jueves, 26 de agosto de 2010

Ricardo E. Molinari, Oda a un soldado.

Ricardo E. Molinari (Buenos Aires, 1898-1996)





















A veces la patria duele tristemente, igual que una veste
    sucia y ardida;
la juventud es lo útil,
lo entrañable ofrecido al error.
Otros son los que llevan las hierbas, el humo de la historia,
los laureles, el orgullo de las familias.
Por allí, quedará alguna madre tirando de la pobreza.
Aguaitando por una puerta.
¡Ninguna razón vale un hombre muerto!

Yo me entiendo con mis enemigos bebiendo un vino,
u oyéndoles cantar. ¡No quiero la sangre de un congénere!,
ni su pobre tierra, su ropa trabajada, ni su mujer,
   que se quedan mirando tanta luna,
   el gran espacio, y siempre olvido.

Los otros recibieron los campos y pusieron estacas,
los árboles espinosos, los alambres,
y marcaron las haciendas chúcaras, y los demás,
   el abandono, las voces deshechas, y  los perros.
Y en las salas llenas de ancianas damas que hablan
   de la patria, del honor, de la gran estancia
    que es la nación, arrogantes,
que nunca limpiaron una venda ni lloraron
    a los degollados tirados
a un bañado, al cangrejal hambriento,
pasan la vida.

A los argentinos nos gustó la sangre,
    terminar pronto y llevar los ojos al horizonte,
a la infinita sombra del ocaso,
a la limpieza de estar vivos todavía,
y apagamos la llama de los fogones con la bota,
y la flor maldita con la montura.

Y allá en Dolores, quedó la cabeza de Castelli,
   volteando en el vacío,
y el viento trotaba por los cuartos perdidos,
   silbando.
En la plaza de Tucumán hay una piedra
   y unas letras, allí estuvo la de Marco Avellaneda,
con la noche acantilada en sus cabellos,
aturdida y sola.

Tantas veces he pensado en esto, en los días
   y sombras de “Los Talas”.

               En Tucumán
               quise yo a una moza,
               en Tucumán.

               Dormidos mis ojos
               la miraban,
               en Tucumán.

               Ya no iré nunca
                más al norte,
                a Tucumán.

               ¡Nuestra Señora
                guarde de ella
                en Tucumán.

Estoy sentado junto a un árbol, debajo de un cielo nítido,
y oigo en el viento, los pareceres que nadie percibe
   ni apresa  entre los pastos y en el polvo andado de las huellas.

Otros vendrán con sus discursos, la banalidad de la palabra,
   peinaditos, percudidos o limpios, a mandarnos,
   y con sus fantasmas a confundirnos,
   y no habrán escuchado nunca
una guitarra sureña sobre tanto despego amargo, o visto
   unos pájaros grises volando altos por la melancolía.
   ¡Andar a caballo!
¡Atendido unos patos gritones cruzando la cerrada y deseosa
   noche de las planicies!

Unos pájaros.

¡Y a mí ya nada me importa! Dios sea para siempre alabado!

                                                               Bella Vista, invierno del 63.
  

Diego Roel, poemas.

Diego Roel























Las Puertas del Aire


            En este último lugar de reunión
             todos andamos a tientas
            y evitamos hablar.  T.S.Eliot


Me paro aquí,
en este declive de las horas.

Me quedo quieto y contemplo
la permanente mutación.


Alguien quemó los puentes,
dispersó las cenizas.


Ahora nado entre un abismo y otro abismo,
me aproximo al lugar del nacimiento,
al luminoso tajo del lenguaje.

No tengo nada que decir.

Yo sólo espero
un giro del aire en mi cabeza.


En este baile de máscaras
ya nadie habla con nadie.

Nadie dice esto es una línea, un punto, un círculo,
una esfera que transita, que golpea y cae,
se levanta y huye.

Nadie dice esto es una estrella, un río,
la imperceptible huella de los días.

Ya nadie nombra, nadie.

Escribo como quien salta o ríe o tiembla.

Hablo de lo que se repliega,
           de lo que muerde y sangra.

Observo la lenta irrupción de lo Real.


Y me pregunto
qué palabra, qué ademán o resplandor
nos sostiene y suelta.

Qué nos retiene aún aquí.


En esta última curva
me quedo quieto y espero.

Apenas muevo una mano,
un pie.

Respiro al borde del naufragio.


Las luces tejen y destejen
la primera sílaba del Sueño.


En este carnaval de las imágenes,
busco aquello que se mueve,
                       que se desliza y salta.

No tengo hacia dónde ir.


El menor gesto nos aleja.
 

Por eso
voy hacia donde nacen y mueren
los colores y las cosas.

Abro los ojos y las manos,
entreabro las Puertas del Aire.

Pronuncio una palabra silenciosa.


Sí, me quedo quieto y contemplo
el último giro del planeta.

Sólo queda una señal perdida.

Una señal, un cuerpo,
                  un alma en embrión.




Las Voces del Viento me dijeron:

Hay una Voz detrás de tu voz,
hay un Camino más allá del vocablo.

Hay una Voz y un Camino.


Del libro Las variaciones del mundo,  2010.




