las flores?
El silencio infinito ¿no es acaso un lenguaje de infinitos
/rumores?
¿Qué es esta soledad sino Aquella presencia total inadvertida?
¿Los astros no te bastan para dar testimonio perenne de Su vida?
¡Ah! Pero no es preciso de lo arcano y remoto para hacerlo evidente,
pues también en las cosas menos extraordinarias parece estar
/presente.
Mira en el madurar del fruto la elocuencia carnal de su dulzura,
y, en el caer la hoja, el peso de Su ley convertida en ternura…
La conciencia nocturna continuó su monologo razonable
/y perfecto.
Y vio el hombre, en efecto, que el discurso interior no tenía
/defecto.
Pero cuando la noche comenzó a demacrarse con las primeras
/luces
Apareció en la calle el cadáver de un hombre desplomado de bruces.
Juan O. Ponferrada (Catamarca, 1907-Buenos Aires, 1990) Poeta, dramaturgo, ensayista y periodista. Tomado de Lugones, ensayo de Leonardo Castellani S.J. Ediciones Dictio, Buenos Aires, 1976.