Diego Roel, nació en Temperley, provincia de Buenos Aires, en 1980. Publicó Padre Tótem/Oscuros Umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004); Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005); Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007) y Las variaciones del mundo (Ediciones El Mono Armado, 2010).

Walther Espinal, poemas.



Walther Espinal, Medellín, Colombia



















12

Escenas de parque navideño
la niña arroja maíz
y en el piso rebotan los granos.
Este diciembre explosivo en los barrios
desde el café el transeúnte observa
las iglesias con huéspedes de espaldas.
Mañana luminosa en que el sol quema
y con tiras de viento
como un papagayo
sigue los pájaros que copulan en espiral.
Los que evocamos y no están
en estos 31 días.
Arriba
en Santa Elena
los ojos de poeta
esplenden.
Diciembre como un gallo
picoteando en la acera.

Escenas de parque navideño
filas para todo
un banco el supermercado la comunión
como un arabesco
como la cola de un ratón
la fila de la gente.

Abrazos para esta despedida Sagitario
las risas vuelan como mariposas
tras la diana
como flechas.


dios oculto

el dios
que en los sueños desnuda los temores
con el martillo del absurdo da en el clavo

él que se tiende como un tapete
y pende como la seda
y en el árbol de mi corazón anida

sentado en las gradas con el frío silbando
observo cómo la colegiala acaba su helado

por las puertas de este amor nadie entra
excepto el dios de los días grises y celebrados
el aliento sibarita para mi cansancio

como tabla de naufragio ante su hechizo
me apoyo

***

De niño las pilatunas tenían lugar en el cementerio contiguo
había que tocar la última tumba de la galería
con la muerte trepada en el árbol
dadivosa con las travesuras.
Pero vas creciendo y la muerte baja del árbol y se acerca
observa en tu pupila el número.

Después el turno fue para los muchachos
que entraban al cementerio a esconderse temiendo por sus vidas
precipitando el lecho para su cadáver.

El jardín que finge ser el cementerio para los parientes
que nos dejan solos y se dice que perduran
en el recuerdo brumoso.

Aprisa por la orilla de la vida desfilamos al interior de la noche
la muerte con el lápiz retiñendo la lista.

De niño por las lápidas de la galería San Pablo corría
inquieto por el eco
eso mismo que los muertos dejan en mi puerta
en mi ventana donde apenas los entreveo atento.

Ars mantis 2

La hechicera entre su mano agita
mi suerte y apela
al dios de bastos y la copa.
Filósofo onanista
sin aleph
la escucho
como si fuera Dafnis con arrugas.
Y vaticina
que la poesía profundiza
en el dolor
que Rimbaud era un mago
y el verbo esta piedra.
Que la magia augura
el bien
para mi herbario.

El barrio dice que la hechicera anida
en el árbol maltrecho
del parque infantil.
No la he visto volar
pero su escoba mantiene
limpias a sus hijas.
Alquila el infierno
a préstamo, en comodato.

 

Abuso de soledad

El abuso
de soledad
es una embriaguez muda
un dios de cera
que ilumina

En la vía
el semáforo
como un cíclope
de ojo rojo

Y la música
que en el café aúlla:
amor
llevado
a mi mesa
en plato solitario

El abuso
de soledad
es un cuaderno
con margen
doble línea



Walther Espinal nació en Medellín en 1980. Realizó estudios de filosofía y letras en la Universidad de Antioquia. Ha publicado los libros de poesía La danza de Narciso (2009) con el que obtuvo una mención en el XX Concurso Nacional Universitario de Poesía Universidad Externado de Colombia y El pirata y otros poemas (2010). En su ciudad tuvo contacto con varios talleres literarios. En 2010 fue invitado al XX Festival Internacional de Poesía de Medellín.

José Manuel Maldonado Beltrán, poemas.

José Manuel Maldonado Beltrán, Aguadilla, Puerto Rico.





















Una proporción exacta y verdadera
A Michel Beauchamp

La igualdad y el sufrimiento
engarzan en una exuberante
proporción inversa
como la tierra y la mar
el sol y la sombra
y algunos amores


Cosmonautas
A Eduardo Casar

Me gusta hablar
con mis amigos
cuando bebo

aguantan
la misma marea

desembocan
en el mismo naufragio


Tiempos difíciles

Han llegado las lluvias
comienza la gran tarea
de atesorar el sol.


Cultivar asombros

Mala cosa
cultivar asombros

¿acaso no es la tierra
un horno encendido
de palabras
y la lluvia un litoral
consecutivo?

Umbral

No despiertes
sigue soñando
que has soñado
despierto.




José Manuel Maldonado Beltrán
Profesor universitario puertorriqueño nacido en Almería, España. Filósofo y poeta. Fundador de las revistas internacionales El Cuervo y Luciérnaga. Es autor de diferentes trabajos y libros de filosofía: Invitación al pensar filosófico; Invitación al pensar lógico; Humanidades: El asombro de los siglos ; Poder y pensamiento; Del imperio al pontificado y El sentido de los humano, volumen I y II. En poesía ha publicado los poemarios De mares y de sombras (con la poeta argentina Anamaría Mayol); Este dificil oficio de amarte y el Prodigio de amarnos. Recientemente ha dado a conocer una versión anarquista del Tao Te King.